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Imaginemos un usual escenario “dentro de un centro comercial, con atractivos locales que muestran deseados productos infantiles: dulces, juguetes, diversión, etc. y paseando por los pasillos a una familia, compuesta ésta por el padre la madre y un pequeño, de pronto su personaje favorito se encuentra cercano a su vista en forma de juguete atractivo, y claro desea tenerlo, corre lo toma y quiere salir de la tienda con él. Acto seguido la madre (que más frecuentemente son las que regulan) lanza en tono cordial y negociador –no cielito, déjalo en su lugarrespuesta inmediata, el ocurrente y angelical pequeño, se transforma en el mismísimo “demonio”, empieza a gritar, patalear, llorar, se aferra al juguete y no hay poder humano que lo haga entrar en razón. Aunado a las miradas de desacreditación de los paseantes en la plaza” ¿Le parece usual? ¿Ten-
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dría usted claro que hacer? ¿Qué ha esperado obtener con las intervenciones hechas en eventos similares? En fin, esas y muchas interrogantes más, analicemos un poco el fenómeno del berrinche y obtengamos estrategias que faciliten su manejo o acompañamiento como padres. Los berrinches resultan de la INSATISFACCIÓN, DISGUSTO y DESESPERACIÓN que el hijo o hija siente ante un evento o situación, genera en el infante la percepción de pérdida de control sobre sí mismo, sobre los otros o sobre el entorno. Durante dicho episodio frenético emocional el infante y lamentablemente a veces los adultos pierden el objetivo detonante del berrinche o sea, si el niño estaba llorando por el juguete que quería, ahora también está llorando porque no le entienden, porque no puedo esperar a otro Porque su educación es la mejor herencia
momento, porque se están enojando con su reacción, porque le gritan, lo empujan, etc. De la misma forma nos pasa como padres, ante un evento como el descrito me siento molesto porque quieres un juguete cuando “ya sabes que no te lo puedo comprar”, porque estas llorando ante mi negativa, me están viendo las personas del lugar y piensan que no puedo controlarte, estoy perdiendo el tiempo y me desespero, no es agradable lo que sucede, entre otras. Ahora entendemos porqué decimos que es una explosión emocional, se pierde el objetivo central motivo del disgusto y tiene daños colaterales (desgaste afectivo). Es importante tener en cuenta que los berrinches infantiles son una reacción frenética, esperada y frecuente en niños de entre 18 meses y hasta cerca de los 5 años.
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Por tanto la definimos como un fuerte ataque de ira, manifestado en llantos, gritos, protestas, golpes, manoteos, tirar cosas, tirarse al suelo, empujar, jalarse, entre otras. Todos los berrinches son temporales, aunque usted crea o sienta que son eternos, pudiendo ser frecuentes pero sujetos a una temporalidad específica determinada por la intensidad de la pérdida. Por tanto no hay “niños berrinchudos” hay frecuentes episodios de berrinche. Los berrinches son episodios naturales y esperados de frustración infantil y siempre presentarán un periodo de regulación y normalización de la conducta, hasta su extinción. Engancharnos como padres en las particularidades de la manifestación del hijo (llanto, gritos, aventar, golpear, etc.) o en el entorno y su impacto en nosotros (vergüenza, impotencia, frustración, enojo), no favorece a la extinción del episodio de frustración o logro de la autorregulación. Su papel como padre y figura formativa en el sano desarrollo del infante es intervenir para acompañar, contener o disuadir el berrinche. Para ello tomemos en cuenta algunas consideraciones ante el comportamiento infantil: Busque prevenir las explosiones emo-
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cionales “berrinches” a través de: evitar estímulos detonantes. Explicando los límites y las normas que se tienen, antes de vivir cualquier evento o situación, ejemplo: “iremos al mercado, solo compraremos verduras y carne” ante la insistencia de un juguete se repetirá la instrucción dada con anterioridad “te acuerdas, venimos al mercado a comprar verduras y carne, juguetes no” evitando negociar o buscar el exceso de argumentación. Otorgue conforme avanza la edad, progresiva autonomía. En ocasiones el “berrinche” se detona por la necesidad o deseo de querer hacer las cosas solo y ante la negativa de los padres de así permitirlo se desata la frustración en el infante. Disminuya la posible incomodidad en el menor que pueda detonar el “berrinche”, como sería la sensación de: sueño, hambre, calor, cansancio, miedo, etc. Ser estructurado, sistemático y rutinario, también apoya a la disminución de las explosiones emocionales “berrinches”, dado que dan certeza a lo que procede o sigue según el día, momento, espacio y lugar. Frecuentemente la mejor opción es
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ignorar, dado que se encuentra fuera de control y en ocasiones lo mejor será esperar a que el llanto y la pataleta acaben, para iniciar entonces el diálogo y la reflexión. Se ignora, siempre y cuando no exista: riesgo de lastimarse, la situación se torne muy incómoda (lugar público o evento) o se pueda perder la tutela del menor (salga corriendo). Distraer es útil. Los niños tienen corta atención y tienden a desviarla fácilmente, si el niño está interesado en algo más, el enojo y la frustración pueden desaparecer. La técnica de distracción no se aplica directamente al menor, sino sobre otro punto de interés, ejemplo: mirando un objeto se dice “¿pero qué es esto que estoy viendo? ¿quién lo dejo aquí? ¿para qué sirve? ¿qué lindo es?” expresado de forma efusiva, sin hacer contacto visual con el menor o aproximarle el objeto, con expresiones muy elocuentes y frecuentes. Si el menor deja de llorar y se acerca, no se atiende directamente, sino se sigue con la atención en el nuevo objeto. Expresiones como: “seguro alguien lo dejo aquí” “pero que será” “que lindo color tiene” son útiles, una vez que muestra interés se le presta o da información sobre el objeto, sin referir
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su conducta anterior y se cambia la situación, “bien, vámonos”.
desean contener el sentir en ese momento.
Favorecer expresar la molestia o el sentir del menor. Esto funciona muy bien para niños menores de 2 a 3 años, cuando su comunicación es limitada, tienen dentro todos esos deseos, pensamientos y necesidades que deben satisfacerse, si esto no se cumple, sobreviene la frustración. Palabras como: “Muéstrame lo que quieres” “Qué quieres hacer” “Qué te molesta” “Podemos hacer esto en lugar de eso”, son expresiones de gran utilidad.
Dar un “abrazo contencioso afectivo” o “contención corporal” ayuda al menor a sentirse contenido afectivamente, recibido emocionalmente y atendido en su reacción. Se trata de un grande y firme abrazo, con limitada expresión verbal y siempre aplicada por un adulto en control. Es una técnica de último recursos y se aplica cuando hay riesgo de lastimarse o lastimar a otros o los objetos. Solo en menores de 7 años. Este tipo de abrazo busca hacer sentir seguro al menor y de alguna manera, se les hace saber que estamos preocupados por ellos, aun cuando no se esté de acuerdo, con su negativo comportamiento. Evitemos siempre tres conductas que no ayudan a la autorregulación emocional: Rechazarlo: después de un episodio de emocional explosivo, evite traducir que “recibirlo” no es premiarlo, sino consolarlo por la horrible sensación experimentada, ante su deficiente incapacidad de no poder controlar sus emociones.
De espacio para el tiempo de la molestia y frustración infantil. Ellos por sí solos, pueden acabar con su enojo, siempre garantizando primeramente su seguridad física y la de los demás. Por eso, enviarlo a un espacio aislado y seguro (no baños, ni closets) es una estrategia efectiva para lograr retomar la tranquilidad. Posteriormente, puede llevarse a la reflexión sobre su inadecuado actuar y asumir las consecuencias de sus actos. En ocasiones el berrinche crece, porque los adultos
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Pegarles: sólo incrementa la frecuencia y duración de los berrinches, el mal comportamiento y genera el aprendizaje de que agredir o sobre reaccionando se resuelven las cosas. Por lo tanto se le enseña que la violencia sirve para resolver. Ceder: esto es, otorgar lo que quiere o hacer lo que indica, enseñara al menor a manipular para conseguir lo que quiere. Haciéndolo más seguido y en público, para con ello ejercer mayor presión. Toda conducta que genere un resultado de éxito se instala. Recuerde las explosiones emocionales “berrinches” están asociados a estados de inmadurez en la infancia por lo tanto son esperados y propios de la edad, acompañar, desarrollar una sana expresión emocional y favorecer la autorregulación en nuestros hijos e hijas, es uno de nuestros principales quehaceres como padres de familia. Considere lo aprendido en la próxima explosión emocional infantil que su hijo o hija presente. Seguro ahora se sentirá con mayores recursos y más efectivo.
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Comúnmente cuando pensamos en la palabra estrés la asociamos a las situaciones de la vida que nos hacen sentirnos presionados o agobiados, sin embargo, el estrés son muchas más cosas y aunque es una respuesta natural que compartimos con todos los mamíferos puede causarnos muchos problemas tanto de salud física como mental si no aprendemos a manejarlo adecuadamente. Podemos definir al estrés como la respuesta de alarma de nuestro cuerpo ante cualquier tensión que lo desequilibre. A las circunstancias capaces de prender esta respuesta de alarma las llamamos estresores y pueden ser de dos tipos: físicos (falta de sueño, ayuno, una infección, un golpe, comer alimentos ricos en azúcar o grasas saturadas, etc.) o psicológicos (perder a un familiar, divorciarte, tener problemas familiares o de trabajo, falta de dinero, etc.). Lo más interesante es que nuestro cuerpo no es capaz de diferenciar entre los estímulos físicos o psicológicos, cuando no sabe qué hacer con algo amenazante tiene siempre la misma respuesta: “estrés”.
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El estrés no es malo, es una respuesta natural que nos sirve para adaptarnos a los cambios habituales de la vida y nos permite estar atentos e incluso creativos. Sin embargo, no es un estado en el que podamos mantener por tiempo prolongado porque nuestro cuerpo se hace más sensible y después se agota. Durante el estrés nuestro sistema nervioso autónomo (que controla todas nuestras funciones automáticas) se enciende y activa solo lo vital para la vida, es decir: tu corazón late rápido, sube la presión, aumenta el flujo de sangre al cerebro para estar atento, tus músculos se tensan para luchar y las funciones que no son primordiales reducen su actividad: el intestino camina lento, el estómago se hace más ácido, baja el deseo sexual, etc. Por eso cuando estamos bajo el influjo del estrés nuestra mente se acelera y tenemos ansiedad, problemas del corazón o la presión, dolores de espalda, cuello o cabeza, gastritis, colitis y otros síntomas. Si el estrés se sostiene por mucho tiempo lo llamamos crónico y nos puede dar varios problemas de salud: depresión,
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baja del sistema inmunológico y ser detonador de muchas enfermedades crónicas ya que incrementa la inflamación y oxidación de nuestro cuerpo. Aprender a manejar adecuadamente el estrés no se trata solo de saber relajarse, sino que tenemos que trabajar activamente en cambiar nuestros hábitos de vida, es decir, mejorar nuestro sueño, hacer actividad física, modificar nuestra alimentación, cultivar relaciones sanas, aprender a poner límites y mucho más. Las personas no podemos controlar el ambiente o lo que otras personas hagan, solo tenemos poder sobre nosotros mismos. Tomar la responsabilidad de mejorar nuestros hábitos de vida y relacionarnos diferente a partir de ser mas nosotros mismos es la mejor manera de reducir el estrés, sabiendo que si nos cuidamos a nosotros mismos, garantizamos que también estamos cuidando a la gente que amamos. Dr. Rodrigo González Araiza Médico, Inmunólogo y Psicoterapeuta PLEXUS, Clínica del Estrés
Termina el invierno y cambia el clima, la naturaleza comienza a mostrar sus mejores colores, y tú… no puedes disfrutarla porque no dejas de estornudar, tus ojos solo lloran, te duele la cabeza, tienes reacciones molestas en la piel, tu digestión está terrible… es decir, tienes alergia. Es ya muy sabido que en los meses de cambio de clima, las alergias aparecen con más fuerza, quizá porque este cambio de temperatura obliga al cuerpo a gastar más energía para adaptarse a la nueva condición climatológica y, porque cada estación conlleva un nuevo hábitat para virus, parásitos, hongos, microorganismos de los cuales el cuerpo se tiene que defender, lo que implica que tu sistema inmunológico esté más ocupado de lo normal.
Las alergias son producto de una reacción natural de tus mecanismos de defensa (sistema inmunológico), que te están protegiendo (o por lo menos, así lo piensan), de agentes que son potencialmente dañinos y que pueden enfermarte. El problema con las alergias es que esta reacción es exagerada y por lo general, se produce ante circunstancias que en condiciones normales, y sin tener esta hipersensibilidad, no son dañinas; sin embargo, el organismo de una persona con alergia, detecta que el polvo, el perro, el pasto, la abeja, la fresa, el cambio de clima… son patógenos, es decir, son agentes nocivos que hay que destruir generando un ambiente hostil en el cuerpo, que es lo que llamamos inflamación. Por esta razón, uno de los signos más comunes y
evidentes de un cuadro alérgico, es la inflamación articular, la inflamación de labios o de pómulos, inflamación de párpados, o lo que es más peligroso, inflamación excesiva de las vías respiratorias ¡que pueden dejarte sin respirar!. Existen medicamentos y vacunas para todas estas reacciones alérgicas, pero yo te tengo una propuesta que puede fortalecer tu sistema inmunológico y por lo tanto, ayudarte a tener un mecanismo de defensa más eficiente: cuida tu flora intestinal, es decir, cuida tu intestino. Si lo reflexionamos, la relación entre el sistema inmunológico y el intestino es muy sencilla: la flora intestinal. La mayor parte de nuestras defensas se encuentran en el intestino delgado, en donde se ubica nuestra
flora. Es ahí donde la mayoría de nutrientes llega a la sangre para alimentar a la célula. Y esos nutrientes se pueden utilizar gracias a las bacterias benéficas que ahí se aloja. Si nuestra flora intestinal trabaja correctamente, nuestro cuerpo se nutre adecuadamente y está fuerte. Algunos factores que dañan nuestra flora intestinal son: medicamentos como los antibióticos, una alimentación desbalanceada con exceso de alimentos ácidos, estreñimiento o diarrea crónica. Para repararla es muy importante incluir siempre en nuestra alimentación, productos fermentados como el yogurt árabe, casero o de búlgaros, la col agria o alimentos encurtidos. Es muy recomendable para las personas con alergias, de manera periódica y sobretodo, unas semanas antes de que lleguen estos meses tan difíciles para su hipersensibilidad, suplementarse con prebióticos como lactobacilos o acidófilos.
Otra vitamina que no puede faltar en nuestra estrategia preventiva, es la vitamina C, reconocida por diferentes especialistas en el mundo de la medicina, como la vitamina anti-alergias. Es importante que esta vitamina se consuma antes de que se presente el cuadro alérgico, en cantidades de 400 mg. en niños en edad escolar y de un gramo en adultos. Otro aspecto a considerar, es el evitar un intestino permeable; es decir, tenemos que cuidar las paredes de nuestro intestino para que éstas no se hagan porosas, y entonces no salgan a través de ellas, grandes moléculas sobretodo de proteínas mal digeridas, al torrente sanguíneo. Nuestras células de defensa detectan estas proteínas como patógenos y las atacan, desencadenando toda la serie de reacciones que caracterizan a una alergia, sobre todo si se sufre de alergias alimentarias.
La manera de cuidar nuestras paredes intestinales, es: una dieta balanceada rica en frutas y verduras, tomar 2 litros de agua al día, darnos el tiempo adecuado para cada alimento y que de esta forma, lo mastiquemos de manera eficiente; y por supuesto, que no se nos olvide consumir cotidianamente, ácidos grasos esenciales como el aguacate, aceites vegetales prensados en frío, cacahuates, almendras, nueces, pescados de agua fría como el atún o el salmón y leguminosas como la soya o el frijol. Si mejoramos nuestros hábitos alimenticios, cuidamos a nuestro intestino y hacemos ejercicio adecuado, estaremos dándole de forma natural, una batalla a las alergias.
Conforme nuestros hijos crecen, nos damos cuenta que cada día es más necesario y cotidiano el uso de aparatos digitales que apoyan y complementan el ejercicio educativo, así como la interacción y comunicación que tienen con quienes les rodean. Marc Prensky, doctor en educación egresado de Harvard en el 2001, menciona que las niñas y los niños de hoy, por la interacción y el tiempo que invierten al uso de internet y aparatos digitales, son Nativos digitales es decir, nacieron en una era donde la interacción con internet
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y los aparatos digitales es necesaria en la vida cotidiana, por lo que aprenden de manera distinta a la que aprendemos los adultos que les rodeamos a quienes se nos denomina como Migrantes digitales ya que conforme la tecnología y el internet han evolucionado, nos hemos visto en la necesidad de aprender a utilizar las herramientas tecnológicas de tal manera que lo que hacíamos antes de manera presencial, ahora lo tenemos que hacer en internet por ejemplo: movimientos bancarios, compras de boletos de avión, sacar citas para acudir a oficinas gubernamentales, forma de trabajar desde casa entre otras. Por lo anterior un buen ejercicio para inculcar civismo digital en la familia, comienza por comprendernos como ciudadanos digitales que conviven tanto en el espacio personal como en el on-line por lo que es necesario establecer acuerdos sobre el uso de herramientas tecnológicas y convivencia tanto personal como
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on-line de manera ética, responsable y segura. A continuación brindamos algunos consejos que pueden servir para ser buenos ciudadanos digitales. - Acuerden los tiempos de uso del computador, tablet, smartphone o consola de videojuegos (el tiempo recomendado para ocio en internet es de 2 horas diarias). - Establezcan un horario para realizar alguna actividad física o de convivencia personal. - Promueve que tus hijas e hijos utilicen sitios web, juegos y/o software educativos. - Aconseja sobre la importancia de evaluar y seleccionar lo que encuentran en internet. Recalca que no toda la información publicada es confiable. - Recuérdales que cualquier información que publiquen en internet puede ser copiada, guardada o compartida por una gran cantidad de personas. - Promueve la comunicación respetuosa al intercambiar opiniones tanto en el
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espacio personal como en el on-line. - Conversa sobre la necesidad de adoptar medidas como: - No aceptar a desconocidos como “amigos” en las redes sociales. - No publicar información personal como la dirección, teléfonos, lugares que frecuentan, ubicación, entre otros. - Evitar publicar fotos que puedan poner en riesgo su integridad y la de las demás personas. - No compartir claves de correo, redes sociales y otras cuentas personales. Evita restringir el uso de internet y aparatos digitales como consecuencia o castigo a todas las acciones equivocadas, implementa el uso de consecuencias lógicas, para obtener mayor información que nos ayude a educar en civismo digital, te invitamos a visitar nuestra página de Facebook: www.facebook.com/fundacion.pas. Visita: www.protegesuinfancia.org
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Nacemos con una conciencia casi nula, se va ampliando y desarrollando a través de los años. El niño recién nacido no es consciente de la mayor cantidad de eventos que suceden alrededor de él, no es consciente ni de si mismo. La conciencia, según los últimos estudios, se empieza a desarrollar a los cinco meses de nacido, pero sigue siendo muy limitada, se va a ir ampliando poco a poco y dependerá de la riqueza de entorno donde se desarrolle. Pero, ¿qué es la conciencia?, se define como el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno. A mayor conciencia, mayor capacidad de gestionar la vida y todo tipo de decisiones. La autoconciencia y/o la metaconciencia también tiene que ver con la capacidad de darme cuenta de lo que siento y pienso, y qué causa cada estado emocional que llego a tener. La conciencia se desarrolla en automático según se vayan estimulando las diferentes zonas del cerebro al ir creciendo y madurando la persona. La conciencia de un niño de 3 años es
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muy diferente a la de un adolescente de 14 años, la cantidad de información y experiencias que tiene el de 14 años, es mucho mayor, lo que lo hace más consciente de lo que pasa en él y como manejar su entorno, pero sigue siendo inconsciente, por eso no se le permite manejar un auto o tener una responsabilidad laboral de alto nivel. El proceso de abrir la conciencia puede durar desde 18 a 21 años y en muchos casos actuales, en la generación Millenium y la generación “Z” (la que ahora está en etapa escolar), se puede alargar varios años, hasta los 30 y se ha visto que hay personas con edades avanzadas que “tienen muy baja conciencia”. Se nota en decisiones poco empáticas y asertivas y el daño que hacen a las personas con las que se relacionan. Desarrollar una conciencia amplia es la base de la madurez. Sin conciencia no tenemos remordimientos y bajan los escrúpulos al tomar decisiones.
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Cuando tenemos conciencia, tenemos culpa y vergüenza, puedo poner freno a comportamientos poco éticos y que causen algún daño a alguien más o a mí mismo. Con buena conciencia puede haber remordimiento, arrepentimiento y deseo de hacer cambios en algunos comportamientos y llegar a crecer como persona. Existe evidencia científica que demuestra que una persona que no desarrolla una buena conciencia, podría llegar a tener psicopatías o sociopatías, dañar a alguien o no respetar leyes y límites sin tener algún tipo de remordimiento. Los estilos de vida actuales, donde los papás son muy permisivos y se centran en educar en lo material, más en el tener que en el ser, podrían educar con una baja conciencia. El niño y joven que solo busca satisfactorios de corto plazo. Papás con baja conciencia, casi siempre educan hijos inconscientes, lo que ocasiona que sean muy manipulables por personas o modas que buscan
el placer a toda costa, acercándolos a conductas de riesgo, como: consumo de bebidas alcohólicas y drogas desde muy chicos, abuso de las redes sociales, promiscuidad sexual, deshonestidad en las escuelas, bullying y hasta delincuencia en sus diferentes expresiones, desde corrupción hasta venta de drogas o cosas robadas. Estos comportamientos inician en casa, cuando no se ponen límites y no se ponen consecuencias claras a los comportamientos inconscientes de edades tempranas. Los niños y jóvenes van sacando conclusiones que se puede hacer de todo y en todo momento, lo que los puede llevar a ser compulsivos y con comportamientos adictivos desde una edad muy temprana. Por llegar a conseguir lo que quieren, pueden llegar a desarrollar sociopatías y psicopatías.
Educar la conciencia se ha convertido en un elemento fundamental de la educación en esta época, hay demasiados estímulos que premian la inconsciencia, parece que ser impulsivo, majadero, agresivo, adicto, promiscuo, deshonesto e irrespetuoso de las leyes y las normas, es bien aceptado en la sociedad, hasta les llegan a decir “exitosos”. Las familias necesitan clarificar los valores con que educaran a sus hijos y sobretodo la manera de vivirlos, escoger estilos de vida donde cada miembro tenga un rol activo, participación en las funciones de la casa, actividades físicas que los mantengan sanos física y mentalmente, buenas relaciones entre familia y comunidad, cuidado del medio ambiente, regulaciones en el uso de videojuegos y redes sociales y un diálogo constante
con cada miembro de la familia, tratando de generar las preguntas inteligentes que provoquen mayor conciencia. Todo un reto educar la conciencia, pero es fundamental si se quiere tener una familia con ética. Que no nos coma el materialismo y los placeres, trabajemos fuerte en una educación basada en valores sólidos como el respeto al otro y la naturaleza, la tolerancia y la solidaridad, en trabajo y el esfuerzo, la creatividad y la innovación. Busquemos crear una sociedad más comunitaria y menos egoísta y como resultado tendremos hijos y generaciones con “mayor conciencia”. Mtro. Moises Contreras Reinoso Neuro Coaching y desarrollo del capital humano moy@iteso.mx 333 955 3865
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“Vive de tal manera, que cuando tus hijos piensen en justicia, cariño e integridad, piensen en ti”. H. Jackson Brown Nacemos dependiendo de los demás, y crecemos conviviendo con ellos y aprendiendo de ellos. En la familia, generalmente y en gran medida, es donde vamos aprendiendo las pautas de relación que, funcionales o no, posteriormente vamos repitiendo a lo largo de nuestra vida. Los terapeutas familiares han descrito a la familia como un “sistema” ya que los miembros que la forman están relacionados entre ellos, esto es, lo que cada uno piensa, siente y hace está relacionado y tiene influencia con lo que los demás piensan, sienten y hacen (Minuchin y Fishman, 1981). Dentro de este sistema llamado familia, se encuentran otros subsistemas; el conyugal y el parental formado por la pareja, y el fraterno formado por los hermanos. Cada uno de ellos tiene funciones y características diferentes. El subsistema conyugal se refiere a la pareja propiamente, y la pareja se define como dos individuos que iniciaron una nueva familia decidiendo estar juntos, contemplando un futuro común para establecer una relación que los nutra emo-
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cionalmente (Campo y Linares, 2002). Cuando se convierten en padres, se crea el subsistema parental, la relación entre padres e hijos. Como padres, la pareja tiene funciones diferentes a la de ser cónyuges,. La autoridad, el poder, la seguridad física, la nutrición emocional, y la responsabilidad familiar está a cargo de los padres. Así, los padres son quienes ponen reglas y son proveedores de cuidados, alimentación, educación, seguridad física y emocional de los hijos. Y por último, el subsistema de los hermanos, el fraterno, en el cual aprendemos a relacionarnos con iguales, a luchar por lo que quiero y necesito, a compartir, apoyar, a trabajar en equipo. También los hijos al interactuar con el subsistema de los padres, aprenden a negociar las reglas, a asumirlas y a enfrentar sus consecuencias positivas y negativas (Minuchin, 1986). A grandes rasgos, ésta es la estructura que tiene una familia tradicional. Pero no siempre es así. Vamos a dejar a un lado el subsistema fraterno y sus funciones, porque no es objeto de éste artículo y nos enfocaremos a la pareja como cónyuges y como padres. Dos subsistemas diferentes con funciones diferentes: mismas personas, diferentes funciones. Porque su educación es la mejor herencia
Aunque en teoría es muy claro qué funciones son de los padres y qué funciones son de pareja, es muy frecuente que se confundan unas en las otras. Por ejemplo, mencionamos que la autoridad es función de los padres, aunque nos damos cuenta que en muchas ocasiones, los que tienen la autoridad y el poder son los hijos. ¿No nos dice Don Sentido Común qué las reglas, consecuencias y decisiones las toma el adulto? ¿No son los adultos los que deben de estar a cargo del mundo?. Aunque no siempre es así. En la función de cuidado y seguridad que los padres ejercen sobre los hijos, implica también no darle responsabilidades que no pueden ni deben tener, pero a su vez si darle las que necesitan. He escuchado tantas veces como terapeuta familiar y escolar a uno de los padres diciendo que su hij@ “la defiende de su esposo”, “en las discusiones con mi mujer hasta mi hij@ le dice que no tiene la razón”; y por otro lado, “yo no le pido a mi hij@ que haga nada, sólo que estudie, ya cuando sea grande pues se hará responsable” (Si por arte de magia pienso yo). De verdad me pregunto en qué momento se nos olvida que los hijos no son responsables de intervenir en una discusión de pareja, pero si son responsables y pueden hacer una cama o lavar unos
32 platos. Podrán decidir si van a comer una manzana o una pera, si hoy compran unas papas o una golosina, pero no pueden, ni deben decidir qué van a comer cada día, si quieren ir al colegio, o si hacen la tarea. Estas decisiones las toman los padres. Algunas reglas y conductas son negociables, dependiendo de la edad del niño, pero otras no. Porque te quiero, te educo. Ahora, ¿qué sucede cuando “los padres” no juegan en el mismo equipo?. Imaginemos por un momento que un trabajador tiene dos jefes, uno le exige llegar al trabajo a las 8 a.m. pero el otro le deja llegar a las 11 a. m. Por un lado, el trabajador aprovecharía todas las ganancias posibles de esta falta de frente común; por otro lado comenzaría a generarle inseguridad por los múltiples mensajes que le dicen uno y el otro. Pues casi eso mismo pasa con los hijos, sólo que los niños al contrario de los adultos, no tienen la capacidad de comprender que el conflicto es entre los jefes y no entre ellos; además, los padres, a diferencia de los jefes, son encargados de darle a los hijos seguridad física y emocional, nutrirlos emocionalmente, amarlos, valorarlos y aceptarlos, y en una situación así, son precisamente fuente de inseguridad emocional. Cuando la guerra en la pareja (subsistema conyugal) abre fronteras involucrando a los hijos (subsistema parental) la seguridad física y emocional de los niños es la que más se ve afectada.
Cuando dos personas deciden vivir en pareja y/o contraer matrimonio, la expectativa casi siempre es de generar un bienestar común. Sin embargo, pueden surgir conflictos que impidan que la relación conyugal siga adelante. Escuchamos a menudo que el divorcio “daña a los hijos” sin embargo, Campo y Linares (2002) afirman que el término de una relación de pareja puede traer bienestar físico y psicológico tanto a los ex cónyuges como a los hijos. ¿No es mejor que los hijos convivan con dos padres separados que se relacionan con respeto y paz, a vivir con unos padres que están juntos en una guerra sin tregua? Ahora, en ocasiones, el divorcio y/o separación, no trae consigo este bienestar, sino que a pesar de la separación de la pareja, los conflictos continúan, y tristemente, sigue arrastrando a los hijos a la guerra de los padres. Esta guerra conyugal con hijos puede ser tan dañina para ellos que llegan a desarrollar diversos síntomas. Inclusive, la situación puede llegar a un punto tal, que se desarrolla el llamado Síndrome de Alienación Parental definido por Gardner (1992) como una alteración en la que los hijos desprecian, censuran, critican y rechazan a uno de sus progenitores, de manera injustificada y/o exagerada. Esto se va logrando a través de conductas manipuladoras de uno de los padres que, de manera consciente y sistemática, consiguen que el hijo descalifique al otro progenitor.
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Frases como “mi padre nos dejó por otra mujer, no lo quiero volver a ver”, o “mi madre se enamoró de otro y por eso la odio”, Son palabras de los hijos que pertenecen a los progenitores heridos. La fidelidad es un asunto de pareja no de paternidad. Así el deseo de venganza, la personalidad inmadura, el control y dominio hacia el otro, los celos, el dolor, el enojo, dificultad para reconocer el error, violencia verbal e incapacidad de negociar, entre otras causas, hacen que los puntos de conflicto de pareja pasen a ser puntos de conflicto entre padres e hijos, en donde los hijos se ven atrapados en esta guerra que no es suya, llegando a desarrollar total rechazo por alguno de los padres (Gardner, 1992). Si se lograra entender que podemos tener diferentes parejas y/o cónyuges, pero los padres, son únicos, y son figuras muy importantes para los hijos, quizá entonces, cuestionaríamos involucrar a los hijos en conflictos que no son suyos. Don sentido Común nos dice que no vale la pena dañar de tal manera a nuestros pequeños sólo por satisfacer el enojo, el orgullo herido, el dolor, a través de “castigar” al otro progenitor buscando aliados en los hijos, que pelearan por nosotros, si, pero serán los más dañados. Así, aun cuando la pareja fracasa en la conyugalidad, las funciones de padres pueden, y deberían ser conservadas (Campo y Linares, 2002). Dejamos de ser pareja, o nunca haberlo sido en realidad, pero nunca dejamos, ni dejemos de ser padres.