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SERVICIO ESPECIAL El cuidado de la Casa Común
De vuelta a la misión
MISIONEROS COMBIONIANOS
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Al regresar de vacaciones, retomé mis actividades pastorales en Nakwamekwi. Realicé celebraciones en capillas, escuelas y comunidades al lado de mis compañeros, los padres Pablo Simón Rodríguez, mexicano, y David Khayesi, keniano. Si deseas continuar con la lectura de este artículo, adquiere Esquila Misional en su
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El mal de Pakota proviene de una extraña enfermedad que poco a poco lo afectó. Cuando gozaba de buena salud no tuvo mujer ni procreó hijos. Él es tranquilo; saluda a todos con una sonrisa; a nadie hace daño. La gente de esta misión de Mongoumba no lo ve como un peligro. Tiene un hermano catequista en Bassan, una localidad vecina a nuestra parroquia, pero a Pakota parece que no le gusta estar atado a una familia, lo suyo es andar libre, o mejor dicho, andar sin rumbo fijo. ¿Qué otra cosa se puede hacer en su situación?
A Pakota le atraen los sitios concurridos, como la iglesia o el mercado, también se hace presente de improviso donde hay gente reunida a causa de algún festejo o un velorio, o simplemente para conversar; pero eso sí, manteniéndose a mitad de la calle, guardando la distancia, desde donde todo lo observa en silencio, siempre de pie con una postura relajada y con las manos detrás. Por lo
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Pakota
Pakota es un hombre cuya edad ronda los 50 años, casi mudo y con un problema mental. «Gúguma» es la palabra en sango para referirse a las personas que física o cognitivamente no pueden desarrollarse con normalidad.
general, Pakota habla solo. Dice cosas sin sentido alguno. Cuando parece inquieto gesticula con todo su cuerpo, da vueltas sobre sí mismo, hace como que se retira, pero enseguida retrocede. Mueve sus brazos en todas direcciones y utiliza mucho su dedo índice para acusar, señalar o hacer alguna indicación a quién sabe quién, como queriendo ordenar un mundo que no marcha bien. Si acaso llega a perturbar alguna reunión, le piden que guarde silencio con el dedo índice en los labios, o con una señal de la mano le indican que siga su camino.
Una tarde, ante la Iglesia, caminaba yo solo, y mientras iba y venía de un lado a otro pensando en la formación que debía preparar para los miembros del consejo parroquial, comencé a hablar en voz alta y a realizar algunos gestos tanto con mi rostro como con mis manos sumergido en mi mundo. De súbito, me detengo con la sensación de estar haciendo algo indebido. Hago una pausa para cerciorarme que nadie a mi alrededor me estuviera viendo y pensando que no estaba en mi sano juicio por hablar solo. Para mi sorpresa, desde el portón de la misión se encontraba Pakota, que seguramente había seguido mi monólogo de principio a fin, y nomás se me quedaba viendo muy pensativo, como diciendo para sí mismo: «Creo que no soy el único loco en este pueblo».
Consagrados a Dios para la Misión
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El pasado 8 de mayo siete novicios combonianos hicieron su primera profesión religiosa en Xochimilco, sede del noviciado americano de los Misioneros Combonianos.
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Estamos en un mundo que funciona a dos velocidades: cada vez más rápido en la acumulación de beneficios para unos pocos; y cada vez más precario para la gran mayoría. Asumimos esta desigualdad como si fuera natural. Nos acostumbramos a vivir en sociedades de la abundancia y del descarte, mientras que a nuestro alrededor se multiplican las sociedades de supervivientes.
América Latina es la región del mundo con mayor desigualdad de ingresos, según datos de la ONU. En la ciudad donde vivo, São Paulo, la esperanza de vida depende del código postal: los que habitan en uno de los barrios de lujo viven en promedio 20 años más que los que están en las periferias. Para que este sistema se mantenga, algunos territorios y comunidades deben ser condenados a ser zonas de sacrificio. Nuestro continente, desde el inicio de la colonización, ha sido y sigue siendo considerado una mina de recursos para el desarrollo de otros. Es la lógica, hoy muy afirmada en casi todos los países latinoamericanos, del extractivismo depredador. En Brasil, la palabra suena aún más amarga y agresiva, porque se opone a la experiencia ancestral de los pueblos y comunidades autodenominados «extractivistas»: aquellos que, desde siempre, han aprendido a vivir en equilibrio y simbiosis con su territorio.
Existe, por tanto, un conflicto entre dos modelos que se disputan los mismos territorios. Nos hacen creer que el primero (depredador, extensivo, tecnológico y contaminante) sería el más eficiente, desarrollado y generador de riqueza. De hecho, favorece la acumulación de bienes en los bolsillos de muy pocas personas, a costa de graves violaciones socioambientales acumuladas sobre la mayoría.
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El cuidado de la Casa Común
en América Latina: un pacto comboniano
En el contexto de la Jornada Mundial del Ambiente compartimos lo que están haciendo los Misioneros Combonianos para cuidar nuestra Casa Común.
El Procurador de la República, Felício Pontes, afirma que el segundo modelo tiene un potencial increíble para generar ingresos y calidad de vida para las comunidades locales. Por ejemplo, el conjunto de 17 tipos de actividades en el ecosistema amazónico –desde el suministro de agua y la regulación del clima hasta la provisión de alimentos, como peces, frutas y nueces– alcanza los 692 mil millones de dólares al año. Sin embargo, para garantizar el interés de las élites terratenientes y las grandes empresas, el Estado y el gran capital se han aliado. Es lo que se define como «la captura empresarial del Estado», que también Laudato si’ (LS) denuncia, al decir que la política se ha sometido a la economía (LS 189).
Con base en esta opción, habiendo ocupado ya la mayoría de territorios con grandes proyectos de monocultivo, agroindustria, ganadería extensiva, minería, generación de energía con inundación de grandes áreas, etcétera, la extracción depredadora ahora necesita traspasar las últimas fronteras, cruzando nuevos límites geográficos y legales. Así, se disputan bosques o áreas protegidas, parques nacionales y, especialmente, toda la cuenca amazónica. Se busca flexibilizar las leyes ambientales; el Estado garantiza la impunidad de quienes violan la ley; se tolera y muchas veces incluso se institucionaliza la violencia contra comunidades y líderes, cada vez más criminalizados, perseguidos y asesinados.
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Acción comboniana
En los últimos años, principalmente por la inspiración de la encíclica LS, la acción comboniana para el cuidado de la Casa Común se ha consolidado en el continente latinoamericano, aunque todavía necesita ser fortalecida y articulada. A continuación, destacamos, de forma sintética, algunas áreas en las que estamos presentes:
• La Red Eclesial Panamazónica
(REPAM), actor principal del Sínodo Amazónico, que se organiza en varias líneas de trabajo (pueblos indígenas, derechos humanos, fronteras, justicia socioambiental y Buen Vivir, formación, redes internacionales y comunicación). Es una presencia dinámica, flexible e interactiva con las iglesias locales, capaz de tejer redes con otros movimientos populares. • Iglesias y minería: es una red ecuménica latinoamericana que atiende a las comunidades afectadas por la minería. Reconoce y nutre las espiritualidades como raíces que sostienen a las comunidades y su resistencia; actúa de manera clave en todos los ámbitos de las iglesias, para que mantengan su fidelidad en la defensa de los pobres y de la Madre Tierra; propone una campaña de desinversión de las empresas mineras, provocando una postura ética de iglesias y congregaciones, con respecto a sus inversiones financieras.
• Presencia cercana y solidaria al
lado de las comunidades: hay hermosas experiencias de cuidado y regeneración de espacios urbanos y educación ambiental (por ejemplo, Chorrillos, en la periferia de Lima, Perú); compromiso con la defensa de los ríos y la resistencia a la minería (Borbón y toda la región de Esmeraldas, Ecuador); compartir con comunidades indígenas en Pangoa (Perú), Petén (Guatemala), Guerrero (Méxi-
co) o en Manaos y Roraima (Brasil); presencia junto a las comunidades costeras en Tumaco (Colombia) y de ribereños en el bajo Río Madeira (Brasil). Todas estas experiencias tienen el potencial de proteger y afirmar las culturas como principio y garantía de relaciones saludables y como un instrumento de cura para todos los seres de la Creación.
• Redes de comunidades afecta-
das: cuando nuestros esfuerzos logran articular comunidades que se reconocen víctimas de los mismos emprendimientos y actores, se fortalece la organización popular, la intensidad de las reivindicaciones y la creatividad en la búsqueda de caminos alternativos. Es la experiencia de la red «Justicia en los Rieles», en la región de exploración de mineral de hierro, en Carajás, y especialmente en Piquiá (Brasil).
• Incidencia y denuncias internacionales (VIVAT International):
también en América Latina, como en otras partes del mundo, los Combonianos y las Combonianas utilizan la estrategia de conexiones que pueden escalar un conflicto local para llegar a instituciones internacionales de defensa de derechos. Ya ha habido informes de violaciones en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, así como interacción con relatores especiales de las Naciones Unidas, basados en nuestro trabajo misionero.
Pacto comboniano por la Casa Común
En el Sínodo Amazónico, un importante grupo de obispos, laicos y laicas, sacerdotes, religiosos y religiosas celebraron el Pacto de las Catacumbas por la Casa Común y firmaron un compromiso, con el propósito de multiplicarlo en los distintos territorios misioneros. Los Misioneros Combonianos, por iniciativa de los provinciales de América Latina, también adaptaron este Pacto a la realidad de su presencia y comunidades en el continente, y lo relanzaron para promover una mayor adhesión.
Hubo celebraciones y firmas en algunas regiones, así como la divulgación del compromiso a través de los medios y redes sociales de nuestras circunscripciones. El Pacto se convirtió en un instrumento de evangelización y animación misionera, pero también en una responsabilidad para cada uno de nosotros, consagrados a la misión de cuidar y promover la vida, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Más recientemente, el dicasterio vaticano para el Desarrollo Humano Integral lanzó un Plan Laudato si’, para ser desarrollado en los próximos siete años. Creemos que la inspiración del Pacto comboniano podría ser una de las formas de comprometernos concretamente. Por ello, recomendamos a todas las circunscripciones retomarlo, relanzarlo y avanzar en la práctica de los compromisos anunciados.
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Conclusiones
«Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto» (Jn 15,5). El XIX Capítulo General de los Combonianos está iluminado por una de las muchas imágenes de Jesús inspiradas en la naturaleza. El Padre, agricultor, sabe que sólo daremos fruto si nos mantenemos bien unidos a su Hijo. La encíclica LS nos recuerda que esta unión, vivida intensamente en la eucaristía, es «un acto de amor cósmico». En el discernimiento y las decisiones que tomaremos en este Capítulo, no hay forma de separar la misión comboniana de la grave urgencia actual de cuidar de toda la Creación: porque somos sarmientos, somos tierra (Gn 2,7). Y «entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra tierra oprimida y devastada, que gime y sufre dolores de parto» (LS 2); pero que, si nos mantenemos unidos a ella, ¡daremos mucho fruto!
Evangelio, Iglesia y sociedad Pastoral Juvenil Afro
–Primera parte–
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