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La fantasía en Tolkien: Cómo ser un Hobbit en medio de los Uruk-hai
La fantasía en Tolkien: Cómo ser un Hobbit en medio de los Uruk-hai Daniela Calderón, Colombia
En tiempos inciertos como estos, nos vemos inmersos en nuestra propia batalla por la Tierra Media. En este ensayo exploraremos la importancia de la fantasía en la vida adulta, relacionando los eternos aprendizajes que nos deja el profesor en su obra, aplicables a la crisis mundial por la pandemia. Es bien sabido que comúnmente, dentro de las artes, se le atribuye un papel inferior a la lectura, el disfrute y la creación de cuentos de hadas frente a las demás producciones artísticas. Dichas concepciones resultan un tanto impertinentes cuando nos detenemos a contemplar la producción literaria de quien es quizás el más grande escritor de fantasía del siglo XX. Por medio de obras como El Silmarillion, El Hobbit y El señor de los anillos Tolkien nos muestra el valor y el alcance de la escritura fantástica. Frente a este panorama, en este ensayo se defenderá la idea de que los seres humanos necesitamos de la fantasía porque ésta contribuye, por medio de sus encantos, a indicarnos todas las maneras posibles de alcanzar la felicidad. Frente a la situación actual, la fantasía como recurso en el marco de la obra del profesor nos recuerda constantemente la importancia de volver a lo esencial. Para ello se dividirá el ensayo en tres secciones: en la primera se abordará el vínculo entre la realidad y la fantasía; en la segunda se hablará de la manera en la que la fantasía nos permite ver la belleza que rodea a lo natural; y en la tercera se discutirá sobre la fantasía que envuelve a la figura del hobbit y cómo esta nos muestra la esencia misma de la felicidad.
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El vínculo entre la realidad y la fantasía
Para aquellos que se manifiestan un tanto escépticos frente al vínculo entre realidad y fantasía, que seguramente no serán los lectores habituales de esta revista, resulta necesario aclarar que toda historia fantástica surge de una actividad racional. La anterior afirmación es un tanto problemática para todo aquel que piense que la fantasía está directamente relacionada con el pensamiento infantil, irracional y poco desarrollado. Frente a esto y como el mismo Tolkien (2002) argumenta, debemos reconocer que al ser la fantasía “una actividad connatural al hombre (…) ni destruye ni ofende a la Razón. Y tampoco inhibe nuestra búsqueda ni empaña nuestra percepción de verdades científicas. Al contrario. Cuanto más aguda y clara sea la razón, más cerca se encontrará de la
fantasía” (p.69). Es decir que la fantasía no es ni tan infantil ni tan irracional como muchos afirman hoy en día. Pero ¿a qué se refiere Tolkien cuando dice que entre más clara sea la razón, más cerca se encontrará de la fantasía? La respuesta es simple y un tanto melancólica: la fantasía se basa en el reconocimiento que el mundo es tal cual como se nos presenta. En este sentido, el escritor y el lector de fantasía no están negando la realidad “tal cual es”, al contrario, la reconocen, pero no por eso son esclavos de ella (Tolkien, 2002). Y al no ser esclavos se conceden el permiso de imaginar un nuevo mundo, un mundo en el cual se le da rienda suelta a las maravillas que contienen los objetos ya presentes, objetos enjaulados en la rigidez de algunas mentes. Es por eso que el escritor de fantasía nunca niega la realidad en la que vive, ya que si la negara socialmente se le tildaría de loco. Es más, la creatividad propia de la fantasía surge de una “mente sana”, ya que el escritor de fantasía distingue entre lo real y lo no real. Y si la fantasía “(…) es una actividad connatural al hombre” (Tolkien, 2002). ¿Qué pretende decirnos Tolkien al respecto? La respuesta se encuentra en la inclinación religiosa del profesor y en la importancia que le da a la actividad sub-creadora del hombre por medio de las palabras. Para este autor, la fantasía es una especie de “derecho humano” ya que “creamos a nuestra medida y en forma delegada, porque hemos sido creados; pero no sólo creamos, sino que lo hacemos a imagen y semejanza de un creador” (p.70). La fantasía presente en la construcción de cuentos de hadas nos permite construir un “mundo secundario” en el que pueden entrar tanto la mente de quien lee como la del propio sub-creador. En este sentido, creamos porque Dios nos creó a “imagen y semejanza” y en este acto nos dotó no solo de razón, sino de palabra y de la posibilidad de hacer fantasía.
La fantasía y la renovación del mundo natural
Una vez visto el vínculo entre realidad y fantasía el cual desvirtúa la tendencia que se tiene a tratar a las historias de fantasía como disparates, resulta pertinente detenerse sobre la manera en la que la fantasía nos permite ver lo que nos rodea con ojos “renovados”. Esta “propiedad” de renovación característica de historias tales como El señor de
los anillos, nos permite ver la belleza que rodea lo natural. Este punto resulta absolutamente esencial para la condición humana, ya que gracias a la manera en cómo vivimos en la actualidad y como nos relacionamos con lo que nos rodea, hemos perdido la capacidad de ver lo maravilloso del entorno en el cual habitamos. Es absolutamente necesario que recuperemos esa capacidad de asombro, tan simple pero tan indispensable para nuestra felicidad. Ahora más que nunca nos volcamos a la apreciación de la profunda belleza que nos rodea día a día. Está situación de pandemia, nos obliga a hacer un pare en el camino y ver nuestra vida con ojos renovados. Una de las herramientas que nos ayudará a lograr este cometido es el encantamiento. Dicha herramienta, si es que así se le puede llamar, nos permite ver el mundo de una manera mucho más “rica”. El reduccionismo de las ciencias, el cual tiene la pretensión de verdad objetiva, conocimiento total y dominio de la naturaleza, nos permite describir, pero no entender la esencia, la importancia y el propósito de las cosas. Lo anterior se ejemplifica de manera casi perfecta en el dialogo que se da entre los personajes de Las crónicas de Narnia de C. S. Lewis:
“En nuestro mundo” dijo Eustace, “una estrella es una enorme bola de gas flameante”. “Incluso en tu mundo, hijo mío, aquello no es una estrella, solamente es de lo que está compuesta” (En Kreeft, 2005, p. 175). Por el contrario, este mundo secundario (encantado) del cual se hablaba antes, nos permite el gozo de los sentidos y de los deseos del corazón. Como el mismo Tolkien (2002) dice “La fantasía aspira a igualar el buen hacer de los elfos, el Encantamiento, y cuando lo logra, es la manifestación del arte humano que más se le aproxima” (p.67). Es desde este encantamiento, que está en el cuento de hadas (mundo secundario) y al que todo el que lo lee ha sido invitado, que podemos recuperar nuestra habilidad de ver el mundo primario de manera más clara. Dicha recuperación, la renovación, que se manifiesta como una especie de retorno a la salud es “volver a ganar la visión prístina” (Tolkien, 2002, p.72). En cierto sentido, al renovarnos nos curamos de lo que C.S Lewis llama “el velo de la familiaridad”, una especie de ceguera espiritual, en la que damos por sentado que merecemos la belleza de la que hemos sido rodeados y no la apreciamos como deberíamos (Brassham y Bronson, 2010). Después de leer El señor de los anillos es difícil ver los árboles y no maravillarnos recordando a los viejos Ents. Después de leer El Silmarillion es difícil ver el sol y la luna, y no pensar que son tan maravillosos como Telperion y Laurelin. Qué curioso que Tolkien nos de esta maravillosa lección justo en este momento, que curioso es poder leer su obra con una mente renovada y encontrarla absolutamente actual. Para ser un hobbit entre los Uruk-hai (1981), recordemos la felicidad y absoluta humildad de los hobbits frente a su entorno. Recordemos la belleza de lo simple. Aunque en este momento nos sintamos como Frodo al final del camino, cegados por el anillo, y no podamos recordar el sabor de las fresas y la visión de nuestros amigos de la comarca, volvamos a lo real inmerso en la fantasía y encontremos de nuevo el camino hacia la felicidad. q
Bibliografía
Brassham, G. y Bronson, E. (2010). El señor de los Anillos y La Filosofía. Madrid: Ariel.
Kreeft, P. (2005). The Philosophy of Tolkien. The Worldview behind The Lord of the Rings. San Francisco: Ignatius.
Tolkien, J.R.R; Tolkien, C. & Carpenter, H (1981). The Letters of Tolkien. London: George Allen & Unwin.
Tolkien, J.R.R (2002). Árbol y hoja y el poema Mitopoeia. Barcelona: Minotauro.