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SUMARIO La Bola Editora
Sigue girando
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Destacado
La reinvención del fanzine
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Libros
Entre picaflores y cocaína
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Mariana Flores
La chica del oeste
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Mundo
Sin protección
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Este suplemento forma parte de la Serie de suplementos sobre editoriales independientes de Argentina que la alumna Estefanía González Rebolledo de la Universidad Nacional de La Plata realizó como tesis de producción para la Licenciatura en Comunicación Social. Edición general y producción periodística: Estefanía González Rebolledo. Corrección: Daniel Badenes. Diseño: Virginia Torres Schenkel.
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La Bola Editora
Sigue girando La editorial marplatense enfocada en narrativa, filosofía e ilustración se enfrenta a las vicisitudes de los tiempos que corren para poner en circulación materiales difíciles de encontrar.
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lejandra Rumitti y Manuel Passaro se conocieron en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata cuando eran estudiantes de filosofía y se hicieron amigos. Alejandra, hija de libreros, y Manuel, empleado en una librería, tenían en claro para qué lado querían orientar sus proyectos. Un día dijeron: “Hagamos un libro y veamos qué pasa”. Fue después de conversar con una conocida de ambos que tenía ganas de publicar una novela. Ese texto en cuestión nunca salió a la luz porque Paula, la escritora, jamás terminó su obra. Pero la idea de la editorial estaba ahí, latente, y justo por aquel entonces, en 2012, se liberaron los derechos de autor de Niebla, la novela más conocida de Miguel de Unamuno, y ese fue el libro cero de La Bola Editora. “La idea en un principio estaba orientada a literatura y filosofía, porque el siguiente libro que publicamos era el de la colección Filosofía, que fue lo más lento, porque es lo que menos circula. De cada 20 títulos que se venden de narrativa, se vende uno de filosofía”, explica Alejandra, que trabaja como empleada en el consorcio de un edificio y es una lectora voraz. El sexo entre las espinas de Nahuel Charri fue el primer tex-
to propio que editó La Bola. “En realidad fue un trabajo para un final de la facultad que preparó Charri, y el profesor Ricardo Maliandi, que es un genio y que en el mundo de la filosofía es un personaje bastante conocido, lo bancó y lo llevó a presentarlo a congresos. Nosotros lo leímos y dijimos: ‘Esto está buenísimo, hay que hacerlo libro’. Ahí arrancó Filosofía, la colección.” El principal criterio del catálogo de La Bola es que, además de que el texto les encante a los dos editores, sea algo que consideren necesario, casi urgente, de poner en circulación. “Cuando agarrás un texto y decís: ‘¡No! esto tiene que tener visibilidad’. Cuando algo nos genera eso, va al catálogo”. Una vez impresos los dos títulos, Alejandra llenó una mochila de ejemplares, se la calzó al hombro y viajó a Buenos Aires para recorrer librerías y decirles: “Hola, tengo una editorial. Miren. Hacemos esto ¿Lo quieren tener en consignación?”. “Ahí me di cuenta lo difícil que era acceder efectivamente a ese mercado, que el librero conozca tu material, que no quede archivado en estantes perdidos donde no los ve nadie”, recuerda Alejandra. Con respecto al escenario en Mar del Plata, la editora cuenta que la percepción de su generación, cercana a los 30, sobre
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la ciudad cambió radicalmente: antes, cuando eran adolescentes, pensaban que en términos culturales en Mar del Plata no pasaba nada. Ahora, en cambio, son partícipes de todo un circuito activo. “Sucedió algo en los últimos años que no es casual. De golpe aparecieron discográficas, productoras de cine, editoriales, movidas de ilustradores. No sé realmente cómo vamos a hacer ahora para sostenerlo, porque el panorama está complejo. Pero la vamos a seguir remando y ningún panorama complejo nos va a ganar”. La Bola no tiene un perfil regionalista: se proyecta a nivel nacional. En cuantos más lugares surja y circule La Bola, mejor. Incluso les gustaría publicar en un futuro textos extranjeros.“La idea es que se produzca desde acá, pero que se mueva todo lo que veamos que sea groso mover de cualquier lado. No tenemos límites geográficos o de editar solo textos marplatenses.” El tercer libro de la colección S.XXI (narrativa) fue Yo vi la cara de Lenin y estaba durísimo, de Joaquín Correa (hoy sin stock). Joaquín había ganado una beca y estaba viviendo en Brasil para el momento de la edición del libro. A su vez, los ilustradores -porque Yo vi la cara de Lenin… tiene dos tapas, lado A y lado B-, estaban, uno en Catamarca y otro en Buenos Aires. “El chico que estaba en Catamarca tenía que dibujar un carrito de pochoclos. Y me escribió: ‘Ale, estoy recorriendo Catamarca y no me puedo cruzar un carro de pochoclos’. Entonces me fui yo a sacarle fotos a un carro de pochoclos acá, se las mandé, él hizo la ilustración allá, nos la pasó, salió el libro acá con la ilustración de Catamarca, la otra de Buenos Aires, y Joaco en Brasil. De todos lados. Y ahí está lo maravilloso de tener Internet como herramienta.”
“Cuando agarrás un texto y decís: ‘¡No! esto tiene que tener visibilidad’. Cuando algo nos genera eso, va al catálogo”
Alejandra dice que ella y Manuel tienen un “I Love Internet” tatuado en la frente y que el proyecto de una editorial independiente es factible, en gran medida, gracias a las posibilidades que brinda Internet: “Por ejemplo, el acceso a un montón de tutoriales de algún centroamericano genial que explica cómo usar InDesign, el acceso a tal ley para ver qué hacés con los derechos de autor. Todo eso es posible gracias a Internet. Ni qué hablar el contacto con los autores”. La editorial actualiza permanentemente su perfil de Facebook, Instagram y Tumblr. Sin embargo, Alejandra comenta que la pata que más les cuesta aceitar es la difusión: “Es fundamental, y acceder a eso es un camino bastante complejo, porque necesitás que sea visible para que alguien se cope en difundirlo, pero a la vez, ¿cómo lo hacés visible si nadie lo está difundiendo?”. De todos modos, La Bola sigue girando y para la última novela que publicaron, Leche Condensada de Mariana Flores, se contactaron con periodistas de la revista Inrrockuptibles, porque les parece que el libro es pertinente a ese público.
La Bola está agrupada con otras dos editoriales independientes marplatenses (Letra Sudaca y
Puente Aéreo) en Papel, una tienda online que además se organiza para ir a ferias. “Si no, los costos, de la Feria del Libro de Mar del Plata, por ejemplo, serían imposibles.” En la tienda, La Bola expone sus cuatro colecciones: Filosofía, Poesía, Siglo XXI y Fanzine. El diseño de los libros está pensado para generar atracción en el tipo de lector que no suele comprar libros de editoriales independientes, por eso quieren que el arte de tapa sea llamativo. De esta manera, todas las tapas de la colección S.XXI se hicieron con telas
escaneadas y para el libro que está en actual proceso de edición, Alejandra y Manuel están recorriendo “el mundo entero” en búsqueda de papel plateado. La colección Fanzine además de imprimirse y venderse en formato gráfico, también se difunde gratuitamente en Internet. Fanzine responde al deseo de la editorial de orientarse también a ilustración, diseño gráfico y arte. “Lo hacemos en menor medida por el temita de los costos de impresión”. Además de la difusión, para Alejandra los costos económicos, sobre todo en el actual contexto político, son las mayores dificultades que La Bola debe enfrentar. De los 20 títulos que tienen publicados, ninguno cubrió los costos de impresión. El año pasado, el precio de imprenta para un ejemplar era de 17 pesos. Hoy es de 50 pesos: “No hay punto de comparación. Nosotros el año pasado tiramos seis libros y en lo que va de este año pudimos tirar uno solo. Las distribuidoras nos liquidaban a septiembre del año pasado 600 pesos por mes -que no es nada, pero que sumaba- y ahora te liquida 100 pesos, 150 pesos. Y vos los mirás y decís: ‘Ajá.
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Perfil
Imprimir 300 ejemplares sale 20 lucas. ¿Cómo hago?‘”. Para la distribución, lejos quedó la época de la mochila y ahora La Bola se vale de la distribuidora La Periférica que reparte los libros en Capital Federal y, desde el año pasado, también en Córdoba y Rosario. Alejandra saca cuentas rápido y dice: “Del 100% del precio de venta al público, entre el 40% y el 50% se lo queda la librería. El 10% es para el autor. Si lo vendemos por distribuidora, el 60% es para la distribuidora. Entonces, a nosotros nos queda entre un 30% y un 20%. ¿Cuántos libros tenés que vender y a qué precio los tenés que vender para que eso te reditúe una ganancia?”.
Alejandra piensa que los planteos que se daban antes de las elecciones presidenciales
de que a la industria editorial no le daba lo mismo que se abriera o no la importación de libros, que se disparara o no el dólar, no eran en vano.
Palabras rodantes Todo lo que pasó a partir de Niebla tuvo que ver con un efecto encadenado que se desató con cada acción de trabajo: “Donde activamos un libro para algún lado empezaron a surgir un montón de ideas, contactos, gente que estaba produciendo algo relativo a lo que hacíamos nosotros. Así fue sucediendo todo”. El trabajo de la editorial, el cual bancan económicamente con sus salarios, es definido por Alejandra, no como un trabajo de hormiga, sino como de un hormiguero entero: “Pero siempre nos interesó tener un proyecto independiente. Nos gusta mucho hacer libros y hacer que circulen libros lindos, interesantes y con contenido que le hacen bien a la cabeza de la gente. Entoncesle seguimos apostando, por más que fue y es un camino re complicado”. La elección del nombre no tuvo que ver con una cuestión simbólica. De hecho, Alejandra
“Nos gusta mucho hacer libros y hacer que circulen libros lindos, interesantes y con contenido que le hacen bien a la cabeza de la gente. Entonces le seguimos apostando, por más que fue y es un camino re complicado” se ríe de la poca creatividad que tienen para titular y pone de ejemplo sus colecciones: “La de filosofía se llama Filosofía. La de fanzine, Fanzine”. Sin embargo, el objetivo de La Bola es poner textos en movimiento y acercar a los lectores materiales que, de otra forma, quizás no serían visibles. En sintonía con su nombre, La Bola es eso: “Un músculo que hace circular información que está buena que circule”
La Bola Editora nació en Mar del Plata en 2012. El enfoque inicial estuvo orientado a la filosofía y a la narrativa. Hoy se expandió hacia la poesía y la ilustración. El catálogo consta de cuatro colecciones, S.XXI (narrativa), Poesía (poesía) Fanzine (arte, narrativa y poesía) y Filosofía (ensayos), y se basa en textos que tienen poca visibilidad y que sus editores consideran necesario hacer que circulen. A su vez, La Bola está aglutinada en Papel, una tienda online que contiene a otras dos editoriales independientes marplatenses, y sello con el cual se mueven por diferentes ferias. Algunos títulos que se pueden destacar son: Padre, de Daniel Guebel, Los cueros, de Erich Schierloh, Dos mil doscientos ochenta y uno, de Agustina Catalano y Nadie escuchó el último secreto, de Agustín Marangoni.
FB | La Bola Editora tumblr | www.labolaeditora. tumblr.com/ Issuu | www.issuu.com/labolaeditora Instragram: @Labolaeditora Tienda Papel | www.papel. tiendanube.com/
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Destacado
La reinvención del fanzine “¿Qué hacemos con esto?”. Los editores de La Bola tenían en sus manos un puñado de textos que por la brevedad no justificaban la tirada de un libro, y series de ilustración y arte gráfico que no podían imprimir por los costos. Corría el año 2014 y los editores no querían dejar pasar esos materiales. “¡Fanzines! Hagamos fanzines”. La idea les cerró por todos lados: por definición, el fanzine comprende una extensión breve, no necesita demasiados recursos y, gracias a las nuevas tecnologías, también puede difundirse por Internet. La colección Fanzine tiene dos series, Ilustración y Textos. El primer número de la serie Textos es Ciudad Mutante – Estética del mal gusto, de Mary Bargas, un recorrido visual por las marcas estéticas que hacen a la identidad
popular de Mar del Plata. El segundo, Correspondencia, de Joaquín Correa y Agustina Catalano, es un diálogo a veces con forma de poesía que reinventa, en plena época del mensaje instantáneo, el género epistolar. El tercero, también de Joaquín Correa, es Los días claros, una serie de textos breves que exudan juventud. El cuarto, Tarde, de Ana Rocío Jouli, es el único fanzine exclusivo de poesía de la colección y, por último, Doctor Simio, de Federico Georgini, una selección de las entradas del blog del autor. Todos los números de la serie Textos tienen el cuidado estético característico de la editorial y además están disponibles gratuitamente online en la plataforma Issue. Ilustración estará subida en breve. Los fanzines se distribuyen también en formato gráfico
en tiendas de Mar del Plata, Buenos Aires, La Plata y Rosario que, según la editorial, “militan la movida fanzine”. “La base de la editorial es que circule cultura y que circule por todos los medios posibles. Y Fanzine es espectacular para eso porque hay toda una movida por Internet que lo hace más accesible”, cuentan desde La Bola, y agregan que la colección permite alcanzar un público que se mueve por circuitos paralelos a los más tradicionales como las librerías. Con una novela corta en marcha, la colección Fanzine es el punto de partida de La Bola en su búsqueda de nuevos métodos de producción -o, mejor dicho, de viejos métodos de producción reinventados- para no agotar el pasamanos cultural únicamente en los libros
Podés conseguir los fanzines en:
www.issuu.com/labolaeditora/
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Libros
Entre picaflores y cocaína
PH: FACEBOOK LA BOLA EDITORA
Cargada de erotismo y de paisajes urbanos, Leche condensada es una historia de desencuentros que pone en primer plano el amor propio y las complejidades de las relaciones en el siglo XXI.
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ara hace pasteles en su cocina mientras canta una canción de Lisandro Aristimuño. Rara usa vestidos aniñados y todos los lunes les lleva café con leche y budines a los linyeras que viven debajo del puente que queda a pocas cuadras de su casa, en Merlo. Así como la Maga lloraba por la forma de un vaso, Rara juega a que habla con las flores. Raro, en cambio, es un dealer que gasta su tiempo en tomar merca y regocijarse en su propio desprecio. Raro tiene una madre depresiva que también vive en Merlo. Raro es una postal de los chicos que quieren ser Charles Bukowski o Henry Miller y entonces se hunden en la parodia de ellos mismos. Raro es escritor, pero hace tiempo que la pantalla
en blanco lo acobarda. Raro y Rara se conocen en una estación de tren y se enamoran. Pero -previsiblemente- Raro está invalidado para construir un vínculo de amor con Rara porque se siente demasiado sucio para ella, que está tan llena de colores y esencia de vainilla. Además, Raro no puede dejar a Novia. En Leche condensada, el amor de la vida resulta un concepto anacrónico y es reemplazado por la espontaneidad de las atracciones y de las historias entrecruzadas. Los personajes, todos jóvenes, se miran, se gustan, toman cerveza, salen al cine, tienen sexo y saben que la persona acostada a su lado en cualquier momento puede disolverse en el aire. Con el mismo nivel de de-
tallismo con el que avanza el relato, Mariana Flores hila finito cada línea de la novela, constituyendo lo que Daniel Guebel consideró “el pequeño libro precioso”. De esta manera, no importa si algunos diálogos suenan inverosímiles o extraídos de una traducción de Anagrama, porque en realidad son la continuación natural de la lírica poética y cuidadosa que atraviesa desde la primera hasta la última página. Aunque a veces empalagosa, son los mismos personajes los que se encargan de cortar con lo naif: un día Raro se cansa de la “sonrisa imbécil” de Rara y la echa de su departamento. Al par de noches, Raro pensará que las lecturas de poesía en los espacios de moda en
Capital Federal no representan más que una pose disfrazada de contracultura. Delicada y punzante a la vez, Leche condensada se pasea por los días y las noches de los adultos que todavía arrastran pedazos de su adolescencia y, sobre todo, que giran y se marean en la búsqueda siempre dolorosa del amor
FICHA TÉCNICA Título original: Leche condensada Autora: Mariana Flores Páginas: 204 Editorial: La Bola Editora Año de publicación: 2016 ISBN: 978-987-45604-9-0 Colección: S. XXI Género: Narrativa
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Mariana Flores
La chica del oeste La autora de Leche condensada habla sobre el amor/odio hacia sus personajes y sobre los prejuicios de la escritura y del mundo contracultural.
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leva puesto un suéter color beige y tiene un flequillo morocho y lacio que se divide en dos sobre su frente. El tono de voz es amable y antes de responder sonríe, como Rara, el personaje principal de la novela con la cual debutó como escritora. Mariana Flores nació en el barrio porteño de Palermo, pero vivió toda su vida en Merlo, provincia de Buenos Aires. Comenzó un profesorado de Castellano y durante muchos años trabajó en cooperativas de teatro. Hace poco se mudó a Florida, donde hace algunos trabajos de corrección de textos, y aclara, por un lado, que ella siempre será una chica del oeste y, por el otro, que a pesar de que Leche Condensada tiene mucho de autobiográfico, ella no es Rara. — ¿Cómo empezaste a escribir? — Empecé a escribir porque en un momento personal complicado me di cuenta de que siempre había vivido
usando una voz ajena. El teatro era como una clara muestra de eso; si bien cada cual interpreta un papel de manera distinta, igual se está jugando con las palabras de otro. Y noté que en mi vida pasaba lo mismo, que siempre había vivido en pos del mandato o de la voz de otra persona. Primero, mis viejos, mi familia en general, después una pareja con la que conviví de muy joven, una relación bastante tortuosa. Y entonces tuve ganas de descubrir mi propia voz. Así fue que dejé el teatro y empecé a escribir. La novela que salió con La Bola Editora la escribí hace ya cinco años. Surgió en un momento que estaba saliendo de una depresión re grande. — La escritura como catarsis… — Sí, un poco me salvó. Fue extraño. Primero, porque estaba llena de prejuicios. Siempre había leído y me parecía que la literatura era algo muy lejano, algo que yo no podía hacer. Pero en ese
momento no salía de la cama, lo único que hacía, lo único que podía hacer era escribir. Y entre tanto, lo visitaba a Daniel Guebel, que fue el que me dio la confianza y me incitó a que siguiera escribiendo. Porque yo odiaba lo que estaba haciendo. — ¿Por qué? — Hace muchos años había hecho el profesorado de Castellano de Literatura y Latín, y todo lo que me salía en la novela, la forma en que está escrita, era todo lo que me decían que no se podía hacer: la aliteración de sonidos -¿viste que tiene como un cantito?- hay mucha repetición de palabras, cositas, era todo lo que supuestamente para mí estaba mal. Estaba odiada con el texto, pero no podía escribir de otra manera que no fuera esa. Entonces, Daniel fue como bastante clave. “Callate y seguí escribiendo” era básicamente su consejo, y así fue que la pude terminar .
— ¿Con Guebel ibas a un taller literario o era más una relación personal? — Era algo personal. En realidad, en un primer momento yo había ido como para un taller literario, lo que pasa es que nunca estuve en un grupo. Yo le llevaba textos, él leía y me decía que siguiera. No hubo como un proceso de corrección, no hubo nada de eso, era más o menos como una terapia. “No quieras ser Hitler”, me decía Daniel, porque yo odiaba a los personajes. Me parecían unos pelotudos, patéticos. Entonces, él cortaba mi neurosis. A través de su disfrute, de darme cuenta de que lo
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“Daniel Guebel fue clave. ‘Callate y seguí escribiendo’ era básicamente su consejo y así fue que pude terminar la novela” que yo le llevaba él lo disfrutaba, es que pude seguir escribiendo.
— Y ahora que pasaron cinco años, ¿qué pensás de tu libro? — Lo que puedo decir del texto, más allá de que yo no lo elegiría para leerlo porque todavía tengo ciertos prejuicios, es que me siento muy orgullosa. Eso de lo que me quejaba tanto en ese momento, al final fue lo que busqué: encontrar mi propia voz, y creo que en la novela si hay algo que es identificable es mi voz. O sea, no lo pudo haber escrito otra persona. Tiene una manera de decir que es muy
mía, entonces siento que el libro puede ser más o menos literario, puede gustar más o menos, pero lo que yo buscaba, lo conseguí. — ¿Con los chicos de La Bola cómo te empezaste a relacionar? — Daniel les mandó el texto, porque yo no quería publicar. — ¿No querías publicar? — No sabía, no sé. Al principio era como que lo odiaba bastante al texto, era como que no servía para mí, yo sentía que no era una novela, parecía que no pasaba nada. Qué se yo. Uno con uno es muy crítico. Me daba vergüenza, y me daba vergüenza ir a editoriales, mandar mails a editoriales y decirles: “Che, ¿me publicás?” o “che, ¿me leés la novela?”. Entonces, lo hizo él. Y bueno, hubo un sí en seguida. — ¿Y una vez que el libro se publicó? — Ahora que el libro está, me doy cuenta de que sí tenía ganas de publicar. Cuando lo vi por primera vez fue muy fuerte, porque es muy loco que sea un objeto fuera de uno. Y con los chicos pegamos muy buena onda. Manuel (Passaro) un día me mandó el dibujito del cartel de Merlo que está al principio del libro y para mí
fue re emocionante porque yo siempre me lo había imaginado con ese cartel. Nunca se los había dicho y fue como re flashero de pronto verlo. — ¿Cómo viviste el proceso de edición? — Se me hizo re largo. Estaba re ansiosa. Además, también se mezclan un montón de cosas personales: “Quiero que esté el libro, pero no quiero que lo lea nadie” o “quiero que esté el libro pero que no se entere mi familia”. Y de pronto el libro estuvo y tuve que aprender todo de golpe. Aprender en el sentido de que ya es algo independiente a uno y ya no podés controlar más nada, ni quien lo lee, ni quien no lo lee, ni lo que se opina…
“De pronto el libro estuvo y tuve que aprender todo de golpe. Aprender en el sentido de que ya es algo independiente a uno y ya no podés controlar más nada, ni quien lo lee, ni quien no lo lee, ni lo que se opina…” — ¿Te daba pudor que lo leyera tu familia? — Sí, yo vengo de una familia muy conservadora, muy tradicional y mis viejos son grandes, tienen 70 años, mis hermanos son grandes. Pero además es una familia muy de la parroquia, como muy “bien”, entre comillas. Y de pronto era un flash para mí el descubrimiento de ese texto, que es como muy ajeno a toda esa vida, pero que, en definitiva, era un poco lo que quería. Es contradictorio, pero es así. — ¿Cómo describirías la historia de Leche Condensada? — No sé. Siempre digo, cuando me
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preguntan de qué se trata, que no sé responder. Para mí es una historia de amor un tanto marginal y siempre la frase que se me viene es: “Lo espeso del amor”. Por eso un poco lo de la leche condensada, que en realidad tiene tres sentidos: el sentido vulgar, que es el primero que se imagina todo el mundo, que lo tiene, porque viste que él no puede acabar y todo eso. Después, el sentido concreto, porque ella es pastelera. Y el tercer sentido es eso de lo espeso que es el amor para ellos. Y también es aprender un poco a mirar la ternura de los que están en los márgenes. Muchos de los episodios que suceden en el tren, por ejemplo, son ciertos, los he visto, los he vivido. Muchos personajes fueron reales y me moría de amor por cada uno de ellos. Desde el que se cortaba con la Gillette hasta la pareja de viejitos. Es también eso, como mirar con otros ojos cosas que pueden parecer un poco violentas, como la del viejo manoseando al chabón.
“Leche Condensada es aprender un poco a mirar la ternura de los que están en los márgenes. Muchos personajes fueron reales y me moría de amor por cada uno de ellos” Era un poco alejado del prejuicio. Pero a la vez hay un montón de otros prejuicios que aparecen en la novela que tienen que ver con el mundo de la escritura en sí mismo. Cuando todos los episodios donde Raro se ve a él mismo como escritor, como poeta y de qué manera ve a los demás que lo rodean. Ahí hay bastante prejuicio. Hay otra mirada un poco más desconsolada. — A mí me pareció que era una historia sobre el amor propio. — Sí, también, hay mucho de eso. Todos
comparten esa carencia, porque Sola, aunque parece que es la que sale más airosa de todo, en realidad muere de amor por ese chabón que la trata como un desperdicio. Y todo lo de Sola es como muy tangible. Y el personaje de Raro tiene algo que me parece muy identificable en la mayoría de los jóvenes, que es esto de querer, pero no poder. Y no poder por nada, por limitaciones propias o por creer que uno no se lo merece. En él eso es lo más identificable. — Hay muchas marcas de época y generacionales. — Sí, de la actualidad. Lo generacional no lo había pensado. Lo que me pareció curioso es que cuando lo leyó mi novio - él es más grande que yo, me lleva quince años- me decía que para él los personajes eran adolescentes. Y para mí no son adolescentes. Eso fue re loco. No es que son viejos tampoco, pero, si bien yo no hago referencia a las edades, me llamó muchísimo la atención que él los ubicara más cerca de los veinti-pocos y que para mí estuvieran tan ubicados en los 30. Yo pensaba que se potenciaba más la decadencia cuando estás más cerca de los 30 y te seguís comportando como un adolescente que un pibe de 20 que está más permitido que sea un boludo. — Contame de la decisión de los nombres propios: Raro, Rara, Sola, Novia, Mamá Depre… — Eso fue así desde el principio. Me gustó que cada uno se llamara como su rasgo característico. A veces pienso que eso capaz salió del teatro. No sucede con los personajes principales, pero cuando hay personajes secundarios se les pone “La vecina”, “La campesina”, en Lorca, por ejemplo. Capaz que me quedó de ahí. Salió así, caprichosamente. Y cuando apareció el nombre “Juan”, que termina siendo el único verdadero y que encima ella lo vive como una mentira, también fue re caprichoso. — Raro hace una crítica muy fuerte sobre los circuitos culturales under porteños. — Claro, eso era un poco lo que te decía con respecto a los prejuicios, que quizás los prejuicios caían más ahí, en el mundo contracultural. No sé cómo ex-
PH: DESCONOCIDO
Mariana Flores
plicarlo. Es algo que un poco comparto y otro poco no. Un poco lo pienso así y otro poco me siento una pelotuda por pensarlo así. Era una época en donde yo consumía más ese tipo de cosas y al mismo tiempo me parecía una bazofia. — ¿Poco auténtico? — Sí, era como llamativo desde la superficialidad, pero después nada, la verdad que los slams de poesía y qué se yo me parecen una pavada. Me parece que es gente haciendo stand up, no haciendo poesía. Pero a la vez Raro es parte de eso que critica, Raro es eso, en realidad. Entonces, hay como un juego también, porque es lo que critica. Y también su pensamiento sobre lo que es un buen escritor es bastante estúpido. Esta cosa de adoración a Bukowski, que me encanta Bukowski, pero adoración de la forma de ser de Bukowski, “porque nos emborrachamos o no sé qué somos más…”. Esas ideas también las tiene él y es como que se acerca y le da asco al mismo tiempo. Raro es cobarde casi toda la novela, y es cobarde con su escritura también, no solo en el amor. — Para terminar, ¿qué opinás del universo de las editoriales independientes? — Me encanta, hay un montón de edito-
riales independientes. Y me gustan más las que tienen un recorte con criterio respecto a lo que se publica, que vos sabés que vas a encontrar un catálogo que es bueno, y no las que publican a cualquiera que les pague, que hay varias, que son la mayoría. También hay editoriales que publican a gente que les paga pero que además tienen un filtro que ponen sobre esas personas. Pero está buenísimo que haya un montón. Entiendo que está durísimo publicar ahora, que es carísimo. Mi sueño es tener una editorial en algún momento, me encantaría, me fascinaría. Pero está difícil, así que la verdad que quienes lo hacen me provocan mucha admiración, porque es un trabajo a tiempo completo, tienen que estar en todos lados armándose un lugar para ser vistos, en las ferias, la mayoría además tiene su propio trabajo. Y hay mucha buena onda entre la mayoría de ellos, se juntan mucho para las ferias. Está bueno. Qué se yo. Hay de todo. Hay algunas que me merecen más respeto que otras. Pero la movida está buena. Yo creo que ahora hay un montón de posibilidades
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Sin protección PH: FACEBOOK LA BOLA EDITORA
La eliminación de las restricciones a la importación de libros fue celebrada por la Cámara Argentina de Publicaciones y criticada por algunas editoriales independientes. Escudada en la defensa de la diversidad literaria, la medida responde a un combo de políticas que, por definición, debilitan a la industria nacional.
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n línea con la “normalización” de la economía -eufemismo de volver a aplicar recetas de corte neoliberal- planteada por el gobierno de Mauricio Macri desde el inicio de su gestión, el pasado 6 de enero el Ministerio de Producción y la Secretaría de Comercio dejaron sin efecto la Resolución 453/10 que, sancionada durante el gobierno de Cristina Kirchner, establecía restricciones a la importación de libros bajo el filtro de los controles a la cantidad de plomo en tinta. Amparado en un discurso políticamente correcto - ¿quién podría estar en contra de la bibliodiversidad? - el macrismo maquilló una medida que responde lisa y llanamente a la libertad de mercado que la “Revolución de la alegría” vino a generar, en detrimento, por concepto, a la protección de las industrias nacionales,
sobre todo, a las más pequeñas, como es el caso de las editoriales independientes. La medida encontró posturas opuestas en diferentes actores del universo editorial: fue celebrada por la Cámara Argentina de Publicaciones, cuya titular, Trinidad Vergara, se plegó al speach del PRO, y, por otro lado, recibió críticas de algunas editoriales independientes. Para Ana Wandzik de la rosarina Iván Rosado la apertura de las importaciones no sólo afecta a las editoriales independientes, sino, más precisamente, al conjunto de las editoriales nacionales en general, ya que las editoriales académicas, municipales, no pertenecen al “campo de las independientes” y sin embargo “caen igual”. “No creo que la apertura de importaciones afecte porque se agrande la competencia (cosa
que suele decirse) sino más bien porque es una política que viene de la mano de una devaluación atroz que está frenando el sistema de producción y de consumo. Entonces, se alimenta la premisa de menos libros, más caros, para menos personas. Me parece que más que esa medida en particular, nos afectan, como a todo sector productivo, el paquete general de medidas económicas tomadas de enero para acá”, opinó la editora. La resolución anterior era perfectible y objeto de discusión por razones válidas. Por ejemplo, el sello Katz, que no responde a ninguna multinacional, tuvo cuatro mil libros retenidos en la aduana en el 2015. Para Carolina Castro de Mardulce “era absurdo, porque son libros. Ahí hay un tema, porque está bien cuidar la industria nacional, pero con los libros, con los pro-
ductos culturales, hay que tener otra sensibilidad”. Sin embargo, Carolina piensa que la apertura de importaciones implica un panorama ambiguo, porque “por un lado, hay cosas que antes no se conseguían y que ahora se consiguen. Y eso está bien. Pero por el otro, por el precio del dólar, ahora pueden entrar más fácilmente los libros, pero muchísimo más caros. En algún punto es lo mismo. Ahora vos querés ir a comprar un libro español y te sale 800 pesos, 1000 pesos. Entran los libros, pero entran mucho más caros”. Por otro lado, Alejandra de La Bola Editora explicó que en Mar del Plata durante la última década se vivió un revival cultural que, no por casualidad, se dio en ese período histórico. “Que se haya reactivado la industria cultural de algún modo tuvo mucho que ver también con las restricciones que había para que ingresara determinado material. Yo miro mis libros viejos, los que tengo desde los ´90, y son todos gallegos. Los libros más nuevos están impresos en la Argentina, y eso de algún modo sucedió porque se le puso un parate a la importación de libros, se empezó a enfocar en la producción interna.” Quizás acentuar el análisis en la importación de libros sea una vía para allanarle el camino al macrismo en términos discursivos. Por eso, vale observar el escenario en general y a la nueva resolución como un elemento más de toda una política desregulatoria de la industria nacional, incluida la cultural. “Ahora con estos cambios que están sucediendo, la verdad no sé cómo vamos a sobrevivir, pero vamos a sobrevivir”, concluyó Alejandra
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Algunos títulos de La Bola Editora
El camino de la siesta / Nicolás Correa Negro sobre blanco / Esteban Quirós Un pequeño mundo enfermo / Julián Joven Interferencias / Gonzalo Viñao Languidez / Alfonsina Storni La última frazada / Joaquín Correa Tarde / Ana Rocío Jouli Técnicas de piedra, papel o tijera para ganar una partida de póker / Esteban Prado
Aviso: la presente imagen ha sido intervenida artificialmente con Photoshop. PH: FACEBOOK LA BOLA EDITORA
Bombuchas / Joaquín Correa Ilustración N°1 / Pedro Petrelli