Dentro de una buena nutrición es importante la variedad, el sabor y el entablar una relación saludable con los alimentos, lo que nos permitirá tomar buenas decisiones sobre lo que nos llevamos a la boca cotidianamente con el fin de dar una herramienta valiosísima a nuestro cuerpo para evitar enfermedades, o si llegan (lo cual es inevitable), conservemos un sistema inmunológico fuerte que nos permita contrarrestarlas de manera efectiva. Dentro de estas decisiones importantes sobre nuestra alimentación y de esta “relación afectiva” con los alimentos, debemos contemplar aquello que nos da una sensación de bienestar, un “chiqueo” tanto a nuestro paladar como a nuestro cerebro, el sabor dulce. Los alimentos dulces como las frutas y aquellos aditivos que proporcionan a los platillos, licuados, batidos, panadería, etc. el sabor dulce, no es algo que tengamos que considerar como enemigos. Lo cierto, es que es imprescindible que estemos bien informados sobre las diferentes opciones, para tratar de seleccionar aquellos que nos proporcionan salud. Al hablar de edulcorantes, estamos hablando tanto de los naturales como la sacarosa (el azúcar común), las diferentes mieles, inclusive la stevia), como de los artificiales: la sucralosa, la sacarina, el aspartame, el acesulfame K…. todos aquellos que son considerados como “light” y que los encontramos en un gran número de productos en los supermercados, entre los que se pueden mencionar: gelatinas, yogures, mermeladas, refrescos, jugos, cereales industriales, golosinas, chicles, etc. Pareciera que todo aquello que dice “light” tiene como sinónimo el calificativo de “saludable”, por lo que es común que se consuman constantemente, inclusive en niños. Pero quizá valga la pena que revisemos un poco la información de estos edulcorantes, ya que aunque su uso está permitido por los diferentes departamentos de salud a nivel mundial, lo cierto es que no existen estudios concluyentes sobre la seguridad en su consumo, más si consideramos que demasiados productos los contienen y quizá nuestro consumo cotidiano sea demasiado alto.
Aspartame: es un derivado de la fenilalanina; su dulzura es aproximadamente de 180-200 veces superior al azúcar y debido a ella se necesitan cantidades muy bajas para obtener una dulzura. Un refresco light contiene 180 mg de aspartame. El metanol es uno de los productos del metabolismo del apártame que es tóxico. El metanol es un alcohol que tiene un efecto neurotóxico reconocido, y su ingestión puede causar acidosis láctica, depresión nerviosa y ceguera. Se está estudiando un posible daño a la memoria por combinar de manera frecuente el alcohol con refrescos light.
Sucralosa: su dulzor es aproximadamente 600 veces mayor que
el de la sucrosa (al azúcar), lo que lo convierte en el más potente. Se excreta virtualmente sin cambios a través de la materia fecal. Su elevada estabilidad lo hace susceptible de ser utilizado en alimentos cocidos y horneados. Como en todo edulcorante artificial, es importante tener en cuenta que, aun cuando se consuman pequeñísimas dosis, hacerlo por periodos prolongados puede llevar al organismo a acumular sustancias potencialmente tóxicas (además hay centenares de productos que los contienen), sobre todo en personas susceptibles o con alguna deficiencia en sus mecanismos de eliminación (con problemas renales y/o hepáticos).
Sacarina: Edulcorante artificial que se obtiene mediante síntesis química del tolueno (derivado del benceno para la preparación de colorantes y medicamentos) o de otros derivados del petróleo. Se considera un edulcorante sin calorías ya que no se descompone en nuestros cuerpos. Esto significa que, durante la digestión, la sacarina pasa a través del cuerpo sin cambios y no proporciona calorías en el proceso. Por esta misma razón llega intacto hasta la flora intestinal, lo que produce cambios en nuestro sistema inmunológico, haciéndonos más propensos a diferentes enfermedades, entre ellas el cáncer. La sacarina es aproximadamente 200-700 veces más dulce que el azúcar.
Acesulfame K: potenciador del sabor y edulcorante sintético que
endulza 200 veces más que el azúcar. Como tiene sabor amargo, suele combinarse con otros edulcorantes como el Aspartame y la Sucralosa. Último edulcorante, es el más nocivo. Según un estudio de 2005 testado en ratones, se interpreta que consumido a largo plazo podría ser cancerígeno (con mayor incidencia de cáncer sobre los varones) y estar unido a problemas neurológicos, hiperglucemia y secreción de insulina.
De lo anterior, podemos deducir que los edulcorantes artificiales lo único que nos dan, es sabor dulce. A diferencia de la miel o del azúcar, no contienen otros nutrientes benéficos para nuestro organismo. Esto no quiere decir que podamos consumirlos a libre demanda, pero quizá sí significa que si queremos introducir “dulce” en la vida de nuestra familia, será mejor volver a lo natural y olvidarnos de lo “light” y sobretodo, consumirlos con moderación. Creo importante aclarar que si existe un miembro de la familia con diabetes, esta recomendación no aplica, ya que lo primero es hacer un plan personal que le ayude a controlar sus niveles de glucosa en sangre, antes de pensar en cualquier edulcorante.
De acuerdo a la Real Academia Española, el término autoestima es la valoración, por lo general de manera positiva, de sí mismo. En otras palabras, las personas, incluyendo los niños y las niñas, experimentan una valoración positiva personal cuando desarrollan las habilidades de autoconocimiento y autoconfianza. El autoconocimiento se puede descubrir por medio de las experiencias que se viven a diario. Es una habilidad que se crea de un breve análisis de los sucesos, preferencias o gustos personales y de reconocer por qué nos atraen y en qué circunstancias se aprecian los estados de bienestar.
aprendizaje y madurez para simpatizar con personas de distintas cualidades y defectos. Una vez que la persona cuenta con la suficiente autoestima para reconocerse a sí mismo y valorarse, también es capaz de volverse de manera creativa, eficiente y positiva, lo que le permitirá tener mayores posibilidades de enriquecimiento individual y lograr una mejor proyección a nivel personal, social y familiar.
Fortalece la autoestima de tus hijos en todo momento, al hacerlo les darás herramientas con las que podrán prevenir y defenderse del Abuso Sexual, conocerán su propio valor y tendrán la capacidad de poner límites y de confiarte cualquier situación que los haga sentir incómodos o en riesgo.
La autoconfianza está ligada a la seguridad, credibilidad y certeza de los propios actos, que se manifiestan en la interacción con los demás individuos y en los pensamientos personales. De esta manera, se evita que en el proceso de las ideas se presente el pensamiento de autocastigo, ese que sabotea y limita la reflexión y por consecuencia, la acción. Cuando se tiene la habilidad de confiar en sí mismo al interactuar con más personas y de pensar en uno mismo con seguridad, es porque hemos vivido con vínculos muy cercanos y seguros en relación con papá y mamá, o según sea el caso, con los cuidadores primarios. Gracias a esto, se construye en los niños y niñas la seguridad que ayuda a distinguir y externar con precisión emociones, actos y pensamientos, que les permite actuar de manera que las críticas y juicios ajenos no manipulen los propios, aun cuando se les dé la importancia debida. Si nuestros niños y niñas desarrollan el autoconocimiento y la autoconfianza, entonces atraviesan por un proceso de aceptación y respeto que les ayudará a crear su propio concepto y hacer fuerte su autoestima. De esta manera, es difícil que ellos se den por vencidos ante perspectivas contrarias a la suya y, mejor aún, enriquecen su
Para concluir, el fomento de la autoestima es un proceso de conocimiento personal que se alcanza cuando se realiza el análisis de las propias emociones, en distintos ámbitos y momentos de la vida. Y cuando se reconocen, una vez que se acepta la manera de reaccionar y el porqué de esas reacciones, se da el paso a un autoconocimiento pleno que permite disfrutar y aprender de las experiencias futuras.
Súmate a nuestra campaña de Prevención, adquiere los manuales dirigidos a Padres de Familia (Programa Escáner), Maestros (Programa Faro), Guias Espirituales (Programa Llama) y el libro dirigido a los niños (Programa Lobo) mediante el cual de manera divertida adquirirán habilidades para utilizar su astucia y su poder para distinguir situaciones de riesgo. Con tu compra donarás un libro igual para un niño de escasos recursos.
Por medio de estas palabras, invitamos a papás, mamás y docentes a revisar en sí mismos: cómo aprendieron sobre su autoestima, cómo es que se encuentra fuerte y de qué manera cuidan que siga incrementándose, ya sea por medio de sus aprendizajes, logros, conocimientos o relaciones interpersonales armónicas. Necesitamos analizarlo; porque a veces queremos enseñar a otros lo que no hemos conseguido de manera personal. En el desarrollo humano, la coherencia es muy importante porque –recuerda siempre- cuando hablamos de autoestima nos volvemos transparentes.
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Dentro de la familia existen diversos mundos que conviven entre sí: el de la pareja, el de los padres y el de los hermanos, por tanto el mundo de la pareja se convierte para los hijos en un modelo de interacción a seguir; el mundo de los padres representa la contención y el establecimiento de límites y formación; y el mundo de los hermanos es el gran laboratorio social donde se experimenta cómo relacionarse con los demás, se favorece el sentido de pertenencia y se ejerce un posicionamiento, es por ello que el mundo de los hermanos se experimente a través de muchos matices, como son el amor y desamor, la alianza y rivalidad, el compañerismo por el abandono en otros. No extrañe entonces a los padres de familia encontrar interacciones entre sus hijos con tintes de rivalidad, ya que la misma se ejerce como un recurso para ubicar su posición dentro de la familia o como una evaluación de su capacidad o habilidad frente al hermano, es entre los hermanos donde el afecto por los padres se comparte y “pelea”. Cuando la forma habitual de relación entre los hermanos es en tono altamen-
te competitivo e incluso confrontativo, se puede deber a sentimientos de inseguridad en uno o varios de los hermanos. La inseguridad suele provenir frecuentemente de sentirse menos valioso que el otro. Lo que hace preguntarse a los padres de familia ¿Qué hace que mi hijo se sienta menos valioso que su hermano o hermana?.
es muy brillante y el otro lo percibe como un techo inalcanzable O cuando ve a otro, aunque sea menor, como un rival que todo lo hace mejor que él. Según varios autores, la raíz de todos los sentimientos de inferioridad son las comparaciones, las que oyen de otros o las que ellos mismos se hacen para sí.
¿QUÉ PRODUCE ESA RIVALIDAD ENTRE HERMANOS?
3.- La atención de los padres Algunos hijos con el objetivo de que se les preste atención, generan acciones o conductas incluso negativas para que se fijen en ellos, aunque con ello se metan en problemas o se les sancione. Muchas de las peleas y roces entre hermanos son una forma de captar la atención de los padres.
1.- Sentimiento de inseguridad Un niño con la autopercepción de no ser validado por él mismo o los padres genera celos hacia el éxito o posicionamiento del hermano, mermando con ello su autoestima, elemento necesario para afrontar la vida sin miedos. Muchas veces no es necesario que exista una situación real de injusticia en la casa, la propia inseguridad del niño puede llevarlo a formarse ideas equivocadas sobre quiénes son los preferidos de papá y mamá. 2.- Complejo de inferioridad Así mismo, la envidia puede ser consecuencia de un complejo de inferioridad. Puede darse cuando el hermano mayor
Por otra parte, está comprobado que la escasez de algún recurso o la satisfacción de una necesidad básica es causa de guerra entre los hombres. Cuando un hijo siente amenazado el cariño y la dedicación de papá y/o mamá, emerge en él un “instinto de territorialidad” o afán de defender lo que considera suyo. Siendo ésta otra causa frecuente de rivalidad entre hermanos menores, porque todavía no entienden que el
amor compartido no disminuye sino que crece y diversifica. Algunas otras veces las “peleas” se originan porque no hay otra cosa que hacer. Es fácil que una larga y aburrida tarde de sábado termine en pelea, en ese caso tener actividades divertidas, productivas y colaborativas es la opción, es importante no caer en el riesgo de ser el animador de la vida de nuestros hijos, en esas tardes inactivas y de conflicto, como estrategia de paz se les puede sugerir a los hermanos que elijan: “O se ingenian un buen juego amistoso, o a cada uno se le asigna un trabajo extra en casa como: sacudir la biblioteca, organizar las fotos, limpiar el patio, etc”. 4.- Por deterioro del vínculo entre los padres “Se puede afirmar, que el vínculo parental es la ‘zapata’ de todo el sistema familiar, y del cual depende la suerte de toda la familia” Es prioritario asumir que el vínculo filial (lazo fraterno) se descompensa o incluso rompe, como consecuencia directa del fracaso en el vínculo parental (relación entre padres).
El proceso observado es el siguiente: La pareja se adapta y establece una forma de relacionarse y por tanto se integran como esposos, al nacimiento del primer hijo la atención e interacción entre ellos se pone a prueba, al tener que compartir tiempos y afecto con el nuevo miembro (el hijo) generando en muchas ocasiones un descuido a la relación; y con la llegada del siguiente hijo, existe una frecuente tendencia a “engancharse” o vincularse con mayor apego a uno de los hijos, el cual se vuelve el “preferido” o más afín al progenitor, descuidando aún más el espacio de pareja e incluso se produce un divorcio “emocional”, volcando hacia este hijo el afecto que al principio le era destinado a la pareja. El desenlace final de toda esta dinámica es la rivalidad entre hermanos en el vínculo fraterno. Cada familia hará su propia dinámica, pero, la regla es que la rivalidad entre hermanos se origina en la preferencia que dan los progenitores. En otras palabras, si los padres se llevaran mejor y permanecieran vinculados emocionalmente entre ellos, cubiertas sus necesidades afectivas, los hijos tendrían menos tendencia a la rivalidad
fraterna y a los desajustes emocionales. Es importante recordar que es con nuestros hermanos con quienes desarrollamos nuestras técnicas de competencia o posicionamiento, las refinamos a la perfección y las mantenemos siempre a mano, listas para ser activadas, preparándonos al mundo real. El clima familiar es muy importante; si predomina el amor y la confianza, dando lugar a un mejor entendimiento entre todos, siendo el antídoto contra los celos. Conviene propiciar entonces el afecto y compartir con los hijos, los acontecimientos familiares como son los proyectos comunes, las expectativas de vida, ilusiones, valores de la propia familia. Si se estimula la expresión sincera de sentimientos y emociones, se liberan miedos, tristezas e inseguridad. Así mismo hay que habituarles a compartir las responsabilidades diarias, aunado a propiciar realizar actividades en las que todos los miembros de la familia colaboren en ello. Cada hijo puede ayudar al otro en lo que sabe o puede hacer, participando de la misma tarea. También realizar sesiones de juegos familiares, excursiones y viajes; es decir “hacer convivencia familiar”.
FORTALECIENDO LA ALIANZA Estas son algunas estrategias que puedes fortalecer para lograr una sana convivencia entre hermanos. Dedica la misma cantidad de tiempo en cada día a cada uno de tus hijos. En ese tiempo permítele al niño ser el único centro de tu atención, concédete un tiempo para escucharlo, cuidarlo, mimarlo y gozar mutuamente de la compañía del otro. Estimula la presencia de experiencias independientes para cada uno de sus hijos Evita el preguntar en conjunto, ejemplo: cuando los recoges del colegio ¿cómo les fue? Debiendo ser ¡Diego cómo te fue en clase?. No aceptes respuestas genéricas. Busca las vivencias y sentimientos de cada uno. Haz arreglos para que cada uno de tus hijos tenga algún tiempo durante el día en el cual tenga actividades independientes. Fomente los amigos y actividades independientes
(así como las actividades en conjunto). Evita las comparaciones Trata a cada uno de los miembros de la familia, como lo que es, alguien único con talentos y valores irrepetibles. Intenta no mantener algún tipo de favoritismo * El consentir a un niño más que al otro. * El cargar o abrazar más a un hijo que a otro. * El estar más interesado por los gustos o por el desempeño de uno por encima de los otros. * El dedicarle mayor tiempo. * El entregarle más dinero a uno que a los otros. No intervenir. Que sean ellos mismos los que aprendan a defenderse. Intervenir sólo en caso de que la pelea se complique, o uno de ellos sea dominador de los demás. Mantener la calma Permanecer ecuánime y ser objetivo favorece estar en calma en estas duras pruebas, incluso en algunas ocasiones pedir la intervención del progenitor que tiene más equilibrio emocional.
Ser justos. Cuando haya que intervenir, no buscar culpables, todos lo son en mayor o menor grado. Trate de que la pelea termine con el perdón y la reconciliación. A veces, habrá que hablar con cada uno a solas para ayudarle a reconocer su culpa y a perdonar sin rencor. Estar alerta Si las peleas brotan como consecuencia de un rencor reprimido o cuando uno de ellos se convierte siempre en el tirano y otro es siempre la víctima; habrá que hacer un trabajo educativo más profundo hasta lograr que ese hijo supere esa condición interna, o incluso considerar la intervención de un profesional. No dramatices demasiado. Considera a la envidia o la rivalidad fraterna, como algo normal en la vida de los hermanos, actúa siempre buscando el enfoque formativo para que superen dichos episodios y se preparen para este mundo real.
Cada persona nace y se desarrolla en entornos diferentes, estos entornos, sean sanos o no sanos, cómodos o incómodos, con riqueza o pobreza, con agresión o con paz, con buena alimentación o con desnutrición, en medio de una gran ciudad o en el campo, en un suntuoso colegio o en una escuela rural, darán a la persona una serie de competencias, memorias, valores, ilusiones, miedos, expectativas, habilidades y comportamientos que determinan la persona que se es y será en el caminar de la vida. “Entorno determina comportamiento y comportamiento determina personalidad”. En relación a cómo somos en cada una de nuestras etapas de vida y cómo nos relacionemos con nosotros mismos y con los demás, dependerá nuestro presente, pero sobretodo nuestro futuro y más en el proceso educativo de los 0 a los 23 años, que es cuando se forma la mayor cantidad de habilidades cognitivas complejas, hábitos y valores. Los niños y adolescentes no pueden, ni deben por sí mismos definir sus entornos, ellos, en la mayoría de los casos, buscarán los satisfactores a corto plazo, normal para su edad, buscando eliminar las experiencias o actividades que
tengan mayor esfuerzo o que parezcan aburridas. Una de las funciones más importantes de los padres de familia es crear entornos, situaciones, procesos, actividades, lugares, que den a los hijos una formación sólida, fuerte, llena de valores claros y congruentes; una educación completa, no solo llena de conocimientos científicos, además una formación social, ecológica y con habilidades que le permitan trabajar con otros en la construcción de un mundo mejor, para que sean muy felices y aprendan a hacer felices a los que los rodean. En la mayor parte de los casos, las familias no planean claramente los entornos de sus hijos, no alcanzan a ver los alcances y consecuencias de decisiones que toman al otorgar algún permiso, al no fomentar el arte o leer poco, a permitir que dejen de hacer deporte y pasen a hacer ejercicio solo por conservar una bella imagen. Son cientos de decisiones que se toman cotidianamente que determinan el entorno en que están creciendo los niños y adolescentes. Cada familia debería entender y clarificar los criterios que determinar un entorno enriquecedor y ser crítico ante las presiones de la sociedad que promueven entornos cómodos sin grandes valores,
lo que aleja de una formación integral a los niños y jóvenes. Las familias deben de analizar los entornos en los que se mueven los hijos: familia, escuelas, familias de los compañeros de los hijos, amistades, clubs sociales, iglesias, intercambios, empresas, asociaciones y demás organismos sociales que llegan a tener una cierta influencia en la personalidad de los hijos. Existe una relación estrecha entre entornos de vida con los comportamientos de los hijos, habilidades, competencias, valores, y la calidad de vida de la familia. Para poder definir un entorno enriquecedor se tienen que seguir varios pasos: Analizar el entorno familiar a través de los años. Preguntarse: ¿Qué es el estatus social – económico - cultural, se puede elegir o cambiar voluntariamente? ¿En qué tiempo? Tener mucho cuidado en la elección de escuelas, ya que están decidiendo uno de los entornos más fuertes e importantes, tiene que ser parte de un proyecto familiar y saber que están eligiendo un entorno social donde se educarán valiosas competencias en los hijos y en la familia completa. Hay que cuidar que los entornos educativos vayan de acuerdo con los valores
que la familia quiere fortalecer, no solo entrar a una escuela o club porque están mis amigos o es la que está de moda. La familia debe aprender a defenderse del marketing de entornos falsos. Hay que ser críticos de entornos tradicionales, familiares o religiosos, que muchas veces no analizamos por costumbre (machismos, poca participación de los hijos en labores de la casa, gastos superfluos, desplazar a las mujeres de preparación científica o empresarial, etc). La importancia de escoger entornos que fortalezcan la disciplina, la fuerza de voluntad, el desarrollo de hábitos sanos: Instrumentos musicales, campismo, lectura, cantar, hortalizas en las propias casas, cuidado de mascotas; deportes que den disciplina: natación, gimnasia, deportes de equipo; tener cuidado con clases de Jazz muy competitivas por la belleza y el cuerpo. El valor de crear entornos que desarrollen la solidaridad, la compasión y el trabajo con y para otros. Propiciar entornos de juego sano y activo que acerquen al niño y adolescente a desarrollar la ciencia y el conocimiento: experimentos, visitas a empresas de transformación, análisis de la naturaleza. Buscar impulsar desde chicos las
ciencias biológicas, químicas, físicas entre otras. La lectura y escritura como hábito de vida. La familia debe aprender a manejar los recursos materiales, comodidades, viajes, tecnología de punta para que sean entornos que eduquen y no un freno o estorbo para la formación en valores. Aprovechar los recursos económicos para crear entornos de alto nivel, que den habilidades y destrezas que son difíciles de tener acceso. (cursos especializados, nivelaciones en alguna competencia o habilidad, maestros de alto nivel, etc.) hay que gastar en educar y no en placeres que limitan el desarrollo del cerebro, menos plazas comerciales y más arte, menos viajes a los Malls de Estados Unidos y más viajes a nuestras riquezas culturales, Chiapas, Oaxaca, Veracruz, entre miles de lugares de México, Centro y Sur América. Identificar los entornos que limitan un proyecto de vida familiar claro con valores bien definidos: papás que beben mucho, lenguajes altisonantes y agresivos, poca comunicación, muchos aparatos electrónicos en casa, centrar las pláticas en el tener (autos, casa, buen cuerpo, viajes, dinero, etc.) y no
en el ser, (solidarios, familia, amigos, músicos, divertidos, alegres, ecológicos, cuidadosos, etc.) La importancia de conocer varios entornos. La tolerancia y la solidaridad a entornos más desfavorecidos. Crear micro entornos que fomenten el estilo de vida y valores que la familia desea promover, uniéndose familias que proporcionen lo que la sociedad a veces limita, como fiestas con más juegos y menos alcohol, campamentos familiares, cultivos en jardines, cooperativas. Aprender a convivir en entornos tóxicos y salir bien librado: compañeros con alguna adicción, poder decir NO a invitaciones de conductas de riesgo, etc. Crear entornos educativos es el gran reto de los padres de familia, se necesita mucho diálogo, sensibilidad, valores muy fuertes, claridad en el proyecto familiar, comunidades de apoyo, amigos que compartan tus estrategias y valores. Cuesta mucho trabajo, pero no hay nada más valioso que les puedas heredar a tus hijos que grandes valores, fuertes competencias y una capacidad muy grande de amar a los demás y a la naturaleza.
La semana pasada estaba sentada en un café trabajando y en la mesa junto a mí había tres niñas. Dos tenían 12 años y una, una hermana pequeña, tenía 10. Uno de los niños de 12 años tenía un teléfono inteligente. Charlamos un poco y pronto estaba sentado con ellos en su mesa mientras charlabamos muchas cosas sobre las redes sociales. Le pregunté a la otra niña de 12 años si tenía un teléfono inteligente y dijo que sí, pero su madre se lo había quitado por el momento. Pronto me confesó que tenía muchas soluciones sin su teléfono, como usar SnapChat e Instagram en su iPad. Esto me hizo pensar que era hora de tener claro qué se puede usar en qué dispositivos y compartirlo con ustedes. Establecer reglas claras sobre el tiempo de pantalla es, por supuesto, el primer paso. Sin embargo, administrar los límites a menudo reduce nuestra energía y da como resultado luchas por el poder, argumentos y niños malhumorados. Otro problema es que, si bien los niños pueden haber alejado sus teléfonos o apagado su Xbox, pueden encender su tableta, Chromebook o MacBook para hacer “tareas” y continuar usando aplicaciones y juegos de redes sociales. He analizado qué aplicaciones y juegos populares funcionan en qué dispositivos, para que puedan estar mejor preparados y prevenirse con soluciones. Y ... asegúrate de consultar aplicaciones que te ayuden a administrar el tiempo de pantalla.
Una de las cosas más difíciles en la crianza de los hijos es ayudar a los niños a mantenerse concentrados mientras hacen la tarea debido a todas las distracciones internas, como el temor a trabajar en ciertas tareas, o el deseo de comunicarse con amigos, y las muchas distracciones tecnológicas externas que viven en el lugar. El mismo dispositivo que están usando para la tarea. En un estudio realizado por el psicólogo investigador, Larry Rosen, descubrió que “los estudiantes estudiaron menos de 6 minutos antes de cambiar a los distractores tecnológicos”. En esta misma investigación, descubrió que los estudiantes que tenían estrategias de estudio podían permanecer en la tarea por más tiempo. Después de investigar sobre el tema y trabajar con mis hijos adolescentes en esto, he aquí algunas sugerencias
para ayudar a que tus hijos se mantengan enfocados mientras hacen su tarea. 1. Pase varias noches validando lo difícil que debe ser para los niños, niñas y adolescentes mantenerse concentrados al hacer la tarea, ya que cuenta con todas las distracciones tecnológicas, como Snapschats, textos, juegos, etc., directamente en su dispositivo. Es importante reconocer que es difícil para ti mantenerte concentrado cuando estás haciendo tu trabajo, impuestos, etc. en línea, ya que la atracción de actividades más divertidas está a solo una pestaña de distancia. 2. Pregunta a tus hijos qué ha funcionado para ellos y qué no. Ayúdales a comprender que no les preocupe en sí la tarea de hoy, sino cómo este aprendizaje representa una habilidad importante que les será útil durante
toda su vida. 3. Si son dueños de un teléfono celular u otro dispositivo personal, además del monitor en el que estén trabajando, platiquen sobre lo importante que es dejarlo fuera del sitio durante largos períodos de tiempo. Para nuestros adolescentes, intenten hacer un hábito de poner sus teléfonos en otra habitación durante el tiempo de estudio y luego revisarlo cada 30 minutos aprovechando un descanso. Sé que muchos adolescentes se opondrán a no tener su teléfono a su lado. Intenta un experimento con ellos: haz que mantengan su teléfono cerca y estudien durante 15 minutos, y luego pídales que pongan el teléfono en otra habitación durante 15 minutos y estudien. Luego, hablen de la experiencia. 3. Utiliza un temporizador. Esto puede ser muy efectivo: un temporizador
de cocina tradicional es ideal. Pídeles que establezcan una meta para estudiar de forma ininterrumpida durante un tiempo determinado sobre un tema, por ejemplo, 15 minutos. Un intervalo de estudio establecido le permite al cerebro saber que se acerca un final. Esto puede ayudar a aumentar la motivación para profundizar en un tema. El temporizador se puede configurar para 10 minutos o menos. 4. Anímalos a comenzar su tareas con la más “temida” diciendo que solo dediquen cinco minutos a la tarea. Puede ser que después de los cinco minutos quieran continuar. Mi hijo tomó un curso en línea llamado “Aprendiendo cómo aprender”, donde descubrió que el cerebro experimenta la idea de hacer un trabajo que no quiere hacer como dolor físico. Es por eso que se siente aliviado en el momento de distraerse con otra cosa, también conocida
como dilación. Sin embargo, a solo un par de minutos de comenzada la temida tarea, la sensación de dolor se disipa. 5. Descansos: pasa tiempo hablando de ellos. En el libro de Daniel Pinker, Drive, escribe sobre cómo tradicionalmente las roturas eran mal vistas en entornos de trabajo de alto rendimiento, pero ahora se consideran fundamentales para la productividad. Los descansos son particularmente efectivos cuando contienen estos elementos: movimiento, aire fresco, interacciones sociales. ¿Cuánto tiempo crees que pueden hacer un estudio eficaz y enfocado a la vez? ¿15 minutos? ¿30 minutos? Comparte con tus hijos los hallazgos del estudio de Rosen. ¿Cuáles son las ventajas de poder mantener el enfoque durante largos períodos de tiempo?
¿Cuáles son los descansos de estudiar que realmente te rejuvenecen? ¿Qué piensas de los descansos tecnológicos durante la tarea? ¿Cuánto es un tiempo razonable para concentrarse solo en la tarea antes de una pausa tecnológica, y por cuánto tiempo debe durar la pausa tecnológica?