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CARTAS DE MISIÓN

Pixabay / Orythys Pixabay / Takeshi Hirano

Barbados, libre de la monarquía

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Aunque la isla caribeña de Barbados proclamó su independencia del Reino Unido en 1966, fue hasta el pasado 30 de noviembre (55 años después) que logró desligarse políticamente de la Corona Británica, al asumir Sandra Manson como jefa de Estado y presidenta de la más joven república del mundo. Se pretende así avanzar en el proceso de superación de siglos de colonialismo y esclavismo. Con una población de casi 300 mil habitantes, actualmente Barbados es una de las islas más prósperas del Caribe gracias, sobre todo, al turismo, la manufactura y las fnanzas. Sin embargo, desde la ocupación británica de su territorio en 1627, pasando por la abolición de la esclavitud en 1834 y la declaración de la independencia, la población afrodescendiente del pequeño país no se vio benefciada bajo el yugo británico, pues la Corona no le otorgó subvenciones para educación, atención médica, infraestructura, agricultura o turismo. En el lento proceso de descolonización que ha incluido cambios en la Constitución y en el régimen político y la remoción de la estatua de Horatio Nelson en la capital Bridgetown, los barbadianos continúan apoyando un movimiento de justicia restaurativa que exige reparación de las ilegalidades cometidas durante el período de esclavismo. A pesar de los desafíos que esta decisión implica (sobre todo en tiempos de pandemia), el historiador Hendersen Carte considera que el ejemplo de Barbados puede ayudar a que otros países de la región (como Jamaica, San Vicente y las Granadinas) y de más allá para que puedan «repensar su estatus colonial y monárquico» (BCC News / AP). •

¿Nuevo apartheid contra África?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había advertido al inicio del año pasado que, si los países ricos acaparaban el acceso a las vacunas y dejaban al margen naciones más pobres, sería muy difícil controlar la pandemia, ya que nuevas variantes podrían surgir en las regiones con menos recursos. En noviembre pasado, mientras que en algunos lugares se había alcanzado una alta cobertura con las dosis completas para la población más vulnerable y entre menores de edad, prácticamente toda África había sido relegada. En ese contexto, el anuncio del descubrimiento de la variante ómicron por parte de las autoridades sanitarias de Sudáfrica desató nuevas olas de pánico y desinformación sobre su contagio y letalidad (no verifcadas en ese momento), y provocó la suspensión inmediata y unilateral de vuelos provenientes de varios países del continente africano; la especulación fnanciera en mercados de valores y cambiarios; y la estigmatización contra los viajeros y turistas africanos. Apoyada en la postura cautelosa de la OMS, que apela por un enfoque científco y solidario, basado en riesgos reales y comprobados, la ministra sudafricana de Relaciones Internacionales y Cooperación, Naledi Pandor reclamó que esas prohibiciones de viaje «castigan a Sudáfrica por su capacidad avanzada en secuenciación de genomas y en detectar más rápidamente las nuevas variantes» (Deutsche Welle). De tal forma que el control de la pandemia corre el riesgo de una regresión, generando la percepción de que los esfuerzos de la humanidad son insufcientes y recurrentes, como los de Sísifo. •

Vatican News José Godínez

Francisco en Chipre: más puertas, menos muros

En su 35 viaje apostólico, el papa Francisco realizó del 2 al 6 de diciembre pasado una visita oficial a Chipre y a Grecia. Su principal objetivo fue llamar la atención de los líderes de la Unión Europea (UE) sobre la situación de migrantes y refugiados que, desde el norte de África y Medio Oriente, cruzan el mar Mediterráneo y buscan mejorar sus condiciones de vida en el viejo continente. El día 3, en Nicosia, capital de la mayor isla del llamado «Mare nostrum», el Papa tuvo oportunidad de acercarse a la «humanidad herida en la carne de tantos migrantes en busca de esperanza» y oró con ellos en la iglesia parroquial de la Santa Cruz. El día 5, en la etapa griega de su viaje, Francisco llevó consuelo a los refugiados en el Centro de Acogida e Identificación de Mitilene, en Lesbos. De lo vivido en ese itinerario, se destaca el reconocimiento que hizo a la política migratoria chipriota y el fuerte llamado que hizo a la UE: «El continente europeo necesita reconciliación y unidad, necesita valentía e impulso para caminar hacia adelante. Porque no serán los muros del miedo ni los vetos dictados por intereses nacionalistas los que contribuirán al progreso, ni tampoco la recuperación económica por sí sola podrá garantizar la seguridad y la estabilidad». Dicho apelo fue acompañado por la iniciativa (simbólica) de facilitar la llegada a Roma de 50 refugiados de Chipre, misma que fue calificada por el presidente de ese país, Nicolás Anastasiades, como «un fuerte mensaje sobre la indispensable revisión de la política de inmigración de la UE» (Vatican News). •

Hno. José Godínez Pérez

El hermano José nació en San Sebastián, Guanajuato, muy cerca de Dolores Hidalgo, en la diócesis de Celaya. Es uno de los primeros misioneros combonianos mexicanos. Ingresó al seminario con el deseo de consagrarse como hermano misionero después de haber trabajado en su pueblo y en la construcción de carreteras.

Aunque destacó principalmente en el campo de la construcción, durante su formación aprendió varios ofcios, mismos que han sido sus herramientas en el servicio misionero y le han permitido ayudar a muchas personas.

En sus primeros años de consagración trabajó en las misiones de Baja California Sur como instructor y acompañante de muchos jóvenes en la ciudad de los niños de La Paz, capital de dicho estado. Ahí, junto con otros hermanos misioneros, fue encargado de los talleres de artes y ofcios en los que muchos alumnos se prepararon para trabajar como técnicos en sus pueblos.

En 1972 partió por primera vez a Kenia, en donde realizó su servicio entre los turkana y en otras misiones del norte por más de 22 años, sobre todo en las más alejadas y necesitadas del país. Durante sus 63 años de labor misionera ha sido un alegre animador de sus comunidades y muy cercano a la gente. Ha vivido su vocación con mucho entusiasmo y gran disponibilidad hasta donde la salud se lo ha permitido.

Hoy se encuentra en el Oasis de Guadalajara, Jalisco, en una misión muy diferente, pero desde donde sigue apoyando con su oración y trabajo.

Una misión con «sabor profético»

Los Misioneros Combonianos establecimos una misión en Old Fangak, Sudán del Sur, en 2006, pero ya estaban aquí las comunidades cristianas fundadas por dos jóvenes catequistas nuer que habían regresado de Jartum, Sudán, a evangelizar su tierra natal.

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Por: P. Alejandro CANALES, mccj Fotos: comboniensautchad.org

Sarh, Chad

Acompañamiento discreto

El primer grupo de misioneros combonianos llegó a Chad en 1977. Poco después, en septiembre de 1978, llegué yo con toda la ilusión de mis 30 años de edad. Mi primer destino fue Doba, misión que era cuna de la primera evangelización en Chad y que hoy es sede episcopal.

Junto a mis tres compañeros combonianos, todos italianos, vivimos una preciosa experiencia de comunión. Nos repartimos el territorio de misión y comenzamos a conocer, escuchar, acoger y aprender. Poco a poco nos acercamos a la gente y empezamos a caminar.

Al principio todo era nuevo y bonito, pero luego entré en una crisis de adaptación por la que pasamos casi todos los misioneros. ¿Qué hago aquí? ¿Merece la pena? Hasta que me dije: «Esto es lo mío, para esto he venido y aquí quiero quedarme siempre». En 1979 una primera guerra civil sorprendió al país. Los diez combonianos que integrábamos las tres comunidades vecinas nos juntamos para ver qué hacíamos. De ahí salió nuestro plan de vida y de trabajo. Reflexionamos juntos y concluimos que habíamos venido para estar con la gente y que teníamos que permanecer con ella. Y nos quedamos.

Después de Doba, trabajé en otras misiones: brevemente en Moïssala; luego en Deressia y Dono-Manga, en la diócesis de Laï, siempre en el sur de Chad. Dejar un lugar para ir a otro produce siempre una ruptura y hasta lágrimas, pero también ayuda a descubrir que no estamos solos, sino que hay una Iglesia que hace misión con nosotros. Somos sencillos servidores con respeto, afecto y sin apegos.

Cada lugar, cada periodo me ha planteado nuevos desafíos como el trabajo en Justicia, Paz e Integridad de la Creación, la pastoral familiar... He sido feliz en todo ello. Considero fundamental estar arropado por la comunidad, ese pequeño grupo de tres o cuatro misioneros que vivimos juntos y que reflexionamos y decidimos a la luz del Espíritu cómo hacer las cosas para que tengan profundidad y sentido. Cuidar las relaciones interpersonales en comunidad es muy importante, te ayuda a superar dificultades.

En estos 43 años he visto crecer a la Iglesia en Chad. Al principio todos éramos misioneras y misioneros europeos. Luego fueron llegando de América Latina y Asia, y en los últimos 30 años han aumentado mucho los africanos, entre ellos los propios chadianos. También han crecido las comunidades cristianas, las diócesis y las nuevas parroquias, y esto es muy bonito.

Mi vida misionera dio un vuelco cuando en 2018 mi superior provincial me pidió ir al noviciado de Sarh como formador. Me tomó por sorpresa, así que le pedí un par de días para rezar y discernir, pero al final acepté, y aquí estoy. En este curso acompañamos a 17 novicios, nueve de segundo año que harán sus primeros votos en mayo de 2022, y ocho de primer año que llegaron el pasado mes de septiembre. Todos provienen de los países africanos francófonos donde estamos presentes los Misioneros Combonianos: Benín, República Democrática del Congo, República Centroafricana, Chad y Togo. El noviciado debe ser una etapa de fundamentación y consolidación para encontrarse consigo mismos y con el Señor, y donde cada uno, con la ayuda del Espíritu Santo y los contenidos que pone a su servicio la congregación, pueda construir el religioso y el discípulo-misionero que será en el futuro.

Por mi parte, intento aportar experiencia. Es muy bonito porque también aprendo del entusiasmo y la generosidad de estos jóvenes. Recibo mucho. Mi papel es acompañar discretamente, sin ahorrarles el esfuerzo que deben realizar por sí mismos. Van a ser misioneros «como guías de alta montaña». Un día un compañero togolés me dijo: «Nos da mucha alegría que estés aquí con nosotros, tú que eres de los primeros combonianos llegados a Chad». Son palabras que me ayudan a realizar mi servicio con mayor entrega.

Suelo decir a los chicos que el mundo que tienen por delante será diferente al que han conocido hasta ahora. África va cambiando y complicándose y no será la reserva espiritual de la humanidad, porque también aquí el materialismo y todos los «ismos» se van colando y ponen en jaque la fe y la propuesta cristiana. Todo empieza a ser puesto en cuestión y tendrán que estar preparados para responder. Por eso insisto en que deben acostumbrarse a ponerse siempre en presencia del Señor, que aprendan a ser contemplativos en la vida misionera porque es lo que los sostendrá el día de mañana. Los siento receptivos en la formación y eso me alegra.

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