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¿Debe ser una actriz o un actor una persona culta? Pág

No basta con ensayar arduamente y actuar sobre un escenario. La formación académica de un actor o una actriz, en diversos campos del saber humano, es fundamental para el desarrollo de un estudiante que busca consolidarse en las artes escénicas. En este artículo, el reconocido catedrático Manuel Ruiz desarrolla este planteamiento de gran interés para los teatristas.

Manuel Ruiz García Catedrático jubilado de la Escuela de Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica

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Aparte de haber sido director de la Escuela de Artes Dramáticas y del Teatro Universitario de la Universidad de Costa Rica en tres oportunidades, durante la segunda parte de la década del setenta, como estudiante, me tocó ser presidente de la Asociación de Estudiantes y representante estudiantil de dicha Escuela, donde también estudié mi carrera.

Todo ello me hizo estar en contacto directo con los planes de estudios y sus cambios a lo largo de los años y las décadas. Hay una anécdota muy significativa que usaré para desarrollar el tema de este artículo. Siendo presidente de los estudiantes de teatro, me tocaba participar en las reuniones de profesores, cuando se decidía cambiar un plan de estudios.

Nuestra Escuela sufrió muchos cambios de planes de estudios durante las décadas del setenta y ochenta. Uno de los temas -siempre en discusión- es el balance que debía existir en la malla curricular entre los cursos ‘teóricos’ y los cursos ‘prácticos’. Este tema es muy importante, especialmente para el futuro del actor o de la actriz que egresará de la Escuela y, claro, de su formación. En medio de las discusiones en la mesa de trabajo, se hacían asambleas generales con todos los estudiantes para explicarles el desarrollo y los avances de las propuestas para un nuevo plan de estudios. Recuerdo una de estas asambleas muy acaloradas, en donde se produjo un fuerte incidente con un compañero, quien luego llegó a ser excelente actor, docente y director de otra escuela de teatro. Se discutía sobre la importancia de llevar cursos como Historia del Teatro, Dramaturgia, Estructura Dramática, Análisis de la Acción Dramática, Seminarios de Teoría, y otros que sostienen a una escuela de teatro en una universidad, por su peso académico y no sólo de conservatorio. Nuestro aprendiz de hombre de teatro y amigo siempre, repito, en medio de la acalorada discusión, se levantó y gritó la línea: “¡Yo no quiero que me hagan un hombre culto, yo quiero que me hagan actor!”.

Teoría y praxis

Para mí -y para todos, en ese momento-, la oración resultó tremenda. Desde entonces me ha servido como ejemplo claro para conversar en medios académicos sobre el balance que debemos lograr a nivel universitario entre teoría y praxis, especialmente en el campo de las artes de la escena.

¿Cómo debe ser formado un actor? ¿Qué conocimientos debe tener? ¿Qué bagaje le respaldará en su título académico? Evidentemente, mi compañero estaba muy equivocado. La idea misma es un error. La primera consideración que quiero hacer es que sí: un actor o actriz formados en una universidad… ¡tienen que ser personas cultas! Por ello estudian en una universidad. El conocimiento no sólo no sobra, sino que mejora a la persona que se dedica a la actuación. La frase en cuestión corresponde a una persona muy joven, que tiene ganas de subirse a un escenario lo antes posible y dar lo mejor de sí. Demuestra una pasión por actuar, y eso es muy valioso. Lo que no es valioso es hacer una dicotomía entre el adquirir siempre más y mejores conocimientos, y la praxis del actor.

Un grave error

Esta idea de que los cursos teóricos le quitan tiempo y ‘formación’ en la praxis escénica es un grave error de apreciación de lo que hacemos y de cómo lo hacemos. Generalmente, los estudiantes tienen mucha prisa de mostrar cuán buenos son sobre

los escenarios. Esa prisa no es buena compañera. Los docentes que intervenimos en el proceso de enseñanza-aprendizaje de la actuación tenemos que hacerles ver, en lo posible de forma creativa, que es muy cierta aquella frase shakesperiana que señala: “Despacio, que hay prisa”. Es muy importante que cada estudiante en su fuero interno llegue a entender cuanto antes que sus formas creativas, bajo la metodología que la Escuela les está enseñando, serán fuertes, sólidas, poderosas, potentes en tanto estén enraizadas en el estudio sistemático, no sólo de su cuerpo, sino de su espíritu y alma. Para ello ha de asumir la historia de nuestro arte y nuestro quehacer. Tiene que conocer la historia del teatro en general y en particular. Tiene, además, que comprender cómo han sido los procesos de las gentes de teatro y sus entornos a lo largo de la historia. Asimismo, debe aprender a conceptualizar sus personajes a la luz de la época de cada obra que le toque hacer; ahora y en el futuro.

‘Pelar la alcachofa’

Las obras teatrales son como una alcachofa que hay que pelar para encontrar y mostrar su corazón tierno y sabroso. Esa tarea del director de teatro se traslada a cada actriz, a cada actor de la obra, por mediación de la mismísima puesta en escena, que no es otra cosa que un ‘sistema de sistemas’ conceptuales. Aprender a ‘pelar la alcachofa’ correcta y convenientemente para cada persona en una puesta en escena, según sea su trabajo (hablamos aquí de las y los actores), es fundamental.

Evidentemente, una actriz, un actor, que haya estudiado y conozca de estructura dramática, de puesta en escena, de historia, de filosofía del arte, así como de esgrima, de expresión corporal, de expresión oral, de impostación y proyección de la voz, de actuación; y todas las herramientas conceptuales que pueda como fenomenología, epistemología, historicismo, marxismo, modernismo-estructuralismo, postestructuralismo, postmodernismo, neocolonialismo, hipermodernismo, y tantas otras, siempre estará en una posición más sólida para lograr una cada vez mejor creación actoral escénica. Y esto vale tanto para los estudiantes de actuación para el teatro como para la televisión y el cine. La búsqueda y consecución de este objetivo de encontrar el mejor balance posible entre ‘teoría y praxis’ es una gran parte del trabajo diario de la actriz y del actor; y, sin duda, la tarea fundamental de cualquier academia universitaria de teatro.

“Un actor o actriz formados en una universidad… ¡tienen que ser personas cultas! El conocimiento no sólo no sobra, sino que mejora a la persona que se dedica a la actuación.”

“Esta idea de que los cursos teóricos le quitan tiempo y ‘formación’ en la praxis escénica es un grave error de apreciación de lo que hacemos y de cómo lo hacemos.”

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