veterinarios con historia Q El sábado, 5 de septiembre, José
Andrés camina por los invernales de la Vega de Bano, en Arenas.
Salud Pública pero continuó su clínica libre, haciéndose cargo también de los concejos de Onís y Peñamellera Alta y Baja; que tras la reestructuración sanitaria los concentraron en Arriondas, ampliándose su actividad desde Piloña hasta Ribadedeva, que en 2007 abandonó la clínica para dedicarse a su labor como Inspector de Sanidad, hasta su jubilación en 2015. Que está casado, que tiene dos hijas, que su profesión requiere espíritu de sacrificio, pues la clínica carece de horarios, que tuvo incluso que aprender mecánica para reparar el coche, llevar una pala para abrirse paso en las nevadas, conducir con madreñas... —Hace cinco años te preguntamos para esta revista qué consejo darías a los que empiezan y respondiste: Que no se desanimen porque esta situación es coyuntural, pasará y nuestra profesión siempre tuvo un abanico laboral muy amplio; sobre todo, les recomendaría especializarse en un materia». —¿Sigues pensando lo mismo, ante la nueva realidad? ¿En qué cambiaron las cosas desde entonces? ¿A qué se enfrentan las nuevas generaciones de veterinarios? Acá su discurso: Por supuesto que sigo pensando que no hay que tirar la toalla, pero siendo honesto considero que de hace seis años a esta parte el panorama ha cambiado mucho. Es complejo, muy complejo hacer un vaticinio de lo que va a pasar en cualquier faceta, el diario nos sorprende con cosas nuevas, vamos muy deprisa, yo creo que sería incluso un problema hasta desandar el camino. ¿Quién es capaz de montar un negocio o dedicarse a una actividad que le asegure despegar a corto plazo?, y a medio y largo sería una auténtica quimera. Creo que se toman decisiones, producto de circunstancias agobiantes, de forma irreflexiva; la evolución es algo lógico, natural y deseable pero debe tener una cadencia, ahora los cambios son muy rápidos (es mi punto de vista). A todo esto hay que añadir la crisis económica que empezó por el 2010 y que sin terminar de salir de ella nos viene la pandemia con todas sus desgracias y por si era poco nos metemos en otra crisis económica que esperemos que los entendidos se equivoquen. Por eso al principio decía que era complejo ante este panorama dar un consejo que tenga recorrido positivo; a veces hay que agarrarse al refranero para seguir con esperanza: nunca llovió que no abonara.
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Encuentro en Cabrales con
JOSÉ ANDRÉS NORIEGA —
«Nunca llovió que no abonara» por Pepe Monteserín En un reportaje en 2015, para Veterinariae, a propósito del premio «Veterinario 2015», que le concedió el Colegio de Asturias, José Andrés Noriega nos contó que cursó el bachiller en León, con los Padres Agustinos, que estudió Veterinaria en la Facultad de León y finalizó en 1974, que desde niño tuvo curiosidad por los animales grandes y pequeños y por la biología
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veterinariae número veintiséis
(conservaba culebras en alcohol, arañas...), que comenzó a tener contacto con la clínica en 1973, de la mano de don Jesús Fernández Alonso, veterinario titular de Cabrales y Peñamellera Alta, y a trabajar en Pola de Siero, en 1976, donde ejerció la clínica de grandes animales, durante casi tres años; que regresó a Cabrales otros tres; que en 1982 optó a unas vacantes y le tocó el concejo de Caso, donde estuvo hasta 1988; que opositó a veterinario de