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T R A Z O 3 . 127 Aromas de café. María Adela Díaz Párraga.
from GASTROLECTURAS VOL 3
by um395
El café, es ese brebaje oloroso, oscuro y vivificante, que nos echamos al cuerpo varias veces al día. Dicen que es excitante, pero después de tomarte una tacita, te sientes la mar de bien. El Cafeto, pertenece a la familia de las Rubiacias y cuentan, que lo descubrió un pastor en Abisinia, al ver que cuando las cabras mordisqueaban aquel arbusto, daban unos saltos que parecía que volaban. El pastor lo contó en un monasterio cercano y los monjes, que siempre han usado hierbas y especias para preparar remedios medicinales, recogieron las flores y hojas del arbusto y prepararon un cocimiento. ¡Y no vean ustedes como se pusieron!, agitaron el recipiente con tanto brío, que fue a caer en el fuego. Y entonces, señores, surgió el prodigio, porque mientras los granos del café se iban tostando, se fue esparciendo un aroma delicioso. Desde entonces, los monjes lo prepararon así, usándolo como tonificante, y para combatir el sueño en sus oraciones nocturnas.
El café extendió su aromático poderío por todo el mundo musulmán, y llegó hasta Constantinopla. Y se cuenta, que fueron los marselleses los que lo trajeron a Occidente, pero el clima no permitía el cultivo en estas tierras. Aunque cuando lo llevaron a las Américas, agarró bien en el suelo, y pronto se formaron los hermosos cafetales, que todavía están ahí.
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Los puristas aseguran que una buena taza de café debe llevar entre diez y doce gramos, agua que no tenga cal ni minerales, yno llegar al punto de ebullición. Se debe tomar caliente, pero no hirviendo, y en los países calurosos, una taza de café caliente, combate el calor mejor que cualquier bebida fría. Los árabes, dicen que debe ser “Negro como la noche, ardiente como el infierno, y amargo como la vida”
En Cuba, se puede tomar en cualquier parte, pero para cumplir con la tradición, han de ir a tomarlo a La Isabelica, en la colonial ciudad de Santiago. La Catedral del Café, la llaman, casa al estilo antiguo, de solidas puertas y amplios ventanales a la calle. Dentro, mesas de madera y rústicos taburetes, propios de los campesinos guajiros. Y una enorme cafetera, de la que mana el delicioso brebaje, que llena de entrañables aromas los contornos. Allí se bebe el auténtico café criollo, solo. Aunque si quieren, pueden ustedes echarle un chorrito de buen ron añejo, de menta, o un “chispín” de anís, resabio de la época hispánica.
Y hay que hablar del famoso café turco, o Turk kahvesi, que empezó a llamarse así en el siglo pasado, cuando apareció el café instantáneo, pues antes se le llamaba simplemente kahve, cafe. Para hacerlo se usa café arábigo, molido muy finito, que luego regala un café muy concentrado. Lo tradicional es servirlo en tazas muy pequeñas, sin asas, cogiendo la taza con los dedos. A veces también se encajaban en un recipiente metálico con asa. Se acompaña de un vaso de agua, y a veces un dulce pequeñito.
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