Revista Culturaria 22a

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Redactor responsable: Samuel Levin

AÑO 2

JUNIO de 2022 MONTEVIDEO

Bienvenidos a la lectura de nuestra revista cultural online de distribución gratuita. Pretendemos contribuir con ella, a la cultura local y universal a través de notas, publicaciones, comentarios y humor. Gracias

Rubén Cuitiño, es aficionado a la lectura, participó en seis concursos de cuentos de la Intendencia Municipal de Montevideo, siendo sus textos seleccionados y publicados en los libros que editó dicha Intendencia. Dirige un Club de Lectura por Zoom desde 2020.


Llegó la pandemia y todo se derrumbó. Se produjo un cambio inesperado. Para Dionisio la mayoría de sus actividades quedaron en suspenso; los talleres de Escritura los martes, los de música los miércoles y los de Teatro los jueves.También el gimnasio al que concurría los lunes, miércoles y viernes por la mañana. Las reuniones del grupo de amigos los jueves por la tarde ya no se pudieron hacer, los domingos ya no podía asistir a la misa de las once en su parroquia. Éstas y otras actividades desaparecieron de un plumazo. Entonces buscó refugio en la escritura, la lectura, el cultivo de una pequeña huerta y artesanías talladas en madera. Su esposa se había instalado en la casa de una tía mayor que a raíz de una caída había sufrido fractura de cadera. Sin embargo al poco tiempo la tecnología le tendió una mano. Para su bien, desde que había pasado a la categoría de “pasivo” decidió incrementar sus conocimientos de informática, esto le fue de gran ayuda. Por la plataforma de Facebook se iniciaron talleres virtuales de “escritura” y “teatro”, hubo que adaptarse a esta nueva modalidad. Otra aplicación que vino a llenar sus horas fue el “Zoom”, así reanudaron las reuniones de los jueves del grupo de amigos, también pudo participar de varias conferencias, de temas de su interés con participación internacional. . . . Después de tres meses de aislamiento Dionisio hizo su primera salida al Parque Rodó y la rambla, la naturaleza vegetal y el mar eran sitios de reposo físico y espiritual. Volviendo de la rambla entró en el Museo de Artes Visuales. En la recorrida se detuvo a observar detenidamente la pintura de Juan Manuel Blanes que ilustra la peste de la fiebre amarilla. Analizando los personajes vio en ellos sentimientos de desamparo, impotencia, miedo, rechazo y la dolorosa realidad de la muerte. “QUEDATE EN CASA”. Fue la consigna de los tres meses encerrado, sin salir ni recibir visitas. Al mes la ausencia física de su esposa, los hijos y los nietos se hizo una pesada carga, pero se resignaba pensando que era necesario este confinamiento por su bien y el de la familia. Para su consuelo vivía en una casa en el barrio Colón, con jardín al frente y un gran fondo.


De regreso a su casa recibió una llamada telefónica que le dio mucha alegría. • Hola abuelo, mañana Araceli y yo comenzamos las clases presenciales en el colegio. Mamá me pidió que te preguntara si como hacíamos antes, podés ir a buscarnos a la salida y vamos a tu casa a merendar y nos quedamos hasta que papá pase a buscarnos. • Por supuesto – respondió Dionisio. Un gozo inmenso llenó su corazón. Iba a encontrarse con dos de sus nietos, la cercanía de los niños levantaba su ánimo. Quince minutos antes de la hora estaba en la puerta del colegio, con tapaboca y guardando la distancia sugerida por la “emergencia sanitaria”. Las voces bochincheras de los niños eran una caricia para su alma. Cuando salieron los nietos corrieron hacia el abuelo y lo abrazaron y los tres tomados de la mano caminaron muy contentos, cruzaron la plaza, entraron en la panadería y los chicos eligieron leche chocolatada y bizcochos para la merienda. El abuelo ya tenía prepara la mesa en el patio, las risas de los niños abrían sus agrietados labios en reconfortantes sonrisas. Mientras los nietos tomaban la merienda, él saboreaba un estimulante mate amargo.

Los niños siempre preguntan. • ¿Abuelo cómo pasaste estos meses? Nosotros te extrañamos. En los informativos de la tele hablaban siempre de la pandemia del COVID 19. Vos que sabés todo, explicanos ¿qué es esta enfermedad? - preguntó Clarita. El abuelo los miró tiernamente mientras buscaba las palabras adecuadas para responder. • Es una enfermedad que comienza afectando a muchas personas en una ciudad y que luego se extiende por todo un país, una región, y así los contagios se van extendiendo. • Cuando nos dijeron que no podíamos venir a clase los maestros se comunicaban con nosotros por internet y en la computadora teníamos las clases y los deberes – comentó Araceli.


• ¿Y cómo les fue con este cambio? • Los primeros días la pasamos bien pero después de unas semanas empezamos a extrañar a los compañeros, los juegos, el recreo . . . por otro lado estábamos contentos porque mamá y papá estaban todo el día en casa, comíamos en familia, jugábamos, también nos peleábamos más y a veces nos ponían en penitencia. • Bueno eso es normal, convivir todo el día juntos no es fácil – explicó el abuelo. • Hace quince días papá y mamá volvieron al trabajo, entonces pasábamos muchas horas solas y nos aburríamos. Por suerte esta semana comenzaron las clases presenciales tres días a la semana y estamos mejor – dijo Clarita. • ¿Abu, nos podés explicar algo más sobre el Covid19 y porqué tenemos que cuidarnos tanto?

• Es un virus (un bichito muy chiquitito) que produce diversas enfermedades respiratorias, afecta sobre todo a las personas mayores, por eso los adultos mayores de sesenta y cinco años debemos cuidarnos mucho. El COVID-19, es un virus que empezó a afectar a personas en China y luego fue pasando a otros países y llegó a contagiar a todo el mundo, causando un caos global, por eso se le dice pandemia. • ¿Abu, podemos ir a jugar a la placita? • Es mejor que juguemos en el patio, estamos más protegidos. Cuando venga tu papá le preguntamos a él y si le parece bien mañana vamos. Los niños aceptaron la propuesta del abuelo. A las siete de la tarde llegó el padre y antes de llevarse a los hijos conversó a solas con su padre. • Papá en mi trabajo y en el de Elena se dieron casos de Covid, los compañeros afectados no han estado en contacto directo con nosotros, pero siguiendo el protocolo hoy nos hisoparon a todos, en tres días nos dan los resultados. En esta situación queremos pedirte si los niños pueden quedarse contigo hasta que tengamos los resultados.


El abuelo recibió la noticia con preocupación, pero por otro lado tenía la posibilidad de que por unos días los nietos acompañarían su soledad. • Araceli, Clarita, vengan un momento, quiero decirles algo. • Sí papá, te escuchamos. • ¿Les gustaría quedarse unos días con el abuelo? – Vamos a hacer unos arreglos en casa y . . . • Sí papá respondieron las chicas, saltando con entusiasmo y alegría – sin dejar que el padre terminara la frase. • Entonces voy a casa a buscarles ropa y algunos juguetes. El resto del día transcurrió con normalidad, el abuelo les preparó una habitación, cenaron temprano y se acostaron rendidos de cansancio. El abuelo sentado en el sofá del living escucha música instrumental mientras retoma la lectura de “Pedro Páramo”, los acontecimientos del día no le permiten concentrarse, abandona la lectura y va a la cocina a prepararse un té de cedrón y manzanilla. Vuelve al living, sentado en el sofá escucha música instrumental andina, las tradiciones de los pueblos originarios y la majestuosidad de los Andes son universos que le proporcionan una gran paz interior. Mientras sorbe la aromática infusión pasan por su mente muchas interrogantes: ¿Qué nos dejará esta crisis mundial? ¿Saldremos mejor como sociedad? ¿Comprenderemos que la humanidad es una gran familia, que nadie se salva solo porque estamos todos en el mismo barco? Ha limitado su presencia frente al televisor, los informativos lo saturan con noticias que tienden a deprimir a la audiencia, ni siquiera la pandemia ha detenido “la inutilidad de las guerras”, no obstante hay muchas acciones solidarias, “las ollas populares”, la abnegación y sacrificio de los profesionales de la salud, las ayudas humanitarias hacia los más afectados, pero también percibe que siempre subyace el interés de los ricos y poderosos. Sin embargo quiere ir más allá de esta visión pesimista, en su ayuda le viene la afirmación del científico y teólogo Theilhar de Chardin; “Siempre termina ocurriendo lo mejor y el futuro es mejor que cualquier pasado”. DEMETRIO ꟷꟷꟷꟷꟷ


Carlos Néstor Alliaume Huertas . Nació en Montevideo el 09 de setiembre de 1945. Cumple sus sueños artísticos tras acogerse a la jubilación. Integra desde 2009, varios elencos de teatro, siendo dirigido por talleristas reconocidos como Héctor Spinelli, Rosario Fernández Chávez, Juan Carlos Worobiov, Edy Gabriel Bastoni, entre otros. Simultáneamente participa en el taller literario de Graciela Montever de en la Casa de Cultura del Prado y con Sebastián Rivero en el Espacio GenerAcciones de la Intendencia Municipal de Montevideo. Obtiene reconocimiento y premios en los concursos literarios organizados por la Secretaría de Personas Mayores de la Intendencia Municipal de Montevideo, correspondientes a los años 2018 y 2019. ꟷꟷꟷꟷꟷ

¿QUÉ ES LA PAZ, ABUELO? Sentado sobre una roca frente al mar, Marino fumaba su pipa, mientras contemplaba el bucólico panorama que le ofrecía la Naturaleza, a la cual él amaba tanto. Hijo, nieto y sobrino de pescadores, haciendo honor a la tradición familiar y al nombre que premonitoriamente le pusieran sus padres, dedicó toda su vida a la pesca artesanal. Se sintió pletórico de felicidad cuando su hijo varón también decidió ser pescador y su hija mujer, dedicarse a comercializar el fruto de la pesca. No necesitó darse vuelta para constatar la presencia, a su espalda, de su nieto Felisberto. Hijo de su hijo, no sentía, como el resto de la familia, la devoción por el mar ni por la pesca. Estudiante brillante, cursaba en esos momentos el último año liceal. Tenía pensado seguir la carrera de ingeniero agrónomo. Por esos días preparaba un examen escrito de filosofía. Colocando sus manos sobre los hombros de su abuelo, inició una sesión de masajes que a Marino gustaban tanto, no solo como relax, sino también como


mimos, caricia que le proporcionaba su único nieto varón. ”Decime abuelo: ¿qué es la paz?”. Marino no contestó inmediatamente. Limpió la cazuela de su pipa, meditó unos segundos antes de responder y haciendo sentar a su lado a Felisberto, encendió nuevamente su pipa, miró hacia las gaviotas revoloteando y luego, contemplando el juvenil rostro, le respondió: “A la paz, según mi concepto, se la puede definir de varias maneras, según desde qué punto de vista se la enfoque: tranquilidad, calma, reposo, no violencia, mutuo acuerdo entre las partes beligerantes en caso de guerra, descanso eterno en caso de la muerte… y algunos más que tú ya conoces. Yo concibo a la paz como el estado de ánimo y mental en que deben estar las personas que desean realmente caminar derecho por la vida y convivir felizmente con las demás personas, los animales y todo el resto de la naturaleza”. Felisberto agradeció a Marino su concepto, aduciendo que lo iba a tener en cuenta para incluirlo en su escrito para el examen de Filosofía, a lo cual Marino correspondió pasándole un brazo por sobre los hombros y diciéndole: “vení, antes de que llegue la embarcación de regreso, de la pesca, y haya que ir a darles una mano con el desembarco, te convido a dar un paseíto por la playa . . . en paz”. Rieron de la ocurrencia y así lo hicieron.


Laura Russi

● Maestra ● Trabajó en Primaria y Colegio privado ● Experiencia como maestra en escuelas de contexto crítico, común y práctica docente. ● Colabora en los programas radiales: Mente Curiosa, Navidad de Jazmines y Con Aroma de Café.

Las mujeres de Artigas El licenciado Fernando Klein realizó un estudio sobre las mujeres que formaron parte de la vida de Artigas que a continuación les compartiré.

Artigas e Isabel Sánchez Velásquez La primera mujer de Artigas de que se tenga conocimiento documentado es Isabel Sánchez (nacida hacia 1760) quien fue su amor de juventud y vecina de Villa Soriano. Isabel Sánchez estuvo casada en primeras nupcias en 1779 con Julián Arrúa con el que tuvo cinco hijos reconocidos. Julián Arrúa pertenecía a la milicia y luego de dejar las armas fue peón de campo y luego de tropas arriando ganado: “Su patrón había confiado su empresa a un joven montevideano


con cinco años de experiencia en esa clase de trabajo, famoso por su ascendiente personal entre el paisanaje. Emparentado con prestigiosas familias de Santo Domingo Soriano, el joven frecuentaba en sus vacaciones ese pueblo, asiento de una sociedad democrática que ejercía sobre él atracción irresistible. Llámase José Artigas” (SANTOS PÍREZ 2002)

Arrúa finalizo su vida inculpado por un asesinato: luego de estar preso diez años en las obras de fortificación de Montevideo, falleció de forma violenta, hacia el 30 de abril de 1802 (no se sabe de qué manera murió con exactitud). Estando separada de su primer marido Isabel Sánchez y José Artigas se enamoran y de dicho amor nacerán cuatro criaturas nacidos en la Villa de Soriano: Juan Manuel (3 de julio de 1791), María Clemencia (14 de agosto de 1793), María Agustina (4 de agosto de 1795) y María Vicenta (24 de octubre de 1804). Como se puede observar el romance se prolongó por un largo período de tiempo: entre el primer y el último de los hijos conocido media un lapso de casi tres lustros; 1791 a 1804. Manuel Artigas también eligió el oficio de las armas: en 1811 era jefe de una división de caballería, en 1814 estuvo al mando de la guarnición del pueblo de Mercedes y en 1816 y 1817 fue coronel del Regimiento de Caballería Civil. Manuel será el representante de Artigas en sus asuntos familiares que se prolongan incluso hasta la internación de Artigas en el Paraguay, en ese momento lo encontramos en el departamento de Paysandú con su esposa y con su


madrastra Melchora Cuenca y los hijos de ésta. Manuel se establece en Entre Ríos en 1821 con su mujer y su primer hijo alejándose de la que sería tercera mujer de Artigas, Melchora Cuenca. En Entre Ríos, precisamente, lo encuentra la muerte el 15 de octubre de 1851. (THEVENET 1925) Artigas y Rosalía Villagrán Al fallecer Isabel Sánchez, Artigas solicita licencia en su campamento de Tacuarembó Chico para contraer matrimonio, arreglado a la usanza de la época, con su prima Rosalía Rafaela Villagrán. La boda se llevó a cabo el 31 de diciembre de 1805 asistiendo el novio uniformado, siendo la madrina de boda una hermana de Rosalía futura madre del que fuera presidente de la República: Don Gabriel Antonio Pereyra. Al tener un parentesco relativamente próximo, el cura les encomienda mantenerse en la oración, persignarse, etc. (arrodillados) por tres semanas.

Del matrimonio nacerían tres hijos, un varón y dos mujeres que mueren a los pocos meses de nacidas, sus nombres fueron: José María, Francisca y Petrona. La vida del novel matrimonio fue difícil, el sueldo de Artigas no siempre resultaba pago, carecía de recursos para atender a su familia, o estaba de servicio en campaña.


En estas circunstancias, y con motivo de un aborto sufrido por su esposa, le escribe desde el Paso de Polanco la siguiente carta a su suegra doña Francisca Villagrán: “Mi más venerada señora: Aquí estamos pasando trabajos, siempre a caballo para garantir a los vecinos de los malevos. Siento en el alma el estado de mi querida Rafaela. Venda usted cuanto tenga para asistirla, que es lo primero, y atender a mi querido José María, que para eso he trabajado”. (16 de agosto de 1809) Cuando la situación se agrava, el cabildo de Montevideo ayuda a la esposa del prócer con una pensión de cien pesos mensuales, asistencia para la educación de su hijo y una casa en la ciudad. La primera de estas ayudas la recibe Manuel Villagrán, hermano de Rosalía. Su matrimonio fue destruido, en parte, por la enfermedad mental que afectaba a su esposa (alucinaciones, manías persecutorias, etc.) producto de una fiebre puerperal en una época donde los medios antisépticos eran desconocidos; su esposa sería cuidada por una tía de Artigas. Rafaela Rosalía Villagrán, muere finalmente, en Montevideo en el año 1824. Eduardo Galeano, en su “Memorias del fuego”, nos ilustra su entierro: “Pasa un par de bueyes, llevando una muerta al camposanto. Tras la carreta, un monje desgrana el rosario. Hasta la barbería llegan los sones de alguna campana que por rutina despide a la difunta de tercera clase. La navaja se para en el aire. El barbero se persigna y de su boca salen palabras sin ánimo desollador: Pobrecilla. Nunca fue feliz.


El cadáver de Rosalía Villagrán está atravesando la ciudad ocupada por los enemigos de Artigas. Hacía mucho que ella creía que era otra, y creía que vivía en otro tiempo y en otro mundo, y en el hospital de la Caridad besaba las paredes y discutía con las palomas. Rosalía Villagrán, la esposa de Artigas, ha entrado en la muerte sin una moneda para pagarse el ataúd”. De este matrimonio nacería, como se ha dicho, José María en el año

1806, hombre que pronto encontró el camino militar llegando a alcanzar el grado de Teniente Coronel. Ya se ha comentado que Artigas tuvo que requerir del Cabildo para que lo ayudaran en la educación de su hijo a partir de 1815.

José María ni bien se entera de que su padre está aún con vida en el Paraguay lo va a visitar en 1846 con el objeto de hacerlo retornar a la patria: en vano rogó a su padre, quien rechazó la propuesta y decidió permanecer en el Paraguay hasta el fin de sus días. José María moriría un año más tarde, en la ciudad de Montevideo, en 1847.

Artigas y Melchora Cuenca Estando en el campamento de Purificación, Artigas se casa con una mujer (1815) que también le dejaría descendencia: Doña Melchora Cuena, una lancera paraguaya. Esta mujer, mucho menor que Artigas, conoció al prócer pues su padre traía víveres a Artigas enviados por la Junta del Paraguay. Éste se constituye en el segundo matrimonio del General, habiendo sido anulado el anterior invocándose la demencia de Rosalía Villagrán. Tuvieron dos hijos:


Santiago, nacido en 1816, y María, nacida en 1819. Aparentemente, se habrían conocido en Argentina en 1815: luego de retirarse del asedio de la plaza de Montevideo, Artigas estuvo algunos meses en Santa Fe al frente de un ejército. Desde 1819 se notan profundas desavenencias entre el prócer y su mujer quien se niega a acompañarlo al Paraguay: quedara con sus hijos viendo al General por última vez en Mandisoví. A partir de allí se inicia para Melchora una vida de grandes dificultades para sobrevivir, no solo en lo económico, sino por haber sido la compañera de Artigas debiendo escapar de sus enemigos. Los Rivera, tanto Fructuoso como su esposa Bernardina Fragoso, le tienden una mano intentando ayudarla: se hacen cargo de Santiago no así de María, la otra hija. Melchora le respondió a Bernardina Fragoso de Rivera: ella era “la única hija que le quedaba”, toda vez que su hijo estaba ausente en campaña militar. Debe recorrer Brasil y Entre Ríos siendo perseguida con su hija. Hacia el año 1829. Melchora contrae matrimonio con José Cáceres, natural de Entre Ríos. Finalmente, Melchora fallece asfixiada por los gases de un bracero, en circunstancias no aclaradas, en Concordia entre los años 1860 y 1870.

Santiago, hijo de ambos habría nacido en Purificación en 1816. Tutelado por Rivera, sigue la carrera militar hasta alcanzar el grado


de Coronel. Dos documentos confirman que Melchora y Artigas habían contraído matrimonio: Santiago declara en el acta de su casamiento que era “hijo legítimo” de Artigas, por otra parte, la partida de defunción de María Artigas, su otra hija, establece que era la hija legítima “de José Artigas y de su esposa Doña Melchora Cuenca”. Artigas y la Madre del Caciquillo La descendencia de Artigas con una mujer charrúa fue profundamente trabajada por el historiador Carlos Maggi en su obra “Artigas y su hijo el Caciquilllo”. El niño, de nombre Manuel, habría nacido hacia el año 1786, siendo, aparentemente, el primogénito de nuestro prócer. Varias pruebas que se respaldan en cartas y en la actitud de Artigas hacia y los indios, y viceversa, respaldan la existencia de este hijo.

Artigas y una Mujer Anónima De la unión de Artigas con una mujer cuyo nombre se desconoce nace el niño Pedro Mónico. Este niño viene al mundo en el año 1792, siendo bautizado en la ciudad de Las Piedras. Fue criado por los padres de Artigas como su nieto favorito. Cuando Martín Artigas, padre del prócer, cree que va a fallecer deja el siguiente testamento: “...es mi voluntad que, del quinto de mis bienes, se le den 200 pesos a un niño que he criado llamado Pedro Mónico y que del quinto de mi finada esposa se le den otros 200 pesos...”. Este testamento, del año


1806, no se ejecuta pues Martín Artigas recupera la salud pero se respeta lo expresado en él cuando finalmente se produce su muerte en 1822. El niño, entre tanto, vivió junto a sus abuelos en Casupá.

Artigas y María Matilda Borda María Matilda Borda, nacida en el año 1783, estaba casada en

primeras nupcias con Antonio Altacho (muerto en 1808). Era dueña de una pulpería y almacén de ramos generales. Tuvo un hijo con José Artigas, reconocido por éste, nacido hacia fines de 1813, bautizado en Las Piedras con el nombre de Roberto. Este hijo, uno de los pocos que no

siguió la carrera militar fue muerto en la revolución de Timoteo Aparicio.

Artigas y una Guaraní Misionera Artigas procreó una niña de nombre María Escolástica nacida el 10 de febrero de 1813, con una misionera guaraní. Esta niña fue dada al matrimonio Lorenzo Centurión y Francisca Basualdo quienes le pusieron su apellido. María Escolástica Centurión se casa con Pedro Abelardo Marote y tiene varios hijos. Muere el 6 de enero de 1897.

Artigas y Clara Gómez Alonso Estando Artigas en San Isidro de Curuguaty conoció hacia el año 1825 a una mujer más joven que él, Clara Goméz Alonso. De esta unión nacería Juan Simeón en el año 1827; éste llegaría a ser Teniente


Coronel en Paraguay, hombre de confianza del Mariscal Francisco Solano López. El niño se educó y vivió junto a sus padres hasta el fallecimiento del General en el año 1850. La existencia de esta mujer y de su hijos, con la cual vivió más años que con ninguna, son unos 25 años. En la historia de la Patria Vieja donde las mujeres, no figuran en los libros, las gestas femeninas, tienen un rol casi inexistente. Pero introduciéndose en esa intrahistoria, se descubrieron que tuvieron roles protagónicos muy importantes, no en el campo de batalla pero sí en las ideas, en la conspiración, en la clandestinidad, llevaban a cabo esas ideas con otras estrategias diferentes a la de los hombres. Muchos de los hombres se sentían respaldados por sus actividades. Una de esas mujeres es Ana Monterroso de Lavalleja

Ana Moterroso De Lavalleja “Date corte Juan Antonio”, una frase muy usada que se le atribuye a ella, alude al carácter y temperamento que tenía Ana. No se conserva prácticamente ningún registro sobre ella. Fue una mujer de carácter enérgico que dejó huella en la primera mitad del siglo XIX. No callaban sus ideas. Estuvo encarcelada más de una vez. Prisionera en cárceles, en barcos y en su propia casa. Porque muchas veces desde la clandestinidad organizaba motines y sublevaciones, a veces contra su propio compadre el general Rivera. Han trascendido su fuerza su admiración por su marido y viceversa. Nació en 1791 en Montevideo, hija de un gallego que a pesar de ello estuvo del lado rebelde y una montevideana. Eran muchos hermanos.


Creció en una ciudad de calles de tierra, de carruajes y carretas. Ciudad que ella fue viendo crecer y cambiar. Tenía 20 años cuando empezó la revolución antigüista. Su familia jugó un papel importante en ese país que en algún momento pudo considerarse independiente a partir de 1825. Se casó con Lavalleja a los 26 años, viajó a la campaña en el año 1817 para casarse. Lo hizo por poder en una sencilla ceremonia porque Lavalleja estaba enfrentando a las tropas brasileñas por orden del general Artigas. Lo representó el general Fructuoso Rivera. La pareja tiene una serie de separaciones debido a su participación en diferentes batallas. Fue tomado prisionero en 1818. Las tropas brasileñas lo llevaron a Isla das Cobras en Brasil. Ella se entera y pide ser llevada prisionera junto a él y así se hace. Allí tiene varios de sus hijos. En total la pareja tiene 10. El “date corte Juan Antonio” nació en algunas de las tertulias en los pocos momentos de paz que existieron. En su casa ubicada en la ciudad vieja. Casa donde se vivieron momentos de penurias y separaciones. Alguna de sus piezas tuvo que alquilar para poder vivir. En la revolución de 1832 contra el presidente Fructuoso Rivera la colaboración de Ana Monterroso fue clave. Hay numerosos testimonios de las encomiendas políticas o estratégicas que Lavalleja le solicitaba a su esposa. Como distribuir misivas a sus aliados, recibir y organizar reuniones clandestinas, mantenerlo informado y transmitir sus órdenes a su gente. Realizó un motín en Montevideo dirigido por ella, en acuerdo con los enviados porteños de Lavalleja. Se le atribuye la redacción de un volante, donde se exhortaba a la conspiración y rebelión contra el gobierno. Cuando se desmanteló este movimiento, encarcelan a los hombres. En el caso de doña Ana


ella enfrentó a las personas que fueron a buscarla a su casa con intención de recluirla en un hospital. Junto con sus 10 hijos. El más chico tenía 10 años, mostrándose muy corajuda diciendo que solo después de muerta la separarían de sus hijos. No podían llevarla con todos sus hijos. Entonces fue incomunicada en su domicilio durante mucho tiempo. Ella se arregló para que la casa siguiera funcionando y que a Lavalleja se le pagara por lo servicios a la patria y que sus hijos pudieran seguir teniendo la manutención necesaria.

Bernardina Fragoso de Rivera

Nació en San José de Mayo el 20 de mayo de 1796. Era hija de Pedro Fragoso y de Narcisa Laredo, una familia con una posición social modesta. En 1815, la familia se instaló en Montevideo. El año siguiente, se casó con el general Fructuoso Rivera, que fue el primer presidente constitucional del Uruguay, al que acompañó a lo largo de su trayectoria militar y política, lo que significó poner su vida en peligro en varias ocasiones; estuvo informada de todos los acontecimientos de la época y a menudo aconsejó a su marido en estos asuntos. El matrimonio solo tuvo un hijo que falleció en la niñez. Residieron en varios lugares como Montevideo y Durazno –donde hicieron construir una gran casa, actual sede del Museo de Historia– y la chacra del Arroyo Seco.


Desde la Guerra Grande (1839-1851) estuvo en Montevideo, donde tuvo una intensa actividad en atención a los perjudicados de la guerra. A raíz de esto, y animada por el gobierno central, fue fundadora y presidenta de la Sociedad Filantrópica de Damas Orientales, que creó y financió un hospital en la ciudad destinado a cuidar a los enfermos y heridos de la guerra, donde Fragoso colaboró de manera personal atendiendo a los pacientes. Además, abrió también las puertas de su casa a los más pobres. Terminada la guerra, el 1 de abril de 1853 fue llamada a formar parte de la Sociedad de Caridad y Beneficencia de Señoras. En 1854 enviudó. Murió el 31 de diciembre de 1863.


Lugar donde estuvo ubicado el campamento de Purificación.


Se ha terminado de editar tanto en formato papel como en ebook mi libro Poesías de Utopías-Editorial Arted



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