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9 Argumento

ARGUMENTO

> Primer acto

Cuadro I

Frente a la casa en la que vive el Doctor Bartolo con su pupila Rosina, aparece el criado Fiorello, quien pide a los músicos que lo acompañan, no hacer ruido. Llega su patrón, el Conde de Almaviva, que da una serenata a la joven, de quien se había enamorado en Madrid y ha seguido hasta Sevilla, fingiendo ser Lindoro, un humilde estudiante.

Amanece y el barbero Fígaro, el “factótum” de la ciudad, enuncia todos los oficios y asesorías que desempeña en la ciudad, incluyendo el de casamentero. El Conde lo reconoce y Fígaro ofrece ayudarlo a conquistar a Rosina. Él es también el barbero del Doctor Bartolo y puede entrar fácilmente a la casa. Convence al Conde de entonar una nueva serenata, ahora presentándose como Lindoro y manifestando sus honestas intenciones sentimentales. Rosina sale al balcón y agradece la serenata. La ventana se cierra bruscamente, pero ella alcanza a lanzar una nota en la que expresa su interés por Lindoro y lamenta vivir bajo el control del tutor, quien a su vez desea casarse con la joven para obtener su dote.

El Conde acepta la ayuda de Fígaro quien, luego de asegurarse una buena paga, urde un plan para que Almaviva entre en la casa y libere a Rosina. Aprovechando la llegada de un regimiento a Sevilla, Almaviva fingirá ser un soldado borracho que solicita hospedaje en la casa del Doctor Bartolo. Fígaro habrá prevenido a Rosina y los enamorados podrán encontrarse.

Cuadro II

En el interior de la casa del Doctor Bartolo, Rosina está a solas y piensa en su amor por Lindoro. Aparece Fígaro y, tras confesar su complicidad, se esconde cuando llega el Doctor Bartolo, quien sospecha algo. Luego aparece Don Basilio, quien se ha enterado de que el Conde de Almaviva está en Sevilla, y aconseja alejarlo pronto, difundiendo habladurías que predispongan a todos en su contra. Ante las dudas del Doctor Bartolo, Don Basilio le explica la poderosa arma que puede ser una calumnia.

El Doctor Bartolo decide casarse con Rosina ese mismo día. Escondido, el barbero ha oído todo e informa a Rosina tanto de los planes del tutor como del amor que Lindoro siente por ella. La joven le entrega una carta para su amado. Fígaro se va y aparece nuevamente el Doctor Bartolo quien, celoso, acusa a Rosina, diciéndole que un doctor de su rango no aceptará excusas ni explicaciones. Llaman a la puerta. Almaviva, disfrazado de soldado borracho, trae un documento falso que exige ser alojado en la casa.

Para crear confusión, comienza a discutir con el Doctor Bartolo y, en un descuido del anciano, le entrega a Rosina una carta; el tutor se da cuenta, pero la joven la cambia a tiempo por una lista del lavado de ropa sucia, y se queja de las acusaciones del tutor. Almaviva no se contiene y arremete, espada en mano, contra el Doctor Bartolo, quien pide auxilio. Fígaro intenta poner orden, y también llega Don Basilio, quien no entiende lo que está pasando.

Finalmente golpean la puerta y llega la policía. Antes de que el falso soldado sea arrestado, éste da a conocer en secreto su condición de Conde al oficial, y queda en libertad.

- intermedio -

> Segundo acto

A solas en su casa, el Doctor Bartolo sospecha del supuesto soldado. Golpean

la puerta: es el Conde de Almaviva, ahora disfrazado como maestro de música. En realidad, se trata de un nuevo plan de Fígaro para hacer creer al Doctor Bartolo que Don Basilio está enfermo y que ha enviado en su reemplazo a su joven alumno, Don Alonso.

El falso maestro advierte al Doctor Bartolo que Rosina ha sido engañada por Almaviva y muestra la carta de la joven como prueba. Pide permiso para hablar con la muchacha para darle las noticias, a lo que el Doctor Bartolo accede, creyendo que debe tratarse de la calumnia planeada por Don Basilio.

Cuando aparece Rosina, reconoce a Lindoro disfrazado, pero debe fingir mientras dura la lección de música. Como el anciano dormita, Rosina y su “maestro” aprovechan para coquetear. Él le promete que la liberará de su tutor. Regresa Fígaro, dispuesto a afeitar al anciano y así distraer su atención. El Doctor Bartolo le entrega las llaves del armario en el que guarda sus afeites, entre los que está la llave del balcón de Rosina. Fígaro la sustrae hábilmente.

El plan se complica cuando inesperadamente llega Don Basilio a dar su clase de música; el Conde de Almaviva le ofrece dinero para que se vaya fingiéndose enfermo. Si bien el maestro no entiende bien qué sucede, acepta la propuesta.

Cuando por fin Don Basilio se retira, el barbero comienza a afeitar al Doctor Bartolo, y Almaviva aprovecha de contarle el plan a Rosina: deberá estar lista para escapar por el balcón a la medianoche. El anciano, sin embargo, siempre alerta, oye algo sospechoso en la conversación y, furioso, desenmascara al supuesto maestro de música, quien logra huir junto con Fígaro. Cuando todos se han retirado, aparece la criada Berta, quien se queja de la confusión que reina en la casa y de cómo el amor los ha enloquecido a todos.

Vuelve Don Basilio, quien afirma no conocer a su supuesto reemplazante, Don Alonso. Don Bartolo manda llamar al notario para oficializar la boda con su pupila de inmediato. El Doctor Bartolo, por su parte, piensa en una idea para desacreditar a su rival: hacer creer a Rosina que Lindoro y Fígaro conjuran contra ella para conducirla a los brazos de otro, el Conde de Almaviva, como si éste y Lindoro fuesen dos personas distintas. Para demostrárselo, exhibe la carta que le entregó Don Alonso.

Despechada, Rosina accede a casarse con su tutor y le confiesa las intenciones de Lindoro de venir a buscarla esa noche. El Doctor Bartolo decide dejar el campo abierto a su rival para atraparlo en medio de su intento de rapto.

Luego de una breve tormenta que sirve de intermedio musical, llegan Fígaro y Almaviva por el balcón; aparece luego Rosina, decepcionada por el engaño al que cree estar sometida, por lo que el Conde decide revelar su verdadera identidad: Lindoro y Almaviva son la misma persona. Ahora que al fin conoce la verdad, la pareja vuelve a declarar su amor, aunque el barbero les insiste en que se hace tarde y deben partir. Cuando por fin van a huir, la escala para bajar del balcón ha desaparecido, y aparece Don Basilio, acompañado del notario. De nuevo el Conde logra sobornar al maestro de música y, aprovechando la presencia del notario, la boda entre Rosina y Almaviva se celebra de inmediato.

Una vez casados, llega el Doctor Bartolo, quien había retirado la escala del balcón pensando en frustrar el plan de fuga. Estupefacto, finalmente se consuela cuando el Conde de Almaviva le cede toda la fortuna de su pupila. Como bien dice el barbero, todo lo que el anciano hizo para custodiar a Rosina fue una “inútil precaución”.

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