Las arreadas de ganado Texto de Rodolfo Rascón Valencia
que se encargaba de la remuda y del “campo”, o sea, las mochilas y los aperos, las provisiones y los trastes de la cocina. Algunos patrones contrataban hasta dos “remonteros” que arreaban a pie, al cuidado de las vacas a punto de parir para encargarse de las crías que nacían en el trayecto.
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a mayoría de los sonorenses de antaño (hasta 1970) eran hombres de a caballo, y lo mismo pialaban y tumbaban una res para señalarla, marcarla, castrarla, o curarla; que amansaban y herraban un caballo; fabricaban riendas, reatas, cinchos y cabrestos.
Generaciones ejemplares que desafiaron las distancias, la orografía, las condiciones de mercado y las inclemencias del clima. Sin caminos, sin tecnología de telecomunicaciones y sin las comodidades actuales. Ganado en pie llegaba desde Sahuaripa hasta Selva para ser embarcado en el ferrocarril. En la foto, Manuel Z. Cubillas, Octavio Elías, Emiliano -MátapeNavarro, Don José Cubillas “Pepón” y don Manuel R. Hurtado en Rancho Selva, 1954. Unión Ganadera Regional de Sonora
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Y eran muy buenos arrieros. Tipos flacos, correosos y rudos, tan resistentes como el mismo ganado cerril y salvaje que ellos dominaban a fuerza de fuerza, de astucia y arrojo. Preciosos espectáculos aquellos que ofrecían estos individuos, pirueteando sobre sus ágiles cabalgaduras, conduciendo un novillo bronco, rabioso, azorado, lazado de media cabeza para evitar la asfixia, “atrincado”, o saltando y bufando, quebrando ramas y rodando piedras, por las faldas y los barrancos. Y espectáculo mejor aún significaban aquellos grandes arreos de ganado que por distintas rutas partían desde Yécora, Tarachi, El Valle, Arivechi, Sahuaripa, Soyopa, Granados, Huásabas, Villa Hidalgo, Nácori Chico, Bacadéhuachi y otros lugare; Chihuahua hasta Hermosillo, Carbó, Agua Prieta, Cananea o Nogales, Sonora. También a Casas Grandes, Estación Chico y Ciudad Juárez, Chihuahua, con cabalgatas de veinte a cuarenta días de duración, en pleno invierno. “Las partidas” les llamaban; participaban en ellas hasta quince o más vaqueros, además del cocinero, que regularmente funcionaba también como remontero, personaje este
También de adelantar el campo y la remuda hasta el paradero, para sabanear las bestias y apoyar al cocinero con el abasto de agua y leña, encender y atizar las fogatas, limpiar el frijol, pelar las papas y lavar los trastes. Otros personajes que se integraban al equipo eran “Los Cortadores”, que se encargaban de separar unas de otras las reses necesarias. “El campo” era transportado a lomo de mula, empacadas en cajones las jarrillas y las bandejas, las tazas, cafeteras y cucharas, así como los platos y sartenes, un comal, una parrilla y botes dulceros con asas de alambre, para hervir el agua del café. Cargaban también las provisiones, los enseres de herraje y las mochilas de los vaqueros En no pocas ocasiones el cocinero olvidaba echar la bandeja en que preparaba la masa para las tortillas, (o simplemente no le proporcionaban una) y el amasijo lo realizaba sobre la manga de unas chaparreras, o en la sobre-enjalma de cuero crudo de algún aparejo. Iluminado por una cachimba, o una gran fogata, el cocinero iniciaba labores entre las tres y cuatro de la mañana, para colar el café, preparar y dar el desayuno a los vaqueros, luego dotar a cada quien de suficientes tacos para la comida de medio día. La provisión del arreo se componía de frijol, harina, azúcar, sal, ajo, café, panocha, manteca, arroz, papas y espáura.