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El litoral como cronotopo en La víspera del hombre de René Marqués
Eddie Joel Pesante González
El litoral como cronotopo en La víspera del hombre de René Marqués
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“Cuando Pirulo vio el mar por vez primera fue tan grande su asombro que casi se quedó sin respiración. Y eso que lo vio de lejos” (9). Esta es la primera oración de la novela y ya desde aquí se observa el papel protagónico del litoral en la obra. La víspera del hombre trata sobre el devenir de Pirulo, natural de San Isidro, Lares, quien en su adolescencia se ve obligado a trasladarse a Carrizal, Arecibo, en busca de mejores oportunidades de vida. En esta nueva etapa, la costa cobrará una singular importancia para su proceso de maduración pues representará en la joven existencia de Pirulo asombro, descubrimiento, dolor y crecimiento.
Es por estas funciones imprescindibles para el desarrollo de Pirulo y la trama de la novela que el litoral se convierte en un cronotopo. A este, Mijaíl Bajtín lo define como: “the intrinsic connectedness of temporal and spatial relationships that are artistically expressed in literature” (84). Lo esencial sobre el cronotopo es que el espacio y el tiempo son indivisibles, como lo describe María Teresa Zubiaurre: “el espacio, pues, no implica ausencia de tiempo, sino todo lo contrario. Sólo a través del espacio logra el tiempo convertirse en entidad visible y palpable” (17). El litoral es un espacio abierto donde el tiempo fluye distinto a otros cronotopos encontrados en la obra. Este cronotopo del mar es un espaciotiempo libre, cambiante y posibilitador de oportunidades; mientras que el cronotopo de la hacienda y del campo se caracteriza por la decadencia, el estancamiento y el encerramiento. En la costa, a Pirulo se le hace posible desarrollarse como adulto, pues obtiene la privacidad y la libertad. El litoral es también, cómo lo describe Valdés Pizzini: “el lugar donde se debaten construcciones abstractas y encontradas que complican su identidad de cronotopo” (16). Debido a estas características, el cronotopo del litoral es construido por medio de las narrativas múltiples. Se comprende como espacio de metamorfosis porque en este cronotopo se da el cambio de Pirulo; Pirulo-niño a Pirulo-hombre.
Según Mydalis Lugo Marrero, el litoral es: “[…] un espacio de transición, pues linda entre el mar y la tierra. […] Es un espacio dinámico, en términos físicos y biológicos, puesto que es transformado continuamente por el oleaje, las corrientes, el viento y la erosión, entre otros procesos naturales” (12-13). La comprensión y análisis del litoral puede hacerse tomando en cuenta las ideas de Antonio S. Pedreira y su texto Insularismo ya que estas son centrales para el desarrollo de las letras puertorriqueñas. Dentro o aledaño al litoral isleño ocurrieron gran parte de los cambios de esos primeros años del siglo XX: la cañaveralización del país a manos del capital estadounidense, la industrialización y todos aquellos valores que tanto criticaron estas generaciones de intelectuales, en especial las de Pedreira y Marqués.
La relación entre Pirulo y el litoral comienza con el asombro de ver el mar desde la altura de San Isidro, Lares. La cosmovisión de Pirulo cambia al observar que había un mundo desconocido más allá de la hacienda cafetalera: “El viaje a campo traviesa le había ido dando la zona de la costa poco a poquito. Pero ahora, de pronto, tuvo la conciencia plena del mundo ajeno que se abría a sus ojos” (9). Este asombro se sostiene y agiganta cuando Pirulo se cruza de frente con un bosque de mangles, espacio lleno de “misterios” y de “traición”; “Pirulo, fascinado, observaba aquella vegetación extraña que tenía aspecto tan terrible y distinto” (106). Es obvio el interés de Pirulo por lo misterioso y peculiar. Justo al lado del bosque de mangles, descubre una fauna nueva: “[…] [h]abía detenido su montura y observaba pasmado de asombro algo nunca visto. Era un ave extraña moviéndose suavemente entre las hojas de enea” (107). Similar a la descripción etnográfica de territorios nuevos que haría un explorador, Pirulo se inserta dentro de este ecosistema, maravillado al descubrir el mundo de la costa. El asombro y la maravilla se convierten en temor al presenciar por primera vez la fuerza del oleaje. El acompañante de Pirulo, Félix, al ver su fuerte reacción le dice: “No hay que temerle al mar. Solo hay que conocerle…” (110)
Marqués también le adjudica al litoral otras características dentro de la novela. Desde lo alto de un tamarindo, Pirulo comienza el proceso de identificación de esta tierra nueva: “Pensó que desde lo alto podría ver el mar. Y decidió escalarlo […] El follaje era espeso, pero apartando algunas ramas pudo al fin observa el mar” (92). Después de descubrir el mar y las olas, se percata de otro ecosistema, el mundo urbanizado de la costa con el tren, la carretera, el tendido eléctrico y las calles del pueblo. Ya Antonio S. Pedreira en Insularismo describe al urbanismo incipiente y agresivo que se perfilaba desde la década del 1930:
[…] el progreso técnico va invadiendo, a trancos gigantescos, las zonas rurales y los pueblos caminan hacia afuera, ya anuladas por nuestros admirables medios de comunicación. Nuestro paisaje ha adquirido una urbanidad no sospechada hace treinta años atrás. La escuela rural, las unidades agrícolas, los riegos, los caminos vecinales, la radio, el automóvil, etc., etc. han cambiado la estampa fisiográfica halagadoramente (42).
Además de descubrir los espacios que componen la costa, Pirulo conoce parte importante de la compleja esencia de su identidad. Frente a este litoral norteño, descubre por medio de su tío Payo que Don Rafa es su padre. Sobre la relación entre Pirulo, Don Rafa y el mar, añade Juan Gelpí: “[... ]ambas figuras van a producir en Pirulo un gran temor; frente a ellos y con la ayuda de ambos, define Pirulo su identidad” (116). Este joven, inseguro emocional y psicológicamente, duda de todas las relaciones humanas que ha tenido hasta el momento y se percata de que era un bastardo al igual que lo era su país. La representación del mar durante este periodo de la narración va a reflejar, entre otras cosas, el estado de confusión en que se encuentra el personaje: “el mar ante él ahora, bajo este atardecer sombrío, agitado, inmenso, era espejo de su confusión […] el mar bueno y pródigo de los pescadores. El mar juguetón y riente de los bañistas. El mar macho y rebelde […]” (265-267). La percepción que Pirulo tiene del mar fluctuará desde el descubrimiento y el asombro frente a la grandeza del mundo, hasta el dolor y el desamparo de la mentira y el engaño. Todo esto provoca que Pirulo intente entregarse a aquel mar lanzándose desde el Peñón Abreu. Si la situación de Pirulo se leyera como la situación del Puerto Rico colonial bajo la bandera estadounidense, se podría tratar de una alegoría sobre la Isla devastada y miserable de principios de siglo XX, luego de la caída del mundo de la hacienda como eje socioeconómico; y bastarda, porque pierde sus raíces paternalistas-hispánicas. Por eso es inevitable lanzarse al mar, no hay solución para enfrentar la nueva realidad: la agresividad de las centrales azucareras norteamericanas al apoderarse de las tierras fértiles del país, el ambiente negativo en sus estudios de escuela secundaria con una educación enfocada en los valores estadounidenses, el desconocimiento de su propia historia y la pérdida del mundo del campo, de la hacienda.
Por otro lado, el litoral también es antesala del crecimiento de Pirulo, la evolución de niño a hombre. Marca el comienzo de su vida sexual y la transición de una mente infantil a una madura. Sin embargo, es Pirulo un niño muy maduro para su edad, aspecto que lo asemeja a la descripción que ofrece Pedreira sobre la infancia puertorriqueña:
Nuestro niño atraviesa muy aprisa la etapa en que debiera regodearse y muy temprano se abren sus sentidos haciendo que maduren antes de tiempo los mejores años de la muchachez. Con dañosa frecuencia se le ve abandonar los juegos propios de su edad para dedicarse al trabajo y al sexo que le quebranta antes de que amanezca su pubertad. (34)
Es un niño, que frente al litoral, representa a un país en ciernes, huérfano, pero que tendrá que asumir la adultez para poder sobrevivir y mantenerse. Es justamente acostado desnudo en la playa que comienza el proceso de percatarse de los cambios de su cuerpo que habían pasado desapercibidos: “…vio de nuevo sus pies erguidos e inmóviles. Pero esta vez sus ojos siguieron el recorrido cuerpo arriba. ¡Era absurdo! Le parecía que aquel cuerpo no era el suyo. Le parecía que se lo habían cambiado” (130). Lo más que le impresiona de este mundo nuevo fue el hallazgo de vellos. Estos vellos refuerzan la transición de niño a hombre, porque confirman su masculinidad. El descubrimiento de su cuerpo, de los vellos en el escenario marino puede interpretarse como un espacio propio que le brinda la oportunidad de encontrarse, pensarse, juzgarse a sí mismo como hombre.
El mar sigue llenándose de significados: ahora es sinónimo de crecimiento y masculinidad, es un espacio privado que incita a la introspección. Esta privacidad le permite disfrutar del litoral completamente desnudo y, por ende, experimentar la oportunidad de descubrir la armonía entre su cuerpo y la naturaleza. La constante descripción del mar como, por ejemplo: un toro, potro cerrero, mar macho, nos dan una pista de cómo Pirulo reafirma su masculinidad en un espacio natural independiente del “Padre”.
La transición de niño a hombre no es solo física, también mental. Al reflexionar a la orilla del mar, se percata de la relevancia del trabajo y el sueldo ganado, así como de las nuevas responsabilidades ciudadanas adquiridas para lograr su independencia personal y su lugar en la sociedad: “…el dinero le había adquirido nueva importancia en su vida. La ropa y los zapatos se habían convertido en una preocupación constante” (121).
La ideología política de Pirulo también se fortalece y se concreta en sus decisiones y conducta. En la montaña, durante la celebración del Grito de Lares, Pirulo tiene su primera lección sobre las ideas nacionalistas defendidas por don Pedro Albizu Campos. Frente al litoral las reafirma y las defiende. Así durante una discusión con Raúl, su sobrino y rival, sobre si votaría por este si fuera el primer gobernador puertorriqueño y presidente del Senado, Pirulo le responde: “no votaré por ningún político que no crea en la libertad de mi gente” (232). Argumentar que la independencia traería hambre a Puerto Rico era traición: “Ya sabes. Eso del hambre. Me parece que el que le tiene miedo al hambre es capaz de venderse por cualquier cosa” (233). Luego de una disputa entre estos jóvenes, Pirulo mira hacia aquel mar asombroso y toma la suprema decisión: EEUU, no; Puerto Rico, sí. Este patriotismo se reafirma cuando comparan sus visiones de mundo: “Se miraron. Raúl señaló hacia el noroeste: mar y cielo, distancia infinita, realidad intangible. –Estados Unidos–. Pirulo señaló hacia el este. En la lejanía, una realidad concreta: sobre el morro último de la costa, la silueta de un faro. –Arecibo–” (235). Frente a este litoral norteño, Pirulo reafirma no solo su masculinidad, sino su amor por la libertad de su país.
En la búsqueda del mar, Pirulo descubre una nueva realidad que transformaría su vida, sin olvidar sus raíces campesinas, de la montaña. El litoral como cronotopo dentro de La víspera del hombre sirve para marcar el paso del tiempo y la influencia del ambiente en el desarrollo del personaje principal. La estrecha relación entre Pirulo y el litoral se subraya para llamar la atención sobre la importancia del espacio costeño en la vida del puertorriqueño del siglo XX. Se podría argüir que Pirulo es una representación de los puertorriqueños que tuvieron que migrar desde sectores en la montaña a asentarse en la costa para poder sobrevivir.
Finalizo con una de las ideas centrales de La víspera del hombre: “Hoy sólo era la víspera. El día será mañana” (268). En esta cita se refleja el misterio por el cual, por un lado, deberá cruzar Pirulo luego de descubrirse como costeño, bastardo y hombre; y por el otro, el que nos aguarda en el futuro y nos detiene todavía en el presente irresoluto a todos los puertorriqueños sin capacidad para definir nuestro destino en los anales de la historia de las naciones libres.
Bibliografía
Bajtín, Mijaíl. “Las formas de tiempo y del cronotopo en la novela”. Ensayos de poética histórica. Scribd. Web. https://www. scribd.com/doc/234453108/Bajtin-LasFormas-de-Tiempo-y-Del-Cronotopo-enLa-Novela, Agosto 2019.
Gelpí, Juan. Literatura y paternalismo en Puerto Rico. Río Piedras: Editorial UPR, 1993.
Lugo Marrero, Mydalis. El litoral y otros espacios na(rra)cionales en la literatura puertorriqueña del siglo XX. Tesis. Universidad de Puerto Rico, Recinto Universitario de Mayagüez, 2011.
Marqués, René. La víspera del hombre. Río Piedras, Editorial Cultural, 2006.
Pedreira, Antonio S. Insularismo. Río Piedras, Editorial Edil, 1988.
Valdés Pizinni, Manuel. “Memorias de la costa: los cronotopos del litoral puertorriqueño”. Revista de Ciencias Sociales. 2009, pp. 12-41.
EDDIE JOEL PESANTE GONZÁLEZ El litoral como cronotopo en La víspera del hombre de René Marqués
Zubiaurre, María Teresa. El espacio de la novela realista: paisajes, miniaturas, perspectivas. México: Fondo de Cultura Económica, 2000.