Yedra de luz y verde escarcha
Omega: la irreverencia del flamenco y el rock Un cuarto de siglo cumplió este pasado diciembre el que quizás sea el disco más libre e iconoclasta de la historia de la música española, Omega (1996) de Enrique Morente y Lagartija Nick.
U
n proyecto tan revolucionario que hoy día no ha perdido su frescura transgresora que solo desatan las grandes obras de arte adelantadas a su tiempo.
Yo respeto a la afición, pero no la puedo complacer en el sentido que ella espera, porque así no hay arte, no hay sorpresa…
Ventanas abiertas n.20 · jul-ago 2022
Fondo desde foto de Ian Keefe| unsplash
Pocos son los que se atreven a desafiar el pensamiento lógico, a invalidarlo o ponerlo en entredicho y cuando se viene de un mundo tan cerrado como el flamenco, mucho más. Morente fue el don Quijote del flamenco que entendió que la manera de conservar las raíces era abriéndolas sin anestesia. El empuje de Lagartija Nick, en la odisea artística, y de Antonio Arias fue otra de las claves para que este viaje intergaláctico entre pasado, presente y futuro llegara a buen puerto.
ENRIQUE MORENTE haya querido cantar a Lorca, pero yo siempre me he tirado al vacío, ¿por qué no me iba a tirar una vez más? Siempre queda un mal sabor de boca por no haber dado todo lo que sueñas».
La obra comienza a girar desde el ojo del huracán, con la adaptación de «Poema para los muertos» en el tema de casi once minutos que da nombre al disco. En «Flores de todos los colores» se vacía el pecho para siempre tras «abrirse la gran puerta» y se tambalean los cimientos con un quejío eléctrico que conecta todas las artes. En palabras del propio Morente: «En el tema Omega está el corazón de la obra. Contiene un reflejo de la historia del cante y es un intento de entroncar el mundo laberíntico del mismo con lo abstracto».
Y en esta visión flamenca de García Lorca encontramos a un poeta canadiense como «ar tista invitado»”: Leonard Cohen. Y allí se cierra el círculo. Morente fue el tercer miembro de esta cofradía imaginaria. «Cuando Cohen estuvo aquí, le comenté que me gustaría interpretar algunas de sus canciones y hablando surgió la idea de este disco… De ponerle música al Poeta en Nueva York de Lorca, mezclándolas con algunas canciones suyas como “Manhattan”, “Sacerdotes”, “Aleluya”, o su versión del “Pequeño vals vienés”», comentaba el cantaor.
La obra de García Lorca Poeta en Nueva York transmite un apocalipsis que se hace sangre, músculos y huesos que f iltran la miseria de la gran urbe tras el crack del 29. Agonía liberadora que resuena también con especial poderío en «Manhattan», «Niña ahogada en el pozo», «Vuelta de paseo» y el final de los finales de «Ciudad sin sueño». El desgarro y la potencia de los versos de Lorca que arden en un auténtico diálogo entre el flamenco y el rock sin precedentes, un triple salto al que Enrique le gustaba enfrentarse: «Poeta en Nueva York siempre ha sido un reto para cualquiera que
Morente y Cohen lograron que Federico siga latiendo en nuestros corazones. Ese duende de la palabra quizás lo habría soñado así.
Betina F. Mat tio bethmathius St. Albans (Reino Unido)
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