Periódico - Bajo Tierra

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En el transcurso de la crónica se puede apreciar como el autor juega con el tiempo y es que no solo comienza con el final y sigue por los motivos del pasado que llevan al trágico desenlace, sino que se va a un periodo pasado más cercano a la redacción de la obra literaria para dar a conocer los resultados y consecuencias y finalizar el libro regresándose de nuevo con el trágico final.

El autor usa el narrador yo para dar sus opiniones y lo que él sabía por sus propias vivencias mientras que también utilizaba el narrador él ya que como su novela es una supuesta crónica el menciona lo que le pasaba a los demás.

La época donde tiene contexto la narración es la de mediados de siglo XX y también menciona lo que son principios del mismo siglo.

El narrador hace mención de la migración de los árabes, y tomando en cuenta el lugar de nacimiento del autor se puede decir que hace referencia a la migración de estos a su país natal, Colombia.

El séptimo sello

Por fríos e incrédulos que seamos en cuanto a los aspectos espirituales y trascendentes de la existencia, siempre nos asaltan las inquietudes y las preguntas sobre la muerte. La muerte es uno de los arquetipos fundamentales, que subyace, dialoga, interroga, asusta, alecciona, espera pacientemente y, con entera seguridad, aparece. ¿Qué hay más allá de la muerte? Dante se atrevió a concebir y a describir una estructura completa de mundos infernales y celestiales, en los cuales los hombres representan una divina comedia, un más allá como el más acá, en el cual se cumplen con plenitud terrenal los sueños y los deseos o se castiga sin remedio ni excusas.

La noche boca arriba

“Hay cementerios solos, tumbas llenas de huesos sin sonido, el corazón pasando un túnel oscuro, oscuro, oscuro, como un naufragio hacia adentro nos morimos...”

MIÉRCOLE S 21 Xalapa, Veracruz Citlali Sandoval Karla González www.bajotierra.com.mx $10.00 MN $1 DÓLAR DE JUNIO DE 2023 ELLA ENTRÓ POR LA VENTANA DEL BAÑO “VIOLETA “CÓMO SE SIENTE PERDER UN PREMIO NOBEL”
“De allende es un relato épico suramericano”
Ingmar bergman
Élmer Mendoza Laura esther wolfson
El discurso narrativo está dado como una crónica periodística, comenzando el libro por el nal.
Fotograma de la película Crónica de una muerte anunciada, de Francesco Rosi.
Percepción de muerte
Hombre muerto Horacio Quiroga Pág. 3A Solo la muerte
no sé, yo conozco poco, yo apenas veo...”
Carlos Eduardo Tlapa Cerecedo Vivir es dormir, el morir es despertar (La bamba, 1987)
“Yo
Pablo Neruda Pág. 6A Pág. 2A
Del escritor Gabriel García Márquez, ganador del premio nobel de literatura del año 1982.
Pág. 4A Pág. 11B Pág. 14B

TIERRA Y LITERATURA

Percepción de muerte

—Carlos Eduardo Tlapa Cerecedo

La muerte. Ese suceso que todos sabemos que puede ocurrir en cualquier momento y de las pocas cosas que comparte en común el ser humano, debido a que con el paso del tiempo se da cuenta de que envejecerá y un día llegará el final de su vida.

Representada en el mundo a través de diferentes manera: puede ser fantástica, religiosa, científica, filosófica, ficción, musical, entre otras perspectivas. Es un hecho presente en distintas culturas y representado en formas: como deidades, hechos sobrenaturales, personajes icónicos, hechos históricos, etc.

La muerte, es uno de esos misterios de los cuales no se tiene respuesta, porque al momento de la fallecimiento de una persona, no hay pruebas de cómo es estar muerto, debido a que la naturaleza humana no puede resucitar, por esto, las personas han tenido la necesidad de llenar un vacío de incertidumbre acerca de las cosas que no tiene conocimiento, en este caso la muerte. Puede variar dependiendo el enfoque de la persona que explica, además de la cultura con la que fue nutrido, porque para algunas culturas la muerte significa una especie de salvación, otros la ven como el fin de un ciclo, y algunos como el comienzo de uno nuevo.

Con respecto al significado atribuido de la muerte, podría mencionar la canción “knocking on heaven’s door” del cantautor, ganador del Nobel, Bob Dylan, donde a través de sus letras nos narra los últimos momentos de una persona agonizante y, en sus propias palabras, está tocando las puertas del cielo; también podemos hablar de la melancólica “Tears in heaven” de Eric Clapton, donde se refleja una pena acerca de un posible encuentro con el ser querido muerto, esto justificado a que Clapton hace referencia a uno de sus hijos al caer de un edificio. La

muerte no siempre tiene un significado triste en la música, ya que, también pueden retratar a un personaje ficticio o no, como Juan Charrasqueado, José Pérez León, Martin Luther King, etc. ***

Algunos se han destacado más que otros por los escenarios de sus decesos, como podría ser el “Club de los 27”, donde la característica es que los miembros coinciden en haber muerto a la edad de 27 años. Las circunstancias pueden variar: asesinatos, sobredosis, suicidio o una muerte misteriosa. Pero es enigmático en la manera que perdieron su vida. No solamente ese club es el que ha causado fascinación por la manera en la que fallecieron, debido a la existencia de famosos que su muerte ha pasado como parte de su historia, y donde ésta misma ha sido una de las cosas más memorables en torno a lo que fue su vida. Entre estas muertes puedo mencionar la muerte de Bruce Lee, Marilyn Monroe, John F. Kennedy, John Lennon, Pedro Infante, James Dean, y la lista podría continuar.

La muerte también ha sido llevada a la gran pantalla en diferentes ocasiones, de las cuales puedo mencionar Macario, basada en la novela homónima de B. Traven, donde el personaje principal del mismo nombre, se topa a tres personajes representados

como Dios, el diablo y la muerte, pidiéndole compartir el guajolote que iba a comer, teniendo Macario la decisión final de compartirlo con la muerte y ésta le regala una agua mágica con el poder de curar las enfermedades, siempre y cuando la muerte decida si el enfermo realmente merece morir o lo deja vivir y Macario a lo largo de la historia se le verá haciendo uso de esa agua en diferentes contextos donde la muerte hará acto de presencia.

Por último, yo pienso la muerte como el momento en que ya no tenemos funciones vitales, pero eso sería cerrarnos a una definición con un enfoque estrecho y dejar de lado una percepción cultural que ha causado fascinación a lo largo de la historia. A pesar del paso del tiempo y de diferentes culturas, todavía hay dudas sin respuesta correcta para darle un sentido. Teniendo esto la consecuencia de la creación acerca de diferentes especulaciones, quedando marcadas incluso en la actualidad, por lo que la muerte es uno de esos misterios fascinantes que logra atrapar la atención del ser humano, y sobre el cual a pesar de ser una de las cosas desconocidas por su enigma, sabemos que llegaremos a ella, porque como dicen algunas personas “no hay vida sin muerte”.

Gratia plena

Diseñado por: Citlali C.

Vivir es dormir, el morir es despertar

(La bamba, 1987)

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...

El ingenio de Francia de su boca fluía.

Era llena de gracia, como el Avemaría.

¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar! Ingenua como el agua, diáfana como el día, rubia y nevada como Margarita sin par, el influjo de su alma celeste amanecía...

Era llena de gracia, como el Avemaría.

¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Cierta dulce y amable dignidad la investía de no sé qué prestigio lejano y singular.

Más que muchas princesas, princesa parecía: era llena de gracia como el Avemaría.

¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar! Yo gocé del privilegio de encontrarla en mi vía dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar y cadencias arcanas halló mi poesía.

Era llena de gracia como el Avemaría.

¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía; pero flores tan bellas nunca pueden durar!

¡Era llena de gracia, como el Avemaría, y a la Fuente de gracia, de donde procedía, se volvió... como gota que se vuelve a la mar

21 DE JUNIO DE 2023 2A
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás volver a olvidar!
–Nervo, A. (s.f.)
Diseñado por: Citlali C. Sandoval La vida vs. La Muerte Foto: Grant Whitty / Unsplash Arcángle San Gabriel, Titian Vecellio Titiano

Hombre muerto

El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla.

Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo.

Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería.

La boca, que acababa de abrírsele en toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía.

El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió fría, matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia.

La muerte. En el transcurso de la vida se piensa muchas veces en que un día, tras años, meses, semanas y días preparatorios, llegaremos a nuestro turno al umbral de la muerte. Es la ley fatal, aceptada y prevista; tanto, que solemos dejarnos llevar placenteramente por la imaginación a ese momento, supremo entre todos, en que lanzamos el último suspiro.

Pero entre el instante actual y esa postrera expiración, ¡qué de sueños, trastornos, esperanzas y dramas presumimos en nuestra vida! ¡Qué nos reserva aún está existencia llena de vigor, antes de su eliminación del escenario humano!

Es éste el consuelo, el placer y la razón de nuestras divagaciones mortuorias: ¡Tan lejos está la muerte, y tan imprevisto lo que debemos vivir aún! ¿Aún...? No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura; las sombras no han avanzado un milímetro. Bruscamente, acaban de resolverse para el hombre tendido las divagaciones a largo plazo: Se está muriendo. Muerto. Puede considerarse muerto en su cómoda postura.

Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿Qué tiempo ha pasado? ¿Qué cataclismo ha sobrevivido en el mundo? ¿Qué trastorno de la naturaleza trasuda el horrible acontecimiento?

Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a morir.

El hambre resiste —¡es tan imprevisto ese horror! y piensa: Es una pesadilla; ¡esto es! ¿Qué ha cambiado? Nada. Y mira: ¿No es acaso ese bananal? ¿No viene todas las mañanas a limpiarlo? ¿Quién lo conoce como él? Ve perfectamente el bananal, muy raleado, y las anchas hojas desnudas al sol. Allí están, muy cerca, deshilachadas por el viento. Pero ahora no se mueven... Es la calma del mediodía; pero deben ser las doce.

Por entre los bananos, allá arriba, el hombre ve desde el duro suelo el techo rojo de su casa. A la izquierda entrevé el monte y la capuera de canelas. No alcanza a ver más, pero sabe muy bien que a sus espaldas está el camino al puerto nuevo; y que en la dirección de su cabeza, allá abajo, yace en el fondo del valle el Paraná dormido como un lago. Todo, todo exactamente como siempre; el sol de fuego, el aire vibrante y solitario, los bananos inmóviles, el alambrado de postes muy gruesos y altos que pronto tendrá que cambiar...

¡Muerto! ¿Pero es posible? ¿No es éste uno de los tantos días en que ha salido al amanecer de su casa con el machete en la mano? ¿No está allí mismo con el machete en la mano? ¿No está allí mismo, a cuatro metros de él, su caballo, su malacara, oliendo parsimoniosamente el alambre de púa?

¡Pero sí! Alguien silba. No puede ver, porque está de espaldas al camino; mas siente resonar en el puentecito los pasos del caballo... Es el muchacho que pasa todas las mañanas hacia el puerto nuevo, a las once y media. Y siempre silbando... Desde el poste descascarado que toca casi con las botas, hasta el cerco vivo de monte que separa el bananal del camino, hay quince metros largos. Lo sabe perfectamente bien, porque él mismo, al levantar el alambrado, midió la distancia.

¿Qué pasa, entonces? ¿Es ése o no un natural mediodía de los tantos en Misiones, en su monte, en su potrero, en el bananal ralo? ¡Sin dada! Gramilla corta, conos de hormigas, silencio, sol a plomo...

Nada, nada ha cambiado. Sólo él es distinto. Desde hace dos minutos su persona, su personalidad viviente, nada tiene ya que ver ni con el potrero, que formó él mismo a azada, durante cinco meses consecutivos, ni con el bananal, obras de sus solas manos. Ni con su familia. Ha sido arrancado bruscamente, naturalmente, por obra de una cáscara lustrosa y un machete en el vientre. Hace dos minutos: Se muere.

El hombre muy fatigado y tendido en la gramilla sobre el costado derecho, se resiste siempre a admitir un fenómeno de esa trascendencia, ante el aspecto normal y monótono de cuanto mira. Sabe bien la hora: las once y media... El muchacho de todos los días acaba de pasar el puente.

¡Pero no es posible que haya resbalado..! El mango de su machote (pronto deberá cambiarlo por otro; tiene ya poco vuelo) estaba perfectamente oprimido entre su mano izquierda y el alambre de púa. Tras diez años de bosque, él sabe muy bien cómo se maneja un machete de monte. Está solamente muy fatigado del trabajo de esa mañana, y descansa un rato como de costumbre.

¿La prueba..? ¡Pero esa gramilla que entra ahora por la comisura de su boca la plantó él mismo en panes de tierra distantes un metro uno de otro! ¡Ya ése es su bananal; y ése es su malacara, resoplando cauteloso ante las púas del alambre! Lo ve perfectamente; sabe que no se atreve a doblar la esquina del alambrado, porque él está echado casi al pie del poste. Lo distingue muy bien; y ve los hilos oscuros de sudor que arrancan de la cruz y del anca. El sol

cae a plomo, y la calma es muy grande, pues ni un fleco de los bananos se mueve. Todos los días, como ése, ha visto las mismas cosas.

...Muy fatigado, pero descansa solo. Deben de haber pasado ya varios minutos... Y a las doce menos cuarto, desde allá arriba, desde el chalet de techo rojo, se desprenderán hacia el bananal su mujer y sus dos hijos, a buscarlo para almorzar. Oye siempre, antes que las demás, la voz de su chico menor que quiere soltarse de la mano de su madre: ¡Piapiá! ¡ Piapiá!

¿No es eso... ? ¡Claro, oye! Ya es la hora. Oye efectivamente la voz de su hijo...

¡Qué pesadilla...! ¡Pero es uno de los tantos días, trivial como todos, claro está! Luz excesiva, sombras amarillentas, calor silencioso de horno sobre la carne, que hace sudar al malacara inmóvil ante el bananal prohibido.

...Muy cansado, mucho, pero nada más. ¡Cuántas veces, a mediodía como ahora, ha cruzado volviendo a casa ese potrero, que era capuera cuando él llegó, y antes había sido monte virgen! Volvía entonces, muy fatigado también, con su machete pendiente de la mano izquierda, a lentos pasos.

Puede aún alejarse con la mente, si quiere; puede si quiere abandonar un instante su cuerpo y ver desde el tejamar por él construido, el trivial paisaje de siempre: el pedregullo volcánico con gramas rígidas; el bananal y su arena roja: el alambrado empequeñecido en la pendiente, que se acoda hacia el camino. Y más lejos aún ver el potrero, obra sola de sus manos. Y al pie de un poste descascarado, echado sobre el costado derecho y las piernas recogidas, exactamente como todos los días, puede verse a él mismo, como un pequeño bulto asoleado sobre la gramilla — descansando, porque está muy cansado.

Pero el caballo rayado de sudor, e inmóvil de cautela ante el esquinado del alambrado, ve también al hombre en el suelo y no se atreve a costear el bananal como desearía. Ante las voces que ya están próximas —¡Piapiá!— vuelve un largo, largo rato las orejas inmóviles al bulto: y tranquilizado al fin, se decide a pasar entre el poste y el hombre tendido que ya ha descansado.

Dulces sueños
Es la ley fatal, aceptada y prevista;que solemos dejarnos llevar [...] por la imaginación
Diseñado por: Citlali C. Sandoval Árbol de oliva, Diana Malivani
3A 21 DE JUNIO DE 2023 TIERRA Y LITERATURA
Tuesday Reclining, Sherrie McGraw

La noche boca arriba

suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada.

A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde, y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla.

En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado a donde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y —porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre— montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.

Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo sobre la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.

Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla, y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba a una farmacia próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en las piernas. «Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina de costado.»

Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con guardapolvo dándole a beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.

La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala

«Natural —dijo él—. Como que me la ligué encima...» Los dos se rieron, y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento.

Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó una mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.

Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.

Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se rebelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego.

«Huele a guerra», pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor de la guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada,

dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada horrible del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.

—Se va a caer de la cama —dijo el enfermo de al lado—. No brinque tanto, amigazo. Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo y le clavó una gruesa aguja con un tubo que subía hasta un frasco de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes; como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse.

Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trocito de pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no le iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.

Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. «La calzada —pensó—. Me salí de la calzada.» Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como el escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy

“Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos; le llamaban la guerra florida.”
–Julio Cortázar
4A TIERRA Y LITERATURA 21 DE JUNIO DE 2023
Diseñado por: Citlali C. Sandoval

Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizás los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en los muchos prisioneros que ya habían hecho, pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.

Olió los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca.

El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces, los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás.

—Es la fiebre —dijo el de la cama de al lado—. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno.

Tome agua y va a ver que duerme bien.

Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin ese acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto.

¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así?

Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no

alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.

Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el suelo, en un piso de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno.

Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no po-

día abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y tuvo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez de techo nacieran las estrellas y se alzara frente a él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de la vida.

Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó, buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y se abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de humo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque otra vez estaba inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía la muerte, y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.

Le dio rabia admitir advertir que había ahí, un vacio que no alcanzaba a rellenar
Primero fue una confusión, un atraer hacía si todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas.
Autor desconocido 5A 21 DE JUNIO DE 2023 TIERRA Y LITERATURA
Dark Portrait, Donna McLean

Poetas muertos

Solo la muerte

Diseñado por: Citlali

Hay cementerios solos, tumbas llenas de huesos sin sonido, el corazón pasando un túnel oscuro, oscuro, oscuro, como un naufragio hacia adentro nos morimos, como ahogarnos en el corazón, como irnos cayendo desde la piel al alma.

Hay cadáveres, hay pies de pegajosa losa fría, hay la muerte en los huesos, como un sonido puro, como un ladrido sin perro, saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas, creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Yo veo, solo, a veces, ataúdes a vela zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas, con panaderos blancos como ángeles, con niñas pensativas casadas con notarios, ataúdes subiendo el río vertical de los muertos, el río morado, hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte, hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.

A lo sonoro llega la muerte como un zapato sin pie, como un traje sin hombre, llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo, llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.

Sin embargo sus pasos suenan y su vestido suena, callado, como un árbol.

Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo, pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas, de violetas acostumbradas a la tierra porque la cara de la muerte es verde, y la mirada de la muerte es verde, con la aguda humedad de una hoja de violeta y su grave color de invierno exasperado.

Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba, lame el sue-

lo buscando difuntos, la muerte está en la escoba, es la lengua de la muerte buscando muertos, es la aguja de la muerte buscando hilo.

La muerte está en los catres:,en los colchones lentos, en las frazadas negras vive tendida, y de repente sopla: sopla un sonido oscuro que hincha sábanas, y hay camas navegando a un puerto en donde está esperando, vestida de almirante.

Amor constante más allá de la muerte

– Francisco de Quevedo

Diseñado por: Citlali

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro. Caballero de la Orden de Santiago a partir de 1618 y señor de Torre de Juan Abad.

Cerrar podrá mis ojos la postrera Sombra que me llevare el blanco día, Y podrá desatar esta alma mía Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera Dejará la memoria, en donde ardía: Nadar sabe mi llama el agua fría, Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, Venas, que humor a tanto fuego han dado, Médulas, que han gloriosamente ardido, Su cuerpo dejará, no su cuidado; Serán ceniza, mas tendrá sentido; Polvo serán, mas polvo enamorado

En la tumba del soldado desconocido

Diseñado por: Citlali C. Sandoval

Con qué alegría marchan los hombres a la guerra

Con qué entusiasmo limpian y cargan sus fusiles

Con qué fervor cantan sus himnos de combate

Con qué ansiedad toman su puesto en la trinchera

Con qué inquietud oyen el ruido de las bombas

Con qué insistencia silban las balas en el aire

Con qué lentitud corre la sangre por su frente

Con qué estupor miran sus ojos el vacío

Con qué rigidez yacen sus cuerpos en el barro

Con qué premura son arrojados en la fosa

Con qué rapidez son olvidados para siempre

“Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo...”
C. Sandoval C. Sandoval
Serán ceniza, mas tendrá sentido; Polvo serán.
La muerte de Chatterton, Henry Wallis
6A TIERRA Y LITERATURA 21 DE JUNIO DE 2023
Morto di Paolo e Francesca Circa, Gaetano Previati Tumba de los desconocidos

La muerte de Artemio Cruz

Diseñado por: Citlali C.

Como muchas de las obras que se consideran fundamentales en la narrativa hispanoamericana, La muerte de Artemio Cruz destaca por su carácter innovador en cuanto a la forma de contar una historia que, en el fondo, es muy sencilla y que el título ya nos adelanta con claridad diáfana. Pero si por algo destacan muchas de las grandes obras de la Literatura Universal es justamente por eso: por haber elegido un modo especial de contar una historia, aunque algunos críticos esti men que se trata de un mero ejercicio para demostrar el talento en el dominio de la técnica, esto es, la maestría y, en contadas ocasiones, la genialidad. La muerte de Artemio Cruz, del mexicano Carlos Fuentes es sin lugar a dudas una pieza magistral cuya trama conjuga una parte biográfica de su personaje central y otra parte histórica, pues el autor hace una radiografía completa de México desde sus años de la Revolu ción hasta, aproximadamente los años cincuenta del siglo XX.

La obra data de 1962 y se enmarca por tanto en el cono cido como boom de la literatura hispanoamericana. Con esta novela, Carlos Fuentes se enfrenta directamente por un lado a la historia de su tierra natal, México, y por otro aborda con originalidad estilística un tema tan universal en la literatura y el arte como la muerte, logrando construir una novela compleja que bebe directamente de la idiosincrasia mexicana y sor prende por su compleja arquitectura.

La trama, como ya dije al comienzo, es aparentemente sencilla: Artemio Cruz se encuentra en su lecho de muerte, y desde él repasa sus largos años de vida mientras rechaza la extremaunción y se encarga de que sus negocios pasen a buenas manos una vez fallezca. Descubriremos que la vida de Artemio Cruz ha estado llena de complicaciones y sinsabores, y cada uno de los pasos que ha dado están profundamente relacionados con la historia de México, el país que le vio nacer y que le verá morir.

Entre sus rememoraciones, descubriremos que Artemio Cruz participó en la Revolución mexi cana; por aquel entonces, el protagonista se nos muestra como una persona cargada de valores que poco a poco irá perdiendo al tiempo que, de forma paralela, va logrando un ascenso social marcado, eso sí, por una ambición desmedida en donde la traición puede convertirse en un simple me dio para lograr su fin. Así se nos desvela cómo Artemio Cruz se enriqueció a costa de los demás y como aprovechó su posición privilegiada de empresario para medrar también y lanzarse a hacer la carrera política, donde pudo dar rienda suelta a la corrupción y la codicia que llegan a caracterizar su personalidad. Carlos Fuentes aprovecha las páginas de la obra para hacer un retrato de los males de

Muerte en el olvido

– Ángel Gonzalez

Yo sé que existo

Porque tú me imaginas.

Soy alto porque tú me crees

Alto, y limpio porque tú me miras

Con buenos ojos,

Con mirada limpia.

Tu pensamiento me hace

Inteligente, y en tu sencilla Ternura, yo soy también sencillo Y bondadoso.

Pero si tú me olvidas

Quedaré muerto sin que nadie

Lo sepa.

Verán viva

Mi carne, pero será otro hombre -oscuro, torpe, malo- el que la habita…

México, personificados en el millonario Artemio Cruz. Con el paso de los años, Artemio Cruz amasa una inmensa fortuna y posee, entre otras cosas, una mansión inigualable. Sin embargo, entre todas sus posesiones, nunca pudo lograr el amor de su mujer, de quien él estuvo verdaderamente enamorado, y ni siquiera logró el cariño de su hija, que lo desprecia sin disimulo. En su lecho de muerte, Artemio Cruz observa con desgarro cómo el único interés que muestran su mujer y su hija se centra en encontrar el testamento que él ha dejado, contagiadas de su avaricia y movidas por un Si bien la historia decadente de Artemio Cruz puede parecer sencilla contada en esas breves líneas, nada más lejos de la realidad: la obra tiene preparada una sorpresa, una confesión que se remonta a los mismísimos orígenes del viejo rico y corrupto, para mostrar una vez más que no todo es lo que parece. Además del lado más deshumanizado del personaje, centrado en su ambición política y económica, la novela nos muestra también la otra cara de Artemio Cruz. De

este modo, Carlos Fuentes propone un enfoque que tiene algo de existencialista, en el sentido de que nos muestra lo complejas que pueden llegar a ser las relaciones humanas.

La proeza técnica con que nos sorprende Carlos Fuentes en esta novela es su estructura experimental y fragmentaria. La narración está contada desde tres puntos de vista diferentes: primera persona, segunda persona y tercera persona, y en tiempos diferentes: presente, pasado, futuro. Cada uno de esos capítulos comienzan con el pronombre personal “yo”, “tú” o “él” que en cada caso van ordenando en la mente del lector la enmarañada serie de recuerdos de un Artemio Cruz moribundo, que combina el recuerdo y la narración más clásica, con el presente y la conversación consigo mismo. Esta superposición de tiempos, espacios e incluso niveles de conciencia del pensamiento, conforman el hilo conductor de la identidad de Artemio Cruz, que se fragmenta con saltos temporales, cambios de personas y estilos diferentes que complican la narración para tratar de hacer un retrato más fiel y más verdadero del ser humano: los remordimientos mezclados con el orgullo, el recuerdo nostálgico y el absoluto terror ante la muerte inminente componen a Artemio Cruz, sin duda un personaje lleno de aristas.

Desnudo neoyorkino

Diseñado por: Citlali C. Sandoval

Tengo miedo

a que la canilla gotee y me despierte antes de hora a que en el lavadero no limpien bien mi ropa a llegar al trabajo con demora a que la gente piensa que mi falda es demasiado larga o demasiado corta

a que mis compañeras noten mi uña rota a comer más caloróas de las que mi sistema absorba a no comunicarme con la computadora

a que mis amigos sospechen que no he leído los libros de moda a que la psicoanalista no apruebe

que yo practique yoga a olvidarme de poner sal en la sopa a comer sola a que el televisor se descomponga a que las píldoras para el insomnio no me hagan efecto ahora a que mi vecina (que es loca) insista e repetir la absurda historia de que una noche yo salí al balcón ebria y sin ropa agitando un diario que decía MUJER ASESI-

NADA y gritando: yo vi cómo la amenazaban la vi forcejear desesperada y vi que miraba mi coche esperanzada y sentí un miedo tal

que aceleré la marcha (…me podrían acusar de encubridora)

Autor desconocido
Saul Leiter, In My Room
Carlos Fuentes Diseñado por: Citlali Sandoval
7A 21 DE JUNIO DE 2023 TIERRA Y LITERATURA

Fantasmas

El origen de los fantasmas data desde épocas remotas, se ha hablado de ellos en casi todas las culturas. Desde siempre han existido testimonios y relatos sobre estos seres, siendo elemento de historias, mitos y leyendas muy populares.

A lo largo de la historia, la gente ha creído en lo sobrenatural cuando se encuentra ante un hecho incomprensible.

Etimológicamente, la palabra fantasma se deriva del griego phainesthai, que significa: aparecer, mostrarse, hacerse visible, brillar. Para los griegos, fantasma significaba reflejo y hacía alusión a las imágenes que podemos crear en nuestra mente. En psicoanálisis, esta palabra se utiliza para hacer referencia a una serie de imágenes mentales o recuerdos, que logran perturbarnos.

Actualmente, la forma más común en la que se utiliza la palabra fantasma es para referirse a la personificación de espíritus o almas que se manifiestan entre los vivos, de forma perceptible y generalmente, en los lugares que frecuentaban mientras vivieron o asociados con personas cercanas. Creer en fantasmas es la creencia paranormal más común del planeta.

Al tocar este punto, será inevitable dejar de hablar sobre la muerte, experiencias cercanas con espíritus y demás creencias que se extienden hacia otras dimensiones. Es un tema que va ligado a lo espiritual y religioso. Quien cree en fantasmas, es casi seguro, que creerá que existe una vida después de la muerte.

Algunos grupos consideran a los fantasmas como almas que penan porque no pueden encontrar descanso tras su muerte y quedan atrapados entre este mundo y el otro. La creencia general supone que un alma no encuentra descanso porque ha dejado una tarea inconclusa.

El alma puede aspirar a encontrar el cielo, el infierno o el purgatorio, dependiendo de cómo fue su vida en la tierra.

Es común que alguien que pierde a un ser querido lo siga viendo en forma de fantasma. Es una manera de tranquilizarse y resignarse, de saber que a pesar de lo sucedido, pueden seguir teniendo un acercamiento y comunicación. De acuerdo con las creencias espirituales, culturales y religiosas de cada quien, será la manera en la que se encontrará con un fantasma.

La mayoría de los fantasmas que la gente ve están en ellos mismos, son proyecciones mentales para manejar ciertas situaciones; dependiendo de sus creencias tratan de buscar la respuesta más lógica. A pesar de que esta sea una creencia universal, cada quien tiene su propia imagen acerca de un fantasma y lo describe de manera única y personal.

En la mayoría de las culturas, los fantasmas se asocian con una sensación de miedo, otras veces esta creencia es confortante porque se les ve como protectores. Es común que estos seres sean perceptibles en la oscuridad y en la soledad. En la noche hay sombras, luces, silencio y se escuchan sonidos que normalmente en el día no se logran escuchar. Todo esto ayuda a la visión de fantasmas.

En el cerebro existe un proceso que completa lo que falta según nuestros conocimientos. Es necesario para dar un sentido lógico a las cosas que parecen no tenerlo. Generalmente, la cultura en la que nos

encontramos inmersos nos enseña a creer en fantasmas. Nuestros padres y nuestros abuelos nos han enseñado a ponerle nombre a todas las cosas que desconocemos o no llegamos a comprender. En este caso, los fantasmas son una serie de acontecimientos fácilmente explicables, pero mal interpretados, que, por la imaginación, sugestión o diversas creencias, terminamos considerándolo como un acontecimiento paranormal.

El cerebro tiene la función particular de reconocer rostros y puede formarlos en donde parece haber alguno, podemos formar rostros en las nubes, rocas y en cualquier parte que no tenga una textura uniforme. Al ver una sombra o algo difícil de reconocer, nuestro cerebro tratará de reconocer formas lo más parecido a lo que conozca. Cuando esto sucede en sujetos que tienen la representación social de un fantasma, lo más lógico es que piensen que se acaban de encontrar con uno. Sucede algo similar con los sonidos, cuando alguien está esperando escuchar algo en particular, es muy probable que el cerebro interprete esos sonidos y la situación se convierta en un encuentro con el más allá. Entre las características que un sujeto presenta al estar frente a un fenómeno que considera paranormal están: sentirse vigilado, sensación de frio, escuchar extrañas frecuencias o ver cosas inexplicables, etc. Pueden ser consideradas como aspectos de la sugestión, de cuadro de paranoia, de alucinaciones, etc.

Así pues, cuando alguien afirma que vio un fantasma es de suponerse que vio una luz, una sombra, escuchó un ruido o algo se movió; si el sujeto no investiga y trata de darle una explicación coherente, dirá que acaba de acercarse a un hecho paranormal. Las personas que se guían por la curiosidad, al tener una experiencia de este tipo prefieren investigar y finalmente encuentran una respuesta lógica a lo que sucedió.

La creencia de fantasmas se extiende por todo el mundo, pero algo no debe de ser verdad porque mucha gente lo crea. Creer que existen almas divagando entre los vivos es creer en la existencia de una vida después de la muerte, esto nos tranquiliza.

La muerte de los pobres

Diseñado por: Citlali C. Sandoval

Es la Muerte que consuela, ¡ah! y que hace vivir; Es el objeto de la vida, y es la sola esperanza Que, como un elixir, nos sostiene y nos embriaga, y nos da ánimos para avanzar hasta el final;

A través de la borrasca, y la nieve y la escarcha, Es la claridad vibrante en nuestro horizonte negro, Es el albergue famoso inscripto sobre el libro, Donde se po-

drá comer, y dormir, y sentarse; Es un Ángel que sostiene entre sus dedos magnéticos El sueño y el don de los ensueños extáticos, Y que rehace el lecho de las gentes pobres y desnudas; Es la gloria de los Dioses, es el granero místico, Es la bolsa del pobre y su patria vieja, ¡Es el pórtico abierto sobre los Cielos desconocidos!

— s. f.
The
Death of the Pauper,
Alexandre Antigna
8A TIERRA Y LITERATURA 21 DE JUNIO DE 2023
Fotografía espiritual, Henri Robin

!Nuevos bichos! (galería)

Cartel relacinado con el programa “El paraíso y la Peri”(shumann).

21 DE JUNIO DE 2023 TIERRA Y LITERATURA 9A
Diseño de cubiertas de disco de vinil a partir del álbum “The essential” (dave brubeck). Diseño de cubiertas de disco de vinil a partir del álbum “The essential” (dave brubeck). Infografía del “Cartel de la película Cabaret”. Infografía del “Cartel para el evento de conferencias y presentación de nuevas series”. Cartel con gráfica de boleto de estacionamiento, redireccionado a talleres libres de la UGD.

Carlos Fuentes

La muñeca reina

En «La muñeca reina», asistimos a múltiples viajes temporales. El narrador, ya un hombre maduro, encuentra en un libro de su infancia una tarjeta en la que se halla escrita una frase en caligrafía infantil: Amilania no olvida a su amiguito y me buscas aquí como te lo dibujo. Esa tarjeta es una magdalena proustiana que despierta en el narrador la memoria del tiempo perdido de su infancia. En ese tiempo, el narrador era un joven al que no le interesaba la educación tradicional y se pasaba las horas leyendo en el parque. Allí, una niña de siete años, Amilania, se hace amiga de él. Cuando la recuerda, Amilania carece de movimiento, y aparece fijada para siempre, como en un álbum de fotos: «detenida en su carrera loma abajo… sentada bajo los eucaliptos… boca abajo con una flor entre las manos… viéndome leer, detenida con ambas manos a los barrotes de la banca verde». Que la memoria tenga la fijeza de las fotografías prefigura el desenlace del cuento: diversos críticos (Morin, Barthes, Sontag, Cadava) han escrito acerca del vínculo entre fotografía y muerte: la fotografía es una presencia que ya es ausencia, un instante detenido en el tiempo, destinado a sobrevivir en una placa de nitrato mientras el tiempo sigue

Alejandro Casona

fluyendo y acumulando edades y llevándose consigo a los seres fantasmales que pueblan las imágenes fotográficas.

El narrador y Amilamia dejarán de verse y seguirán caminos distintos. Alrededor de quince años después, la tarjeta encontrada en el libro hará que el narrador regrese al parque. Allí, descubrirá eso que Proust sabía tan bien: la memoria es capaz de dotar a la realidad de una pátina de gloria de la que ésta carece. El recuerdo mitificado es superior a la realidad:

impotente?» Los padres, desesperados, le preguntan tres veces cómo era su hija, y el narrador descubre que, en cierta forma, los seres humanos están hechos de tiempo, son las memorias que guardamos de ellos: «Cierro los ojos. Amilamia también es mi recuerdo. Sólo podría compararla a las cosas que ella tocaba, traía y descubría en el parque. Sí. Ahora la veo, bajando por la loma. No, no es cierto que sea apenas una elevación de zacate».

Cuando el narrador entra al cuarto de Amilamia, descubre

«detenido ante la alameda de pinos y eucaliptos, me doy cuenta de la pequeñez del recinto boscoso… Y la colina… Apenas una elevación de zacate pardo sin más relieve que el que mi memoria se empeñaba en darle».

El narrador, intrigado, comienza a averiguar hasta dar con la casa de Amilamia cerca del parque. Allí descubrirá a dos seres -los padres de Amilaniapresos del tiempo, de los recuerdos: Amilamia está muerta. El narrador se pregunta: «¿Cuántos años habrá vivido el mundo sin Amilamia, asesinada primero por mi olvido, resucitada, apenas ayer, por una triste memoria

que los padres lo han convertido en un recinto mortuorio: «al frente, al alcance de mi mano, el pequeño féretro levantado sobre cajones azules decorados con flores de papel, esta vez flores de la vida, claveles y girasoles, amapolas y tulipanes, pero como aquéllas, las de la muerte, parte de un asativo que cocía todos los elementos de este invernadero funeral en el que reposa… ese rostro

La sirena varada

El argumento de la obra es el siguiente: La Sirena Varada es una obra que profundiza en una de las aspiraciones más ambicionadas por el hombre: la de escapar a su realidad.

Narra la locura de un grupo de personas que deciden abandonarse a vivir en un mundo de sueños, donde el sentido común deja de existir. Es entonces cuando aparece el personaje principal de la obra, identificado únicamente como «Sirena». La historia de amor entre este personaje y el fundador de la comuna en la que vivían, y la imposibilidad del amor en un mundo irreal les lleva a enfrentarse a la realidad, por dura que esta sea.

El texto fue escrito en 1934, en plena II República española, y en ella vemos ciertos elementos fantásticos que le acerca a algo similar al realismo mágico que triunfaría en Latinoamérica en la segunda mitad del S.XX. Esto le granjearía críticas, ya que, en aquellos años, utilizar elementos tan ficticios podía ser interpretado como una evasión de la realidad. Sin embargo, Casona nos muestra cómo todo ello fracasa frente a la vida real, que continúa su curso sin detenerse ante nada.

La protagonista es identificada como Sirena, una mujer que, maltratada por la realidad, decidió esconderse en un mundo fantástico, consiguiendo que la totalidad de personajes secundarios se identifiquen con ella. El único personaje cabal es Don Florín, que es la figura que pone el contrapunto de cordura a la obra. Casona sabe realizar un buen tratamiento de sus personajes, como ya hizo en Nuestra Natacha y en tantas otras.

Pese a que el texto se puede enmarcar dentro de la comedia, esta es irónica, sarcástica y con una temática compleja. En muchos puntos es surrealista, dado el argumento, y en el tramo final se torna dramática. Huye del sentido común y de los convencionalismos para darnos una historia cuyo trasfondo no pudo ser más descorazonador: la fantasía está destinada a fracasar cuando se enfrenta a la realidad.

Y pese a ello, no puedo dejar de recomendar su lectura. Es enérgica, divertida y reflexiva, y dejará un poso en el lector. Es una de mis obras de teatro favoritas, por ese sabor amargo que deja al final. Sin duda, desde CLI os animamos a haceros con un ejemplar, que podéis comprar aquí.

inmóvil y sereno, enmarcado por una cofia de encaje, dibujado con tintes de color de rosa…».

Amilamia está representada por una muñeca-reina de porcelana, un «falso cadáver» entre las sábanas y junto al acolchado. La Reina de las fantasías del narrador ha adoptado la máscara inmóvil de la muerte. Casi un año después, el narrador descubrirá que si los padres de Amilamia continuarán para siempre atrapados en el culto de la muerte, él, más bien, podrá volver a la afirmación de la vida: «La verdadera Amilania ya regresó a mi recuerdo y me he sentido, si no contento, sano otra vez: el parque, la niña viva, mis horas de lectura adolescente, han vencido a los espectros de un culto enfermo».

Toda la obra de Carlos Fuentes se pregunta: ¿cuál es la edad del tiempo? El cuento «La muñeca reina» responde: aquella que muestra nuestro paso de niños vivaces a muñecas mortuorias de porcelana, de jóvenes perdidos en los libros a imágenes congeladas y frías en un féretro. La edad del tiempo es la edad de la muerte. ¿Qué hay detrás de las máscaras de las muñecas, de la inmovilidad de las fotos en el álbum? La vida, que, a través de los recuerdos, gracias a nuestra memoria, es capaz de vencer a la muerte.

Instalados en el tiempo, los seres humanos están condenados al fin; pero en el transcurso de ese tiempo tienen muchas oportunidades, fugaces todas, para liberarse de sus ataduras y trascenderlo.

Diseñado Por: Karla González Diseñado Por: Karla González Sirena, fanArt.
21 DE JUNIO DE 2023 10B
IDEAS PERDIDAS
Carlos Fuentes. La muñeca reina, editorial Alianza (1972) Madrid, España.

El séptimo sello Det sjunde inseglet. Ingmar bergman. Suecia, 1957.

Por fríos e incrédulos que seamos en cuanto a los aspectos espirituales y trascendentes de la existencia, siempre nos asaltan las inquietudes y las preguntas sobre la muerte. La muerte es uno de los arquetipos fundamentales, que subyace, dialoga, interroga, asusta, alecciona, espera pacientemente y, con entera seguridad, aparece. ¿Qué hay más allá de la muerte? Dante se atrevió a concebir y a describir una estructura completa de mundos infernales y celestiales, en los cuales los hombres representan una divina comedia, un más allá como el más acá, en el cual se cumplen con plenitud terrenal los sueños y los deseos o se castiga sin remedio ni excusas. En esa divina comedia,

que quizás responde a las difíciles épocas que vivían los cristianos entre los años 60 y 100, abundantes en terremotos, erupciones volcánicas, hambrunas, guerras y persecuciones. En épocas como esa había lugar para la profecía y el simbolismo.

la muerte es el tránsito hacia experiencias terrenales exaltadas. En El séptimo sello, la muerte es la protagonista, pero como en el libro del Apocalipsis, del cual se ha tomado la idea, al “abrir el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo…”. Cuatro de ellos son anunciados por jinetes montados en corceles de cuatro colores: blanco, bermejo, amarillo y verde (pureza y victoria, desgracia y miseria, violencia, muerte). El

Ingmar Bergman plantea una compleja alegoría de símbolos y personajes en El séptimo sello, quizás respondiendo a la época en que se filmó, en la cual la humanidad estaba bajo la amenaza de destrucción nuclear, sin que al parecer se hubieran aprendido las lecciones de dos terribles guerras mundiales. Para ello, nos cuenta una historia basada en una obra teatral propia, desarrollada en la Suecia medieval, en época de las Cruzadas. Se trata de una de las mejores películas de este prestigioso director, considerada una obra maestra del cine mundial, que fue abundantemente premiada y aclamada. Narra la historia de un tal Antonius Block, caballero sueco que, junto a su escudero, regresa de una de las Cruzadas a su pueblo y lo encuentra bajo el azote de la peste y de la ignorancia. La Muerte aparece soberana, magníficamente representada, pero el caballero la reta a un juego de ajedrez, idea inspirada en un mural del pintor medieval Albertus Pictor. Las escenas de esta partida son memorables, serenas y transcendentes, como pocas otras en el cine. Nos hacen pensar sobre la vida como un juego contra la muerte, un juego que de todas formas vamos a perder, aunque depende de nuestra creatividad e inteligencia ganarle tiempo a la muerte, para agregar días a la vida, para encontrarle sentido y respuesta a

de ajedrez contra la muerte, que también nos aporta respuestas profundas, aunque puede que no las captemos. En el filme aparecen recurrentemente Jof y Mia, actores ambulantes que pacifican los rigores de los pueblos. Rigores que incluyen la quema de mujeres condenadas a la hoguera por brujería, violaciones de mujeres indefensas a manos de hombres hipócritas, flagelantes en procesión que se azotan para escapar de la peste, seres burlones que se ríen y se aprovechan de los débiles. Es poco lo que pueden lograr las actitudes caballerescas de Antonius para resolver todos estos males. La muerte, aparentemente, prevalece con su solemne danza, su guadaña y su reloj de arena.

A modo de tablero de ajedrez, la película combina los blancos y los negros en armonías altamente simbólicas de gran belleza. Se podría decir que el blanco y el negro son esenciales. Aparecen en el paisaje, en los trajes de los personajes y singularmente en la Muerte misma, con su cara blanca y brillante, de texturas suaves, casi apacibles, en contraste con su traje y su capa, profundamente negros. La muerte juega con las fichas negras del ajedrez y la partida transcurre en una playa, con el mar oscuro y el cielo claro. Un caballo negro cruza la escena a lo lejos. La peste que azota a la población es la peste negra. Un resplandor claro, luminoso, muestra en el cielo la respuesta a palabras de esperanza de Mia, pero no sin que un ave negra vuele omnipresente. Se trata de blancos y negros que se alternan

y los jugadores de la vida deben aceptar que cada jugada que se hace en el tablero da lugar a movimientos que transitan por la luz del blanco y por la oscuridad del negro.

de que ya se había terminado el día de filmación. Esa escena final es ciertamente una joya del cine. Las figuras, a lo lejos, en silueta; las palabras de Jof describiendo la danza, mientras suenan suavemente unos tambores, silva el viento, susurra el mar y cantan unas voces, solemnemente. Todo ello forma un conjunto inolvidable. Pero se trata de una visión, solo que Mia, la esposa de Jof, no la ve y tampoco perturba a su pequeño hijo. Ellos siguen en su carromato, y la humana tragicomedia de la vida continúa, de tal manera, que al final, la Muerte siempre pierde la partida. Por lo menos hasta ahora.

21 DE JUNIO DE 2023 IDEAS PERDIDAS
Una serie de siete sellos se va desplegando en el Apocalipsis, representando escenas de sufrimiento, muerte, guerra, peste, hambre.
Diseñado Lámina fotográfica ‘El séptimo sellopóster. Muestra de sección propia del cartel de la película ‘el séptimo sello’.
Bergman utiliza a plenitud el paisaje, especialmente los cielos y el mar. Se dice que la escena final, en la cual la muerte se aleja danzante en una colina lejana, con los personajes que han muerto, fue filmada cuando el director se dio cuenta de los tonos misteriosos del cielo, a pesar 11B

Cómo se siente perder un premio nobel

Diseñado Por: Karla

¿Qué distingue a los traductores de otros eslabones de la cadena libresca? Nada los define mejor que un término robado a la zoología: anfibios. Como pocos, los traductores experimentan el tormento placentero de llevar una vida doble. Se juegan el nombre para deleitar a dos antagonistas igual de severos: el autor de una obra y su futuro lector.

Dice Alberto Manguel que “traducción es el nombre que usamos para designar el acto más íntimo de la lectura, porque toda lectura es una traducción”. Entonces, ¿renunciar a esa transacción lingüística equivale a privarse del placer de la intimidad?

En 2005, la traductora estadunidense Laura Esther Wolfson fue invitada al PEN World Voices como intérprete de la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, quien por entonces era un personaje más bien desconocido para la mayoría. Nadie imaginaba que diez años más tarde la autora de Voces de Chérnibil ganaría el Premio Nobel de Literatura.

Entrenada desde la universidad en lengua y cultura rusa, Wolfson resultó ideal para el trabajo. La calidad de su interpretación simultánea consiguió que Alexiévich contactara a su agente para proponerla como encargada de traducir sus libros al inglés.

Su desempeño en aquella sesión la elevó a una posición de superestrella local de la traducción. Pronto comenzaron a llover las ofertas para trabajar con otros autores rusoparlantes. Su futuro cercano se antojaba prometedor. Excepto que una enfermedad respiratoria crónica y costosa frenó su despegue. Aun con una precaria salud a cuestas, Wolfson halló tiempo y energía para realizar las pruebas de traducción que solicitaba la editorial.

Las siguientes líneas pertenecen a Perder el Nobel, ensayo ganador en 2017 del premio Notting Hill Editions que se otorga en Reino Unido, y que publicó en México la editorial Gris Tormenta.

Escribe Wolfson:

“Terminé las páginas y las dejé a un lado. Cuando volví a ellas unos días más tarde, me sentí desconcertada: ¿Qué le había hecho a Svetlana? Todo en mi interpretación era correcto, pero nada estaba bien. [...] Rechacé el proyecto alegando problemas de salud”.

Pero Wolfson sabía que no era su enfermedad el verdadero motor de aquel rechazo.

De brandon sanderson

Por ander terrones arellano

Era la sensación de impotencia ante la imposibilidad de extender con honorabilidad el acto literario de Alexiévich a su propia lengua.

¿Cuántas horas habremos malgastado pensando en las oportunidades perdidas?

En 2015, cuando el mundo por fin descubrió la literatura de Alexiévich tras el anuncio del Nobel, Wolfson pasó días y noches alternando la recriminación a sí misma con reflexiones sobre las circunstancias desaprovechadas. Pero consiguió lo que pocos logran: encauzar sus frustraciones hacia la creación. Así, encontró tiempo para dedicar a sus propias aspiraciones como escritora, aunque no abandonó por completo la traducción, ese oficio que adoptó con la entraña de quien defiende a su patria en un combate, y que ejerció incluso en los linderos de la convalecencia.

En Perder el Nobel, Wolfson traza su propio viaje del héroe, con sus vicisitudes, rechazos, profundidades y recompensas. Y, claro, su propio retorno a casa, luego de haber hallado el elixir del conocimiento.

«El imperio final»

Diseñado Por: Karla González

«Nacidos de la bruma», o «Mistborn» en inglés, consta de siete libros, por ahora. Y se divide en eras. En esta primera entrega vislumbramos un mundo feudal triste y deprimente, del que llueve ceniza y se llena de brumas por la noche, dominado por un emperador-dios que lleva mil años en el poder, conocido como el lord Legislador. Desde el principio de la novela, una rebelión se está gestando y somos espectadores de ella a través de los protagonistas, que forman parte activa y son los líderes y creadores del movimiento.

El estilo de Sanderson no destaca por sus florituras a la hora de narrar o por descripciones exhaustivas. Muy funcional, el estadounidense se limita a contar la historia sin darle gran importancia a la forma en la que lo hace, más allá de escribir de forma clara y entendible.

Las escenas de acción son su punto fuerte. Si bien el sistema de magia que utiliza, la alomancia, y sus leyes pueden resultar algo confusas, Sanderson cuenta las luchas de forma épica y peliculera, aprovechando todos los recursos a su alcance para que el lector se pueda imaginar la escena.

Se nota en gran medida su influencia con los videojuegos, algo normal siendo un autor contemporáneo. El sistema

Este autor está llamado a dominar el género fantástico las próximas décadas con decenas de entregas de este universo ya programadas y con adaptaciones cinematográficas no muy lejanas.

de magia antes mencionado recuerda sin duda a lo que un personaje puede hacer en un juego. Es algo positivo para los más jóvenes, que entenderán con mayor facilidad la mecánica y que, además, conectarán mejor con la historia.

La historia de «El imperio final» contiene muchos lugares comunes, por lo que el lector no encontrará dificultades para internarse en los recovecos de Luthadel, la ciudad en la que se desarrolla la mayor parte de los hechos. Además, Sanderson concentra todas sus energías en hacer una escritura correcta y sencilla que logre conectar con todo tipo de lectores.

Los personajes están bien construidos pero su desarrollo no es el centro de la obra, si bien el personaje protagonista, Vin, una joven pobre pero con un extraordinario poder acogida por la rebelión, tiene un claro cambio del que somos conscientes a través de las hojas y los capítulos.

La historia está narrada desde los puntos de vista de los personajes, la mayoría de las ocasiones de Vin y de Kelsier, el líder de la rebelión. Esto hace que el autor no tenga que contar en su totalidad todos los hechos contra el gobierno, le vale con mencionarlo en boca de un personaje.

En conclusión, «El imperio final» es una buena novela de fantasía épica, la primera de una saga extensa dentro de un universo más extenso. La historia tiene los ingredientes suficientes como para calar en la sociedad, por lo que es probable que estemos ante el autor del futuro. Sus adaptaciones cinematográficas están al caer, y puede venirle como anillo al dedo a la época de universos y sagas inacabables. Sanderson parece una fuente de ideas inagotable y de calidad, por lo que tiene todo lo necesario para hacerse un hueco importante en la cultura popular.

IDEAS PERDIDAS 21 DE JUNIO DE 2023
«El imperio final» es la primera novela de la saga “Nacidos de la bruma” de Brandon Sanderson, situada en un extenso universo literario llamado “Cosmere”.
El imperio final,novela de Brandon Sanderson.
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“Violeta”

“De allende es un relato épico suramericano – “violeta”, por isabel allende. (Random house)

Diseñado Por: Karla González

La más reciente novela de la escritora chilena Isabel Allende es “Violeta”, un relato épico que transporta a los lectores a lo largo de un siglo de historia sudamericana, a través del colapso económico, la dictadura y desastres naturales como un terremoto y un huracán.

Desde las secuelas de la Primera Guerra Mundial hasta la actualidad, la narradora, Violeta del Valle, cuenta la historia de su vida en un país sudamericano sin nombre en una extensa carta a su nieto Camilo.

Violeta cuenta cómo vivió la pandemia de la gripe española como la menor y la única hembra de cinco hermanos. Luego que su padre lo pierde todo en la Gran Depresión, la familia debe renunciar a su comodidad en una vieja mansión en la capital y adoptar una vida más modesta en el sur rural del país.

“Violeta” recuerda la novela más conocida y exitosa de Allende, “La casa de los espíritus”, que entreteje lo personal y lo político en una saga que se extiende a lo largo de décadas

También detalla los horrores de las dictaduras de la década de 1970 en América del Sur, en las que decenas de miles de presuntos opositores políticos fueron secuestrados, torturados y asesinados, a menudo a través de la Operación Cóndor, una alianza respaldada por Estados Unidos entre los gobiernos militares de derecha de la región.

“El gobierno estaba cometiendo atrocidades, pero podías caminar por la calle y dormir tranquilo por la noche sin preocuparte por los delincuentes comunes”, escribe Violeta sobre esos tiempos represivos.

El hijo de Violeta es un periodista que busca exiliarse, primero en Argentina y luego en Noruega, tras enterarse de que está en la lista negra de la dictadura.

Violeta sospecha que el padre de su hijo está involucrado en la represión a través de su trabajo como piloto. Gran parte del libro trata sobre la relación larga, apasionada pero problemática de Violeta con el padre de su hijo después de un matrimonio breve y poco satisfactorio. En última instancia, obtiene satisfacción al final de su vida con un diplomático y naturalista jubilado.

Considerada la autora en español más leída del mundo, Allende es conocida por numerosas novelas que incluyen “Eva Luna”, “De amor y de sombra” y “Largo pétalo de mar”, así como libros de no ficción como sus memorias “Paula” de 1994.

Allende dejó Chile para exiliarse dos años después de que Salvador Allende, primo hermano de su padre, fuera derrocado en el golpe de 1973. Vivió durante años en Venezuela antes de radicarse en Estados Unidos.

Ella entró por la ventana del baño

Diseñado Por: Karla González

Algún día se escribirá la historia de ese subgénero de la literatura policial que podría bautizarse como narconovela, un arco variopinto que va –por citar dos ejemplos– de los libros de Don Winslow a La Reina del Sur, de Arturo Pérez-Reverte. El mexicano Élmer Mendoza (Culiacán, 1949) fue uno de los precursores de la tendencia. Ya en Un asesino solitario, de 1999, aparecía reflejada la preminencia de ese tipo de criminalidad en su país, que no haría más que acentuarse con el tiempo.

de los libros de Mendoza que había hecho su aparición en Balas de plata (2008) y prolongado su tarea en otras cuatro novelas. La nueva trama lo encuentra con la misma estampa, activo, impasible y sarcástico. Todo en ella hace eco a parte de la frase de Fernando del Paso que figura como epígrafe:

Ella entró por la ventana es la nueva entrega protagonizada por el detective Edgar “el Zurdo” Mendieta, personaje recurrente

Impulsándose en un lenguaje escueto, con marcas del habla de Sinaloa (estado natal de Mendoza, arrasado por los capos), el libro logra en pocas páginas entreverar más de un argumento. El zurdo Mendieta debe atrapar a un peligroso criminal que se escapó de la cárcel, un exmilitar dedicado al tráfico de drogas. Al mismo tiempo, tiene que encontrar al viejo amor de un empresario octogenario y moribundo. En el medio, los mensajeros de una amiga –jefa del Cártel del Pacífico, para mayor equívoco– acuden a echarle una mano. Un policial seco, ásperamente mexicano, tan vertiginoso que los diálogos no llevan guiones.

21 DE JUNIO DE 2023 IDEAS PERDIDAS
Élmer Mendoza Portada de “Violeta” de Isabel Allende, en su edición en inglés. Ella entró por la ventana del baño, Élmer Mendoza.
“¿Cuándo permitimos que México se corrompiera hasta los huesos?”
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una muerte anunciada”

del escritor Gabriel García Márquez, ganador del premio nobel de literatura del año 1982.

El discurso narrativo esta dado como una crónica periodística, comenzando el libro por el final.

En el transcurso de la crónica se puede apreciar como el autor juega con el tiempo y es que no solo comienza con el final y sigue por los motivos del pasado que llevan al trágico desenlace, sino que se va a un periodo pasado más cercano a la redacción de la obra literaria para dar a conocer los resultados y consecuencias y finalizar el libro regresándose de nuevo con el trágico final.

El orden esquemático del libro es así: Conclusión - InicioDesarrollo - Conclusión.

A continuación la historia narrada esta expresada con un discurso narrativo convencional (Inicio, desarrollo y conclusión):

El libro se centra principalmente en dos vidas: la de los Nasar y los Vicario. Ángela Vicario y Bayardo San Román se casan por arreglo matrimonial como se acostumbraba en la antigüedad pero la regresa a sus padres porque descubre que ya no era virgen. Al regresar, sus hermanos, Pablo y Pedro Vicario le preguntan quién la había desvirgado y ella contesto que fue Santiago Nasar, supuestamente, ya que se decía que ella estaba protegiendo

a alguien que de verdad amaba. Los hermanos Vicario se decidieron matarlo para recuperar el honor de su familia.

Santiago Nasar era hijo de inmigrante árabe. Santiago había sido uno de los asistentes de la boda y al siguiente día esperaba la llegada del obispo al pueblo, quien no bajaría del buque decepcionando a toda la población. En lo que iba del día no estaba enterado de que lo iban a matar a pesar de que la mayoría de los pobladores ya lo sabían él lo supo únicamente unos minutos antes de que los gemelos Vicario le dieran muerte a cuchilladas.

Como mencioné, a pesar de que casi todo el poblado sabía que iban a matar a Santiago Nasar nadie lo previno y cuando Cristóbal Bedoya lo quiso hacer se vio interrumpido y al final no pudo llegar a tiempo.

Otra persona que también interfiere con los planes de los hermanos Vicario es el alcalde al quitarles los cuchillos, lo cual no sirvió de nada debido a que ellos fueron por otros.

A Santiago Nasar se le aplica una autopsia y después se manda a los hermanos Vicario a la cárcel quienes terminan saliendo tres años después para irse a otro poblado.

Ángela Vicario madura y comienza a escribirle cartas a San Román durante diecisiete años sin respuesta alguna hasta que él se presenta con ella para quedarse.

El lugar que describe el narrador en la crónica es una provincia fluvial localizada en el Caribe. Se puede obser-

var que es un poblado que maneja bastante la ganadería ya que se menciona mucho la crianza de gallinas, gallos, cerdos, vacas, etc. También se menciona un muelle para la llegada de buques.

Por la descripción del lugar y uno que otro acontecimiento mencionado, además de que el narrador se puede identificar que es el mismo autor, podemos hacer una hipótesis de que del lugar del que habla es de Aracataca en Magdalena, Colombia, municipio en el que nació Gabriel García.

En la historia se habla de dos años principalmente. El primero fue el año anterior a la muerte de Nasar, en este llega Bayardo San Román en el mes de agosto. El segundo es en el que se da la muerte de Nasar un día lunes de febrero y un día anterior había sido la boda entre Ángela y Bayardo. Por ser una crónica da horas, desde que se levanta a las 5:30 del lunes hasta unos minutos antes de su muerte.

La crónica se prolonga más con la investigación por parte del narrador de lo que sucedió años después de la tragedia.

La época donde tiene contexto la narración es la de mediados de siglo XX y también menciona lo que son principios del mismo siglo.

El narrador hace mención de la migración de los árabes, y tomando en cuenta el lugar de nacimiento del autor se puede decir que hace referencia a la migración de estos a su país natal, Colombia.

IDEAS PERDIDAS 21 DE JUNIO DE 2023
Fotograma de la película Crónica de una muerte anunciada, de Francesco Rosi.
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En el texto se puede observar que se les menciona “turcos” a los árabes de la misma forma en que los nativos de Colombia les llamaban a los inmigrantes de los países que eran sometidos por el Imperio Otomano.

El personaje protagonista por excelencia es Santiago Nasar quien tenía una vida buena en lo que cabía hasta que los antagonistas de la novela aparecieron para intentar quitarle la vida, lográndolo después. Los verdugos de Nasar, Pedro y Pablo Vicario no hubieran podido lograr su cometido si alguien los hubiera detenido (en parte ellos querían eso, pero nadie los detuvo). En muchas ocasiones muchos personajes secundarios interactuaron con estos tres últimos, ocasionando al final la muerte de Nasar.

A Ángela Vicario se le podría considerar como un personaje secundario al ser una víctima o tomándolo con otro enfoque podría verse como antagonista al “mandar” a matar a Santiago básicamente en caso de que ella estuviera ocultando a su verdadero amante.

Los siguientes personajes mencionados se podrían considerar secundarios: Victoria Guzmán y su hija Divina Flor sabían de lo que le esperaba a Santiago y la primera se quedó en silencio por un rencor que le guardaba mientras que Flor por ser pequeña no menciono nada por miedo contribuyendo a que el pobre Santiago siguiera sin saber nada. Por su parte, el padre Carmen Amador se quedó en una posición neutra dejándole el cargo de la responsabilidad de solución a los civiles.

Plácida Linero además de ser clave de la historia por su influencia en su hijo, se sabe que al final ella misma es la que cierra la puerta de la casa para “evitar” que mataran a su hijo, siendo lo contrario ya que este no pudo pasar y lo acuchillaron.

De forma contraria, Cristóbal Bedoya intentó prevenir a su amigo Santiago pero no tuvo éxito.

El alcalde Lázaro Aponte fue el único que si pudo intervenir para frenar el asesinato como ya se había mencionado quitándole los cuchillos a los hermanos Vicario aunque no tuvo éxito.

Flora Miguel toma un papel importante en la muerte de Nasar al molestarse con él, ya que si no lo hubiera hecho él se tendría que haber quedado y no hubiera tenido que salir para encontrarse con sus verdugos.

Nahir Miguel, padre de Flora le recomienda dos cosas quedarse en su casa o salir con uno de sus rifles, pero Santiago sale enfadado de la casa de los Miguel sin aceptar ninguna de las dos.

Clotilde Armenta tenía en su negocio a los asesinos quienes lo estaban esperando ya que enfrente era casa de los Nasar y aunque trató de frenarlos no lo logró.

Yamil Shaium trató de prevenir a Santiago Nasar pero no se lo quiso decir sin antes haber comprobado los rumores.

Los demás personajes se pueden considerar circunstanciales ya que no interferían ni siquiera en algo indirecto. Aunque están fuera de contexto sirven a la historia.

¡¡Nuevos huesos!!

Final del juego

Autor: Julio Cortázar

Editorial: Debolsillo

Diseñado Por: Karla González

Un libro que es básicamente un juego, un juego para el lector. Y su último cuento, Final del juego, es simplemente el final de ese entretenimiento que se desarrolla mientras se lee. En su inagotable variedad, los dieciocho relatos que integran Final del juego abarcan todos los matices de la imaginación y la sensibilidad de Cortázar. Empeñado en transgredir las leyes de la narrativa convencional, en estos relatos Julio Cortázar combina la intertextualidad, un uso inédito de lo coloquial y el juego interminable para hacer entrar al lector en un particularísimo universo donde nada es lo que parece.

Entre los circunstanciales están:

Los hermanos de Santiago Nasar quienes únicamente estaban acompañando a otros personajes.

El obispo es un claro ejemplo ya que nadamas se le menciona y se habla de él sin que este tenga que interactuar con otros personajes importantes.

El autor, por su parte, hace uso de los dos tipos de lenguaje en su novela ya que usa el denotativo al emplear la crónica dando a conocer el hecho y los acontecimientos relacionados y usa el denotativo ya que él también está en la historia y da su opinión.

Por ejemplo en el siguiente párrafo del libro se puede identificar perfectamente: Clotilde Armenta recordaría siempre que el talante rechoncho del coronel Aponte le causaba una cierta desdicha, y en cambio yo lo evocaba como un hombre feliz…

La parte subrayada es el lenguaje connotativo mientras que el resto el denotativo siendo parte de su narración en forma de crónica.

El autor usa el narrador yo para dar sus opiniones y lo que él sabía por sus propias vivencias mientras que también utilizaba el narrador él ya que como su novela es una supuesta crónica el menciona lo que le pasaba a los demás.

El autor nos comparte una moral conservadora utilizada antiguamente a pesar de que actualmente hay pueblos y personas de cualquier lugar que siguen aplicándola. Nos muestra parte de la historia de su pueblo, sus costumbres y nos transmite a una época donde los padres tenían la palabra absoluta haciendo me recordar “La metamorfosis” de Franz Kafka quien basa su historia casi del otro lado del mundo, en Europa, diferenciándose únicamente por unos años pero pudiéndose observar que tanto en América como en Europa los padres tenían el poder absoluto sobre sus hijos y ellos tenían que obedecer sus órdenes sin poder decir nada en contra.

La temática del libro es:

•La recuperación del honor de la familia (específicamente en las provincias).

•La importancia que las personas le dan al sangrado del himen que “prueba” virginidad en la primera relación después del matrimonio.

•Los arreglos de matrimonio que se daban entre familias.

•El comportamiento de algunas provincias.

El libro además de un vasto conocimiento me dejo una enseñanza moral amplia empezando por la importancia de no cometer promiscuidad si es posible. También me enseña que muchas personas pueden saber cosas relacionadas a mí menos yo quien sería el afectado o en su caso el beneficiado.

Por la parte del conocimiento histórico y literal aprendí que un buen libro no necesariamente tiene que seguir las normas del convencionalismo, al igual que las groserías se pueden utilizar dentro de la obra con moderación y utilidad. La historia de los inmigrantes árabes es muy interesante que incluso me hizo investigar los motivos y acontecimientos de su migración.

21 DE JUNIO DE 2023 IDEAS PERDIDAS
Crónica de una muerte anunciada. Novela de Gabriel García Márquez.
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Frankenstein o el Eterno Prometeo

Autora: Mary Shelley

Editorial: Alma Europa

Diseñado Por: Karla González

Durante el lluvioso verano de 1816, cuatro de los escritores ingleses más talentosos de su tiempo se dieron cita en Villa Diodati. La mansión a orillas del lago Ginebra fue el escenario en que Lord Byron, John Polidori, Percy Bysshe Shelley y Mary Shelley se retaron a escribir una historia de terror. Aquel juego llevó a la autora londinense a crear Frankenstein, una de las grandes cimas del horror gótico y una brillante reflexión sobre la ética científica. La novela narra el intento de un joven estudiante de medicina de crear vida artificial y las terribles consecuencias de su experimento.

Heartstopper

Autora: Alice Oseman

Editorial: VRYA

Diseñado Por: Karla González

Dos chicos se conocen. Se hacen amigos. Se enamoran. ¿Por qué nos empeñamos en hacer complicadas las emociones más sencillas?

Esta historia de amor entre dos chicos, uno de ellos declaradamente homosexual y el otro en vías de autodescubrimiento, nos recordará que hay primeros amores frágiles como el cristal y memorables como el diamante. Con los titubeos propios de cualquier amor adolescente, Heartstopper responde a la manera de sentir de los jóvenes reales, con una visión abierta, natural y sensible sobre el amor y la identidad sexual, sin perder nunca la delicadeza y la emoción.

Canasta de cuentos mexicanos

Autor: Traven B

Edición: Selector

Diseñado Por: Karla González

Canasta de cuentos mexicanos es el resultado de la privilegiada visión de uno de los escritores más destacados del siglo xx: B. Traven, narrador que pudo entender e interpretar como nadie la realidad mexicana. En estos relatos nos describe la vida de los indígenas, resaltando su ingenio, agudeza y mordacidad. Estos textos de prosa sencilla y humor contundente han sido leídos y alabados por generaciones enteras en todo el mundo.

El color favorito

Autor: Valeria Tentoni

Edición: Gris Tormenta

Diseñado Por: Karla González

¿Es la pregunta el inicio de toda escritura? ¿O llega más bien a través del contacto, la lectura, los libros el maestro, como en este caso? ¿Es un oficio que se puede enseñar y aprender? Valeria Tentoni narra un deseo que se transforma en esbozo, luego en escritura, finalmente en libro y aprendizaje, por vías siempre personales y azarosas. En esta oda a la entrevista, en esta admiración al maestro, vemos el recorrido por el que una escritora se construye a sí misma reflejándose en los otros. La colección Editor revela las historias que suceden antes de que un libro sea abierto por un lector: memorias y ensayos literarios sobre los oficios y procesos, largos e inesperados, que ocurren en el backstage del mundo editorial contemporáneo.

IDEAS PERDIDAS 21 DE JUNIO DE 2023
VALERIA TERTONI
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