leyendas de guatemala celso lara

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CELSO A. LARA FIGUEROA

La Siguanaba, mujer del siguán y el misterio Cuentan que, recién fundada la Nueva Guatemala de la Asunción, vivió por la calle de las Congregaciones un joven de nombre Cecilio Flores. Todos lo conocían como artista, porque pintaba grandes cuadros de Santos y Vírgenes para los templos de la ciudad y para los señores de las casas grandes. Cecilio se complacía caminando por Jocotenango y el Cerro del Carmen en busca de motivos para sus pinturas, cuando ya el sol se estaba despenicando en celajes sobre las tejas de la cuidad y las campanas de las iglesias se quedaban roncas de tanto llamar a la Hora Santa. Siempre llevaba consigo un cuadernillo de papel manila, un carboncillo y un borrador de migajón y se detenía donde creía encontrar un tema de inspiración. A Cecilio le deslumbraban los rostros de las mujeres, se enamoraba de ellos y expresaba su profundo sentimiento pintándolos en forma de una Virgen del Carmeno una del Rosario. Su vida se llenaba pintando y la devoción a su arte no recordaba ya cuantas veces se había quedado sin comer ni dormir. Según dicen, caminando por el paseo de los Naranjalitos, encontró a un hombre joven escribiendo versos bajo un enorme sauce. Cecilio se acercó y le hablo, desde entonces nacido una profunda amistad. Aquel único amigo de Cecilio Flores era poeta y se llamaba Miguel Ricardo de la Fuente. Componía versos y crónicas para el Diario La República, que circulaba por esos años en la Nueva Guatemala. Ambos jóvenes salían a caminar por la ciudad para discutir con

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