LA NUEVA NORMALIDAD DE LAS ÁREAS PROTEGIDAS Texto y fotos por Juan Carlos Gambarotta
EL MUNDO, DE A POCO, VA VOLVIENDO A ADQUIRIR MUCHOS DE LOS HÁBITOS QUE EXISTÍAN ANTES DE LA PANDEMIA. PERO ¿QUÉ SUCEDIÓ CON LA CONSERVACIÓN DE BIENES NATURALES? LA AUSENCIA DE CONTROLES Y LA FALTA DE FONDOS DESTINADOS A LA PRESERVACIÓN DE ESPACIOS PROTEGIDOS ESTÁ GENERANDO UN GRAN DAÑO. El año pasado, cuando transcurría la primera semana de confinamiento, circularon fotos y mensajes de texto, que con alegría mostraban imágenes – con frecuencia trucadas- de animales, a veces en gran número, deambulando por pueblos y ciudades, aprovechando rápidamente la oportunidad que les ofrecía el ser humano al dejar de circular. Muchos creyeron que el COVID 19 era una oportunidad para la naturaleza; pero en pocos días la realidad demostró lo contrario. La razón es muy sencilla: quienes toda la vida practicaron la extracción ilegal de bienes naturales, fundamentalmente cazadores y madereros, vieron y aprovecharon rápidamente la oportunidad que les ofrecía, como nunca antes, la ausencia de controles.
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Siempre actuaron al margen de la ley, así que lejos de cumplir con el confinamiento, invadieron las áreas protegidas munidos de sus motosierras y armas de fuego. En cambio, la mayoría de quienes hacían los controles estaban recluidos en sus casas. Claro, ¡qué gran oportunidad! Al detenerse casi por completo los desplazamientos hubieron, efectivamente, algunos casos aislados de éxito en la conservación de bienes naturales. Uno muy remarcable: que el año pasado no fuera cazado ningún rinoceronte en Kenia, cosa que no sucedía desde hacía décadas. Pero en la gran mayoría de los casos, la ausencia, o merma sustancial de controles, provocó -y sigue provocando- serias pérdidas en la naturaleza.