2 minute read

EN CLAVE DE MUJER «Ha sido un derroche

Por: P. Enrique SÁNCHEZ, mccj Francisco, el Papa misionero

39 39

Advertisement

Anton Pramstrahler

No siempre es fácil, cuando intentamos definir o justificar la necesidad de los misioneros en nuestro tiempo. Hoy, mucha gente no acaba de entender o aceptar el papel del misionero. Hay quienes piensan que es una figura obsoleta o una tarea que no tiene mucho sentido, incluso innecesaria.

Muchas veces estas convicciones están asociadas a imágenes de la misión que hoy no tienen sentido, aunque en muchas partes siguen siendo necesarias. Si se piensa que el misionero es un simple agente de desarrollo humano, un promotor de civilización o un procurador de adeptos, con seguridad esos ideales no convencen a nadie para que consagre su vida al anuncio de Cristo vivo y presente en medio de nosotros.

El papa Francisco nos brinda una imagen que responde a la identidad y función del misionero de nuestros tiempos: un artesano de la paz, de la justicia y de la verdad. El artesano es quien con esfuerzo, entrega y el trabajo de sus manos, va realizando una obra que poco a poco adquiere for-

«En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia» (Fratelli tutti 225).

Artesanos de paz

ma y sentido; crea algo que no está definido desde el principio, y así el misionero, en su tarea de ir descubriendo el rostro del Señor presente en sus hermanos, se convierte en mediación para que lo bello de Dios resplandezca en cada ser humano.

El misionero, como testigo y discípulo de Jesús, se compromete y solidariza en todo aquello que permita en cada persona su derecho a vivir con dignidad y respeto, en la tranquilidad y la fraternidad. Su labor de discípulo se traduce en presencia cercana y solidaria con quienes más sufren y son marginados o maltratados en nuestra sociedad. No se trata de una presencia que responda a intereses de tipo material, sino al único deseo de que cada persona pueda gozar de la dignidad que le corresponde como hijo de Dios. En muchas partes, la presencia del misionero se justifica porque juega un papel de reconciliador y de mediador en procesos en donde las personas han sido maltratadas y son portadoras de heridas profundas, no sólo en sus cuerpos, sino en su interior. Seguramente, si hubiera más artesanos de paz, muchos hermanos nuestros estarían en condiciones de gozar de su derecho a vivir en plenitud y nos encontraríamos con menos situaciones en donde prevalece el dolor y el sufrimiento, signos evidentes de la ausencia de la justicia y la verdad.

This article is from: