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JOSÉ ALFONSO RIVERA PÉREZ
UNA MIRADA DESDE LA BIOLOGÍA MOLECULAR
Pese al basto conocimiento sobre este tipo de coronavirus, hasta ahora sólo la prevención puede mitigar el contagio del Covid-19 y su propagación: higiene personal, lavarse las manos, desinfectar cuartos y superficies.
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JOSÉ ALFONSO RIVERA PÉREZ
QFB egresado de la Facultad de Química de la UNAM, además posee una maestría en Biotecnología por el Cinvestav
Irapuato. Actualmente, se encuentra realizando una estancia de investigación en el Inmegen, donde realiza la sobreexpresión y purificación de proteínas recombinantes, en particular el de la neuraminidasa del virus de la influenza A(H1N1).
Los coronavirus se contagian por las vías respitatorias, con gotitas que tose un enfermo.
En diciembre de 2019 surgió un brote de un nuevo coronavirus en Wuhan, la capital de la provincia de Hubei, ubicada en la región de China Central, al que originalmente se le conoció como 2019-nCoV y que más tarde la Organización Mundial de la Salud (OMS) denominó como Covid-19, el séptimo miembro de la familia de coronavirus que infecta a humanos. Aunque las autoridades sanitarias han realizado las acciones pertinentes para contener la enfermedad, su arribo a México fue
65 Mayo 2020 inevitable, pero ¿qué es el Covid-19? ¿cuáles son las características principales de este nuevo virus? ¿Existe cura para esta enfermedad? Para tratar de contestar a estas interrogantes, es importante conocer un poco de la biología del virus, sus orígenes y su relación con otros miembros de la familia como el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS-CoV), o Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) que en el pasado causaron importantes problemas de salud en el ser humano.
Los Coronavirus (CoV) son un grupo de virus comunes pertenecientes al género Coronavirus que se encuentran amplia- mente distribuidos en los mamíferos y aves. Son capaces de provocar enfer- medades respiratorias, neurológicas o entéricas como: neumonía, enteritis, poliserositis, sialodacrioadenitis, ence- falomielitis, nefritis y hepatitis, entre otras. Se transmite principalmente por vía respiratoria a través de pequeñas gotitas cuando alguien con el virus tose o estornuda y, posteriormente, se respi- ran al estar en contacto con una persona enferma o al tocar un objeto o superficie con el virus para luego tocarse la boca, nariz o los ojos, si no se han lavado o desinfectado las manos y, aunque me- nos frecuente, por vía oral-fecal.
Hasta hace unos meses, seis distin- tas cepas de CoV habían causado pro- blemas al ser humano, pero a finales de 2019 un nuevo virus conocido ahora como SARS-CoV-2 causante de la enfer- medad conocida como Covid-19 (CO- ronaVIrusDisease-19), que es miembro de esta familia, se extendió de manera rápida a diversas regiones de China y múltiples países con una velocidad de contagio mayor al mostrado por el SARS-CoV y el MERS-CoV, aunque con una tasa de mortalidad menor que se estima es alrededor del 2.6% (aun- que esta cifra depende de varios facto- res y varía de país en país). Puede cau- sar síntomas leves como rinorrea, dolor de garganta, tos y fiebre, y los síntomas aparecen de dos a 14 días después de tener contacto con el virus. Los adultos mayores (personas de más de 60 años), personas con problemas de comorbili- dad (como cáncer, diabetes o cardiopa- tías) o que presentan un sistema inmu- ne comprometido, presentan un mayor riesgo de enfermar de manera grave por Covid-19 llegando a ser mortal en varios de estos casos.
Biologí y for de re lic rse
Los coronavirus pertenecen a la familia Coronaviridae. Existen cuatro géneros: alfacoronavirus, betacoronavirus, ga- macoronavirus y deltacoronavirus. Los dos primeros infectan principalmente a mamíferos incluyendo el ser humano, mientras que los gama y deltacorona- virus hacen lo propio con las aves. El nombre de “coronavirus” se deriva de la apariencia a la corona solar que pre- sentan las partículas virales en tomas de micrografías electrónicas teñidas ne- gativamente (Figura 1). El nuevo virus objeto de estudio en esta revisión, per- tenece al grupo de los betacoronavirus.
A
B
120 nm
Figura 1.
a) Componentes estructurales de una partícula viral de coronavirus: S, glicoproteína con espigas grandes en forma de pétalos; HE, Hemaglutinina-Esterasa; N, proteína de la nucleocápside; M, proteína integral de membrana; E, proteína de membrana pequeña. b) Vista de una partícula viral de coronavirus al microscopio electrónico. Imágenes tomadas y editadas de: a) King, A.M., Adams, M.J., Carstens, E.B., Lefkowitz, E.J. (Eds.), Virus Taxonomy: Ninth Report of the International Committee on Taxonomy of Viruses, p. 785, 2012 y b) Laboratorio NIAID.
Desde el punto de vista morfológi- co, los CoV son partículas envueltas pleomórficas tendiendo a estructuras esféricas de aproximadamente 60–200 nm de diámetro con un borde carac- terístico en la superficie en forma de “espiga” de 17 a 20 nm de longitud. En algunos coronavirus se puede apreciar un segundo grupo de proteínas de su- perficie más cortas con tamaños de 5 a 10 nm de longitud que forman una cu- bierta espesa debajo de las “espigas”. La nucleocápside tiende hacia una for- ma helicoidal que se extiende al inte- rior de la partícula viral. Son sensibles al calor, detergentes no iónicos, formal- dehído, agentes oxidantes, así como a solventes orgánicos. La infectividad del virus es estable entre pH de 2.5 y 9.7 pero se inactivan rápidamente por calor, solventes, radiación y cambios drásticos en el pH.
Poseen un genoma no segmentado de RNA (ácido ribonucleico), de ca- dena sencilla y de sentido positivo en dirección 5’–3’, con un tamaño aproxi- mado de 30 mil nucleótidos. Este RNA funciona como un RNA mensajero (mRNA) para obtener el complejo de polimerasa encargada de la replicación del virus, por lo que es una molécu- la infectiva. Casi dos terceras partes del genoma está conformado por este gen. La región 5’ se encuentra cubier- ta, mientras que al final de la región 3’ se encuentra una cola de poli adenina (poli A). Contiene de siete a 10 genes funcionales, de los cuales cuatro a cinco codifican para proteínas estructurales: una glicoproteína con espigas grandes en forma de pétalos (S), una proteína de membrana pequeña (E), una proteí- na de membrana (M), una proteína de nucleocápside (N) y, en algunos casos, una proteína hemaglutinina-esterasa (HE), además de algunas otras proteínas no estructurales (generalmente 16), las cuales participan en la replicación del virus, pero no se incorporan en la partícula viral conocida también como virión (Figura 1).
Existen tres proteínas principales conformando la envoltura del virus, la más importante es la glicoproteína S. Es una proteína transmembranal que
en su forma monomérica tiene un peso molecular de 128–160 KDa y que incre- menta hasta 150–200 KDa una vez que se ha glicosilado (un tipo de modifica- ción postraduccional que sufren algu- nas proteínas). Se ensambla en forma de trímeros para formar las “espigas” a lo largo de la superficie del virus. El ec- todominio, que se forma a partir de la ruptura del péptido señal una vez que es sintetizada e insertada en el retícu- lo endoplásmico (RE) tiene de 19 a 39 secuencias potenciales de glicosilación. Mediante un análisis por espectrome- tría de masas, se ha demostrado que el SARS-CoV es glicosilada en al menos 12 de los 23 sitios candidatos de la pro- teína. El dominio S1 es la región más divergente de la molécula, entre los distintos tipos de CoV y constituye la porción globular (Figura 2). Por el con- trario, la región más conservada es la porción del ectodominio denominado S2, donde se encuentra el tallo formado por una asociación de regiones hepta- repetidas similar a la encontrada en el virus de la influenza.
La glicoproteína M es el componen- te más abundante de los coronavirus y es la encargada de darle forma a la partícula viral. El peso molecular del polipéptido preglicosilado oscila de 25 a 30 KDa. Es una proteína de mem- brana con un dominio amino-terminal pequeño localizado en el exterior del virión, o intracelularmente en el lumen del RE. El ectodominio es seguido por tres segmentos transmembranales y finalmente un segmento carboxilo-ter- minal que comprende la mayor parte de la molécula. El ectodominio, el cual es el menos conservado de la proteína, es glicosilado y se considera que puede influir en la capacidad de inducir el in- terferón alfa in vitro.
La proteína E es un polipéptido pe- queño con un peso molecular de 8.4 a 12 KDa que constituye el componen- te menor en los viriones. Es extrema- damente divergente entre los cuatro géneros de coronavirus y en muchos casos, entre miembros del mismo gé- nero. Aun así, es posible apreciar una arquitectura similar: una región corta amino-terminal hidrofílica, seguido
HR1
HR2
por una importante región hidrofóbica que contiene de dos a cuatro cisteínas y finalmente una región carboxilo-terminal hidrofílica.
El cuarto componente de la membrana, principalmente de los betacoronavirus, es la proteína HE. Es una molécula que forma un segundo grupo de espigas de menor tamaño (5 a 10 nm) alrededor de la envoltura nuclear. El monómero de HE tiene un peso molecular de 48 KDa que incrementa hasta 56 KDa una vez que ha sido glicosilada. La proteína madura es un homodímero que es estabilizada por puentes disulfuro intra e intercadena. La proteína presenta actividad acetil-esterasa.
S1
S2
E M HE
Figura 2.
Modelo esquemático de las principales proteínas de superficie de la mayoría de los coronavirus. Para el trímero de la proteína S, la región S1 presenta la mayor variación en comparación a la región S2 que se encuentra conservada. Las proteínas M y E corresponden a componentes más y menos abundantes de la envoltura viral. La HE está presente principalmente en los betacoronavirus. Imagen tomada y modificada de Masters Paul S. The molecular biology of coronaviruses. Adv Virus Res, 2006.
Una transmisión eficiente entre humanos es indispensable para una pandemia.
La fosfoproteína de la nucleocápside N que oscila entre 43 y 50 KDa, es el componente proteico de la nucleocápside helicoidal. En un estudio donde se compararon las secuencias de varios CoV, se pudieron identificar tres dominios: los dominios uno y dos que constituyen la mayor parte de la molécula, son ricas en argininas y lisinas; mientras que el tercer dominio presenta una carga neta negativa debido a una mayor proporción de aminoácidos ácidos. La principal función de la proteína N es el de la unión al RNA genómico y se ha propuesto que
participa en la transcripción viral modulando el proceso, además de incrementar la eficiencia de la replicación. A diferencia de los virus de RNA de cadena sencilla y sentido negativo, el complejo de ribonucleoproteína de los coronavirus es bastante sensible a la acción de las ribonucleasas.
Las proteínas N y M inducen apoptosis en las células hospederas y pueden jugar un papel importante en la patogénesis.
El ciclo infectivo inicia con la unión de la partícula viral a los receptores celulares y tras un proceso de internalización a través de endocitosis o de la fusión del virión con la membrana celular del huésped, culmina con la deposición de la nucleocápside en el citoplasma, donde el genoma viral sirve como un primer mRNA de infección. Utilizando la maquinaria del huésped, es traducido el primer marco de lectura abierto (ORF1) del RNA viral correspondiente al complejo de RNA polimerasa dependiente de RNA (RdRP). El complejo recién sintetizado utiliza el genoma viral para generar una cadena de RNA de sentido negativo, que sirve como molde para dar lugar a los mRNA que codifican a los componentes estructurales como no estructurales de las nuevas partículas virales. Una vez traducidas, estas proteínas son embebidas en el retículo endoplásmico donde además sufren modificaciones postraduccionales, que, junto con el complejo de nucleoproteína recién formado son llevadas al aparato de Golgi, donde se ensamblan las nuevas partículas virales y son liberadas mediante un proceso de exocitosis (Figura 3).
En la unión que llevan el receptor de las células blanco con el virión, la glicoproteína S es la principal participante y esta interacción es altamente específica. Aunque para algunos betacoronavirus, la HE puede servir como cofactor, asistiendo a la adhesión del virus a las células huésped y prevenir la agregación de los viriones recién formados. Los receptores de los alfacoronavirus HCoV-229E y HCoV-NL63 son la aminopeptidasa N (APN) y la Enzima Convertidora de Angiotensina
2 (ACE2), respectivamente. En el caso de los betacoronavirus HCoVOC43 y HK1, aún no han sido caracterizados; para el SARS-CoV el receptor celular es ACE2, y aunque con una menor eficiencia, es capaz de unirse a los receptores de células dendríticas que expresan lectinas en su superficie DC-SIGN y L-SIGN. En el caso de MERS-CoV el receptor identificado es CD26 y, finalmente, para la reciente enfermedad de coronavirus Covid-19, la unión a su célula blanco se lleva a través de la enzima ACE2 como se da en la cepa de SARS-CoV, aunque es importante mencionar que varios residuos responsables de la unión son diferentes a los que presenta SARS-CoV por lo que es necesario continuar con el estudio de este nuevo CoV.
Cuando se lleva a cabo la unión de la proteína S del virus con el receptor ACE2, el complejo es procesado proteolíticamente por la proteasa transmembranal tipo 2 (TMPRSS2), generando por un lado la ruptura en el receptor ACE2 y por otro la activación de la proteína S facilitando la entrada del virus a la célula.
ACE2 es una glicoproteína transmembranal tipo carboxipeptidasa de unión a zinc que está involucrada en la regulación de la función cardiaca. Mutantes del sitio activo de esta proteína no afectan la unión con SARS-CoV sugiriendo que la actividad catalítica de ACE2 no es requerida para la función de receptor. Este receptor se encuentra entre otros sitios, en
Figura 3.
Representación esquemática del ciclo replicativo del coronavirus. La partícula viral reconoce mediante la glicoproteína S a su receptor. Una vez dentro, libera su RNA viral y traduce el complejo de RNA polimerasa dependiente de RNA (RdRP), sintetiza la cadena de RNA de sentido negativo que sirve de molde para generar los mRNA de las proteínas estructurales y no estructurales, las cuales son traducidas. Las proteínas que forman parte de la envoltura viral son insertadas en el retículo endoplásmico (RE) donde son glicosiladas y oligomerizadas. Por otro lado, la proteína N y el RNA (+) recién sintetizado forman el complejo de nucleoproteína que es atrapado por las proteínas contenidas en el RE y transportado al aparato de Golgi. Finalmente, los viriones maduros son liberados mediante exocitosis en forma de pequeñas vesículas. Imagen modificada de Boncristiani HF, et. al. Respiratory Viruses, Encyclopedia of Microbiology, pág. 514, 2009.
el sistema respiratorio inferior y es importante en la transmisión entre especies y entre humano-humano.
La síntesis de RNA del coronavirus es mediada por el complejo de RNA polimerasa (RdRP) y contiene una exonucleasa 3’–5’ que lleva a cabo una función de “lectura de prueba” durante la replicación, importante en el mantenimiento de integridad del largo genoma del virus evitando la acumulación de un número excesivo de mutaciones
asociadas a la baja fidelidad que posee esta RNA polimerasa. Como es típico en los virus de RNA, la tasa de error de la polimerasa en los coronavirus durante su replicación es en promedio de 10 -4 sustituciones de nucleótidos por sitio por año, con mutaciones que surgen en cada ciclo de replicación.
Este complejo RdRP es el encargado de generar la cadena de RNA de sentido negativo y utilizarlo como molde para obtener
TABLA 1. RECEPTORES CELULARES DE DISTINTAS ESPECIES DE CORONAVIRUS
GÉNERO
ALFA
BETA
ESPECIE VIRUS
HCoV-229E HCoV-NL63 HCoV-HKU1 HCoV-OC43 SARS-CoV MERS-CoV SARS-CoV-2
RECEPTOR
Aminopeptidasa N (APN) Enzima Convertidora de Angiotensina (ACE2) Desconocido Desconocido Enzima Convertidora de Angiotensina (ACE2) Dipeptidil-peptidasa (DPP4, CD26) Enzima Convertidora de Angiotensina (ACE2)
La asintomatía puede afectar la capacidad contener cualquier tipo de virus.
de nuevo el RNA de sentido positivo. El cambio de templado durante el proceso de transcripción es el corazón de la recombinación de RNA que presentan este tipo de virus, siendo un “hallmark” o característica distintiva de la replicación del coronavirus.
Además de la acumulación de mutaciones puntuales como resultado de los errores (baja fidelidad) de la polimerasa durante el proceso de transcripción, se lleva a cabo una alta tasa de recombinación genética entre genomas de diferentes coronavirus durante estados de coinfección. Dicha recombinación parece ser un mecanismo importante para la generación de la diversidad genética en la naturaleza vista en este tipo de CoV, proporcionando nuevas cepas con propiedades fenotípicas distintas y únicas como la que dio lugar a la enfermedad Covid-19.
Aunque la mayoría de los coronavirus que afectan al humano (HCoV) se identificaron recientemente, los análisis indican que algunos de estos virus divergieron de CoV estrechamente relacionados hace cientos de años. De acuerdo con lo anterior, la aparición de HCoV-NL63 y HCoV-229E se estima que ocurrió hace unos 500-800 y 200 años atrás respectivamente. En el caso de HCoV-OC43, se cree que existe desde hace unos 120 años. El SARS-CoV y MERS-CoV, se estima que divergieron de los CoV de murciélago hace unos 30 años. Finalmente, HCoV-HKU1 se estima que existe desde la década de los años 50.
HCoV-NL63 HCoV-OC43
HCoV-229E SARS-CoV SARS-CoV-2 (2019-nCoV) ?
1200 1700 1800 1900 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010 2019
A finales de 2019 se presentaron los primeros casos de personas con neumonía severa de origen desconocido. De acuerdo con un estudio realizado por Lu R y cols., ocho de las nueve muestras de pacientes analizadas tenían antecedentes de exposición en un mercado de mariscos de Huanan, en la ciudad de Wuhan en China, sugiriendo que este pudo haber sido la fuente de la infección y la transmisión de animal a humano, posteriormente, la transmisión de humano a humano fue confirmada.
Una transmisión eficiente de humano a humano es un requisito indispensable para la propagación a gran escala de este virus. Sin embargo, la severidad de la enfermedad es un factor indirecto en la capacidad del virus para propagarse, en donde las manifestaciones poco severas o asintomáticas de la enfermedad en personas infectadas puede afectar la capacidad para contener al virus, como ha sucedido con este CoV.
HCoV-HKU1 MERS-CoV
Modificado de Trends in Microbiology
Figura 4.
Línea del tiempo de la aparición de las distintas cepas de HCoV que han afectado al ser humano. En el caso de SARS-CoV-2, aún se desconoce el origen de esta cepa. Imagen tomada y modificada de Forni D. et. al. Molecular Evolution of Human Coronavirus Genomes, Trends in Microbiology, 25, 1, 2017.
Figura 5.
Análisis filogenético de la nueva cepa SARS-CoV-2 (2019-nCoV) y otros genomas de betacoronavirus. El virus causante de Covid-19 muestra una alta identidad con SARS-CoV, lo que ha sugerido proponer a ACE2 como el posible receptor celular de éste nuevo virus. Imagen modificada de Lu R et. al. Genomic characterization and epidemiology of 2019 novel coronavirus: implications for virus origins and receptor binding. The Lancet, 2020.
De acuerdo con los análisis filo- genéticos realizados por Lu y cols. en muestras obtenidas de pacientes infectados, el nuevo virus SARSCoV-2 pertenece al linaje B de los betacoronavirus, mostrando una mayor identidad (más del 85%) de su genoma con el de la cepa batSL-CoVZC45 y bat-SL-CoVZXC21 que con el SARS-CoV que causó una pandemia en el mismo país en 2003. Aunque en un inicio se relacio- nó con este mamífero (murciélago) el origen de Covid-19, no hay evi- dencia científica contundente que permita establecer con seguridad cuál fue el organismo que provocó esta zoonosis, pues algunos reportes señalan que otro animal actuó como intermediario de la enfermedad, se- ñalando a los pangolines como el posible intermediario.
La detección del coronavirus se lle- va a cabo mediante una variante de la reacción en cadena de la polimera- sa, donde se utiliza a la transcriptasa reversa (RT-qPCR) para llevar a cabo la amplificación y cuantificación del RNA de muestras de pacientes con sospechas de Covid-19. Se utilizan “primers” o cebadores que flanquean regiones relativamente conservadas del genoma del virus siendo algunas de estas regiones la de RdRP, E y N las más utilizadas, y es el ensayo de elec- ción para el diagnóstico de la infec- ción. Además, varios de los actuales estudios en pacientes infectados con el virus se han utilizado la secuencia- ción masiva de siguiente generación para el diagnóstico.
La secuenciación masiva es una herramienta poderosa para el descu- brimiento de patógenos, que, en con- junto con métodos bioinformáticos, están cambiando la forma en que po- demos responder a nuevos brotes de enfermedades infecciosas, mejorando nuestro entendimiento de la enferme- dad, su transmisión y acelerando la identificación de blancos moleculares para el tratamiento de estas nuevas enfermedades.
Al igual que para otros coronavirus como el SARS-CoV y MERS-CoV, no existe un fármaco antiviral para el trata- miento de la infección por Covid-19 que sea altamente efectivo. Para mejorar los métodos de tratamiento, es importante primero conocer la secuencia genómica del virus y, posteriormente, con ayuda de métodos computacionales como el modelado molecular y pruebas clínicas, obtener una serie de posibles moléculas capaces de interaccionar e inhibir algu- na de las proteínas del virus.
Hay una cantidad importante de tra- bajos evaluando distintas moléculas para el tratamiento de la enfermedad, desde moléculas nuevas e innovadoras cuyo camino todavía es largo para llegar al mercado, hasta fármacos utilizados ori- ginalmente para el tratamiento de otras enfermedades, pero que se han propues- to como una alternativa para el Covid-19.
Mediante este acercamiento se en- contró que la combinación de lopinavir y ritonavir (fármacos utilizados para el tratamiento del VIH), administrados en pacientes que previamente presenta- ron SARS-CoV, mostraron una mejora sustancial con pocos efectos adversos. Dado que SARS-CoV-2 es muy pare- cido al SARS-CoV, se están llevando a cabo pruebas con la combinación de lopinavir y ritonavir en pacientes hos- pitalizados que presentan la infección por Covid-19.
En un estudio realizado por Ri- chardson P. y cols., mostraron que el baricitinib es capaz de inhibir a la pro- teína AAK1 (cinasa 1 asociada a AP2) y unirse a GAK (cinasa asociada a la ciclina G), proteínas reguladoras del proceso de endocitosis, mecanismo de entrada de varios CoV. Esto permi- tiría interrumpir el paso del virus ha- cia el interior de la célula (Figura 6). Este fármaco originalmente utilizado para el tratamiento de la artritis reu- matoide, podría ser otra opción para el tratamiento del Covid-19; sin em- bargo, es necesario realizar estudios clínicos con pacientes.
Figura 6.
Posibles fármacos para el tratamiento de Covid-19 y posible mecanismo de acción. Imagen tomada y modificada de Richarson P, et. al., Baricitinib as a potential treatment for 2019-nCoV acute respiratory disease, The Lancet, 6736, 20, 2020.
2019-nCoV (Covid-19)
Se une
Expresado en ACE 2 AT 2 células pulmón
Inflamación
Implicado en
Entrada virus
Implicado en Endocitosis
Promueve
AAK1
Media
GAK
Implicado en
Señalización de citocinas
Media
JAK 1/2
Inhibe
Inhibe Inhibe
Inhibe Se une
Fedratinib Sunitinib Erlotinib Baricitinib
Inhibe
No hay que olvidar factores de riesgo como la obesidad o el sobrepeso.
Por otro lado, estudios preclínicos con remdesivir mostró una potente eficacia para el tratamiento de infecciones por SARS-CoV y MERS-CoV. Fue recientemente evaluado en ensayos in vitro contra Covid-19, junto con otros fármacos como ribavirin, penciclovir, nitaxozanida, nafamostat, cloroquina y favipiravir; en donde se encontró que el remdesivir, un análogo de adenosina que se incorpora en la cadena naciente de RNA provocando una terminación prematura, y la cloroquina, un fármaco capaz de incrementar el pH endosomal impidiendo la fusión del virus con la célula huésped además de interferir con la glicosilación de los receptores de SARS-CoV, son altamente efectivos para el control de la infección por SARS-CoV-2, sugiriendo su uso para la realización de estudios clínicos en pacientes que presenten la enfermedad, los cuales se están corriendo en estos momentos.
Además, se encuentran en fase exploratoria algunos otros fármacos como los utilizados para el tratamiento del virus de la influenza como favipiravir, baloxavir, y fármacos como el tocilizumab y sarilumab utilizados para el tratamiento de artritis reumatoide, el imatinib fármaco utilizado para el tratamiento de algunos tipos de cáncer, y el darunavir fármaco de segunda generación para el tratamiento de pacientes con VIH.
Si bien es cierto que es importante contar con un método de tratamiento, la obtención de una vacuna es la mejor opción para prevenir la enfermedad. De acuerdo a la OMS, existen al menos unas 20 vacunas en proceso de desarrollo y de momento algunas de ellas se encuentran en las primeras fases de prueba.
Por ello la caracterización de los determinantes moleculares y el entendimiento de la forma en que evoluciona este nuevo virus es de suma importancia. Lo que conocemos en general es que los anticuerpos neutralizantes originados durante las infecciones virales naturales se dirigen a las glicoproteínas de superficie, la mayoría sobre epítopos conformacionales localizados en la región N-terminal de la proteína S. Las respuestas inmunes celulares se dirigen principalmente hacia las proteínas S y N. Con esta información, y conociendo cómo se encuentra conformado y cómo se comporta el virus, ha sido posible diseñar anticuerpos capaces de reconocer algún epítopo y contener o, en el mejor de los casos, permitirá prevenir la enfermedad. Aunque, hay que recordar que las variaciones genéticas pueden modificar el panorama de inmunogenicidad del virus, e impactar la eficacia de estas vacunas (como sucede actualmente con el virus de la influenza).
Aunque el Covid-19 se ha convertido en una amenaza de salud mayor dada su expansión en prácticamente todo el planeta, provocando la actual pandemia que nos aqueja, todavía queda mucho por aprender sobre el virus. Por ello es necesario seguir su estudio de manera profunda y sistemática para poder hacerle frente de mejor manera en un futuro, pues no hay que olvidar que el virus tiene la capacidad de mutar, con lo que abre la posibilidad de la aparición de nuevas cepas y con ello nuevos brotes, como sucede actualmente con el virus de la influenza. De momento, lo que es importante es determinar el alcance de la transmisión interhumana.
Dado su potencial pandémico, es necesario contar con esquemas de vigilancia adecuados para monitorear la adaptación del huésped, su evolución, patogenicidad y transmisibilidad. Por ello, conocer los detalles moleculares de esta nueva cepa permitirá diseñar mejores pruebas de diagnóstico que sean rápidas y confiables, crucial para que los médicos puedan intervenir de manera oportuna en casos de pacientes sospechosos; así como diseñar nuevas y mejores alternativas de tratamiento con ayuda de metodologías como el diseño asistido por computadora y la obtención de una vacuna que puedan hacer frente a la enfermedad.
Por ahora, las mejores medidas son el control y contención de la infección como lo han hecho otros países, el diagnóstico temprano y preciso a través de RT-PCR en tiempo real o secuenciación masiva, el aislamiento o cuarentena de los enfermos, los tratamientos de apoyo como interferón beta, y contar con información completa, oportuna y veraz para evitar el pánico innecesario en la población. La prevención
73 Mayo 2020 es también importante para mitigar que la enfermedad se siga propagando como hasta ahora, como lo es tener una buena higiene personal, lavarse las manos frecuentemente y utilizar gel antibacterial, utilizar cubre bocas en caso de presentar alguna enfermedad respiratoria como gripe o resfriado, desinfectar cuartos y superficies, ventilar y evitar los lugares concurridos.
Hay que recordar que existen factores de riesgo como la obesidad, el sobrepeso y el tabaquismo que hacen más propensas a ciertas personas de presentar la enfermedad, así como aquellas que sufren de enfermedades crónico-degenerativas como el cáncer, enfermedades del corazón o hipertensión, y personas que tienen un sistema inmune comprometido. Otro factor es la edad, donde los niños menores de 5 años y personas mayores a 60 años, así como mujeres embarazadas presentan mayor riesgo al Covid-19.
BIBLIOGRAFÍA
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