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Peste Negra Pág

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PESTE NEGRA

Pablo Moreno G. ®

PESTE NEGRA

PERSONAJES

GABRIEL:

CALÍN: BLANCA: ROSARIO: RITA: HIJO de Rosario PACIENTE EMPRESARIO HOMBRE: 1, 2, 3, 4

Político y empresario Hijo de Gabriel y Blanca Doctora, esposa de Gabriel Religiosa Hija de Rosario

PRÓLOGO

En el cementerio. Ha culminado el entierro. Cuatro hombres bien vestidos, de negro, se acercan a los deudos. Están de espaldas al público. O en contraluz, todo el tiempo. No se les observa los rostros. Juntos, Blanca, Calín. Rita, aparte, observa la escena.

HOMBRE 1:¡Sentido pésame, Blanca! Gabriel fue un gran hombre que no olvidaremos. Haremos que su memoria no muera. ¡Sentido pésame, Calín! Tu padre fue el mejor amigo que tuve. No comprendo quién pudo querer matarlo, pero te doy mi palabra que lo averiguaré. CALÍN: ¡Gracias, gracias por todo! HOMBRE 2: ¡Sentido pésame, señora! Su esposo siempre estará en nuestros corazones. El pueblo no lo olvidará. Siempre estuvo al servicio de él y eso no tiene precio. HOMBRE 3: Abriremos una investigación para encontrar a los responsables. Y seremos implacables, caiga quien caiga; su muerte no puede quedar impune. HOMBRE 1: Esos asesinos tienen las horas contadas. La justicia se encargará de castigar a los culpables. HOMBRE 4: ¡Calín, sentido pésame! ¡Blanca, lo siento! Es una gran pérdida. El Estado le rinde tributo a tu esposo. BLANCA: Gracias por estar acá. Gracias a todos por acompañarnos. Es un dolor que no lo puedo expresar. Disculpen. CALÍN: ¿Estás bien, ma? BLANCA: Calín, ¡vamos!, llévame hijo, necesito estar en casa. CALÍN: Sí, ma. BLANCA: Ha salido el sol, eso quiere decir que viene el verano. Le gustaba el verano. CALÍN: Sí, era sinónimo de irnos a la playa. De disfrutar en familia. Todos van saliendo lentamente.

Apagón

ESCENA I

Una casa. De rodillas en el umbral de la puerta, una señora religiosa, de 50 años. Su hijo, de 25 años; luego la hija, de 24 años. ROSARIO: (Con un rosario, de rodillas) Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, en la tierra y en todo lugar…. ¡líbranos de estos males! ¡Que la muerte no entre en nuestro hogar, no nos castigues de ese modo! Que no se repita la historia, Señor. Hay muchos que son pecadores, que no siguen tus reglas, que te han olvidado, pero no castigues con tu mano poderosa y severa a los justos también, amén. HIJO: ¡Ya, vieja, deja eso! Todos los días con lo mismo, me estresas, todo huele a incienso, eucalipto y ruda… parece que estuviéramos en nuestro funeral. ROSARIO: Es para que no entre el ángel de la muerte a la casa. ¿No ves, acaso?, la peste está por todos lados, es castigo divino, no hemos cumplido con el Señor. Él ve nuestros actos desde arriba. Él vigila todos nuestros movimientos. Por comportamientos como el tuyo pasan cosas como esta, por personas pecadoras como tú la ira del Señor nos manda estos mensajes, para ver si reaccionamos. Por ti, por ustedes, padecemos las personas de buen corazón; líbranos señor, a mi hijo también; no es malo solo que… HIJO: Ya, madre, es una peste que se ha propagado por diversos países; no es un castigo divino, cada cierto tiempo aparecen enfermedades, pestes, terremotos…

ROSARIO: Cada cien años dirás, por eso, el Señor está molesto, y este año se cumplen cien años más; el mundo se ha vuelto un lugar de perdición, desde el diluvio ya nadie respeta nada. El paraíso se ha perdido, si no, mira a tu alrededor. Todo se ha convertido en Sodoma y Gomorra. Ya nadie respeta nada. Sólo unos pocos nos salvamos. Aquellos que seguimos las leyes divinas seremos salvados, dicen las escrituras... HIJO: ¡Amén! Ámense los unos a los otros, dijo Jesús… ROSARIO: No te burles, no blasfemes; si no fueras mi hijo, te echaría de casa. Entrando la hija HIJA: ¿Por qué tanto griterío? ¿Qué hay de comer? Cada día me da más hambre. Llevamos 80 días encerrados sin poder hacer nada. ROSARIO: No digas encerrados, no es una cárcel. Estás cuidando tu vida, estamos en cuarentena, así como el pueblo judío cuando vino la lepra. O cuando salió de Egipto, pasó 40 años en el desierto. ¿No has visto Ben Hur?, todo está en las Sagradas Escrituras. HIJO: Y seguiremos así, ¿no escuchas las noticias? Todos los medios repiten lo mismo…. Este año nadie saldrá de sus casas si la vacuna no se crea y, como van las cosas, tenemos para rato. Además, ya vienen las elecciones presidenciales y dentro de poco el tema de la peste pasará a segundo plano. Aparecerán los nuevos candidatos ofreciendo la cura milagrosa, maldiciendo todo lo que no ha hecho este gobierno; y la gente, como siempre… con la esperanza de que el nuevo presidente solucione sus problemas de salud, educación y trabajo. (Sale el hijo) HIJA: ¡Y de qué vamos a vivir!, creen que la plata llega sola. O se la da el Señor, como piensa mi mamá. (La abraza) ROSARIO: ¡Qué he hecho para tener dos hijos así, Señor! HIJA: (Riendo. Hace un gesto) Hacer el sexo rico, mamá. ROSARIO: ¡Calla! El Señor te quemará la boca, cochina… HIJA: Que me queme otra cosa, mejor (Se toca los genitales. Ríe) ROSARIO: ¡Mejor, anda a la ducha y remójate! Para que te quite esa calentura, zonza…. Apagón

ESCENA II

Casa. Hablando por teléfono. Gabriel, padre, político, y empresario, de 55 años; Blanca, madre, médico, su esposa, de 50 años; Calín, el hijo, de 24 años. GABRIEL: ¡Que presenten el proyecto, no más!... Sí, cuenten con mi voto…. Es para beneficio del pueblo y ya no discutamos más. (Para él) ¡Estoy harto! Respiro, sino reviento. (Por teléfono, nuevamente) ¡Carajo, ya les he dicho que lo presenten! ¿Por qué no lo hacen?… ¿Que están viendo si es constitucional o no? ¿Y eso? Es de interés nacional y necesidad pública. Por eso lo estamos presentando. Ahora, lo urgente es salvar vidas. No vamos a pasarnos los días discutiendo un asunto que tiene que resolverse ya. (Corta la llamada) Si no quieren trabajar para servir, para qué se hacen elegir. Se necesita pensar como país, no como partidos. ¡No puedo más! BLANCA: ¿Qué sucede, Gabriel, por qué tanto grito? No te amargues, no saben lo que te sacrificas por ellos. Parecen ciegos, que no quieren ver que la única alternativa es esa. GABRIEL: Sí, pero me irrita esta situación. Hay que resolverla lo más

pronto posible. No podemos perder tiempo en discusiones estériles. Hemos solicitado la compra de material de protección necesario para los médicos, pero hay tanta burocracia parlamentaria que lo que debería solucionarse ya, según el trámite, llevará 30 días más. Para qué hacerlo en ese tiempo, cuando no serán necesarios y todo esté peor. No soy de quedarme con los brazos cruzados. ¡Hablaré con el alcalde!; mejor con el gobernador. Buscaremos otras alternativas. Van a ver. ¡Me van a escuchar! BLANCA: ¡Cálmate, cuida tu corazón! La vida nadie te la devuelve. ¡Tranquilízate!, tienes una familia. Vamos a desayunar, ya está servido. Hay chicharrones. Están deliciosos, como te gustan. Después, tengo que ir al hospital. Ayer tuvimos más infectados, no sabemos cómo… Se hicieron las pruebas, pero parece que hubo fallas; el personal está cansado también, no sé. Bueno, hablemos de otras cosas mejores, no malogremos nuestra mañana. GABRIEL: Sí. Mejor dejar eso tranquilo, gracias. ¡Te amo, Blanca! No sé qué haría sin ti. Eres la mejor esposa del mundo. Eres mi ángel, amor ¿Y Calín, aún no se levanta? BLANCA: Ayer llegó muy tarde, está haciendo un reportaje sobre la peste. Le pedí que tuviera cuidado, no vaya a infectarse…. Hay muchas ratas en la ciudad metidas en todas partes, caminan tan silenciosamente que nadie las percibe. Hay que estar atentos, pues destruyen todo a su paso, y lo peor de todo es que infectan sin que uno se dé cuenta. Eso me asusta. Me moriría si le pasará algo. ¡Es tan impetuoso! GABRIEL: Tranquila, es un buen muchacho. Se ve que le gusta su carrera, es entregado, apasionado. Habrá que apoyarle en todo, somos sus padres. BLANCA: Sí, tiene pasión por ella. Ojalá no la pierda con el transcurso de los años. Siendo un medio tan difícil. Y, sobre todo, que mantenga siempre esa firmeza, esa objetividad. GABRIEL: Podría conducir un programa en la televisión, pero él sólo quiere estar de reportero. BLANCA: Dice que se siente mejor allí, en el campo de las noticias, donde las papas queman. Se aburriría sentado leyendo las noticias de otros y encerrado en cuatro paredes, ya lo conoces. GABRIEL: Pero estaría más seguro y tranquilo. También le pagarían más, creo. Sería su propio programa. A eso tendría que apostar. BLANCA: Ya verá él. Aún está experimentando, es joven. GABRIEL: La vida se va rápido, Blanca. (Apagón)

ESCENA III

Hostal. En una cama. Calín y Rita. Desvistiéndose intensamente el uno al otro, mientras dicen el texto. Él queda en calzoncillos, ella en brasier y calzón. Ella sobre él, conversan. CALÍN: ¡Qué deliciosa estás, mi Cleopatra! (La besa) RITA: Julio César, hace tiempo que te deseaba, y no podía verte. (Se miran. Lo besa) Deja, yo te desvisto. Me encanta hacer esto. Qué suave se siente a tu lado, todo. CALÍN: Con esta peste que se ha esparcido por todo el mundo, a todos nos ha afectado. La cuarentena me tiene como animal en celo. (Ruge)… RITA: Sí, igual yo, estuve a punto de… pero ahora te tengo mi Julio César y voy a comerme todito ese animal…

CALÍN: (Mordiendo el sostén y tratando de soltarlo) No voy a dejar un pedazo de carne fresca sin… RITA: Espera, espera, hay algo… CALÍN: ¿Qué?, no hables, aprovechemos el momento, sólo para los dos, amor... (Besos y caricias, fluyen) RITA: ¿Te acuerdas de lo que te dije por teléfono? CALÍN: ¿Qué? ¿De qué hablas? RITA: Te digo qué es cierto. ¿No me crees? CALÍN: ¿Qué insinúas? Oye, no estarás… RITA: No. (Mirándolo) Habla con él y dile que lo sabes. Si no lo es, él te aclarará. CALÍN: No te creo, es… RITA: Y, acaso, ellos no pueden cometer errores… CALÍN: Pero eso no es “cometer errores”. RITA: Y, entonces… CALÍN: Sabiéndolo, ¿ha permitido hacerlo? RITA: Tal vez no lo sabía. Lo engañaron, quizá. Lo forzaron, qué sé yo… CALÍN: Que haya aprovechado su cargo para beneficio personal, para seguir vigente, ¿él?, ¿en estos tiempos de peste? No, no, no…. RITA: No estoy afirmando que él haya sido, sino… CALÍN: Lo insinúas. RITA: No. CALÍN: Insinúas que él fue, que es lo mismo. Acabas de lanzar tu veneno y quieres retractarte… RITA: Lo siento, ¿olvidemos eso, quieres? ¡Tómame! Te necesito (Va a besarlo) CALÍN: (Corta bruscamente) ¡Deja! Esto era una cita de amor, no para hablar sobre asuntos de… ¡Carajo! RITA: ¡Tranquilo, lo siento! Fue culpa mía, mi ansiedad por… CALÍN: Si sigo así, enloqueceré. Sí, es el estrés. No digas nada más. RITA: Está bien. CALÍN: Déjame pensar… RITA: (Ansiosa. Se acerca) ¡Sabes que te deseo tanto…! CALÍN: ¡Para, para! Necesitamos más información sustentada, relevante; no puedo sacar una noticia con sólo supuestos, hay demasiadas medias verdades en la prensa. Y como están las cosas ahora, necesitamos pruebas concretas. ¡Eso hay que buscar! RITA: Le preguntaré a mi hermano qué es lo que sabe, él tiene contactos en la calle. CALÍN: Espera. RITA: ¿Que espere? CALÍN: Sí. RITA: ¿Y cuánto tiempo más quieres esperar, o que yo espere? CALÍN: No sé… espera. Yo te aviso. RITA: ¿Cuánto?, dime… CALÍN: Una semana, espera una semana. RITA: ¿No crees que es mucho tiempo? En otro momento sería normal, pero en estas condiciones, el tiempo es un factor importante en la vida. CALÍN: Una semana. RITA: ¡Está bien! Esperaré. No quiero perjudicarte. CALÍN: ¿Perjudicarme? RITA: Son familia, ¿no?

CALÍN: Eso no tiene nada que ver; la verdad es más importante que la familia. RITA: ¿Estás seguro? CALÍN: ¡Pruébame! RITA: Eso, ya lo hice. (Le da un beso) CALÍN: No hablaba de eso. RITA: Una semana. (Sale) Pausa CALÍN: Una semana. (Apagón)

ESCENA IV

Hospital. Sonido de ambulancias. Noche fría. En el umbral de la puerta. Paciente está muy grave: fiebre y escalofríos, dolor de cabeza, fatiga o dolores musculares, con bubones, que se han generado por la inflamación de los ganglios linfáticos. Da un grito, sin sonido. Cae. La doctora lo atiende. Luego, llega la enfermera. BLANCA: ¡Auxilio! ¡Auxilio!! ¡Auxiliooooo! ¡Alguien que ayude, este paciente se está muriendo! PACIENTE: ¿Doctora, me voy a morir? BLANCA: No diga eso, no se morirá, se lo prometo. PACIENTE Gracias… BLANCA: ¡Ayuda! ¡Necesito ayuda, acá!, nadie escucha… PACIENTE Sabe, usted es una buena persona. Lo veo en sus ojos, debe tener una bonita familia. A las buenas personas todo les va bien. Pero a nosotros, los que hemos vivido así, como…. BLANCA: No diga nada y cálmese. Todo estará bien… ¡Auxilioooo! PACIENTE No. Yo sé que no me salvaré de ésta. Sólo temo por mis hijitos, están chiquitos aún. Tengo dos, una parejita; él, de 10 y ella, de 8 años. Su mamá es una buena persona, los ama, los cuida, mientras yo salgo a trabajar, ¿qué vamos a hacer? Aún con la peste rondando, hay que conseguir algo para comer; cuando no se tiene trabajo hay que rebuscárselas, ¿verdad? Y más cuando uno tiene crías. Usted tiene trabajo, es médico, le llega su sueldo. Mal que bien, el Estado le paga, pero a personas como nosotros, los informales, los marginales, los que nunca tuvimos nada, ni siquiera voz, o tal vez sí, que venimos del interior, dejando todo; dejando familia, amigos, cargando en nuestras alforjas, tradiciones y sueños en busca de un mundo mejor. Ese que te vende la publicidad y la televisión, ¿y qué encontramos?… BLANCA: No hable. ¡Respire tranquilo! ¡No se agite, eso no!... ¡Ayudaaaaa! PACIENTE: Sabe, doctorita, buscaba un sueño. Sí, por eso me vine, pero la vida…la vida… es también hermosa, me hizo conocer a María, mi mujer; ella es un ángel, una guerrera, luchadora, también buscaba su sueño…y para desgracia, se encontró conmigo. (Ríe) … BLANCA: ¡Auxiliooo! Todo saldrá bien, ahora llega la medicina y todo solucionado, verá cómo se cura y volverá a casa a ver a sus hijitos, a su esposa María… PACIENTE: Gracias, doctora. ¿Y usted, tiene hijos? BLANCA: Sí, uno. PACIENTE: ¿Y esposo? BLANCA: Sí, también. PACIENTE: Debe ser muy bueno, ¿verdad?

BLANCA: Sí, es un hombre maravilloso y el más bueno que conozco. PACIENTE: Y… ¿lo ama, usted? BLANCA: Ya no hable. Respire lento, pero no hable. PACIENTE: ¿Y él la ama a usted?, ¡respóndame!, ¡míreme!.... ¿Sabe?, yo amo a mi mujer, me ayudó a encarrilarme. Si no fuera por ella. Yo… tengo que llegar a casa, si no voy, ella se preocupará, y con todo lo que tiene que ocuparse, no le puedo dar más tarea… Le dije un día si quería casarse conmigo… me miró, se río y me avergoncé…Te amo, me respondió. No nos casamos, pues no había con qué, pero desde el día que nos juntamos, nos amamos… BLANCA: (Aparece la enfermera con una jeringa en la mano) ¡Auxilioooo! enfermera…. Enfermera, ¡ayúdeme!, el paciente se muere. Respire hondo. Le voy a poner esta inyección doble. Le dolerá, pero aguante por favor…. Así. (El enfermo la mira fijamente) Sí, él me ama… Pausa (Reaccionando) ¡No, no se vaya, no se muera! ¡No, aún no!… Sí…lo amo. Él fue mi primer amor. ¡Aguante, viva, viva, por favor! Su María lo espera, sus hijitos también. La familia, la familia en casa, en casa para almorzar… (Cae desconsolada y descompuesta. La enfermera solo atina a mirar). (Apagón)

ESCENA V

En casa. La cocina. Gabriel, el padre. Toma un café. Calín, el hijo. La escena ya ha empezado. GABRIEL: (Leyendo el diario) El empleo, la salud y la economía del país se han resquebrajado, la peste nos ha invadido e inmovilizado a todos los sectores. La reactivación va a ser dura y el próximo año continuaremos con un crecimiento lento, dicen los especialistas. Muchos compatriotas han regresado a sus hogares en el interior, dejando atrás el sueño capitalino. Más pudo el hambre que la peste. Nunca antes se ha visto un retorno a ese nivel. Una manada migrante de regreso a la pobreza. El sufrimiento de la gente no tiene comparación… CALÍN: ¿Papá? GABRIEL: Tú, ¿qué sabes? ¿si aún no has vivido la vida? No sabes lo que es sufrir, todo lo has tenido resuelto. Cuando naciste, yo ya estaba aquí. El mundo nació antes que tú. ¡No lo olvides! No tienes nada que criticarme. ¡Soy tu padre! CALÍN: Sí, lo sé, pero eso no te exime de lo que has hecho. ¿Por qué? ¿Qué necesidad tenías, si todo lo tienes?, como dices… GABRIEL: ¡Déjame en paz! Tengo que resolver asuntos más importantes que discusiones existenciales contigo. CALÍN: No. ¡No saldré de aquí! Sólo porque eres mi padre, ¿no tengo derecho a preguntar? GABRIEL: ¡Mierda! ¡Lárgate! (Le agarra por el brazo, trata de sacarlo) CALÍN: (Soltándose) Ya no soy más el pequeño al que puedes cargar en tus hombros, viejo. Ya crecí también, si no te has dado cuenta, somos generaciones distintas. Me diste educación, y ahora… GABRIEL: Ahora, quieres practicar conmigo, periodista. Buscando noticias en mi propia casa. CALÍN: No vas a lograr nada con eso. La impulsividad no sirve, ¿Recuerdas? Mira a tu contrincante y encuentra su punto débil y allí, pica, ¿no dices eso siempre?

GABRIEL: ¡Carajo! Aprendes rápido. CALÍN: ¿Y? GABRIEL: ¿Y qué? CALÍN: Te escucho. No dices siempre que el dialogo es la mejor arma del pueblo. Entonces, hablemos,… GABRIEL: Estoy tratando de solucionar problemas graves que aquejan al país. Conversamos en otro momento, ¿quieres? CALÍN: Estas rehuyéndome desde hace días. Necesito una explicación. Dame tu versión, y veré si te creo o no. GABRIEL: Gracioso. Ahora seré juzgado por mi propio hijo. CALÍN: Sólo te pido una aclaración de los hechos. GABRIEL: No hay nada que explicar, hijo. CALÍN: Voy a ser directo, entonces, ya que das vueltas y vueltas ¿Por qué eres, como el resto de políticos, una mierda? GABRIEL: Calín, cuando uno está en el juego de la política ya no es libre, te encadenas a otros. De diversas formas, pero te amarras. Con la gente pobre, porque espera algo de ti; que le soluciones sus problemas básicos, no esperan más. Con eso son felices. Por eso, cuando les regalas algo, van tras de ti. Hasta morirían por uno. No has observado a tu mascota, le dices siéntate y ésta se sienta, pues espera que le des una migaja de pan, que atrapa con su boca y no te morderá. ¡Está domesticada! Así es la masa. Así, los mantienes, los tranquilizas. Estímulos y refuerzos. A los otros, no. Ellos son aves de rapiña, hienas, que si no eres como ellos, te destripan o te devoran lentamente. Todo se convierte en producto para comprar o vender y sacar el mejor provecho, no importa la situación. Estés en paz o en guerra, lo importante es uno y lo que logre ganar. Ese es el negocio, ¿entiendes? ¿Quién se iba a dar cuenta? Nadie. Nadie hurga más de lo necesario. Pagas, y todo listo. Haces una llamada, arreglas el precio, una noticia para distraer la atención por una semana, un entretenimiento a la masa, que se escandaliza por ello, rechina, llora, putea y luego, todo olvidado. Es un juego cíclico. Pero, no contamos que entra a escudriñar un periodista joven e impetuoso, queriendo ser alguien en su profesión, y que más en estos tiempos de guerra, quiere ser un héroe. Un salvador que cree que el mundo en que se mueve es derecho. ¿Y quién era? Mi propio hijo. ¡Mierda! ¿Qué buscabas? CALÍN: La verdad. Esa que siempre me inculcaste. GABRIEL: Eso se queda en casa, Calín. Afuera, no sirve. La ética cambia de forma, hijo. CALÍN: No creo. Los principios hacen nuestra congruencia, alguien me lo dijo un día. Tú mataste a cien médicos, cien personas, y no te sientes culpable por ello. Pero puedes meter preso a alguien que robó por hambre y aun lo llamas indecente. ¿Cómo puedo ser tu hijo? ¡Asesinaste personas, papá! GABRIEL: Escúchame bien, hijo, en una guerra, muere gente, ¡millones!, y nada pasa, es parte de ella. En toda guerra siempre hay bajas, para cualquiera de los bandos. Es irremediable. Esto es una guerra; hay que tomar medidas, soluciones y eso corresponde a nosotros. CALÍN: ¿A ti? ¿Por qué? ¿Quién te dio ese derecho? GABRIEL: A los que tenemos el poder de hacerlo, tenemos que decidir una solución. CALÍN: ¿Decidir una solución?... Sabías que esos equipos de protección estaban defectuosos, que la calidad no era lo que estaba normada, ni estandarizada, y aun así los mandaste fabricar.

GABRIEL: Ellos necesitaban implementos, querían sentirse seguros. Eso les di. ¡Les di seguridad, les di creencia, fe! CALÍN: ¡Seguridad! ¡Se-gu-ri-dad! Les diste la muerte. Los llevaste como carne de cañón, sin tapujos a enfrentar una situación que los infectaría. Todavía cubrí esa entrega: Yo teniendo la cámara enfocada en ti, y tú (Actitud de político): “Aquí les traigo su seguridad, los implementos que nos han pedido. El país se preocupa por ustedes, sus médicos y ¡nunca los abandonará! Han sido importados con las mejores normas de seguridad. La peste no nos doblegará. ¡Saldremos victoriosos! Somos un país luchador, y esta guerra la ganaremos, todos juntos. ¡El país, somos todos!” ¡Y cómo te aplaudían! “¡Viva! ¡Viva, don Gabriel! ¡Viva el ángel Gabriel!”. Me sentía orgulloso. “¿Ése es tu papá?” preguntaron mis compañeros, “de tal palo tal astilla”. ¡Qué asco! GABRIEL: ¡Ya, cálmate!, esto pasará. Deja de quejarte como todo el país. Después de un tiempo nadie se acordará. Les daremos otras noticias en que pensar. Anda aprendiendo cómo se mueve el mundo, si quieres sobrevivir en él ¡No todo el tiempo estará tu padre para tus reportajes! CALÍN: ¡Tampoco te quiero en ellos! No lo puedo creer. Siempre me lo decía, y yo, no lo procesaba en mi cabeza ni lo veía con mis ojos, ¡qué ciego! Ella lo sabía, pero no quería decírmelo abiertamente, y yo, ¡mierda!, he vivido con los ojos vendados todos estos años, adorando una imagen que yo construí. Una imagen falsa de la realidad. Ahora sé que todo lo que me rodea es falso. Tú, ella. Ella es la más falsa, porque lo sabía. GABRIEL: Si quieres sobrevivir, ya deja de ser niño y enfréntate a esta forma como se mueve nuestro mundo. CALÍN: ¿Sobrevivir? ¿Sobrevivir para qué? No hables cojudeces, papá. GABRIEL: No estoy hablando cojudeces. Hoy estás molesto. Ya pasará. Cuando veas mejor, podrás entender y me darás la razón. CALÍN: ¿No eres consciente de lo que has hecho? (Pausa) No te importó matar. GABRIEL: (Mirando fijamente a su hijo) ¿Puedes probarlo? CALÍN: ¿Qué? GABRIEL: Si puedes probar que he matado a alguien, ¿dime? CALÍN: No puedo creer lo que escucho, ¡eres una mierda, papá! GABRIEL: Ahora entiendes. Apagón

ESCENA VI

Un parque. Es noche. Luna llena. Rita, espera. Se escucha a lo lejos el bolero “Perdida”. Llega Calín. RITA: ¿Por qué tardaste?, pensé que no vendrías. CALÍN: Lo sabías, y no me dijiste nada. RITA: Si te hubiera dicho, ¿acaso me hubieras creído?: no. (Pausa) RITA: Tu padre es tu ídolo. El modelo a donde uno debe aspirar. Siempre me lo dices. Lo es todo para ti. ¿Qué soy yo en ti? Nada, una chica, loca, salvaje, que te hace sentir. Que juega a ser otra, construyendo mundos de fantasía sobre un escenario, donde lo falso se vuelve verdadero y lo verdadero muchas veces es solo falsedad. (Se acerca a besarlo) ¿Qué pasa?, ¿por qué te alejas de mí? CALÍN: Nada. No pasa nada. Es mejor que me vaya. No debí venir. ¡Suelta! (Ella lo besa; él escupe)

CALÍN: ¡Falsa, tú también! Todo lo tuyo es falsedad. RITA: ¡Cálmate, escucha! No lo sabía a ciencia cierta, te lo aseguro. CALÍN: Mentira, todo es una maldita mentira. El, tú, lo nuestro… RITA: Lo nuestro, no. No lo ensucies con tus dudas. Yo te amo. Nunca te mentí, ni lo haría. No tenía elementos cómo probarlo, le pedí a mi hermano que averiguara. Él trabaja en un diario digital. Conversando, me comentó que alguien importante e influyente exigió ocultar la noticia, y que no se transmitiera por señal abierta. Me dijo también que hay varios implicados en el caso de los equipos. Tu padre no es el único; otros políticos, hay un empresario, que fue el intermediario; usó su razón social para lograr la adquisición. Siempre es lo mismo. Piden varias proformas, y al final todo está arreglado bajo la mesa. Era un gran negocio, ¿no? ¡Un millón de dólares por cabeza! CALÍN: ¡Calla! RITA: Él presentó su plan de adquisición y compra a un político, éste era su aval, que más se podía pedir. Además, hablaron con un médico. Él fue quien les dio las especificaciones necesarias y reglamentadas, y luego firmó la conformidad. CALÍN: ¿Qué insinúas? RITA: Nada. CALÍN: Te conozco. Cuando quieres decirme algo que no quieres, solo lo insinúas… RITA: En verdad, no. CALÍN: ¿Quién fue el médico? RITA: Realmente… CALÍN: ¿Quién fue? RITA: ¿Quieres saberlo? CALÍN: Sí. RITA: Es la firma de tu madre. CALÍN: ¡Mentira, mentira! Mi madre no se prestaría a eso. ¡Eres una víbora! RITA: No estoy diciendo que ella tuviera algo que ver… CALÍN: Pero, como siempre, lo insinúas… RITA: No. Estoy… ¿y si cambiaron las especificaciones y solo usaron su firma para…? CALÍN: ¡Basta, basta! No quiero seguir escuchándote. No sigas con tus historias que usas en el teatro. RITA: (Acercándose) Calín, no quise… CALÍN: No digas nada más de lo que te puedas arrepentir luego. RITA: Lo siento, de veras. (Acercándosele) CALÍN: ¡Déjame solo, déjame! (Silencio) Apagón.

ESCENA VII

En un teatro. Sobre el escenario, Rita ensaya. Mientras dice el texto se va caracterizando en el personaje de Lustitia. Se venda los ojos. Llega el padre. RITA: ¡Señoras y señores!, están a punto de ver con sus propios ojos, de deslumbrarse, ¡de descubrir la verdad! En este escenario, donde un actor o una actriz, como yo, creará para ustedes una fantasía verosímil. Mientras estén allí, sentados, como espectadores, o tal vez como actores

de sus historias, ésas, que son realidad. Acá, todo es mentira. Parece realidad la vida, la muerte, el amor; pero no lo es. Sólo es real. Hoy veremos a un hijo que se enfrenta a su padre, un padre que confronta a su hijo, tratando ambos de descubrir la verdad. Pero, ¿qué es lo que nosotros llamamos la verdad? ¿Existe? ¿O sólo es una venda en nuestros ojos para no ver nuestra mísera existencia? Seremos jueces y reos de nuestro destino, de nuestro accionar. Y como actores, hemos de decidir la mejor elección, pues de ella depende nuestra libertad. Nuestros sentidos han sido creados para percibir la realidad, para descubrir la verdad. Pero, ¿qué pasaría si nuestros sentidos nos engañaran? ¿Cómo saber si lo que vivo es real, o no lo es? ¿Cómo saber si no estoy dormido, como dicen por allí, que hay sueños reales donde dormido, se viven? Hoy seré Lustitia, aquella ciega que va con la venda en los ojos representando la fe, en que la justicia es, y debería obrar, objetivamente, sin miedo ni favoritismos, independientemente de la identidad, del dinero, del poder o de la debilidad del reo; la justicia ciega e imparcial que anda resolviendo… la suerte, el destino y la venganza. Soy la razón y la justicia, soy… (Entra Gabriel) GABRIEL: ¿Tú eres Rita? RITA: ¿Quién la busca? GABRIEL: Soy Gabriel Pardo León, papá de Calín. RITA: (Sacándose la venda de los ojos) Cómo está, señor Gabriel. Sí, yo soy Rita. ¿Qué lo trae por acá? GABRIEL: (Solo) Quién lo diría, Calín tiene buen gusto con las mujeres. (A Rita) ¿Eres actriz? RITA: Sí, soy actriz. ¿Qué se le ofrece? Estoy terminando un ensayo… GABRIEL: Claro, no deseo interrumpir tu entretenimiento. RITA: (Directa) No es una diversión, es un trabajo. Divertido, pero es un trabajo. GABRIEL: No quise incomodar. Sólo quería conversar contigo sobre mi hijo. RITA: ¿Le pasa algo a Calín? GABRIEL: No, bueno, no específicamente. Sólo que anda como muy distraído, absorto, diría yo. Me dijeron que sale contigo. RITA: No sale conmigo, somos enamorados. GABRIEL: Sí, eso, pero no… RITA: ¿Ha pasado algo con él? GABRIEL: Preguntaba yo, si ha sucedido algo que tendría que saber… RITA: ¿Cómo qué?... (Con intención) ¡Ah, ya!, ¿piensa que me embarazó? Pues no. Sé cuidarme, gracias a Dios. GABRIEL: No quise decir eso, pero, mejor que lo hayas mencionado. RITA: Mire, señor Gabriel, hace días que no nos vemos con él. Está muy ocupado en sus asuntos. Me comentó que está haciendo un reportaje importante sobre unas muertes en un hospital, entonces, quedamos en no vernos. Igualmente, yo estoy a full con mis ensayos. Dentro de poco estrenaremos la nueva obra. Estamos ensayando a diario, también. Ambos estamos un poco distanciados. No tenemos tiempo para vernos y no lo quiero molestar ni distraer. Mejor así, ¿no cree? GABRIEL: Sí, creo que está bien ¿Y qué personaje haces? RITA: Hago Lustitia. GABRIEL: ¿A quién? RITA: A la diosa de la Justicia. Soy la que juzga las acciones de los hombres. GABRIEL: Entonces, espero no verme en tus manos.

RITA: Al final, tarde o temprano, todos los hombres pasan por mi balanza. Pausa RITA: Quise decir, por la balanza de la justicia. GABRIEL: Sí, claro. Apagón

ESCENA VIII

En casa. Es de mañana. La cocina. Hay café. Blanca, que ha terminado su guardia en el hospital, está junto a Gabriel. BLANCA: Hoy murió un señor en mis brazos. No pudimos hacer nada. Entró en shock. Todo su cuerpo estaba infectado. La peste ha aumentado y nadie quiere darse cuenta. Gabriel, no pude salvarlo, él confió en mí. Tenía dos hijitos. GABRIEL: No te pongas mal, amor. Estás en una posición crítica, asumiendo toda la responsabilidad sobre tus hombros. Te cargas demasiado en el hospital. ¿Por qué no pides un descanso? Has estado trabajando desde que empezó todo. BLANCA: No podría quedarme en casa, sabiendo que hay personas enfermas, muriendo, y yo encerrada aquí. Es mi trabajo. GABRIEL: Pero tienes que cuidarte. Acaso, ¿eso cubrirá el hospital? ¿Y si te enfermas? Ten en cuenta que tienes una familia, un hogar. No sé qué haría si me faltaras. Eres mi soporte. BLANCA: No me pasará nada, no te preocupes. (Pausa) ¿Sabes?, te voy a contar algo que me tiene intranquila hace días, me contaron que han muerto cien del personal médico en una semana, y todos de la misma ciudad. Esa noticia no salió en la prensa. Dicen que todos han muerto infectados por la peste. No han querido alertar a la ciudadanía, por eso, está todo callado. ¿Infectados?, ¿cómo? ¿Si todos estuvieron laborando con el equipo necesario para protegerse? No entiendo. GABRIEL: Quizás estuvieron infectados antes, antes de que llegaran los equipos, ¿no crees? BLANCA: Puede ser, pero ¿cien?, es bien raro, ¿no? Además, que nadie lo sepa. Todo está como en secreto. Nadie habla de eso. Ningún medio. ¿No te parece sospechoso? GABRIEL: ¿Y cómo te enteraste? BLANCA: Los médicos hablamos, y salió la noticia. Uno de ellos lo leyó en un medio digital, creo. Vamos a pedir una investigación, por nuestra cuenta. No puede quedarse así. Eran nuestros compañeros de profesión. Todos se enfermaron, y en una semana estaban con los síntomas. Las ratas no se mueven tan rápido. GABRIEL: Si quieres, puedo ayudarte a ver eso. Hablaré con amigos de la prensa para preguntarles qué saben ellos. BLANCA: ¿Harías eso? GABRIEL: Si eso te tranquiliza, sí. BLANCA: Gracias, amor. (Lo besa) GABRIEL: Todo lo hago por ti.

ESCENA IX

En casa. La cocina. Es de tarde. Sol. Calín con su mamá, conversan. CALÍN: Mamá, ¿qué sabes de las muertes de unos médicos por la peste? BLANCA: ¿Cómo te enteraste? ¿Sabes algo de eso, Calín?

CALÍN: Estoy en eso, pero no hay muchos datos. He hablado con algunos amigos del periódico pero no me dan información. Sólo, algo vago. En los hospitales, nadie dice nada. Algunos se sorprenden que haya pasado. Y otros, creen que es un fake news. BLANCA: ¿Un qué? CALÍN: Una noticia falsa, ma… BLANCA: No es falsa. En el hospital se habla, pero nadie lo confirma. Casi no hay nada. No hay noticia de ello. Qué extraño. Sólo apareció en un diario digital. CALÍN: Voy a investigar sobre eso, tengo una curiosidad. BLANCA: Sería bueno. Tu padre dijo que averiguaría por su lado. Pero cuídate, las ratas han aumentado. CALÍN: Sí, no te preocupes por mí, mamá. (Abrazándola, con ternura) BLANCA: Soy tu madre. CALÍN: Una pregunta más, mamá: ¿has estado ayudando a papá a ver las adquisiciones de implementos médicos? BLANCA: En algo. ¿Por qué? CALÍN: ¿Y has firmado algún documento? BLANCA: No, sólo me pidió información sobre calidad del material. Cuáles eran los mejores y cosa por el estilo. CALÍN: ¿No firmaste nada? BLANCA: ¿A qué te refieres? CALÍN: No es nada, ma… BLANCA: ¡Habla!, me intranquiliza tu pregunta. CALÍN: Sólo pregunto, ma. A veces, se me sale el reportero y no me doy cuenta de que estoy con mi mamá (Ríe, la abraza) BLANCA: Ya, deja, deja. Si sabes algo, ¡avísame! CALÍN: Sí, no te preocupes, lo haré. (Sale) BLANCA: (Pensando, tratando de recordar) ¿Firmado algo? Apagón

ESCENA X

En Casa. De mañana. Blanca, en la oficina de Gabriel, revisando algunos documentos. Él llega. GABRIEL: Blanca, ¿qué haces en mi oficina? ¿Te puedo ayudar en algo? BLANCA: ¿Qué tienes que ver con la adquisición de los implementos médicos? GABRIEL: Fui el que promovió el proyecto, ¿no recuerdas? Tú me ayudaste. BLANCA: ¿No dijiste que no lo habían aprobado, y quedó archivado por tener muy elevado los costos y otras cosas? GABRIEL: Sí, eso dije, pero, luego de discusiones, al final aceptaron. Consiguieron un proveedor internacional, pues acá en el país les iba a resultar más caro. BLANCA: ¿Más caro? ¿Cuánto costaron los equipos, Gabriel? GABRIEL: No recuerdo. BLANCA: ¿No recuerdas? GABRIEL: Yo no hice directamente la compra, yo solamente fui el puente; el resto de la transacción lo realizaron los expertos del ministerio.

BLANCA: ¿Y qué empresa ganó la licitación? GABRIEL: No recuerdo, creo que ha sido una empresa alemana o china. ¿Por qué tanta pregunta? ¿Qué te ha dicho Calín? BLANCA: A mí, nada, ¿por qué? GABRIEL: Por tus preguntas, y cómo te pones… BLANCA: No se cómo me pongo… GABRIEL: Así, estás inquisitiva, como si yo… BLANCA: Lo siento, no quise… GABRIEL: Calín anda en eso, también. Cree que yo tuve algo que ver con esa compra defectuosa, en la que han muerto los médicos. BLANCA: Entonces, es cierto. GABRIEL: ¿Qué es cierto? BLANCA: Las muertes. GABRIEL: No sé, supongo, digo. Repito lo que tú dices, porque acá sólo escucho eso… BLANCA: ¿Y no tuviste nada que ver? GABRIEL: ¡Blanca, soy tu marido, me conoces! ¿Estás dudando de mí? BLANCA: No estoy dudando de ti, solamente te hice una pregunta. ¿Tuviste algo que ver? GABRIEL: ¡No puedo creerlo! Ahora son dos: tú y Calín. Mi esposa y mi hijo piensan que yo maté a esos médicos. ¿Cómo crees que yo haría eso? ¿Piensas que no tengo moral, que no tengo ética? Además, no sabemos si es verdad. BLANCA: No he afirmado nada. ¡Cálmate! GABRIEL: ¿Quieres que me calme? No lo puedo creer. Primero me injurian y luego me pides… BLANCA: No, Gabriel. Te conozco y sé que no lo harías. ¡Lo siento! No debí pensar eso. Sólo que Calín está obsesionado con ello, y yo necesito saber, también. No pueden quedar impunes esas muertes, y que nadie lo sepa. GABRIEL: Haré que abran una investigación desde el parlamento, si quieres. BLANCA: ¿Lo harías? GABRIEL: Claro. Si eso te hace sentir tranquila. BLANCA: Sí, gracias, Gabriel. No sé qué haría sin ti. GABRIEL: No tienes que agradecerlo. Me hago un favor. Apagón

ESCENA XI

En un club nocturno. Una mesa, a media luz. Noche. Música. Una chica realiza un pole dance. Suena la sirena de una ambulancia que pasa. Gabriel y el empresario beben whisky, conversan. EMPRESARIO: Negocios, son simples negocios, Gabriel. ¡Salud! Además, ya viene la campaña, cómo hacerla sin dinero. Hay que invertir ahora más que antes. Pues, como van las cosas, lograr una curul es como ganar el premio mayor… Como dirían, muchos son los llamados, pocos los elegidos. GABRIEL: ¿Qué quieres decir? EMPRESARIO: Hay propuestas de jóvenes en el partido, pero les dije que el mejor candidato eras tú. Tienes una trayectoria intachable, una imagen familiar excelente… GABRIEL: No me van a comparar con esos verracos…

EMPRESARIO: Sólo logra que salga, luego veremos lo demás. Te necesitamos en el gobierno. Eres una persona que infunde respeto, eso es importante. Da seguridad al elector. Tienes una carrera hecha. La campaña déjala en nuestras manos. GABRIEL: Estoy exponiendo mi cabeza, no quiero que esto se salga de control… EMPRESARIO: No, no te preocupes. Sólo necesitamos una cosa: la firma de un médico que sea competente en el área de logística de equipos, el resto lo vemos nosotros. GABRIEL: ¿Cuánto? EMPRESARIO: Si todo sale como está planeado, un millón líquido a tu cuenta. No está mal por una firma, ¿verdad? Gabriel, eres parte importante de nuestro equipo. Tú nos ayudas; nosotros hacemos el resto. Esto es sólo cuestión de negocios. Todos ganamos. GABRIEL: ¿Y si hay pérdidas? EMPRESARIO: Bueno, siempre las hay. Tratamos de que sean mínimas. Por eso buscamos gente de lo mejor, que pueda hacer bien su trabajo. Todo es en beneficio del país. Eso siempre tenlo presente. GABRIEL: Bien, luego te la alcanzo. EMPRESARIO: En una semana, como máximo, está ese Uno en tu cuenta. ¿Y cómo está Blanca? GABRIEL: Ella, bien, con mucho trabajo en el hospital. La peste ha infectado el país, en su totalidad. EMPRESARIO: Sí, uno ya no sabe cuándo se encontrará con una rata infectada. Hay que ir preparando tu campaña, también. Necesitamos una bancada que se comprometa con los intereses del país, que también son nuestros. El tiempo es corto. Entre nos, serás cabeza de lista. Que quede en secreto aún. Necesitas un jefe de imagen y prensa, hay que ir poniéndote en vitrina… Aprovecharemos este evento para publicitarte, claro, solapadamente. Hablaremos con el canal. Le pondremos un nuevo auspiciador (Observando a Gabriel) ¿Qué sucede, Gabriel? ¿No estás contento? GABRIEL: ¿No hueles algo raro en el aire?, parece que algo se pudre… EMPRESARIO: La peste. Cuando revientan los gránulos del cuerpo, huele a mierda, es porque ya han empezado las erupciones y se hacen visibles. (Sombras de ratas que inundan el escenario. Suena la sirena) Apagón

ESCENA XII

La Casa de Blanca. En el living. Noche. Rosario llega, busca a Rita, su hija. Luego llega Gabriel y Rita. ROSARIO: Señora Blanquita, buenas noches, disculpe la hora pero estoy buscando a mi hija, ¿no ha estado por acá? BLANCA: Cómo está, doña Rosario. No, Rita no ha venido por acá. ROSARIO: No ha aparecido desde ayer, y como sé que anda con Calincito, pensé que ustedes podrían saber algo BLANCA: No, no la he visto con él; hace días que Calín está trabajando en las calles. ROSARIO: ¿Y él? BLANCA: ¿Calín?, debe estar trabajando todavía. Es reportero, usted sabe, buscando noticias sobre la peste. Últimamente llega tarde, de madrugada.

ROSARIO: Está enfermedad, Blanquita, es un castigo de Dios por no seguir el camino del Señor. Por eso pasan estas calamidades. Lo dice las escrituras, todo está escrito y se está cumpliendo... el Apocalipsis ha llegado… BLANCA: (Llamando por teléfono). No contesta mi hijo, no sé qué más hacer. ROSARIO: Gracias, Blanquita, iré a ver a mi hijo. Él también anda tan ocupado que ni se aparece por casa durante días… No es mal hijo, pero… BLANCA: Gabriel, ¡qué bueno que llegas! ¿Sabes algo de Calín? GABRIEL: No. ¿Qué sucedió? ¿Le pasó algo? BLANCA: No. A él nada. A la hija de la señora Rosario, que no llega a su casa desde ayer. GABRIEL: Y qué tiene que ver Calín en ello. ROSARIO: Es que su hijo es enamorado de mi Rita, señor Gabriel. GABRIEL: Ah, Rita. No, señora, no sabemos nada. Debería educar mejor a su hija y no dejarla suelta por las calles. BLANCA: Gabriel, no te expreses así… ROSARIO: Sí, ya le he dicho, pero es una niña terca. No hace caso. GABRIEL: Por comportamientos como esos, las chicas pueden perder la vida. BLANCA: ¿De qué hablas, Gabriel? ¿A qué te refieres? ¿Sabes algo que no quieres que nos enteremos? GABRIEL: No, qué va, sólo digo. BLANCA: ¿La has visto? ¿Qué te ha dicho? GABRIEL: No, no la he visto. Solamente, el otro día cruzamos unas palabras y… BLANCA: Y… GABRIEL: (A Blanca) No me dio una buena impresión. (A Rosario) Es mejor que se retire, señora; si sabemos algo, le avisaremos. BLANCA: Reportemos la desaparición de su hija, señora Rosario. Como andan las cosas en el país, es mejor hacer eso, ¡vamos a la policía! GABRIEL: No hagamos un escándalo, es solo un día. No ha pasado ni 24 horas, creo. Estará divirtiéndose en alguna reunión secreta y luego aparecerá feliz y contenta. A veces, los hijos sólo se escapan para llamar la atención… ROSARIO: No, mi hija no es de ésas. Será medio alocada, pero es buena chica. GABRIEL: Así decimos todos, cuando no queremos ver la realidad… BLANCA: ¿Gabriel, por qué hablas de esa manera? ROSARIO: Será mejor que me vaya. Gracias por todo, puede que ya haya regresado a casa, como dice don Gabriel. (Saliendo) RITA: (Apareciendo) ¿Mamá, que haces acá? ROSARIO: Hijita, ¿estás bien? RITA: Claro. Pero, qué haces acá tan tarde. GABRIEL: ¿No lo decía?, y ustedes haciendo un escándalo. ROSARIO: Como no aparecías desde ayer, me preocupé y vine a ver a Calincito para saber si estabas con él, o si te había visto. RITA: Estuve ensayando, se me hizo tarde. Me quedé dormida en el teatro. Luego, por la mañana, tuve que ver otras cosas. No debiste venir acá. (Mira a Gabriel) ¿Hablaste con Calín? ROSARIO: No, no está. RITA: ¿No está? Señora Blanca, ¿sabe dónde podría encontrarlo? BLANCA: No, ¿por qué? ¿Algo pasa con mi hijo, Rita? ¡Habla!

RITA: No lo sé realmente, pero puede que corra peligro. BLANCA: ¿Peligro? ¿Qué clase de peligro?, ¡dime! RITA: Tal vez lo quieran asesinar BLANCA: ¿Asesinar? ¿A mi hijo? ¿Quién y por qué? Estás bromeando. GABRIEL: Estás loca. ¿Quién querría matar a mi hijo? RITA: Alguien muy cercano lo quiere asesinar, porque es muy molestoso para sus planes. BLANCA: ¿Qué?, ¿estás pensando lo que dices? ¿Planes, qué planes? No te entiendo. RITA: Pregúntele a su marido. BLANCA: Gabriel, ¿qué es esto? ¡Habla! GABRIEL: Qué sé yo. Creo que esta chica anda más tocada de lo que parece. Ya le decía a Calín, pero él ni caso me hace. RITA: No se haga el imbécil. Usted y yo sabemos por qué lo quieren desaparecer. GABRIEL: ¿Qué?, ¿desaparecerlo? BLANCA: Rita, ¿qué estás diciendo?, ¿estás acusando a mi esposo de querer matar a su propio hijo? Eso no te lo permito. ROSARIO: Rita, discúlpate con los señores. ¿No estás borracha, no? RITA: No tengo por qué disculparme, ma. (A Blanca) Su hijo descubrió lo que hicieron su marido y otros personajes con la compra de los implementos, y también lo de la muerte de cien médicos. ¡Él es el responsable de las muertes, señora Blanca! BLANCA: Pero, ¡¿qué estás diciendo?!… RITA: ¡Él es el responsable de las muertes del personal médico! GABRIEL: No puedo tolerar más estupideces. ¡Lárguense! ¡Entremos, Blanca! RITA: (Entregándole un papel) ¿Reconoce esa firma, señora Blanca? GABRIEL: ¿Qué es eso? BLANCA: Sí, es mi firma. RITA: Ésa misma. BLANCA: ¿Por qué la tienes en ese papel? RITA: Su marido la falsificó. BLANCA: ¿Qué oigo? RITA: Lo que escuchó. (Pausa. Miradas) BLANCA: ¡Gabriel, falsificaste mi firma! ¿La falsificaste para dar el visto bueno de la compra? ¡Responde! GABRIEL: Está hablando estupideces, ¿no ves que está drogada? ROSARIO: Mi hija no se droga, ni dice mentiras. Uno de los mandamientos ella sabe que es no… RITA: Señora Blanca, ¿dónde está Calín? BLANCA: No sé. Lo estoy llamando, pero no responde su teléfono. ¿A dónde vas? ¡Gabriel! GABRIEL: ¡Qué te importa! Si les crees a ellas más que a tu esposo. BLANCA: ¡Gabriel, detente! Necesito que me expliques… (Saca un arma). Andas con armas, Gabriel. ¿Qué?, ¿dispararías contra mí? GABRIEL: Contra ti y contra cualquiera que se meta con mi familia ¡Apártate, Blanca! BLANCA: No, no te dejaré marchar sin que me expliques lo de la firma. GABRIEL: No hay tiempo para explicaciones, Blanca. BLANCA: No dejaré que…

GABRIEL: No tengo tiempo. Disculpa, Blanca, no creo que puedas entender. (La aparta. Ella cae) BLANCA: ¡Gabriel, Gabriel! (Él sale raudo. Se oye un auto partir) ROSARIO: Señora Blanca, ¿está bien? BLANCA: Sí, ¿y mi hijo?, ¿sabes dónde está? Hay que avisar a la policía. RITA: No. A ellos, menos. BLANCA: ¿Cómo? RITA: No podemos confiar en nadie por ahora. No sabemos si son cómplices. ROSARIO: Rita, ¿cómo puedes decir eso?, la policía está para protegernos. Hay que llamar. RITA: ¡Esperen!, puede que esté en el puente… BLANCA: ¿Cuál puente? RITA: Uno que queda en la carretera, siempre vamos a mirar lo hermosa que se ve la ciudad desde allí. Apagón

ESCENA XIII

En un puente, sobre una carretera. De madrugada. Hay una luna llena grande y hermosa que ilumina la carretera. El hijo solo…. CALÍN: ¿Cuál es el futuro que me espera, si mi presente esta corrompido? Nací en un hogar, con papá y mamá, la familia ideal, de la que soy producto. Fruto del amor, ¡soy el hijo! El primogénito, el vástago de la corrupción. Lo llevo en mi sangre y todos los días riega mi cuerpo; cómo no recordarlo, cómo no pensarlo. Lo vivo todos los días. Mi corazón late y bombea mi sangre negra, corrupta en mis venas azules. Todo lo que haga gotea a inmundicia maloliente, todo lo que escriba imprime corrupción; todo lo que diga esta putrefacto, inunda mis labios y se esparce en el viento; todo lo que piense se pudre y corrompe; se convierte en putrefacción…. Toda mi vida presente se torna pútrida. Una mancha, como la noche, que se esparce y te atrapa aunque no quieras. ¿Adónde ir? ¿Adónde escapar? ¿Adónde? No hay lugar. ¡Palabras! Soy esclavo, soy prisionero, atrapado en estas cadenas de oro, mohoso. Tengo el gen, incrustado en mi ADN. Soy el Caín de este tiempo, y no puedo liberarme de ser creación de este momento, paria de esta época; generación excluida, llena de pus, de peste. Ésta es mi historia negra que se repite cada cien años, y yo soy el instrumento. No hay salida. No hay cura. El mal está en mis tejidos, en mis pensamientos, en mis sueños. En mi alma, si aún existe. No hay salvación para un enfermo de esta peste. No hay redención. Sólo queda una forma de liberación y no está en mis manos. Ni en ninguna otra, pues ha desnudado lo que soy… ¡soy la peste!

ESCENA XIV

En el mismo Puente. Llega el Padre. CALÍN: ¿Rita, eres tú? ¿Quién anda allí? GABRIEL: Yo, tu padre. CALÍN: ¿Cómo me encontraste? GABRIEL: Soy tu padre. CALÍN: ¡Mierda! ¿Qué quieres, asesino? GABRIEL: ¿Asesino? No, hijo.

CALÍN: No me llames tu hijo. GABRIEL: Déjame explicarte, Calín, CALÍN: No quiero oír más de tus mentiras. No más…. GABRIEL: ¡Escucha! CALÍN: ¡Te prohíbo que hables! GABRIEL: Qué más da, no tengo nada más, ya perdí todo. Sí, lo hice. Lo hice pensando en ustedes. Para que no les falte nada. Para que puedan vivir bien. Para que puedan disfrutar lo que yo no tuve. Para que seas mejor que yo. A veces uno tiene que cometer actos que no son los correctos en su momento, pero después, vendrán los frutos, Calín. CALÍN: ¿Matar para luego estar bien? ¡¿Eso te parece correcto?! GABRIEL: Ésta es una guerra. CALÍN: No, papá; esto no es una guerra, ni mucho menos, tuya. GABRIEL: No comprendes lo que te digo. En este juego no hay opción a retroceder, sino estás liquidado, dado de baja. Acabado. CALÍN: Hubieras dejado todo eso. No necesitabas más. Tenías una familia. ¿Qué buscas con el poder? ¿Admiración, reconocimiento, respeto? ¿Quieres ser poderoso? ¿Para qué? ¿Por qué? GABRIEL: Cuando uno prueba el poder, quiere más. Se vuelve una adicción. Y si tienes seguidores, admiradores, aún más. La vanidad y el hedonismo te envuelven en sus brazos llenos de opio. Dejas de mirar ya. Es como estar acá. ¡Mira!, (señalando la ciudad) Lo tienes todo. Toda la ciudad es tuya, se rinde a ti. Se ve tan pequeña desde este lugar que la puedes tomar en tus manos. Puedes decidir sobre las vidas de los demás. Ser un dios. Qué más pedirle a la vida. La política nos da eso. Hijo, ¡ven conmigo y tomemos la ciudad! Tú tienes poder, como yo. La prensa tiene un poder inigualable: la información. No sabes lo que lograrías con ella. La política y la prensa, unidas. Seríamos invencibles. No tendríamos rivales y todo el país se inclinaría ante nosotros. CALÍN: ¡Estás loco, papá! GABRIEL: Me llamas padre. CALÍN: ¡Vete a casa! Luego hablamos, ¿quieres? GABRIEL: ¿Y tú que harás? CALÍN: Tengo que pensar. GABRIEL: No hay nada que pensar, te estoy ofreciendo… CALÍN: ¿Un trato? Para qué… GABRIEL: ¿Me delataras?, ¿serias capaz? Serás capaz de traicionar a tu padre. CALÍN: No, no traiciono a mi padre. No falto a mi... GABRIEL: Ética. (Le apunta con el arma) CALÍN: Cierto. Un día te dije que más importante para mí, era la verdad… GABRIEL: ¡Corre, Calín! ¡Corre por tu vida! CALÍN: ¡Dispara! ¡Dispara, antes que lo haga yo! (Le apunta con el arma). GABRIEL: Somos iguales. Enfrentados hijo y padre. Una bala definirá la balanza, la venganza de la justicia se hará realidad… CALÍN: ¡Baja tu arma, papá! No me obligues a disparar. GABRIEL: No lo harás. ¡Eres cobarde! Cobarde, como todos los de tu generación... CALÍN: Nuevamente te estás quedando sin argumentos, papá… GABRIEL: Sin ideales, sin personalidad, sin futuro, amorfos, sólo son tecnología… CALÍN: Cuando no hay nada que decir, se torna uno en irracional y golpea, ¿verdad? Y el que más golpea… Siempre dijiste, es el que se pica.

GABRIEL: Vete, Calín, ¡Vete! Aún no es tarde. ¡Lárgate de aquí, por favor, hijo! Esta guerra es sólo mía y la acabo de perder. Me alegra haberla perdido ante ti… (Se oyen sirenas a lo lejos. Un carro se detiene, el padre mira a todos lados, mira al frente en dirección de la platea. Protege a su hijo. Dispara frenéticamente) GABRIEL: ¡Mierdas, aquí estoy! ¿Quién quiere matarme?, ¿por qué no dan la cara?, ¡Salgan, cobardes! Se ocultan en la oscuridad de la noche. Parecen ratas, ¡salgan ratas! Siempre di la cara. Y no dejaré de hacerlo. Ustedes, sombras de la noche, que caminan sigilosas por las alcantarillas, que infectan lo que muerden, no se atreven a dar la cara, son bestias rastreras que corrompen todo, todo, todo… (Un disparo. El padre cae. Calín lo abraza) Calín, hijo. Soy solo un peón de este ajedrez. La careta visible. No soy la mano que mueve el juego. Ya no hay tiempo para arrepentimientos. Hay errores que se pagan demasiado caros. Escucha: el hombre tiene en sus manos la decisión y en su corazón la voluntad, pero depende de su razón lo que determine. No espero tu perdón. Gracias por ser mi hijo, Calín. CALÍN: ¡Papá! ¡Papá! (Entra la madre y la religiosa. La madre abraza a su hijo y al padre. La religiosa se arrodilla implorando al Señor. Rita en Justitia) BLANCA: ¡Gabriel! ¡Calín!… ¡Gabriel, no!… RITA: Le dije que lo tendría en mis manos un día. Soy la ciega que recorre los corazones de los pueblos que claman; la peste continúa, y sólo depende de nosotros liberarnos de ella. Mirar mejor para decidir mejor. Hoy, la vida, y la muerte también, aquí, en este puente nos marcan un nuevo comienzo. Y ahora, los actores nos presentamos después de haber culminado nuestra obra, donde se enfrentaron un padre, y un hijo que buscaba la verdad. Y como dicen, el que busca encuentra. Y, ¿qué es la verdad, al fin y al cabo? ¿Alguien lo sabe? Que cada quien saque sus conclusiones. Si todo lo que hemos visto antes es una obra de teatro, o una mentira real. ¡Gracias!

FIN

Ronal Salinas Castro. Licenciado en Educación Artística de la Especialidad de Teatro y docente de la Escuela Superior de Arte Dramático de Trujillo Virgilio Rodríguez Nache. Durante sus 15 años de trayectoria, ha contribuido a la formación de actores y profesores, tanto de su alma máter como de la Esfa Eduardo Saravia Meza. Se desempeña, asimismo, como catedrático de la Universidad César Vallejo de Trujillo. Actualmente, estudia la carrera de Psicología, con la cual busca enriquecer su labor como hombre de teatro. Fundador del grupo La Rueda, ha participado como actor en los montajes La cosa y Pasteles verdes y jugosos, de Juan Rivera Saavedra. También ha sido parte del elenco de Olmo Teatro de Trujillo, en obras como La boda, Vamos por lo nuestro y Sueño de una noche de verano. Asimismo, ha incursionado en la dirección teatral. Su inquieta naturaleza artística le ha permitido iniciar un viaje por la dramaturgia. Fruto de ese quehacer es su obra ¡Mañana arde Santiago!... que describe los hechos por los cuales fue injustamente procesado y encarcelado en Trujillo, el poeta César Vallejo. La complejidad de los sucesos, la rapidez como se desencadenaron los acontecimientos y la escasez de evidencias, hacen que este texto teatral nos transporte a los hechos ocurridos en Santiago de Chuco en el año 1920. La dramaturgia presenta hechos inéditos que la historia no registra, gracias a la información proporcionada del libro El juicio a Vallejo, de Germán Patrón Candela, y el ensayo Día del adiós y el regreso, de Danilo Sánchez Lihón.

Fernando Bacilio Sigüenza. Actor de cine y teatro. Egresado y docente de Actuación de la Escuela Superior de Arte Dramático Virgilio Rodríguez Nache, de Trujillo. En su calidad de profesor, ha dirigido Edipo, Ella, Don Quijote, El viento y la ceniza y Antígona. En otros espacios ha participado en obras como Pedro y el capitán, El loco y la triste, La abuela desalmada, La noche de los asesinos, La cosa, El animador y Q.E.P.D. Como actor de teatro ha participado en obras como Pobre gente, ¿Qué tú entiendes de esta guerra?, El abogado Pathelin, El canto del cisne, Antígona, entre otras. Ha participado en los grupos de teatro Quarta Paret, MAG, Teseo

y Minotauro, La Rueda, Retos, Olmo Teatro y en la compañía Máscara de barro. Como actor en el cine, ha participado en las películas Chicama, El Mudo (protagonista), Desaparecer, Maligno, Un mundo para Julius, entre otras producciones. Ha sido premiado como mejor actor por su protagónico en El mudo, en Suiza, Bielorrusia, Colombia y Argentina. También tiene una nominación por El mudo en los Premios Fénix (México), y prenominado a los Premios Platino (España). Mejor actor en el cortometraje La deuda, en Perú. Actualmente, es el actor peruano con la mayor cantidad de premios a nivel internacional. Marco Antonio Ledesma Gastañadui. Natural de la pintoresca e histórica ciudad de Huamachuco. Heredero de una tradición milenaria de sus ancestros los Wuamachucos, lleva en su sangre el amor por sus raíces y por la diversidad cultural. Asumió el teatro como una forma de vida y, desde su formación en la Escuela Superior de Arte Dramático de Trujillo Virgilio Rodríguez Nache de Trujillo, se mantiene tercamente apostando por el teatro. Como creador, su logro más importante es ser fundador e integrante de la agrupación Olmo Teatro, desde donde realiza desde hace 40 años su trabajo como actor y director. A nivel internacional, ha dictado talleres en Argentina, Brasil y Alemania. Es integrante de diversas redes y movimientos teatrales, en los cuales contribuye para la cimentación y fortalecimiento del teatro peruano.

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