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9.4. Estructura profesional de la docencia

El sistema de trabajo de los docentes actuales es el resultado de decisiones tomadas hace mucho tiempo, más de un siglo. En Estados Unidos, Charles Willian Eliot, presidente de la Universidad de Harvard, lideró el llamado Comité de los diez, que en 1893 estableció la estructura curricular de la educación secundaria a imagen y semejanza de las facultades de Harvard. Esta estructura continúa esencialmente vigente en la actualidad.

Decisiones tomadas cuando menos del 5 % de los jóvenes cursaban estudios secundarios (y lo hacían únicamente como preparación para el ingreso en la universidad) han sido determinantes en la historia posterior y, en concreto, en la configuración de la profesión docente por parte de muchos estados, dada la ingente influencia mundial de Estados Unidos. En Francia, el impacto educativo de las acciones de la Tercera República en el último tercio del siglo xix es indeleble y duradero hasta nuestros días. Escuelas normales, semejantes a cuarteles militares, formaron generaciones de maestros animados por un espíritu de cuerpo y una devoción absoluta a los valores de la República, configurando un sistema funcionarial de prestigio, con ascendiente intelectual moral sobre la sociedad francesa (Minois, 2017).

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Los esquemas estructurales y funcionales comunes de los centros educativos se corresponden con el tipo de organización que el profesor canadiense Mintzberg (1978) denomina burocracia profesional, atendiendo al papel fundamental de los profesionales y a cómo estos desempeñan su tarea.

El término burocracia debe entenderse derivado del análisis del trabajo de oficina: una burocracia es una estructura organizativa donde el personal debidamente cualificado realiza una actividad laboral que ha sido previamente formalizada mediante reglamentos y descripciones de los puestos de trabajo. Los componentes básicos de una burocracia son una estructura de autoridad, la división del trabajo según la función que tiene que realizar cada individuo, los conocimientos de este para llevarlo a cabo y, por último, las normas que definen derechos y obligaciones, y que establecen las relaciones entre los miembros de la organización y de estos con el exterior, según sus funciones.

Mintzberg explica los rasgos propios de la burocracia profesional del profesorado mediante seis elementos fundamentales. Estos elementos son básicos a la hora de comprender la problemática real de la innovación y, a su vez, dan la clave para analizar esta problemática en función de la titularidad de los centros educativos (Ruiz, 2007).

a. Regulación normativa

La estructura y la actividad de los centros educativos está regulada por normativas que van desde las leyes de educación propias de los estados hasta los reglamentos internos de cada centro, pasando por la plétora de instrucciones que provienen de las autoridades educativas más próximas a los centros o las recomendaciones de organismos internacionales. El rango de ley de las normas principales pone de manifiesto la importancia que los estados dan a la regulación de la educación: lo que se dispone es de obligado cumplimiento. Asimismo, establecen lo que los ciudadanos deben saber y, por exclusión, lo que desde el Estado se considera menos importante. El premio es la consecución de un título que repercute en la reproducción social. En todo lo esencial, centros públicos y privados están sometidos a las mismas leyes, lo que configura notables semejanzas en sus estructuras formales y funcionales.

b. División del trabajo

En el ámbito educativo, la división del trabajo se basa esencialmente en el conocimiento o la especialidad del profesorado, tanto por áreas como por niveles; por ejemplo, enseñar Ciencias Sociales en Secundaria, Electrónica en Formación Profesional o Lengua Inglesa en Primaria. De manera correspondiente, se dotan los puestos de trabajo y se asignan curso a curso responsabilidades específicas en relación con grupos concretos de alumnos. Esto significa que al profesor o profesora se le encomienda, ante todo, una tarea individual, por lo que cada uno está obligado a “ir a lo suyo”.

c. Estandarización de la actividad

La actividad laboral se ejerce de una manera estandarizada, con unos comportamientos y unas interrelaciones pautadas. Cada docente sabe que debe impartir clases de acuerdo con un temario a los grupos de alumnos que la dirección del centro le asigna, que debe participar en las reuniones de su departamento y en los claustros de profesores, que ha de

evaluar a sus alumnos de acuerdo con un calendario dado, firmar las correspondientes actas, hacer un sinfín de actos burocráticos y tener todos los documentos al día. Esta estandarización hace que escuelas de países y culturas muy distintas se parezcan sustancialmente, así como que el trabajo profesional sea muy semejante. En este sentido, los profesores del sistema público y los del privado son prácticamente intercambiables.

La estandarización está asociada a la arquitectura escolar, al control de los contenidos y al sistema de evaluación. Cualquier desviación de la estandarización –por exigencia, por ejemplo, de un proceso de innovación de calado– representa una perturbación de la dinámica institucional, y exige un incremento sustancial de los niveles de diálogo, participación y adaptación.

d. Autonomía profesional

El ejercicio de la profesión docente requiere una toma constante de decisiones para gestionar personas y situaciones, decisiones que solo se pueden adoptar con autonomía y conocimiento. Profesional viene a significar, en esencia, que quien no la realiza no sabe realmente de qué va la tarea ni puede, por tanto, decir cómo debe llevarse a cabo. En un entorno proclive a desordenarse, el uso discrecional de conocimientos de diversos tipos bajo el criterio personal del docente es indispensable para proceder con éxito.

No se debería confundir la estandarización con la autonomía profesional. La primera está firmemente establecida, pero puede variar y manejarse si se ponen en juego los mecanismos de coordinación y soporte apropiados. La segunda es irrenunciable para el docente individual, pues, por medio de la autonomía, materializa su manera de conducir y ajustar el trato con niños y jóvenes (lo que antes se llamaba “la marcha de la clase”), con el fin de conseguir los objetivos encomendados de acuerdo con la misión de la institución.

e. Estructura de autoridad

Se trate de un centro público o de uno privado, es habitual que la estructura de autoridad consista en una dirección, formada por el director o directora, unos pocos cargos directivos y unos jefes de departamento o de área que coordinan ámbitos específicos. Esto no se asemeja en nada a la estructura de mando de la burocracia administrativa. Se suele dar por hecho que cada profesor sabe lo que tiene que hacer, por lo que los centros educativos tienen una estructura de autoridad casi plana, es decir, una cadena jerárquica muy reducida. De ahí la importancia del acceso a la profesión.

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