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La nueva palabra florida-In yancuic xochitlahtoli, Natalio Hernández

La nueva palabra florida-In yancuic xochitlahtoli1

Natalio Hernández

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ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

La antigua palabra florida axcan, totlalnantzin Mexico, quipia ome inelhuayo: Anahuac tlacamecayotl, masehual nelhuayotl ihuan

caxtilan nelhuayotl, anali tlacamecayotl.

Como todos sabemos, México, nuestro país, cuenta con dos raíces principales: la raíz de Anáhuac de contenido indígena y la raíz castellana o española, venida del otro lado del mar.

No obstante, debemos recordar que tenemos una tercera raíz, la raíz negra que llegó a México durante la Colonia. Una raíz que se fue asimilando al mestizaje racial y cultural a lo largo de 500 años y hoy en día sólo perviven pequeños grupos en las costas de Guerrero, Oaxaca y Veracruz. Pero nuestra diversidad es aun mayor: chinos, japoneses, alemanes, árabes, judíos, franceses y otros grupos de inmigrantes enriquecen, también, la diversidad cultural de la sociedad mexicana.

Ipan notlahtol san tiquilamiquisque tomasehual nelhuayo, cachi miac titocatise nahuaiyocalis, nahuaxochitlahtoli, nahuaxochicuicatl.

Me referiré aquí a la raíz indígena con énfasis en la lengua y cultura náhuatl contenida en la flor y el canto: in xochitl in cuicatl.

De los diferentes pueblos que se asentaron en lo que hoy es el centro de México, sin duda el pueblo náhuatl o mexica es el que alcanzó un mayor grado de desarrollo cultural, junto con los pueblos mayas del sureste del país. Ponderar el pasado de la cultura indígena nos permite entender mejor la actual cultura mexicana: diversa en lenguas, en expresiones artísticas, en formas muy propias de relacionarnos en la familia, en la comunidad y, en un sentido más amplio, como mexicanos. La hospitalidad

1 El presente escrito pertenece al libro El despertar de nuestras lenguas. Queman tlachixque totlahtolhuan (México: Diana, Fondo Editorial de Culturas Indígenas, 2002), y su reimpresión en este libro fue autorizada por el autor.

del pueblo mexicano poco se encuentra en otros países: esta actitud solidaria y comunitaria proviene, a mi juicio, de las culturas indígenas de los pueblos de Mesoamérica.

El conocimiento de las culturas indígenas también nos permite tomar conciencia de que la actual cultura mexicana tiene un fuerte sustrato cultural indígena que se expresa, por ejemplo, en los nombres de los pueblos: Xochimilco, Tlahuac, Querétaro, Jalapa, Tampico, Campeche, Cancún, Chihuahua, Acapulco y tantos otros nombres de pueblos y ciudades que provienen de las lenguas nativas. Las tradiciones y las fiestas populares están fuertemente permeadas y matizadas por los mitos, las leyendas y las distintas maneras de entender el mundo que preservan los pueblos indígenas en la actualidad. Nuestro arte popular se nutre de los colores y el simbolismo de las culturas indígenas.

Una de las formas de acercarse a este mundo cultural indígena es por medio de la lengua, de la literatura y, en general, del arte de la palabra que los diferentes pueblos de México han preservado por casi cinco siglos y que hoy, afortunadamente, empiezan a encontrar los espacios y las condiciones necesarias para desarrollarse y volver a florecer.

Retrocediendo nuestra mirada al mundo antiguo, notaremos que mediante el arte de la palabra, el pueblo náhuatl transmitía a los miembros de la comunidad los ideales del arte expresados en la toltecayotl2 , herencia cultural que provenía desde los toltecas de Tula, por lo menos 600 años antes del florecimiento de Tenochtitlan. Este arte de la palabra se reflejaba en lo que podría denominarse como xochitlahtoli, la palabra florida, esto es, el arte del bien decir, el arte del bien hablar. Como lo refiere Miguel León-Portilla en su Filosofía náhuatl: Tecayehuatzin, Señor de Huexotzinco, tlamatini, sabio y forjador de cantos, hacia finales del siglo XV organizó una reunión con otros tlamatini, amigos suyos, para conocer su propia versión acerca de la flor y el canto. Todos ellos expresaron en un lenguaje literario las diversas opiniones acerca de la poesía, el arte y el símbolo de la palabra: in xochitl in cuicatl, la flor y el canto, como lo más pre-ciado, lo más valioso de la existencia del hombre sobre la tierra. El siguiente poema de Ayocuan Cuetzpaltzin, de la región de Tecamachalco, ilustra el sentido que los pueblos nahuas atribuían a la flor y el canto:

Ayn in ilhuicac itic Del interior del cielo vienen ompa ye ya huitz las bellas flores in yectli yan xochitl, los bellos cantos. yectli yan cuicatl. Los afea nuestro anhelo, Conpoloan tellel, | nuestra inventiva conpoloan totlayocol. los echa a perder. ¿Zan ca iuhquin onyaz ¿Sólo así he de irme in o ompopoliuh xochitla? como las flores que perecieron? ¿An tle notleyo yez ¿Nada quedará de mi nombre? in quemanmanian? ¿An tle nitauhca yez ¿Nada de mi fama aquí en la tierra? in tlalticpac? ¡Maanel xochitl, manel cuicatl! ¡Al menos flores, al menos cantos!3

2 León-Portilla, Miguel, Toltecayotl, aspectos de la cultura náhuatl. México: F.C.E., 1980. 3 Miguel León Portilla, Quince poetas del mundo náhuatl. México: Diana, 1994.

Los tlamatini, los sabios y los cuicapihqui o forjadores de cantos, poetas, diríamos hoy en lengua castellana, eran los encargados de perpetuar y cultivar el arte de la palabra, in xochitlahtoli, la palabra florida. La fugacidad de la vida, la trascendencia de la flor y el canto, la relación del hombre con la naturaleza, eran los temas más recurrentes de la poesía en lengua náhuatl:

Quehuac se tlapali Como una pintura tixpolihuise; nos iremos borrando. Quehuac se xochitl Como una flor tiixhuaquise; nos iremos secando nican tlalticpac. aquí sobre la tierra. Xihyeyecocan Meditadlo, namehuantzitzin: señores… noihqui chalchihuitl, aunque fuerais de jade noihqui teocuitlatl, aunque fuerais de oro nochi tisenyasque también allá iréis al Mictlan ompa mictlalpan. al lugar de los descarnados.4

Fundamentalmente eran dos los estilos literarios que se desarrollaron dentro de la lengua y cultura náhuatl: los sasanili o relatos en donde tienen un gran peso los huehuetlahtoli que puede traducirse como la palabra de los viejos, de los ancianos y que se presentaba a manera de prosa. Por otra parte, se encuentra la flor y el canto: in xochitl in cuicatl, la poesía propiamente dicha. Mi maestro Miguel León-Portilla, respecto de los huehuetlahtoli, ha escrito lo siguiente:

El lenguaje en que están expresados tiene grandes primores. Su contenido concierne a los principios y las normas vigentes en el orden social, político y religioso del mundo náhuatl. Desde la perspectiva del mundo europeo pertenecen tales textos a lo que cabe llamar “filosofía moral y teología”. En cuanto a la filosofía moral, tienen con frecuencia el carácter de tenonotzalistli, “plática, amonestación”. Pero no se limitan a ello. Siendo enunciación de las normas que han de regir las diversas circunstancias a lo largo de la vida –desde el nacimiento hasta la muerte–, hay en los huehuetlahtolli formulaciones que atañen a la visión del mundo, al pensamiento y ritual religioso, la oración misma como antigua palabra del hombre dirigida a la divinidad *…+ Podría decirse, en suma, que son la expresión más profunda del saber náhuatl acerca de lo que es y debe ser la vida humana en la tierra. Son pláticas que se dirigen a una amplia gama de interlocutores que abraza a los niños; los gobernantes y los gobernados; los enfermos y los que han muerto; los mercaderes, artesanos y gentes de otras profesiones, y que incluye asimismo (…), a los dioses, entre ellos Tláloc, Tlazoltéotl y el Supremo Tezcatlipoca.5

A manera de ejemplo, cito a continuación un fragmento de los huehuetlahtoli, amonestación o plática que dirigían al Señor o tlahtoani en el momento que asumía el cargo, el poder:

4 Natalio Hernández, In tlahtoli, in ohtli. La palabra, el camino. Memoria y destino de los pueblos indígenas, México: Plaza y Valdés, 1998. 5 Huehuetlahtolli: Testimonios de la antigua palabra, estudio introductorio de Miguel León-Portilla. México: Comisión Nacional Conmemorativa del V Centenario del Encuentro de dos Mundos, 1988.

Ca ye titenantzin, ca ye titetahtzin, ca ye titlacazcaltia, ca ye titlacahuapahua, ca timalcoche, ca titeputze, huey immocuexan, huey immomamalhuas, ca tipochotl, ca tihuehuetl, ca ticehuallo, ca tecauhyo, tizcallo, timalacayo, ticeuhtli, tipahtli. Ca yuhqui in tenepapan xochicuahuitl timuchiuticac; titzopelixticac, tahuiaxticac. Im-motetzinco tlachichina in nepapan totome, in huitzitziltzin, in zaquan, in quechol… in quetzaltototl.

Porque ya eres madre de la gente, padre de la gente; porque ya educas a los hombres, ya los instruyes; eres protector, amparador; grande es lo que cargas, grande es tu responsabilidad, porque eres ceiba, ahuehuete, porque das sombra, das protección; porque eres apoyo, das abrigo, eres alivio, eres remedio. De este modo, te asemejas a los variados árboles frutales; te elevas con gracias, con dulzura. Junto a ti chupan varios pájaros, el colibrí, el ave zaquan, el pájaro quecholli… el quetzal6 .

Esta antigua tradición de los huehuetlahtoli sobrevive en varios de nuestros pueblos: en las ceremonias de cambio de autoridad entre los mixtecos de Oaxaca y entre los yaquis de Sonora se repiten estos mismos conceptos, estas mismas palabras.

En cuanto a la flor y el canto: in xochitl in cuicatl, la poesía propiamente, pueden distinguirse, por un lado, los cantos divinos, los cantos a los dioses: los teocuícatl que se entonaban en los rituales y ceremonias destinadas a las deidades como Tláloc, Huitzilopochtli, Tlazolteotl. El padre Ángel Ma. Garibay publicó en 1958 los veinte himnos sacros o teocuícatl en el Seminario de Cultura Náhuatl de la UNAM. Tanto los Huehuetlahtolli como los teocuícatl permanecen en la memoria de los viejos de nuestros pueblos.

Cito aquí, a manera de ejemplo, una invocación, una plegaria, un canto al universo o teocuícatl que recogí hace algunos años en la comunidad de Hueyapan, Morelos:

Ipan in altepetl En esta ciudad timoquetztica te yergues axcan cahuitl ximopalehuili te levantas; bríndale nochin Anahuac ihuan tu ayuda al Anáhuac al Semanahuac Semanáhuac/al Universo ihuan quen quix tlalticpac a los seres que habitan chaneque la tierra ihuan nochi tlen quitlasohtla y a todos aquellos que aman in toyesmecayo. nuestra herencia nuestro linaje7 .

Dentro de esta misma vertiente de in xochitl in cuicatl, la flor y el canto, se encuentran los diferentes cantos o poemas que se refieren a los distintos aspectos de la vida cotidiana: la fugacidad de la vida, la permanencia del hombre sobre la tierra, las guerras de conquista, etcétera. Miguel León-Portilla nos hace la siguiente clasificación: los yaocuícatl, cantos de guerra; xopancuícatl o xochicuícatl, cantos de tiempo de verdor o cantos de flores; icnocuícatl cantos de privación o de orfandad; cuecuexcuicatl, cantos de placer o cantos de cosquilleo. Como muestra incluyo un frag-

6 Ibid. 7 Natalio Hernández, op. cit.

mento del “Canto de primavera” o “xopancuícatl” atribuido al tlahtoani, cuicapihqui y Señor de Texcoco, Nezahualcóyotl:

Amoxcalco pehua cuica, En la casa de las pinturas moyeyecoa comienza a cantar, quimoyahua xochitl ensaya el canto, on ahuia cuicatl. derrama flores, alegra el canto. Amoxtlacuilol in moyolo Libro de pinturas es tu corazón

toncuicaticaco, has venido a cantar, in tictzotzona in mohuehueu haces resonar tus tambores, in ticuicanitl. tú eres el cantor. Xopan cala itec En el interior de la casa de in tonteyahuiltiya. la primavera alegras a las gentes8 .

Cabe hacer notar que gran parte de esta muestra de la literatura antigua ha llegado a nuestros días gracias a la labor de algunos frailes, entre los que destacan fray Andrés de Olmos y Bernardino de Sahagún. En particular, Sahagún emprendió una búsqueda de la antigua palabra y el arte de la lengua náhuatl a través de los ancianos, auxiliado por los alumnos egresados del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco que dominaban el español, el latín, y desde luego, su lengua materna, el náhuatl.

Muchos son los rostros y nombres de los que tenemos noticias en los cuicapihqui de la antigua cultura náhuatl: Tlaltecatzin de Cuauhchinanco, Cuacuauhtzin de Tepechpan, Temilotzin de Tlatelolco, Xicohtencatl el Viejo de Tlaxcala, Chichicuepon de Chalco y los que ya he mencionado: Ayocuan Cuetzpaltzin, Nezahualcóyotl y Tecayehuatzin. De entre todos ellos, destaca la figura de Macuilxóchitl, poetisa de Tenochtitlan, capital del imperio, hija de Tlacaelel, tlamatini, consejero de varios tlahtoani o gobernantes9 .

Los siglos XVI y XVII constituyen un periodo importante para el registro de la antigua cultura mexicana. El humanismo de los frailes trascendió a las lenguas nativas; si bien al principio estaban más interesados por imponer la fe cristiana, poco a poco fueron apreciando los valores morales y espirituales que los pueblos nativos habían preservado a través de la memoria oral y en los amoxme o libros escritos con caracteres propios.

Fue en este mismo periodo, cuando Fernando Alvarado Tezozómoc, nieto de Moctezuma, escribió su obra: Mexicáyotl o Crónica mexicana10 ; es un libro que refiere el linaje y los orígenes de la nobleza mexicana: su contenido constituye un aporte importante a la antigua cultura náhuatl. Sin duda, en aquel tiempo era tan fuerte la presencia de la lengua mexicana, la lengua náhuatl, que influyó en la vida de Sor Juana Inés de la Cruz, poetisa cuya obra en castellano ha

8 León-Portilla, Quince poetas…, op. cit. 9 Ibid. 10 Fernando Alvarado Tezozómoc, Mexicáyotl. México: Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, 1998.

cobrado mayor grandeza en los tiempos modernos. Su infancia transcurrió en la región de Chalco, concretamente en los poblados de Panoaya y Nepantla, casi en las faldas de los volcanes del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, en donde con toda seguridad aprendió la lengua del lugar: el náhuatl. Incluyo un fragmento del tocotín escrito precisamente en lengua náhuatl por Sor Juana Inés de la Cruz:

Tla ya timohuica, Si ya te vas, totlazo Zuapilli, amada Señora Nuestra, maca ammo, Tonantzin, no, Madrecita Nuestra, titechmoilcahuiliz. de nosotros no te olvides. Ma nel in Ilhuicac Aunque en el cielo In moayolque mochtin Todos tus desvalidos huel motilinizque; podrán ser rescatados, huel timomaquitiz, bien te alegrarás, ¿amo nozo quenman ¿acaso no alguna vez timotlalnamictiz? habrás de acordarte? tlaca amo, tehuatzin tú, con tu mano, ticmomatlaniliz. los levantarás, Ca mitzlacamati pues te está agradecido motlazo Piltzintli, mac tel, in tepampa xicmotlatlauhtili11 . tu amado hijo12 .

Debo recordar aquí que en 1991 visité los pueblos de Panohaya y Nepantla, y tuve entonces la oportunidad de conocer la casa en donde Sor Juana Inés de la Cruz vivió durante su infancia. Motivado por este hecho, escribí el siguiente poema:

“Canto a Sor Juana Inés. Sor Juana Inés icuic”

Amo aque mitz ixmati Cuánto misterio en tu vida, mahuistic nochi motlahtol dulzura en tus palabras, motlacuilol, motlapohual. en tus letras.

Nepantla ihuan Panoaya Nepantla y Panohaya mitz machiotihque te adoptaron mitz nelhuayotihque compartieron sus raíces: mitz tlayocolihque in cuicatl. te ofrendaron su canto.

Popocatepetl ihuan Istacsihuatl El Popocatépetl mitz mahuisohque y el Iztaccíhuatl mitz cuicatihque te arrullaron, quitlahuilihque in cuicatl. iluminaron tu canto.

Nepantla altepechanehque La gente de Nepantla Panoaya ihuan Panohaya Amaquemeque, y Amequemeca

11 Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas. México: Porrúa, 1997 (Colección Sepan Cuantos, 100). 12 León-Portilla, Literaturas indígenas de México. México: F.C.E., 1992.

mitz ilnamiqui te recuerda, mohuan nemi: caminas con ella, quicaqui moicxinemilis. escucha tus pasos13 .

Pasado el humanismo de la Colonia durante los siglos XVI y XVII y al cambiar la política lingüística de España para imponer el castellano como lengua del imperio, en gran medida la lengua náhuatl y todos los demás idiomas nativos tuvieron que refugiarse en la propia familia y comunidad para sobrevivir. Incluso en el periodo de Independencia y de vida republicana poco es lo que puede apreciarse de la literatura en lenguas indígenas. Es hasta finales del siglo pasado y principios del presente cuando empieza a desarrollarse un nuevo movimiento literario en las diferentes lenguas mexicanas. Los zapotecos del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, participaron de manera notable en este movimiento: Gabriel López Chiñas, Pancho Nácar y Andrés Henestrosa son algunos de los principales protagonistas.

El poema de López Chiñas, “Diidxazá. El zapoteco”, ilustra muy bien la voluntad del pueblo zapoteco de no dejar morir la lengua. Muestra la decisión de hacerla florecer.

Nácabe ma’ che’ didxazá, Dicen que se va el zapoteco, ma’ guiruti’ zani’ laa; ya nadie lo hablará; ma’ birá biluxe nácabe ha muerto, dicen, diidxa’ guní’ binnizá. la lengua de los zapotecas.

Diidxa’ guní’ binnizá, La lengua de los zapotecas, ziné binidxaba’ laa, se la llevará el diablo, yanna ca binni nuu xpiaani’ ahora los zapotecas cultos, guirá’ rini’ didxastiá. sólo hablan español.

¡Ay!, didxazá, didxazá, ¡Ay!, zapoteco, zapoteco, ca ni bidiideche lii, quienes te menosprecian qui gannadica’ pabiá’ ignoran cuanto jñaaca’ gunaxhiica’ lii. sus madres te amaron.

¡Ay!, didxaza, didxaza, ¡Ay!, zapoteco, zapoteco, diidxa’ rusabani naa, lengua que me das la vida, naa nanna zanitilú’, yo sé que morirás dxi initi gubidxa ca. el día que muera el sol14 .

Gran parte de este movimiento literario en lengua zapoteca se recoge en la antología La flor de la palabra del escritor zapoteco Víctor de la Cruz. Actualmente, la literatura zapoteca es ampliamente conocida y puede apreciarse un movimiento literario que trasciende las propias comunidades hablantes de la lengua. Son varios los nombres de los nuevos escritores zapotecos del Istmo: Enedino Jiménez, Macario Matus, Víctor Terán, Natalia Toledo, Francisco de la Cruz, Irma

13 Natalio Hernández, Papalocuicatl. Canto a las mariposas, México: Praxis, 1996. 14 Víctor de la Cruz, La flor de la palabra, México: Premiá Editora, 1984.

Pineda, por sólo mencionar algunos. Por la Sierra Juárez, destacan los nombres de Mario Molina en poesía y Javier Castellanos en novela.

En cuanto a la lengua náhuatl, mencionaré algunos de los precursores del actual movimiento literario: Mariano Jacobo Rojas, oriundo de Tepoztlán, Morelos, que en 1931 escribió una obra de teatro con el nombre de Maquiztli, Ajorca; además, tuvo una destacada participación en el mundo académico: fue profesor de náhuatl en el Museo de Arqueología de la ciudad de México. Otro estudioso de la cultura náhuatl y poeta, forjador de cantos, fue Pedro Barra Valenzuela, originario de Chicontepec, Veracruz. Él nos heredó su Nahuaxochimilli, Jardín nahua, publicado en 1939. De su libro incluyo el poema “In huitzitzilli. El colibrí”:

Xochític molinia Dentro de la flor se mueve ce chalchiuhyohyoli: una esmeralda viviente quilcahtoc huitzitzilli ha olvidado el colibrí ihuehue tapazolli. su viejo nido15 .

En fechas más recientes, en el pueblo de Santa Ana Tlacotenco de la Delegación Milpa Alta, muy cerca de la ciudad de México, destacan los nombres de Carlos Ávila, fallecido recientemente, y Fidencio Villanueva que continúa escribiendo y difundiendo in xochitl in cuicatl, la flor y el canto, en su libro de poemas: Azteca cuicameh. Cantos aztecas. Al igual que en otras lenguas, son varios los actuales escritores que están produciendo textos en su propio idioma: Librado Silva de Milpa Alta, Alfredo Ramírez de Guerrero, Isaías Bello de Tlaxcala, Alberto Becerril de Puebla, Ildefonso Maya de Hidalgo, Juan Hernández Ramírez, Román Güemes y Delfino Hernández de Veracruz, y otros cuyos nombres y rostros ya son conocidos.

De la lengua totonaca habrá que mencionar al poeta Xamanichna, seudónimo que en totonaco significa “El soñador”. “A él se deben –nos dice Miguel León-Portilla– varias poesías de hondo sentimiento y muestras de su ingenio narrativo. En un pequeño libro publicado en 1974 bajo el título de Tu lichihuinan xamanixna. Narraciones del soñador, ofrece en su lengua totonaca dos leyendas en las que la vainilla, hoy tan apreciada en los cuatro rumbos del mundo, tiene un papel principal”16 .

Una de las lenguas que ha tenido un gran impulso en los últimos años es la mazateca. Sus principales exponentes son Juan Gregorio Regino, autor del libro de poemas No es eterna la muerte, quien fue presidente de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas en el periodo 19961999. Apolonio Bartolo es también un escritor mazateco cuya obra empieza a ser conocida: escribe poesía y compone canciones.

La lengua maya que comprende los estados del sureste mexicano y Guatemala se encuentra en un resurgimiento muy importante. Humberto Ak’abal, poeta maya-quiché, precisamente de Guatemala, ha logrado que su obra trascienda más allá de su propio país. En México, Briceida Cue-

15 Pedro Barra Valenzuela, Nahuaxochmilli/Jardín nahoa. México: Polis, 1939. 16 León-Portilla, Literaturas indígenas de México, op. cit.

vas, Feliciano Sánchez, Jorge Cocom, Miguel May May, por sólo mencionar algunos, están desarrollando una importante obra literaria en maya yucateco. Como muestra de la poesía en lengua maya-quiché de Humberto Ak’abal, incluyo un fragmento de uno de sus poemas:

Ri le’ anik, Las lomas, ri juyub’, los cerros, ri siwan, los barrancos, ri ojer taq tinimit los pueblos viejos k’o ki je’lalaj keta’m ri man tienen secretos Kakib’ij taj encantadores; rumal ri’ kinrayij de ahí mi deseo kinsewaj ul’oq pa ri wa’katem de sacarlos a pasear pa taq ri usaq wuj. en hojas de papel.

Ri nutz’ibe ch’aqalik Mis versos tienen rumal ri jab la humedad de la lluvia, rumal ri rex ja’ o las lágrimas del sereno, a rumal ri’, k’amon uloq y no puede ser sino así pa tap ri yujub. porque han sido traídos de la montaña17 .

El futuro de la palabra florida

El repaso somero que he realizado de la literatura en lenguas indígenas, haciendo énfasis en la flor y el canto del pueblo náhuatl, nos permite arribar al movimiento actual de literatura en lenguas indígenas. Es un movimiento amplio, de cara a este nuevo milenio, que involucra a la mayoría de las 56 lenguas nativas que sobreviven en nuestro país.

Este movimiento se inició en 1990 con la realización del primer Encuentro Nacional de Escritores en Lenguas Indígenas. Como resultado de este proceso, en noviembre de 1993 se creó la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas integrada actualmente por 70 autores provenientes de 30 lenguas indígenas. En diciembre de 1996 se creó la Casa de los Escritores en Lenguas Indígenas, desde donde se promueven talleres de literatura, seminarios y conferencias sobre la diversidad cultural y lingüística de nuestro país. Se realizan también recitales de poesía, narrativa y canciones en lenguas indígenas y en español con el nombre de “Fiesta de la palabra, canto a la diversidad”. En noviembre de 1998 se entregó, por primera ocasión, el Premio Continental Canto de América de Literatura en Lenguas Indígenas, con el apoyo de la Secretaria de Educación Pública y la UNESCO18 .

En un sentido más amplio, consideramos que en los últimos años se ha venido creando una atmósfera favorable al desarrollo de las lenguas indígenas. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes otorga, desde 1994 y año con año, el Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Indígenas; el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes cuenta con un sistema de becas para escri-

17 Humberto Ak’abal, Ajkem tzij/Tejedor de palabras. Paris: UNESCO, 1998. 18 Véase las revistas La palabra florida y Nuni de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas.

tores en lenguas indígenas; la Dirección General de Culturas Populares desarrolla el programa de Lenguas y Literaturas Indígenas y edita la colección “Letras Indígenas Contemporáneas”. En fin, muchos estados cuentan con instancias para apoyar el desarrollo de las lenguas locales como el Colegio de Lenguas del Estado de México y el Centro de Lenguas, Arte y Literatura Indígena de Chiapas. Varias universidades cuentan con espacios académicos y de investigación sobre el tema.

En síntesis, puedo afirmar que empieza a vislumbrarse el surgimiento, cada vez con mayor fuerza, de una literatura indígena contemporánea que puede trascender el ámbito comunitario para enriquecer y formar parte de la literatura mexicana. Es a este movimiento que muchos de los hablantes de lenguas indígenas hemos denominado como yancuic xochitlahtoli, la nueva palabra florida, para referirnos al renacimiento y florecimiento de nuestras lenguas.

Dignificar y difundir las lenguas mexicanas y conocer la literatura que en ellas se expresa permitirá el desarrollo de un diálogo intercultural entre la sociedad mexicana y los pueblos indígenas. El conflicto de Chiapas nos muestra cuán necesario es trabajar en un proyecto intercultural que prepare a la sociedad mexicana en el reconocimiento del valor que representan las lenguas y culturas indígenas. Todo ello puede contribuir a establecer las bases de una convivencia digna y respetuosa en la diversidad. En un ámbito más amplio podemos decir que la afirmación de nuestras identidades locales puede ayudarnos a transitar por el mundo de la globalización sin el riesgo de perder nuestro propio rostro como nación.

Es evidente que la afirmación de nuestras identidades locales: lengua, cultura, historia, nos hace más propios y evita el riesgo de convertirnos en una aldea global sin raíces y sin identidad.

“Los caminos de la vida”. Fotografía. Antonio Valle.

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