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El espacio de las sombras en la poesía de Réne Marqués

Doris Ponce Rodríguez

El espacio de las sombras en la poesía de Réne Marqués

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Y la noche, como animal herido, se ha escondido en las habitaciones, atravesada por nuestro dolor.

Rilke, 1913

René Marqués inició su camino como escritor literario con Peregrinación de 1944. Este poemario fue el primero y el último que publicó pues lo consideró “un pecado de adolescencia”. 1

Asimismo, Efraín Barradas aduce que el dramaturgo:

[…] reniega de su incursión en el género [lírico]. Se dice que casi es imposible encontrar ejemplares de su único libro de poemas (Peregrinación [Poemas], Arecibo, Puerto Rico, 1944), en ningún lugar porque él mismo se ha dedicado a destruir todas las copias que puedan caer en sus manos. Nunca, por ello, he podido leer sus poemas que quizás puedan ayudar a la crítica a entender mejor el resto de su obra. (70)

En el momento histórico de la publicación de este poemario, los pocos críticos que se ocuparon de esta obra le adjudicaron, según el escritor Jorge Luis Castillo, “juicios adversos, tras reparar en la manifiesta rudeza de su adjetivación y en lo poco afortunado de algunas de sus imágenes, si bien algunos de ellos le concedieron al poemario un profundo y auténtico valor ideológico”. (157)

Victoria Espinosa, por su parte, a dos años de la muerte de Marqués, hace una breve retrospectiva de toda su obra en el ensayo “René Marqués: patria y trascendencia”, y en las líneas que dedica al poemario considera que “…recoge bajo cinco temas lo que sería luego materia prima para toda su obra”.(1) A finales de la década del setenta y principio de los noventa, Arcadio Díaz Quiñones y Jorge Luis Castillo, respectivamente, reflexionan sobre esta obra y ambos aseguran que este poemario contiene las ideas, preocupaciones y conflictos tanto en la dimensión política como metafísica que posteriormente Marqués desarrolla en toda su obra narrativa y dramática.

Para entender este poemario importa repasar, a grandes rasgos, la historia del siglo XX, específicamente la década del cuarenta, ya que estamos ante una obra que ve la luz en un mundo convulso, dolorosamente marcado, herido y destrozado por la Segunda Guerra Mundial. Este conflicto bélico afecta directamente a los puertorriqueños tras la intervención de los Estados Unidos ya que estaban obligados a servir en ésta como ciudadanos americanos. La economía de Puerto Rico está en completo deterioro, por el desempleo, la escasez y el aumento de precios en los alimentos y artículos de primera necesidad. Los puertorriqueños tienen hambre y quebranto de salud. Irónicamente, con la construcción de más bases militares estadounidenses el desempleo comienza a disminuir, porque ofrece trabajo a cientos de puertorriqueños; sin embargo, el precio a pagar es muy alto, al perder miles de cuerdas de terreno aptas para la agricultura y el desarrollo patrio.

Con Europa en guerra y todo lo que esto supone, las voces reaccionarias de los intelectuales popularizan el existencialismo como movimiento filosófico y artístico con Jean Paul Sartre a la cabeza. Esta filosofía tiene como eje central pensar al existente humano partiendo de la premisa de que la experiencia precede a la esencia. Por lo tanto, la guerra es vista como un acontecimiento absurdo por lo que los escritores producen una literatura de carácter trágico y pesimista que responde a la angustia existencial que experimenta el ser humano que vive en un mundo caótico y sin sentido.

Marqués, como hijo de su tiempo, escribe Peregrinación cuyos temas, técnicas y actitudes que responden a los postulados de la literatura existencial: visión pesimista, dimensión trágica expresada desde el mundo interior, el tema de la elección del ser –en el– mundo, la muerte, la soledad desde el enfoque existencialista, destrucción de los valores de la patria y el tema religioso como afirmación o ruptura.2 Estos aspectos serán el eje central para la reflexión sobre el espacio de las sombras en el poemario Peregrinación.

La voz poética en esta obra es un peregrino, que en soledad, emprende un viaje metafísico en el que describe, a través de la metáfora de las sombras: el horror de la guerra, la decadencia de la tierra-patria y la oscuridad de su mundo interior. En los siguientes versos podemos observar el comienzo del Marqués clásico con “vocación mesiánica, militante y combativo” como ha señalado Díaz Quiñones (145). En el poema introductorio, el peregrino se autodefine, como un “cuerpo con cien pupilas” (2); este verso responde a una clara afirmación de sus ideales religiosos ya que alude al símbolo cristiano del Ojo de la providencia que representa el ojo que lo ve todo para anticipar o remediar algún daño o peligro que pueda suceder. El hablante lírico como ser-en-el-mundo elige ser la “voz despierta” que, en eterna preocupación existencial denuncia el sufrimiento en el mundo y en su patria causado por la pobreza, el hambre, el discrimen y la lucha por el poder:

nervio en perpetuo insomnio

captando ondas del agrio llanto

víscera supersensible voz despierta,

(…)

cuerpo seco

sombra magra

(…)

paladín de las sombras

hombre de tierra

y voces muertas (5-6).

De todas estas descripciones, llama la atención el verso “Paladín de las sombras”. A primera vista podríamos observar en esta línea poética una incongruencia; el peregrino es defensor de la realidad negativa de la existencia, puesto que las sombras simbolizan el lado oscuro del ser humano. Sin embargo, desde la perspectiva existencial podemos inferir que el peregrino al elegir ser la “voz despierta” va a defender a las sombras, correlato de los hombres y las mujeres víctimas del contexto de la guerra.

Esta voz poética no responde al peregrino tradicional que deja atrás su casa, su tierra, y la familia, se despoja de todo cuanto posee y libre de toda carga física y emocional emprende un viaje hacia un lugar sagrado. El itinerante marquesiano tiene una visión pesimista de la existencia pues va en peregrinación por la guerra, la tierra, la luna, el amor y termina inmerso en las sombras como afirmación de que la vida es un camino de llanto, hambre, tristeza y muerte.

Peregrinación a la guerra

La primera parte del poemario se destaca el poema “Campamento”, en el que el peregrino describe el escenario bélico, como una base militar estadounidense, con imágenes que responden al mundo de la oscuridad: “tumbas triangulares”, “cementerio de almas muertas”, “cementerio de hombres vivos”, “antesala de la muerte”. Asimismo, los soldados que pernoctan allí son: “momias grises”, “pájaros nocturnos”, “silencios verticales”, “sombras grises atrofiadas de futuro”, “almas impotentes”, “sombras infernales que poblarán la roca negra del silencio”, “hombres vivos con sus almas muertas”, que están sometidos a la “peste gris de la disciplina militar”. Para el hablante lírico, los soldados no son héroes, son víctimas de la codicia, el odio y la lucha de poderes entre las naciones. Los soldados en su enajenación se vuelven sombras que se diluyen en el infierno de la guerra.

En “Oración roja en la muerte del labriego”, la voz poética lamenta que el agricultor tenga que abandonar la tierra para luchar en la “guerra de las fieras” y defender la pseudo-patria norteamericana. Según Jorge Luis Castillo, el labriego es “símbolo del puertorriqueño llevado a morir en una guerra juzgada por el poeta como absurda y estéril”. (160) Por otra parte, el peregrino tiene plena conciencia de que en la muerte del labriego, nace el soldado.

La imagen que recrea “la negrura de los ojos” (12) de la voz poética, responde a la angustia que le provoca la transformación que sufre el mundo pues siente que éste le supera al infierno: “el infierno es un silencio porque el mundo le ha robado la tortura de su grito ensangrentado”. (13) En ese mundo infernal de la guerra, el labriego-soldado sueña con vivir en el verdor y la pobreza de la patria:

Y añorabas la pobreza

de tu rancho,

la cascada rumorosa,

la montaña engalana

por la luna

y la ceiba centenaria… (12)

El tema de la muerte continua con el “Prisionero en la selva”. Concurrimos con Díaz Quiñones quien asegura que la prisión responde a la “enajenación, la selva de las mentiras, las metrallas de mentiras políticas que impiden una toma de conciencia, esbozando con el símbolo un sentimiento de protesta”. (147-8) En efecto, este cuadro de engaños, censura, desapego impuesto y falsedades tienen la finalidad de asesinar la conciencia del soldado. El peregrino muestra esta realidad a través de la imagen del escenario de la guerra visto como una selva donde el puertorriqueño-soldado está rodeado de fieras humanas. Aquí, la voz poética se expresa desde su interioridad rota y atrapada en el deliro que le provoca la imagen de los soldados heridos y los muertos: “Prisionero de sombras, se me rompe la carne/ mi mundo se ensombrece de cuerpos desangrados /…/ de hombres que se han muerto sin conocer la vida”. (18)

Peregrinación a la tierra

Estamos en la segunda parte del poemario y el yo poético encuentra la patria atrapada dentro de un pozo que, en el simbolismo cristiano, “significa la salvación en el grupo de ideas asociadas al concepto de la vida como peregrinación”. (Cirlot, 375) Sin embargo, en el poema “El pozo”, el peregrino encuentra la tierra-patria hundida en un “pozo de agua muerta”; sin vida, totalmente derrotada por lo que es “eterno pozo de agua quieta”. Para el hablante lírico, la patria está consumida por el dolor que se recrudece en la angustia, se encuentra en un lugar oscuro y profundo, ya no tiene salvación, está inmersa en la nada: “pozo atrofiado de dolores que cristaliza la angustia de mi tierra… eternamente muerta”. (27)

Peregrinación a la luna

A medida que avanza el itinerante en su camino metafísico, las imágenes oscuras, cargadas de tragedia y pesimismo que caracterizaban la guerra y la tierra, se han diluido ante la inesperada exuberancia lumínica de la peregrinación a la luna3 donde la presencia de la luz y el color blanco celebran la huida del peregrino: “silencio blanco”, “cuerpo ardido”, “cuerpo de nácar”, “fiesta nácar”, “leyendas nacaradas”, “fiesta nívea”, “piedras estrelladas”, “rayos que zurcen heridas”, entre otras. Sin embargo, el exceso de luz, en estos versos dedicados a la peregrinación a la luna, responde a la enajenación que experimenta el itinerante, tema recurrente en la literatura existencialista. Así lo podemos constatar en el poema “Fuga en tono blanco hacia la luna”:

¡Soy jinete en un lucero

que galopa hacia la luna!

En la tierra se ha quedado

mi tragedia…

Ya se ahogan los aullidos

de las fieras …

(…)

Destrozada viene el alma

con angustias de la tierra.

Quiero rayos que me zurzan

las heridas de mi alma (46)

(…)

Al galope, lucerito,

ya la luna nos saluda (…)

¡A la fiesta, a la fiesta de mis sueños!

(fiesta nácar, fiesta nívea) (47)

El peregrino va hacia la luna, siente la necesidad imperiosa de librarse de la guerra y la tierra para sanar las heridas del espíritu. Sin embargo, huye hacia un cuerpo celeste, cuya luz no le pertenece pues depende del sol para brillar. Hans Biedermann, al recrear el simbolismo de la luna, nos dice que: “el surgir y desaparecer, así como el continuo reaparecer en una nueva forma, constituye un profundo símbolo de la idea de morir y renacer” (277). En efecto, a pesar de que el peregrino ha renacido en el poema “Crepúsculo” (51-54), aparecen en la luna las imágenes de muerte, “sangre al moribundo”, “lanzas que se me clavan” para recrear el combate entre “fiel lucero” y “toro de fuego”. A través de las oscilaciones y contradicciones, el itinerante demuestra su enajenación al celebrar y llorar la muerte de “toro de fuego”; amar y rechazar a la amada, felicitar e incriminar al “fiel lucero” al llamarlo “vil lucero”. Este combate entre el fiel lucero y el toro de fuego representa la lucha, en la interioridad de su ser, que experimenta el hablante poético. El fiel lucero es la metáfora de clara espiritualidad y el toro de fuego es la fuerza que causa dolor y muerte. (Biedermann 201) Este poema, es un preludio de peregrinación a las sombras, donde la voz lírica quedará infinitamente atrapada, no obstante, entre ambas partes hay un pequeño paréntesis, que responde a la peregrinación al amor.

Peregrinación al amor

En esta parte, el peregrino reflexiona en torno al comienzo de la vida, pues la interacción entre la madre y el hijo se inicia en el espacio de las sombras del vientre materno: “Entre las sombras de tus entrañas / vivió el misterio de nuestras almas. (59) Su mirada y sus pensamientos se dirigen hacia las vivencias con la madre; éste es el único espacio del poemario, en el que el peregrino celebra la vida y la luz en su espacio sombrío. La imagen del lucero representa la génesis de la voz poética que irónicamente nace luz desde las sombras, sin embargo, a medida que avanza su itinerario vital se convierte en oscuridad. El poema “Maternidad” es una clara descripción de todo lo que supone la experiencia de la gestación, es un canto al intenso dolor cargado de júbilo tras el misterio del alumbramiento. Este poema es un tributo a la figura de la mujer-madre como prolongación de la vida:

Creció tu vientre como un planeta

congestionado de vida nueva,

nubes de manchas pasaron leves

sobre tu rostro,

Y por tus senos se apretujaron

rubíes ardientes que enrojecieron

tu carne breve.

(…)

Hasta que un día tu cuerpo todo

fue un grito tenso.

La fuente roja abrió su llanto,

Y entre rubíes nació el lucero.

(…) (59-60)

Peregrinación a las sombras

El espacio de sombras luminosas finaliza y el peregrino retoma el camino en peregrinación a las sombras. A través de la metáfora de la hamaca, en el poema “Confesión” el hablante poético, advierte el vaivén de su realidad metafísica: “Suspender quisiera mi hamaca de sueños entre dos estrellas…” (63) las dos estrellas responden a la metáfora del cielo y la tierra-patria. El cielo representa la luz, el paraíso, el sosiego y el optimismo mientras que la tierra es representada a través de las imágenes de las sombras4, el infierno, el desasosiego y el pesimismo donde está enclavada la patria. Si el peregrino escoge el cielo sus versos estarían cargados de sonetos floridos, palabras sutiles, imágenes bellas, podría, como nos dice José Ángel Valente “tener una relación carnal con las palabras” (11) y sus versos serían según la voz lírica “con sabor a almendras y olor a gardenias”. (63) No obstante, el peregrino escoge la tierra y canta “el dolor de un mundo vivo que duele, un mundo que oscila entre el infierno y cielo que recuerdan la muerte. Sus musas son el lamento y las sombras, son el contenido de su realidad interior.

Al reflexionar en torno a la metáfora de la hamaca, que significa el vaivén metafísico del peregrino, podemos construir de esta imagen dos campos semánticos. El vaivén metafísico oscila entre el cielo con las imágenes de la luz, el paraíso, el sosiego, el optimismo, la calma y la muerte; por otra parte, la tierra representa las sombras, el infierno, el desasosiego, el pesimismo, el dolor, la lucha y la vida. El peregrino experimenta una ruptura con sus ideales religiosos pues el cielo termina representando la muerte y la patria vinculada a la vida, pues es el único valor que le da sentido a su existencia:

Dolor de lo vivo,

de lo que agoniza

de lo que no quiere

perderse en la nada:

un hombre en el mundo,

un pueblo en cadenas,

un sol en el cielo,

un pozo en el valle…

Dolor,

dolor que da vida,

que lucha,

que mata:

esos son los versos

que escribo en el ritmo

tormentoso y brusco

de mi eterna hamaca. (64)

Es evidente, a través de todo el poemario, que la sombra está en función metonímica con la realidad histórica y metafísica del peregrino. La metáfora de las sombras va en crescendo y arropa al mundo, a la patria y la realidad espiritual del peregrino. Esta obra representa la visión pesimista del poeta inmerso en la desgracia, el dolor y el sufrimiento de un mundo en caos. El tema religioso como afirmación y ruptura, la elección, la muerte, la afirmación nacional, la angustia existencial nos confirma que este poemario es una muestra de la literatura existencial puertorriqueña.

Notas

1. Citado a través del ensayo de Luis Castillo, 157.

2. Castillo nos dice que: “El poemario de René Marqués se fundamenta, en efecto, en el motivo de la peregrinación como búsqueda de sentido; pero, excepto por alguna que otra alusión a Cristo, relega a un segundo plano la experiencia religiosa para, en primer lugar, cantarle a la patria opresa, y concentrarse luego en los problemas esenciales del existencialismo francés”. (158)

3. Ver el ensayo que hemos citado de Jorge Luis Castillo en el que analiza, entre otras cosas: el título del poemario, las ideologías políticas y filosóficas, las imágenes e intertextualidades literarias.

4. Para Castillo: “las sombras son sinónimo de la desesperanza y desilusión que lleva el poeta dentro de su ser” (166).

Bibliografía

Barradas, Efraín. “El machismo existencialista de René Marqués”. Sin nombre: VII.3 (octubre-diciembre): 1977.

Biedermann, Hans. Diccionario de símbolos. Barcelona, Paidós. 1993

Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Madrid, Siruela, 1997.

Castillo, Jorge Luis. “De la guerra a las sombras: sobre los pasos de Peregrinación de René Marqués”. http://www.conucopr. org/ViewRecord.de?id=11152946&s_ ind=3&b_ind= 10/2/2019.

Díaz Quiñones, Arcadio. “Los desastres de la guerra: para leer a René Marqués”. El almuerzo en la hierba. Río Piedras, Huracán, 1982

Espinosa, Victoria. “René Marqués: patria y trascendencia”. Ponencia. 18-22 mayo 1981. http://www.smjegupr.net 10/2/2019.

Marqués, René. Peregrinación. Arecibo, Venezuela, 1944.

Valente, José Ángel. “Cómo se pinta un dragón”. Obra poética 2: Material memoria (1977-1992). Alianza, Madrid, 2001.

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