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Desintegración de la gran familia puertorriqueña y el proyecto de nación en La mirada de René Marqués
Yaira Jorge Mercado
Desintegración de la gran familia puertorriqueña y el proyecto de nación en La mirada de René Marqués
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En 1975, anclada en el paternalismo literario que recurrentemente les imprime a sus obras, René Marqués publica su segunda novela titulada La mirada. Este texto, entre otros aspectos, presenta una mirada sagaz y crítica de la situación sociopolítica en Puerto Rico, mediante la desintegración y el asedio de la “gran familia puertorriqueña”. Este tema repetido en nuestras letras, y asociado con la metáfora de la nación, pareciera seguir en el texto el camino trazado tradicionalmente, pero para plantear sus fisuras, insuficiencia y necesidad de buscar otros horizontes.
Varios estudiosos de nuestras letras, entre ellos Luis Felipe Díaz, han planteado que, a partir de la década de 1930 y, a falta de un plan hacia la independencia política, nuestros escritores comenzaron a elaborar el discurso del “nacionalismo cultural”, basado en la construcción de una identidad nacional que afirmara la cultura puertorriqueña frente a la estadounidense. Esta visión también se observa claramente en Insularismo de Antonio S. Pedreira, al equiparar la metáfora de la gran familia puertorriqueña con el proyecto de nación, cuya finalidad era crear una visión de país con cohesión, unidad y sentido de rumbo, a la sombra de un líder paternal, sabio y autoritario que lo defendiera de las imposiciones del gobierno estadounidense. Este proyecto de nación se caracterizaba por seguir el modelo de la hacienda decimonónica, representado por el hombre intelectual blanco, de ascendencia española, heterosexual y económicamente acomodado, que excluía al resto de los sectores de la sociedad, entre ellos la población femenina, negra, mulata, pobre y marginal. Con un proyecto de nación excluyente como este, las fisuras con el canon literario representado por Pedreira y la Generación del 30 no se hacen esperar. De modo que la metáfora de la gran familia comienza a mostrar contradicciones a partir de la generación del 50, en la que se destaca René Marqués.
La mirada (1975), así como la producción literaria de los últimos años de Marqués, fue catalogada por Arcadio Díaz Quiñones como “un eco decaído” o una “estancada repetición” (20), lo que posiblemente haya contribuido al silencio de la crítica. No obstante, una mirada detenida nos permite apreciarla con otros ojos. De primera intención, la acción de la novela gira en torno a los avatares de una familia que parece seguir el paradigma tradicional; está compuesta por el padre como cabeza del hogar, la madre es ama de casa y los hijos. Este núcleo sigue el modelo paternalista al reafirmarse en los valores provenientes del mundo de los hacendados del siglo XIX, en el que el sustento principal provenía de una economía agrícola. Sin embargo, podemos apreciar serias grietas en el entorno familiar, las que en un sentido amplio sirven para señalar los problemas del modelo.
Una de las instancias en que se aprecia la ruptura del clan es en la emigración de dos de los hijos a los Estados Unidos. El hermano menor, Humberto, reside en Washington junto a su esposa Manuela, a quien él llama Molly, y sus dos hijos. Los padres de Humberto, al no tener noticias frecuentes, le piden a su otro hijo que los visite. Una vez allí, éste se percata de la mentira en la que viven, ya que han pretendido adoptar las costumbres del nuevo país y por todos los medios tratan de ocultar su procedencia. Humberto presenta a su hermano como un “distant relative” (32); suceso que confunde al hermano visitante y lo lleva a pensar que es por su color de piel. Sin embargo, descarta parcialmente esta idea, porque el senador para el que Humberto trabaja es negro. Podemos argüir que el problema, más que racial, es étnico: “-Te avergüenzas de mí como hermano no por negro, sino por puertorriqueño. ¡Qué lástima no ser negro para joderte bien en esta ocasión!” (32). La negación y vergüenza por sus raíces lo lleva a tejer una identidad falsa, pues “Humberto y Molly [pasan] por argentinos en aquel círculo sin identidad” (33). Ante la dura realidad, el personaje principal les miente a sus padres y les presenta una imagen familiar idealizada, sostenida por la que ellos mismos habían creado sobre la vida de su hijo, haciéndoles creer que todo estaba bien y que los extrañaban. De esta forma, la reafirmación del modelo tradicional se presenta como una gran mentira, un engaño evidente que elegimos no afrontar, lo que apunta a su desgaste.
El hermano mayor, Carlos, también emigra a Estados Unidos en busca del sueño americano¹. En la ciudad de Chicago se adentra en el bajo mundo del tráfico de drogas y armas de fuego para hacer dinero fácil y conseguir lujos rápidamente. Este hijo no representa los valores familiares tradicionales, de modo que para la familia este se encontraba: “[…] desaparecido desde hacía siglos, tanto que cuando la madre lo mencionaba ocasionalmente, lo hacía con dolorosa nostalgia como sobre alguien que está muerto” (49). A la muerte simbólica se suma la física cuando más adelante las autoridades encontraron su cadáver acribillado en México. Entonces, el padre se enfrasca en una costosa lucha legal para obtener la custodia de su nieta, producto del matrimonio de Carlos con una bailarina de cabaret. Finalmente, obtienen la custodia de la niña luego de que la madre es hallada sin vida. Una vez más, vemos la estabilidad familiar desintegrada y vulnerable ante la posibilidad de que la niña quede desamparada. Sin embargo, la adopción legal de la nieta se presenta como un deber de la familia para ofrecerle una vida a tono con los valores tradicionales. En otras palabras, el modelo también se resiste a los cambios.
Otro punto que presenta las fisuras del poder del padre en la familia lo podemos apreciar cuando este encuentra a su hijo en la playa masturbándose junto a su mejor amigo y vecino: Julito. Avergonzado, el joven se viste en espera de una paliza; sin embargo, su padre lo toma del brazo y lo obliga a mirarlo fijamente a los ojos mientras le dice: “Eso te lo dio Dios para las mujeres, no para que lo uses solo y mucho menos con otro muchacho” (12). En este suceso, el padre reafirma la rigidez de las normas familiares basadas en la visión tradicional heteronormativa que profesa el discurso paternalista y presenta la masturbación con otro joven como una preocupación de la hombría de su hijo. La imposibilidad de abrirse a otras formas de mirar y entender el mundo, presentada por medio del padre al proponer como única opción una conducta heterosexual, apunta a fisuras en el modelo habitual.
La llegada de la sobrina del protagonista al núcleo familiar constituye otro detonante de la desintegración de la estirpe por el impulso incestuoso que siente el protagonista hacia María, apodada como “la nena”. El incesto no solo es un tema tabú en nuestra sociedad, sino que constituye un elemento definitivo de disrupción en el seno de la familia. La nena comienza a vivir en Puerto Rico cuando el protagonista cursa su segundo año de escuela superior y ella tiene aproximadamente cuatro años de edad. Desde un principio, él se encariña con ella y la considera una persona muy especial en su vida, de tal modo que no sólo la aprecia como sobrina, sino también como hermana y como hija.
La relación entre ellos, en apariencias, sigue el modelo de tradicional en el que él es el padre que protege, domina y justifica sus actos represivos como producto del amor paternal. La teoría de la violencia simbólica que Pierre Bourdieu presenta en su libro La dominación masculina, establece que los seres dominados sienten algún tipo de adhesión hacia su dominador “haciéndolas aparecer de ese modo como naturales” (28). Estas pueden llegar a justificarse con pasiones o sentimientos como el amor, sobre todo dentro de las relaciones de parentesco. Bourdieu explica que la sociedad se encarga de construir la sexualidad y los sexos de los cuerpos, donde el hombre es quien domina y la mujer es el ser dominado. La novela presenta al protagonista y a María sentados bajo el árbol de tamarindo leyendo un libro, la nena le comenta a su tío que ella también llegará a saber tanto como él y que irá a la universidad, a lo que él responde con un tajante no, mientras recuerda un suceso en el que violaron a una estudiante con una botella de Coca-Cola en el centro docente. El protagonista aparenta sobreproteger a su sobrina de los supuestos peligros que podría enfrentar en la universidad –el mundo lejos del seno familiar. Sin embargo, le limita el derecho a la educación, lo que no solo constituye un acto represivo, sino también de control y dominación. El tío ve el cuerpo de su sobrina como un ente que él debe proteger y evitar a toda costa que sea profanado, excusa que utiliza para aislarla y tenerla para él.
La escena del tamarindo también plantea cuestionamientos sobre la sexualidad y el rumbo retorcido de la familia que se niega a mirar hacia afuera. Por ejemplo, cuando la nena le pregunta a su tío por qué el cuerpo de él es diferente y toca su entrepierna para especificar a lo que se refiere, la reacción del hombre no fue la esperada. “El mero roce fue para él una descarga eléctrica y se sintió horrorizado ante la posibilidad de tener ante sí un monstruo, un dragón mítico vomitando fuego, en lugar de la nena con sus ojos verdes inocentemente interrogantes” (23). Esta respuesta inquietante nos lleva a sospechar lo que siente el tío / hermano / padre por la sobrina y podemos argüir que él está proyectando sus deseos reprimidos, pues una niña pequeña no toca la entrepierna de un hombre con un propósito que vaya más allá de un acto curioso. A la nena se le puede atribuir la idea que Bourdieu destaca en su teoría sobre la mujer víctima del prejuicio, cuya identidad está construida a base de prohibiciones y discreciones como parte del tabú que se le atribuye socialmente. El protagonista no es solo incapaz de aclarar la pregunta de su sobrina, ya que la sexualidad habitualmente constituye un tema de hombres, inapropiado para las niñas, sino que se muestra confuso, pierde el rumbo frente a otras fuerzas vivas y procesos ocultos. Mirar a la nena con otros ojos puede entenderse como una falla de un modelo familiar encerrado en sí mismo.
Otro punto que refuerza el argumento de la atracción del tío por su sobrina es la alusión constante a los ojos verdes de ella, que en la novela se presentan con una clara connotación erótica. El protagonista se siente atraído y, en cierta forma, dominado por ellos; tiene miedo de que los ojos verdes de la niña no sean inocentes y busca convencerse de que es ella quien lo incita a pensar que su relación va más allá que un simple parentesco. Sin embargo, no dejan de ser comentarios que provienen de una niña en los que él proyecta sus propios deseos eróticos.
El momento que sirvió como detonante para el desarrollo de la relación incestuosa entre el protagonista y su sobrina fue la muerte de la madre-abuela de la niña. Al momento del deceso, la nena era una joven adolescente de catorce años; el tío debía tener cerca de treinta. La madre era simbólicamente el soporte moral de la familia, víctima del patriarcado, pues no se le permitía opinar en los asuntos familiares. A tono con su papel en la sociedad, antes de morir delegó en su hijo que cuidara del padre y de la nena. Con la muerte de la abuela, la nena presenta una actitud más decidida y se enfrenta a su tío. Se enfrascan en una acalorada discusión, en la que ella cuestiona la legalidad de su adopción y su origen. Es evidente que la nena se siente extenuada de la sobreprotección y prohibiciones por parte de su tío y decide rebelarse, cuestionando el lugar al que pertenece. Ella lo desafía y expone que siente por su tío algo más que un amor de parentesco, que no hay pruebas de que ella sea su sobrina, por el comportamiento promiscuo de su madre, y concluye que cualquiera de los hombres con los que estuvo, podían ser su padre. En medio de la discusión, el tío: “[…] pasó sus labios por la boca herida y besó con pasión, profunda, tierna, brutalmente, sin que importasen los ojos verdes -semientornados- desgarrando ropas hasta que ella dijo: -Julito, hazlo ya, por Dios” (85).
En un aparente lapsus, la nena menciona a Julito, el vecino y amigo del tío con quien ella perdió su virginidad. Del coraje, su tío la agarra por el brazo y se la lleva consigo a un café-teatro, en donde observan un espectáculo que critica el estatus colonial de la Isla. Al terminar, el protagonista lleva a su sobrina al escenario y le da “un bofetón que la [lanza] al piso” (87). Los espectadores aplauden emocionados ante la idea de ser testigos de la representación del imperialismo yanqui y la colonia. Cuando se cansa de pegarle, la agarra por el cuello y la obliga a gritar: “¡Yankees, go home!”. Entonces, el protagonista saluda al público, la levanta y arrastra por el cabello hasta la mesa que habían ocupado antes. En este momento de la narración, la violencia que ejerce el protagonista sobre su sobrina ya no es simbólica, sino física, y en los valores de la familia tradicional, este tipo de conducta es inaceptable.
La nena reacciona de forma sumisa ante los insultos del “tío”, a quien solo le responde con un “te quiero”. Con este comportamiento y por medio de esta escena, se expone el machismo y el poder que ha caracterizado la relación entre ellos. Cuando era pequeña, el poder era ejercido de manera solapada, casi invisible, sin embargo, al crecer se torna violento y se pretende justificar por medio de la falsa moral, el amor y la protección: valores tradicionales de la familia. El protagonista le pide perdón y le confiesa que comenzó a sentir amor por ella desde que era una niña, pero sabe que moralmente su comportamiento erótico y afectivo no es correcto. Según Levi-Strauss, las creencias influyen en la prohibición del incesto por tener consecuencias en la sangre (familia), que representa en la sociedad un símbolo sagrado. Esta familia trata, en la medida posible, de mantener los valores familiares intactos, siguiendo las normas establecidas por la sociedad, sin embargo, la relación incestuosa del tío / hermano / padre con la sobrina / hermana / hija transgrede el orden y limita o anula sus posibilidades futuras.
Una vez el protagonista le confiesa sus sentimientos a la sobrina se van juntos a un hotel, en el que parecen consumar su unión sexual antes de regresar a la discoteca. Allí se desata un incendio en el que la nena queda atrapada bajo las llamas, mientras él se salva. La muerte de ella puede verse como un castigo a la desmesura y la transgresión de las normas sociales, sin embargo, él sale ileso físicamente. El incesto puede representar en la novela una ruptura con la estructura tradicional de la gran familia puertorriqueña y quebrantar, a su vez, el proyecto de nación. Para René Marqués, todo lo que viniera de Estados Unidos con la modernidad y la industrialización, ponía en riesgo lo que ya se había formado en la isla bajo la economía de los hacendados. Curiosamente, la nena es mitad estadounidense por parte de su madre biológica y es quien sufre las peores consecuencias al terminar calcinada luego de sufrir una paliza tremenda a manos del protagonista.
Según Doris Sommer, la literatura del siglo XIX en Latinoamérica estuvo muy marcada por la metáfora de la familia como equivalente de la nación, ya que esta “constituía una fuerza estabilizadora, una “causa de seguridad nacional” (37). Sin embargo, a partir de la década de 1950 en Puerto Rico, la literatura se fue impregnando con ideas neoliberales y el concepto de nación comenzó a cambiar, intentando dejar atrás la supremacía del pater familiae. Partiendo de esto, podemos pensar que la iniciativa tomada por la sobrina, de confesar sus sentimientos por su tío y rebelarse, trae consigo una ruptura de la estructura paternalista, además de ser una manera de liberación de los cánones tradicionales para dejar expuestos los secretos y las fisuras familiares.
Esta lectura nos lleva a pensar que la ruptura familiar casi estaba predestinada desde el principio de la acción, al estar enclavada en un modelo tradicional paternalista cerrado a otras posibilidades. La familia termina destrozada desde múltiples ángulos, no solo por la relación incestuosa entre el personaje principal y su sobrina, sino también por la emigración, la negación de la patria y las agresiones sexuales, emocionales y físicas por parte de sus personajes. De modo que, la novela La mirada nos permite apreciar los avatares de la familia como metáfora de la nación para identificar, a través de su desintegración, algunas fallas de nuestro proyecto nacional, al que le resta buscar otros horizontes.
Notas
1. El sueño americano busca cumplir con los parámetros de éxito que equivalen a la obtención de dinero, bienes materiales, posiciones sociales respetables, entre otros, con el fin de tener estabilidad económica y familiar de una manera más fácil y rápida.
Bibliografía
Bourdieu, Pierre. La dominación masculina. Traducción de Joaquín Jordá. Editorial Anagrama. 1998. www.ocac.cl/wp-content/ uploads/2015/01/Pierre-Bourdeu-Ladominaci%C3%B3n-masculina.pdf
Díaz, Luis F. La na(rra)ción en la literatura puertorriqueña. San Juan, Ediciones Huracán, 2008.
Díaz Quiñones, Arcadio. “Los desastres de la guerra: para leer a René Marqués”. Sin nombre. Vol 10 No 3, octubre – diciembre, 1979, (pp. 15-44).
Gelpí, Juan G. Literatura y paternalismo en Puerto Rico. San Juan, Editorial de la UPR, 2005.
Marqués, René. La mirada. Río Piedras, Editorial Antillana, 1976.
Pedreira, Antonio S. Insularismo. Puerto Rico, Editorial Edil, 2004.
Sommer, Doris. Ficciones fundacionales: Las novelas nacionales de América Latina. Bogotá, 2004.
Levi-Strauss, Claude. Las estructuras elementales del parentesco. Traducción de Mane Therese Cevasco. Editorial Paidós, 1969. www.heortiz.net/cpm/levi-strauss claude-naturaleza-y-cultura-incestoendogamia-y-exogamia.pdf