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Roscón de Reyes.

María Adela Díaz Párraga.

Sus orígenes se remontan a las Saturnales romanas, en las que el pueblo celebraba el fin de las faenas del campo. Era una torta de pan, redonda, que decían simbolizaba el sol que vuelve con la primavera y se repartía entre los asistentes. En estas fiestas romanas, que mezclaban lo erótico con lo religioso, donde nació la costumbre de esconder un haba dentro de la masa, porque la consideraban un símbolo de fertilidad. En aquellas calendas, se nombraba rey de la fiesta a la persona que encontraba el haba en su pedazo de torta. Y como con todas estas fiestas paganas, la iglesia la cristianizó en el siglo XI y aunque siguió la tradición del haba, el rey de la fiesta paso a ser el niño más pobre del lugar, que durante un día vivía un sueño maravilloso. En Francia, el rey Enrique II mantuvo la costumbre del haba, y el que la encontraba, se transformaba por un día en rey o reina. En Francia, llamaban al roscón Gâteau des Rois, pastel de reyes y había dos versiones, este pastel que se comía en el centro y el sur, y la “Galette des rois”, un hojaldre relleno de crema, que comían en el norte.

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Los roscones eran harina, almendra, huevo y mantequilla, nada de frutas escarchadas ni relleno. Bueno, el relleno seguía siendo un haba, y una moneda, costumbre que trajo de Francia, en el XVII el rey Felipe V, y que era el premio para el afortunado que la encontrara. La costumbre, se la guardó el rey y sus cortesanos, porque el pueblo llano, ni se enteró que existía tal exquisitez. Hasta que en el siglo XIX, apareció una nueva clase, un colectivo con dinero y ganas de gastarlo, que descubrió el “gateau”, el rosón de reyes, que se afianzó como postre tradicional del día de Reyes en muchas ciudades de España,

La fonda de San Luis, propiedad del francés Soulan, era el templo donde la alquimia pastelera elaboraba el dulce capricho., aunque llegó a ser protagonista en las grandes confiterías de la época. El toque especial se lo dio otro francés, Solichon, que fue pastelero en la Casa Real. En vísperas de Reyes, el roscón no faltaba en cualquier celebración elegante, bailes, reuniones, banquetes … Ahora, en casi todas las casas lo disfrutan en el desayuno o la merienda, el día de la Epifanía.

Los roscones de ahora son barrocos, dulces tentaciones, a las que ni el más santo puede resistirse Los pasteleros, magos de la dulcería, se superan creando nuevos rellenos, cada vez más deliciosos. Nata, crema, chocolate, moka… También su interior es más caprichoso, con cositas alegóricas, como el dedal que señala la que se quedará soltera, la moneda, que hará rico al que la encuentre, el amillo que anuncia boda, figuritas simbolizando cosas variadas, y el haba. Bueno, el haba ya no la ponen, en su lugar, hay una pequeña figura y al que le toque en su trozo, tendrá el “honor”, de pagar el roscón.

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