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REALIDADES Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe

Hacia una Iglesia más sinodal

Del 21 al 28 de noviembre pasado, tuvo lugar en México la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. Este acontecimiento, histórico en la vida de la Iglesia, convocó en la capital mexicana a más de un centenar de personas, entre obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y laicas procedentes de todos los rincones del continente, y a unos mil participantes de manera virtual.

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Presentada ofcialmente hace

un año, tuvo la fase preparatoria «proceso de escucha», que duró varios meses y que supuso un exhaustivo trabajo en el que se dio la oportunidad a todos los miembros de la Iglesia latinoamericana y de distintos ámbitos de la sociedad civil a expresar sus inquietudes, preocupaciones, esperanzas y propuestas. Según los organizadores, en esta fase participaron alrededor de 70 mil personas. Con todas las aportaciones fueron elaborados la «síntesis narrativa fnal» y el «documento para el discernimiento comunitario», instrumentos que fueron la base de los trabajos que se realizaron en la semana del 21 al 28 de noviembre pasado en la Casa Lago, sede de la Conferencia Episcopal Mexicana, en la Ciudad de México.

Una semana de intenso trabajo

Esta fase presencial arrancó el domingo 21 de noviembre con una eucaristía celebrada en la Basíli-

ca de Guadalupe y presidida por monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, arzobispo de Trujillo, Perú, y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En su homilía, monseñor Cabrejos calificó la asamblea como un acontecimiento histórico por el hecho de que, «se pasa de una asamblea donde participaban sólo obispos, a una plenamente eclesial, como expresión del ejercicio del sensus fidelium». Según el presidente del CELAM, en ella «nos hermanamos en diversidad de ministerios y carismas: obispos, sacerdotes y diáconos, religiosas, religiosos, laicas, laicos; hermanos de las periferias materiales, culturales, geográficas y existenciales, y con hermanos en Cristo en el sentido ecuménico de la

Realidades fe, así como de otras religiones que quieren responder al llamado en común que Dios nos hace». Durante seis días, los cien asambleístas presenciales y los cerca de mil participantes de manera virtual compartieron y dialogaron sobre los grandes retos a los que se enfrenta la Iglesia Latinoamericana, particularmente a partir de las conclusiones de la anterior Asamblea del CELAM, que tuvo lugar en Aparecida, Brasil, en 2007. Hay que destacar que 40 por ciento de estos participantes eran laicos y laicas, 20 por ciento obispos, 20 por ciento sacerdotes y diáconos y 20 por ciento religiosos y religiosas; con edades que van desde los 17 años del más joven, a los 87 del más anciano.

Dolores, esperanzas y desafíos

A través de un trabajo de discernimiento comunitario y con base en la síntesis narrativa de la fase de escucha, los asambleístas elaboraron una lista con los dolores y las esperanzas que se sienten en América Latina y el Caribe. «Como discípulos misioneros y ciudadanos del mundo, contemplamos la realidad, escuchamos las diversas y reiteradas expresiones que manifiestan aquello ante lo que experimentamos dolor e indignación», afirmaron, para acto seguido enumerar una lista de los dolores e injusticias más acuciantes del continente. Entre las que destacan la crisis de democracia en los sistemas políticos, las injusticias originadas por modelos económicos injustos, la cultura de la exclusión, la xenofobia, la idolatría del dinero y el impacto de la pandemia, que afectan particularmente a las mujeres, los migrantes y refugiados, los más pobres y a la Madre Tierra.

Entre estos dolores también se citan los provocados por los propios fallos al interior de la Iglesia: «Reconocemos las incoherencias que vivimos como pueblo de Dios y que ponen en evidencia la necesidad de conversión», confesaron. También manifestaron el dolor por la debilidad de la experiencia de fe, la pasividad misionera, la falta de compromiso social con los más empobrecidos o el distanciamiento de la comunidad eclesial de los problemas reales que requieren compromiso. «Nos duele la falta de una más clara participación de la mujer y de los laicos en los espacios de decisión de la acción evangelizadora», afrmaron, y dieron como dato el hecho de que sólo 36 por ciento de los asambleístas eran mujeres.

Pero lo que sonó con más dolor para los asambleístas fue el clericalismo que se percibe en la comunidad eclesial: «clericalismo descrito como visión eclesiológica, estilo autoritario en el trato, exclusión de los laicos de las instancias de discernimiento y decisión, obstáculo a la sinodalidad de la Iglesia, también relacionados con los casos de abuso de conciencia y abuso sexual de miembros de la Iglesia y con la falta de reparación a las víctimas».

El trabajo de discernimiento también permitió vislumbrar las esperanzas que iluminan el camino de una Iglesia que quiere ser más sinodal, participativa y abierta. Esta sinodalidad vivida en la Asamblea Eclesial es precisamente una de las mayores esperanzas manifestada por los asambleístas, ya que se presenta como «un espacio de encuentro y apertura para la transformación de estructuras eclesiales y

sociales que nos permitan renovar el impulso misionero y la cercanía con los más pobres y excluidos». Los asambleístas manifestaron su esperanza en una Iglesia más unida y fraterna, abierta a los laicos, las mujeres, los jóvenes, y a la diversidad de identidades, pueblos y culturas; una «Iglesia en salida que se hace prójima y es servidora de una humanidad herida». Entre las esperanzas, fgura de manera particular, la que están dando el pontifcado y el magisterio del papa Francisco, su liderazgo espiritual y su coherencia.

Suscitan también esperanza el crecimiento del papel de la mujer y su compromiso en la sociedad y en la Iglesia, la conciencia creciente del necesario cuidado de la Casa Común, la ecología integral y las acciones en defensa de los derechos humanos. Manifestaron también su confanza por el hecho de que «muchos jóvenes se organizan y asumen nuevos compromisos, respondiendo a las necesidades del mundo, las necesidades ecológicas y buscan, de modo creativo, nuevos caminos de evangelización». Las alianzas y redes que se van constituyendo entre los afrodescendientes y los pueblos indígenas aparecen también en la lista de esperanzas, junto con las comunidades eclesiales de base y los misioneros laicos, que «dan testimonio de fraternidad y muchas veces son voz profética para la Iglesia y la sociedad».

Partiendo de estos dolores y esperanzas, los asambleístas enfocaron la mirada sobre los principales retos para la Iglesia en América Latina y el Caribe y elaboraron una lista con 41 desafíos con sus correspondientes orientaciones pastorales, de los cuales seleccionaron los 12 que consideraron más importantes, que no suprimen los 29 restantes, pero que constituyen el principal aporte de la Asamblea Eclesial para continuar, de ahora en adelante, con el trabajo sinodal en cada región (ver recuadro en p. 27).

La Asamblea concluyó de manera oficial con la misa de clausura que se celebró el domingo 28, también en la Basílica de Guadalupe, y en la cual los asambleístas se consagraron a la Guadalupana pidiendo su protección maternal para todo el continente y para todo este proceso que busca alentar una Iglesia verdaderamente sinodal.

El trabajo continúa

Como los mismos asambleístas indicaron, la Asamblea no fue un punto de llegada, sino también de partida. A partir de lo vivido y discernido en ella y con esos 12 desafíos como referencia, el trabajo continuará ahora en cada país, en cada diócesis, en cada parroquia y comunidad para llevar adelante la hermo-

sa tarea de anunciar el Evangelio y preparar la celebración del Sínodo sobre la Sinodalidad que tendrá lugar en Roma en 2023.

Para llevar a cabo y poner en práctica esos 12 desafíos, el CELAM ha propuesto un itinerario pastoral para este 2022 que comienza ya en enero con un «seminario de identidad y misión pastoral» que ayude a hilvanar los distintos procesos a seguir para que no se pierda lo vivido en la Asamblea, un seminario dirigido a los miembros del CELAM y a los asambleístas que durará hasta abril o mayo. También están previstas las llamadas «Post Asambleas Eclesiales Regionales», a celebrarse entre febrero y mayo, en las que cada región eclesiástica del continente se apropiará de los desafíos pastorales según el contexto y la realidad de cada una. Además está previsto que en mayo el Episcopado Latinoamericano y Caribeño se reúna en una Asamblea Extraordinaria del CELAM, en la que tendrá seguramente un borrador de lo que serán las orientaciones pastorales surgidas durante la Asamblea Eclesial para responder a los 41 desafíos identificados y, en particular, los 12 prioritarios.

Una vez terminadas estas fases, vendrá la fase continental del Sínodo sobre la Sinodalidad, cuyo inicio está previsto hacia octubre de este año y que se proyectará hasta marzo de 2023.

Los diferentes testimonios que fueron escuchados por todos los participantes –cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos o laicos, hombres y mujeres, mayores y jóvenes– destilaban un sentimiento de enorme alegría y esperanza por lo que durante esos días se pudo vivir, y quienes seguimos la asamblea a través del magnífico trabajo de la comisión de comunicación percibimos y acompañamos, aunque fuera desde la distancia.

A diferencia de otras Asambleas del Episcopado Latinoamericano, en esta ocasión no se buscó elaborar un documento, sino ejercitar el discernimiento comunitario de manera sinodal. La Asamblea Eclesial fue punto de llegada y de partida, es parte de un camino que la Iglesia Latinoamericana está haciendo y que abre las puertas de la esperanza a una nueva manera de ser Iglesia.

Se puede acceder a todos los documentos, fotografías y videos de la Asamblea en la página www. asambleaeclesial.lat, así como en sus redes sociales.

Los 12 desafíos pastorales de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe

1. Reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la comunidad eclesial y en la sociedad como agentes de transformación. 2. Acompañar a las víctimas de las injusticias sociales y eclesiales con procesos de reconocimiento y reparación. 3. Impulsar la participación activa de las mujeres en los ministerios, las instancias de gobierno, de discernimiento y decisión eclesial. 4. Promover y defender la dignidad de la vida y de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural. 5. Incrementar la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo. 6. Promover la participación de los laicos en espacios de transformación cultural, política, social y eclesial. 7. Escuchar el clamor de los pobres, excluidos y descartados. 8. Reformar los itinerarios formativos de los seminarios incluyendo temáticas como ecología integral, pueblos originarios, inculturación e interculturalidad y pensamiento social de la Iglesia. 9. Renovar, a la luz de la Palabra de Dios y el Vaticano II, nuestro concepto y experiencia de Iglesia pueblo de Dios, en comunión con la riqueza de su ministerialidad, que evite el clericalismo y favorezca la conversión pastoral. 10. Reafrmar y dar prioridad a una ecología integral en nuestras comunidades, a partir de los cuatro sueños de «Querida Amazonia». 11. Propiciar el encuentro personal con Jesucristo encarnado en la realidad del continente. 12. Acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, la tierra y las culturas. María José Bolaños López, de la diócesis de Tehuacán, Puebla, delegada joven de la región México-Centroamérica

Realidades

¿Cómo estás viviendo esta Asamblea? Me está ayudando mucho a conocer la realidad de los jóvenes y de América Latina. Es muy importante que escuchemos, que atendamos, que acojamos. Estoy viviendo una experiencia muy feliz; estoy muy emocionada, pero sobre todo muy esperanzada. Estamos soñando con una América Latina llena de valores, de justicia, de equidad, de igualdad. Esta Asamblea me ayuda a madurar en mi fe, mi identidad de cristiana; voy fortaleciendo mi amor y mi convicción hacia Dios y a trabajar por el Reino.

¿Qué puede aportar la Asamblea a la Iglesia y a los jóvenes?

Es una buena oportunidad de sinodalidad, en donde el joven juega un papel muy importante en nuestra Iglesia, de la que también formamos parte. Somos protagonistas, somos agentes de cambio, de transformación. Como dice el papa Francisco, somos la esperanza, el presente, el ahora de Dios, somos Tierra Sagrada. Esta Asamblea nos aporta espacios de participación, de decisión, de acompañamiento, de escucha; donde también los jóvenes nos sentimos incluidos, atendiendo obviamente a las diferentes realidades, como los jóvenes migrantes, indígenas, obreros, estudiantes, en fin, todas las realidades juveniles.

¿Qué papel pueden jugar los jóvenes a partir de lo vivido en la Asamblea?

Los jóvenes somos fuerza, somos vitalidad. Aportamos mucho a la sociedad, pero si tenemos ese acompañamiento, esa formación integral podemos aportar aún mucho más, sobre todo porque nosotros como pastoral juvenil queremos seguir construyendo la civilización del amor en nuestra sociedad. Jugamos un papel muy importante. Todo lo que estamos viviendo aquí en la Asamblea, los desafíos, las orientaciones pastorales, lo vamos a asumir con mucha alegría, porque amamos a nuestra Iglesia, a nuestras comunidades, a nuestros países, creemos en Dios, creemos que Él nos dignifica y por lo tanto nosotros también debemos trabajar en dignificar a toda persona. Por eso, a partir de lo vivido en esta Asamblea, los jóvenes vamos a asumir con mucha más fuerza estos valores del Reino, también en sinodalidad, es decir, en un lugar en el que se nos abran espacios para que podamos aportar y también tomar decisiones siendo tomados en cuenta.

Realidades

Mensaje final

Nosotros, miembros

de la Asamblea Eclesial, reunidos de modo virtual y presencial, en la sede de la Conferencia Episcopal Mexicana, del 21 al 28 de noviembre de 2021, bajo la mirada amorosa de Santa María de Guadalupe, saludamos al pueblo de Dios en camino, a los hombres y mujeres de nuestra querida América Latina y el Caribe.

Nos ha unido el deseo de reavivar el espíritu de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, realizada en Aparecida en 2007, en sintonía con las anteriores Conferencias Generales y teniendo en el horizonte el Jubileo Guadalupano en 2031 y el Jubileo de la Redención en 2033.

Confesamos que es Jesucristo Resucitado quien nos ha convocado una vez más y, como en Aparecida, nos ha hecho reconocernos discípulos misioneros de su Reino, enviados a comunicar por desborde de alegría el gozo del encuentro con Él, para que todos tengamos en Él vida plena (cf DA 14). Desde entonces, Jesús nos acompaña en la tarea emprendida de repensar y relanzar la misión evangelizadora en las nuevas circunstancias latinoamericanas y caribeñas. Tarea que nos ha comprometido en un camino de conversión decididamente misionera, para someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de la vida (cf DA 366). Propósito en el que avanzamos y que requiere de mayor responsabilidad pastoral. Sueño profético al que el Señor hoy nos confrma y anima a vivir caminando juntos, guiados por su Espíritu.

Con gran alegría hemos vivido esta Asamblea como una verdadera experiencia de sinodalidad, en la escucha mutua y en el discernimiento comunitario de lo que el Espíritu quiere decir a su Iglesia. Hemos caminado juntos reconociendo nuestra poliédrica diversidad, pero sobre todo aquello que nos une, y en el diálogo nuestro corazón de discípulos se ha vuelto hacia las realidades que vive el continente, en sus dolores y esperanzas.

Constatamos y denunciamos el dolor de los más pobres y vulnerables que sufren el flagelo de la miseria y las injusticias. Nos duele el grito de la destrucción de la casa común y la «cultura del descarte» que afecta sobre todo a las mujeres, los migrantes y refugiados, los ancianos, los pueblos originarios y afrodescendientes. Nos duele el impacto y las consecuencias de la pandemia que incrementa más las desigualdades sociales, comprometiendo incluso la seguridad alimentaria de gran parte de nuestra población. Duele el clamor de los que sufren a causa del clericalismo y el autoritarismo en las relaciones, que lleva a la exclusión de los laicos, de manera especial a las mujeres en las instancias de discernimiento y toma de decisiones sobre la misión de la Iglesia, constituyendo un gran obstáculo para la sinodalidad. Nos preocupa también la falta de profetismo y la solidaridad efectiva con los más pobres y vulnerables.

Por otro lado, nos llena de esperanza la presencia de los signos del Reino de Dios, que llevan por caminos nuevos a la escucha y al discernimiento. El camino sinodal es un signifcativo espacio de encuentro y apertura para la transformación de estructuras eclesiales y sociales que permitan renovar el impulso misionero y la cercanía con los más pobres y excluidos. Vemos con esperanza la vida religiosa; mujeres y hombres que viviendo contracorriente dan testimonio de la Buena Nueva del Evangelio, así como la vivencia de la piedad popular en nuestros pueblos.

Esta Asamblea es un kairós, un tiempo propicio para la escucha y

el discernimiento que nos conecta de forma renovada con las orientaciones pastorales de Aparecida y el magisterio del papa Francisco, y nos impulsa a abrir nuevos caminos misioneros hacia las periferias geográfcas y existenciales y lugares propios de una Iglesia en salida. ¿Cuáles son entonces esos desafíos y orientaciones pastorales que Dios nos llama a asumir con mayor urgencia? La voz del Espíritu ha resonado en medio del diálogo y el discernimiento señalándonos varios horizontes que inspiran nuestra esperanza eclesial: la necesidad de trabajar por un renovado encuentro de todos con Jesucristo encarnado en la realidad del continente; de acompañar y promover el protagonismo de los jóvenes; una adecuada atención a las víctimas de los abusos ocurridos en contextos eclesiales y comprometernos a la prevención; la promoción de la participación activa de las mujeres en los ministerios y en los espacios de discernimiento y decisión eclesial. La promoción de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural; la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo; la promoción de la participación de los laicos en espacios de transformación cultural, política, social y eclesial; la escucha y el acompañamiento del clamor de los pobres, excluidos y descartados. La renovación de los programas de formación en los seminarios para que asuman la ecología integral, el valor de los pueblos originarios, la inculturación e interculturalidad, y el pensamiento social de la Iglesia como temas necesarios, y todo aquello que contribuya a la adecuada formación en la sinodalidad.

Renovar a la luz de la Palabra de Dios y el Vaticano II nuestro concepto y experiencia de Pueblo de Dios; reafrmar y dar prioridad a la vivencia de los sueños de «Querida Amazonia»; y acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, tierra y sus culturas.

Con gran gratitud y alegría reafirmamos en esta Asamblea Eclesial que el camino para vivir la conversión pastoral discernida en Aparecida, es el de la sinodalidad. La Iglesia es sinodal en sí misma, la sinodalidad pertenece a su esencia; por tanto, no es una moda pasajera o un lema vacío. Con la sinodalidad estamos aprendiendo a caminar juntos como Iglesia pueblo de Dios involucrando a todos sin exclusión, en la tarea de comunicar a todos la alegría del Evangelio, como discípulos misioneros en salida.

El desborde de la fuerza creativa del Espíritu nos invita a seguir discerniendo e impulsando los frutos de este acontecimiento eclesial inédito para nuestras Iglesias y comunidades locales que peregrinan en América Latina y el Caribe. Nos comprometemos a seguir por el camino que nos señala el Señor, aprendiendo y creando las mediaciones adecuadas para generar las transformaciones necesarias en las mentalidades, en las relaciones, en las prácticas y en las estructuras eclesiales (cf DSD 30).

El itinerario pastoral que tenemos frente a nosotros nos guiará en el proceso de conversión misionera y sinodal.

Damos gracias al Señor de la vida y a todas las personas que han hecho posible la realización de esta Asamblea y los ponemos bajo la protección de la Virgen de Guadalupe, que acompaña con su ternura de madre el camino de la Iglesia en este continente.

Le encomendamos los frutos de este acontecimiento eclesial, y pedimos su intercesión para que, con valentía y creatividad, lleguemos a ser una Iglesia en salida, sinodal y misionera que el Señor espera de nosotros, porque todos somos discípulos misioneros en salida.

Dado en la Ciudad de México, 27 de noviembre del 2021.

Otro país, en sinodalidad

Ver

Del 21 al 28 de noviembre se realizó la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, con sede presencial en la Ciudad de México y miles de participantes en forma virtual. Su objetivo fue promover la participación de la comunidad eclesial para revisar cómo nuestra Iglesia está respondiendo al momento que vive esta región del continente y, juntos, buscar caminos para que seamos sacramento de salvación para la humanidad, una Iglesia misericordiosa, samaritana, sinodal, en salida misionera.

Hubo una primera etapa de escucha, donde dieron su punto de vista casi 70 mil personas, con voces muy críticas, reprochándonos nuestras defciencias, pero también celebrando tantas acciones positivas que se hacen en favor de nuestros pueblos. La Asamblea fue una alternativa a las anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, donde era más reducida la participación de los no obispos. Son dos formas de ser Iglesia; ahora se intenta involucrar más a laicos y religiosos como miembros vivos del cuerpo eclesial. El Papa nos sugirió que no hubiera una VI Conferencia General, porque las líneas que elaboramos en la V, en Aparecida, siguen siendo válidas.

Este camino se integra al proceso del Sínodo Mundial de Obispos, a realizarse en octubre de 2023 en Roma, pero que se inició el pasado 10 de octubre. El Papa quiere que

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