EDITORIAL
Año XI. n. 22
L
a Doctrina Social de la Iglesia tiene que ver con el hombre visto con los ojos de Dios. Ahora: si el ser humano es superado por el transhumano, la existencia de la Doctrina Social de la Iglesia no tiene ya sentido. Habría entonces prevalecido la falsa ilusión gnóstica según la cual el hombre puede alcanzar la salvación a través del mero conocer o hacer. Si el «Nuevo Adán» será fruto
AL INICIO NO ERA LA GNOSIS SINO EL VERBO S. E. Mons. Giampaolo Crepaldi
Presidente del Observatorio
[1] Véase Massimo Piattelli Palmarini, Il nono giorno della creazione. La nuova rivoluzione nelle scienze del vivente, Mondadori, Milán 2015. [2] Juan Pablo II, Centesimus annus, cap. VI. [3] Benedicto XVI, Caritas in veritate, cap. VI, “El desarrollo de los pueblos y la técnica”. [4] Marco Marsilio, Razzismo un’origine illuminista, Vallecchi, Florencia 2006.
de la medicina o de la técnica, entonces la «nueva creación» será solo una obra humana1 y no una nueva creación. El hombre es el camino de la Iglesia2 y por eso constituye la misma razón de ser de la Doctrina Social de la Iglesia. No porque esté centrada solo en el hombre, sino porque es un instrumento de la salvación que Cristo ha procurado al hombre con la Cruz y la Resurrección y no con la técnica. Lo mismo puede decirse de la «naturaleza» y la naturaleza humana en particular. La salvación no viene de la técnica, que acaba por superar la naturaleza, negándola, como precisamente sucede con el transhumanismo. Para la Doctrina Social de la IgleVLD OR QDWXUDO QR HV VXSHUDGR VLQR SXULÀFDGR y elevado por lo sobrenatural. Existen hoy corrientes teóricas y práctiFDV ÀQDQFLDGDV \ VXVWHQWDGDV SRU HQRUPHV recursos mundiales, que, por el contrario, pretenden ir más allá del hombre. Se trata del transhumanismo. Estas doctrinas y estas praxis están en antítesis plena con la Doctrina Social de la Iglesia. Hablar de ello en este número del boletín tiene el siguiente VLJQLÀFDGR DGYHUWLU GH XQ JUDQ SHOLJUR SDUD enfrentarlo.
La idea de llevar al hombre más allá del hombre no es nueva. Estaba ya presente en el mito de Prometeo y está contenida en la narración bíblica de la Torre de Babel y ha tenido un extraordinario impulso en la época moderna. En la Nueva Atlántida, Francis Bacon se convierte en su sacerdote y el dominio completo sobre la naturaleza —el regnum hominis—, en un paradigma programático generalizado. Descartes propone el «método» y su visión mecanicista del mundo lo convierte en instrumento cognitivo. El instrumento principal de este proyecto es la técnica y a nadie se escapa, por tanto, cómo las amplias consideraciones sobre la técnica en Caritas in veritate de Benedicto XVI tienen un vivo sabor de actualidad y de urgencia3. También la literatura se ha interesado por el transhumanismo: Frankenstein de Mary Shelley y, sobre todo, Un mundo feliz, de Aldous +X[OH\ GHVFULEHQ XQ IXWXUR WHUURUtÀFR TXH para nosotros hoy desafortunadamente ya es una realidad. Es impresionante la clarividencia de Huxley: sus anticipaciones sobre el control sistemático de la sexualidad, la procreación y la eugenesia opresiva e inhumana asumen una extraordinaria actualidad hoy, en la época de los bancos de semen, de la fecundación subrogada, del aborto sistemático y de la esterilidad homosexual impuesta como nueva ideología. Gilbert K. Chesterton, por su parte, había denunciado los males de la eugenesia en un famoso libro suyo; eugenesia que era fruto de la Ilustración4 y que ha alcanzado predicamento no solo en los regímenes totalitarios sino también en las ilustradas democracias occidentales, de la estadounidense a la sueca. Friedrich Nietzsche había anunciado al superhombre (Übermensch) y su grito había sucedido al de la muerte de Dios. Pero el proyecto del superhombre provoca la muerte del hombre y no su exaltación. Más bien proclama su degradación a animal. No es casualidad que mientras la técnica y la medicina proponen un hombre que no sufre y que no muere, cuyos tejidos y órganos son reconstruidos si se dañan,
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