2 minute read
Experiencia significativa
María de Jesús Rengifo de Marchi
Maestra en Artes Escénicas. Licenciada en Ciencias Sociales. Especialización en Arte y Folklore. Docente de Artes Escénicas, Teatro y Danza, IED San Francisco, Ciudad Bolívar.
Advertisement
Esta experiencia nació debido a problemas de rechazo y discriminación que sufrieron los niños y las niñas con discapacidad auditiva cuando ingresaron en 2003 al Colegio San Francisco IED en Ciudad Bolívar. Eran de muy escasos recursos, con serios problemas de exclusión, muchos en extra-edad y algunos pertenecientes a la población afro, por lo que sufrían de doble discriminación.
El proceso de integración de los niños y niñas sordos causó en algunos maestros y maestras escepticismo; en principio, no les aceptaron con agrado por considerar que carecían de formación en educación especial. Estos estudiantes eran asimilados por sus familias, compañeros y maestros como si tuvieran retraso mental y fueran incapaces de valerse por sí mismos, limitados para desempeñarse académicamente tanto en el conocimiento científico como artístico.
Como la integración consiste que estudiantes sordos y oyentes compartan la misma aula y el mismo profesor con la mediación de un intérprete, se les excluía de mi asignatura, la danza, porque tiene que ver con lo acústico y lo rítmico; en su lugar, se les ponía a dibujar.
Consideré que no era un trato digno; me propuse el reto de integrarlos en la clase de danzas brindándoles las mismas oportunidades que a los oyentes. También existía la creencia generalizada de que el sordo tiene una limitación congénita para la danza; pero me atreví a demostrar que la sordera no es una limitación para el desarrollo de la inteligencia kinestésica.
Una vez en el aula, niñas y niños sordos fueron discriminados por los demás, incluso algunos no entraban a clase para no trabajar con ellos, pues en danzas se da un contacto físico y se trabaja por parejas y por grupos. Por otro lado, tenía el dilema de cómo acercarles al ritmo, los pasos y las coreografías.
Cátedra de Estudios Afrocolombianos, Interculturalidad y Etnoeducación: Temáticas emergentes en la escuela
Una de las estrategias que adopté fue pedirles que pusieran las manos encima de una grabadora a buen volumen para que sintieran los estímulos táctiles relacionados con cada ritmo específico: cumbia, mapalé, contradanza, aires tropicales, salsa, merengue, entre otros. También les mostraba ilustraciones en las que se enseñaban los pasos.
Con los estudiantes oyentes hice un trabajo de sensibilización hacia la tolerancia y el respeto por el otro mediante dibujos, procurando además que entendieran que no se trataba de personas con retraso mental sino con problemas de comunicación. Poco a poco se fueron adaptando y ya podemos decir que estos niños y niñas sordos han logrado un grado de aceptación muy positivo en la institución.
Estando en este proceso me encontré con otra realidad en el aula. La de los estudiantes afrocolombianos, a quienes sus compañeros de clase les decían “monos”, “sucios”, “negros” o “chocolates”, se burlaban por su modo de hablar y los rechazaban, lo que hacía que varios no se identificaran como afrocolombianos. A partir de la enseñanza del folclor colombiano, me di a la tarea de trabajar más a fondo con los estudiantes la cultura afrocolombiana, sus líderes, poetas, danzas y aportes a la construcción de nuestro país. Le pedí a cada uno que hiciera su historia de vida con sus papás y abuelos, los motivé a intercambiar cartas con estudiantes de otras regiones como Chocó y Cauca, les pedí que nos pusiéramos en el lugar del otro, y así logré sensibilizarlos sobre la importancia de reconocernos y reconocer al otro, de valorar y respetar la diferencia.