Dragón Verde 8 Edición Marzo 2020

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Editorial

Martin Simonson, Miembro honorario STCO Hemos comenzado el 2020 con la triste noticia del fallecimiento de Christopher Tolkien. Con su muerte, los que amamos la obra de J.R.R. Tolkien (y la de Christopher, cuyo infatigable trabajo ha sido una pieza fundamental e inseparable del Legendarium) nos hemos quedado huérfanos de uno de los grandes pilares que ha sustentado la Tierra Media. Gracias a su extraordinaria sensibilidad literaria, y a sus vastos conocimientos sobre la Tierra Media, actuó como una extensión de la mente de su padre durante nada menos que cuarenta y siete años. Personalmente, nunca llegué a sentir que J.R.R. Tolkien se había marchado del todo, porque estaba Christopher. Sin embargo, tal y como como cantaría Sam Gamyi, “por encima de todas las sombras cabalga el Sol / y eternamente moran las Estrellas / No diré que el Día ha terminado / ni he de decir adiós a las Estrellas”. Se notará, inevitablemente, la pérdida de Christopher Tolkien, pero la Tierra Media está más viva que nunca. Se investiga sobre el Profesor en muchas universidades por todo el mundo; se organizan conferencias y exposiciones; se preparan series de televisión, y las Sociedades Tolkien internacionales siguen ganando nuevos adeptos. En el apartado ensayístico quisiera destacar una tendencia que, a mi juicio, está enriqueciendo nuestros conocimientos sobre el Profesor. Varios estudios recientes se centran en revelar la intrincada relación entre el mundo real —el que Tolkien conocía— y su obra. El primero de ellos fue Tolkien: Maker of Middle-earth, el catálogo de la magnífica exposición que tuvo lugar en Oxford en 2018 (la misma exposición se trasladó posteriormente a Nueva York, y en la actualidad tiene cierta continuidad en París bajo el título de “Tolkien: viaje a la Tierra Media”). En el libro, Catherine McIlwaine muestra y explica una multitud de documentos relativos a la vida y obra de Tolkien: cartas, retratos fotográficos, borradores de poemas, fragmentos de novelas, esquemas, ilustraciones e incluso muebles. Los comentarios de McIlwaine son incisivos y constituyen un sentido homenaje al Profesor, pero lo más interesante, a mi juicio, es el hilo conductor del catálogo: la relación entre las experiencias de Tolkien en los lugares que conoció, y su obra literaria y pictórica. En su conjunto, el libro ofrece fascinantes atisbos de un proceso creativo que no sólo tuvo como punto de partida las lenguas inventadas y la filología, sino que se fundamentaba también en el mundo real. Este enfoque crítico se ve reforzado por otro magnífico estudio, aún inédito, que he tenido la fortuna de leer gracias a las vicisitudes de mi trabajo. Se trata del libro Tolkien’s Worlds, de John Garth (cuya excelente biografía Tolkien y la Gran Guerra fue reeditado en español en 2019). No tengo permiso para revelar los contenidos exactos del libro, pero puedo adelantar que se trata de un estudio comprehensivo, muy bien documentado y sugerente, de los lugares y los sucesos de la vida y los tiempos de Tolkien que influyeron sobre la creación de las culturas y la geografía de la Tierra Media. En este estudio, ampliamente ilustrado con fotografías, facsímiles, mapas y dibujos, Garth esboza con maestría una fascinante imagen de cómo los dos mundos convergen bajo la pluma del Profesor, y el resultado es un libro tan evocador como bello. Como no puede ser de otra manera, muchos de los paralelismos que Garth establece en su libro provienen de Oxford y sus alrededores —hace poco pude comprobar en persona la relevancia de estas conexiones—. Aparte de las visitas obligadas

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a Exeter College y a los pubs que el Profesor solía frecuentar —entre ellos The Eagle and Child, que apenas ha cambiado desde la época en que los Inklings se reunían en sus curiosos apartados para hablar, leer y reírse un rato, acompañados de pipas y cervezas— un día caminé hasta las dos casas de la calle Northmoor Road en las que Tolkien vivió. Cuando volví, tomé el mismo camino que Tolkien solía usar para ir al centro de la ciudad. El camino en cuestión atraviesa los Parques de la Universidad y bordea el Río Cherwell, cuyas orillas están repletas de viejos sauces. Podría haber estado en el Bosque Viejo, caminando junto al Tornasauce. Poco después, me colé en el impresionante parque que pertenece a Magdalen College, donde C.S. Lewis, el mejor amigo de Tolkien, trabajó durante varios años. De pronto me di cuenta de que estaba caminando por el Paseo Addison, donde Tolkien y Hugo Dyson mantuvieron una famosa conversación nocturna con Lewis que acabó siendo instrumental para la conversión de éste al cristianismo —lo cual dio lugar a otro universo fantástico—. Era como regresar en el tiempo hasta un espacio casi primordial, y pisar el Olimpo de la literatura fantástica moderna. Lo curioso es que Oxford, una ciudad ya de por sí rebosante de historia y de mitos propios, fue convertido en un lugar mítico aún más grande: la Tierra Media. No cabe duda de que los estudios que se centran en buscar las fuentes de inspiración de Tolkien en los lugares que conoció, están desvelando nuevos matices de la fértil imaginación del Profesor. Un evento imprescindible de 2020 es una nueva exposición sobre Tolkien, que tendrá lugar en la localidad italiana de Rímini entre el 18 y el 23 de agosto. La exposición lleva por título “The Tree of Tales” (“El Árbol de los Cuentos”) y tratará sobre la vida de Tolkien, El Silmarillion y El Señor de los Anillos, principalmente. Allí se podrá contemplar, entre otras cosas, los fondos bibliográficos de Oronzo Cilli (autor de Tolkien’s Library y uno de los principales coleccionistas de libros y memorabilia de temática tolkieniana). Asimismo, los días 20 y 21 de agosto se celebrará una conferencia académica en la que se hablará sobre la imaginación creativa del Profesor. En otras palabras, estamos ante otro año repleto de novedades interesantísimas; prueba viva de que la Tierra Media y sus seguidores gozan de muy buena salud. No quisiera terminar estas reflexiones sin antes agradecer, de corazón, el caluroso recibimiento brindado por la Sociedad Tolkien de Colombia Orodruin durante mi reciente participación en la Fiesta del Libro y la Cultura en Medellín. Por mediación de Cristian Jaramillo, Gregorio Herrera y Daniel Penagos, tuvimos la oportunidad de charlar largo y tendido sobre la obra del Profesor, y también sobre la magnífica revista en la que tengo el honor de escribir estas palabras. Asimismo, fue un privilegio cenar con los miembros de la STCO, intercambiar ideas y recibir, inesperadamente, un diploma acreditativo de mi condición de miembro honorario de tan entrañable sociedad. Fue una noche digna de la Comarca, en todos los sentidos — buena comida, buena bebida y, sobre todo, buena compañía—. Recuerdo también con cariño la memorable visita al Parque Arví en compañía de Juan Salazar, otro miembro de la STCO, que se ofreció generosamente a guiarme por sus hermosos bosques, cual elfo en Lothlórien. Mil gracias por todo, queridos amigos.q


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