4 minute read

Martín Tonalmeyotl. Tlalkatsajtsilistle/Ritual de los olvidados, Whitney DeVos

Whitney DeVos

UNIVERSITY OF CALIFORNIA SANTA CRUZ

Advertisement

M

artín Tonalmeyotl, Tlalkatsajtsilistle/Ritual de los olvidados, México: Jaguar Ediciones, 2016; 97 pp.

Tlalkatsajtsilistle (Ritual de los olvidados) de Martín Tonalmeyotl es un poemario bilingüe conformado por 34 poemas líricos que arrancan con una premisa extraordinaria, el epígrafe del poeta maya k’iche’, Humberto Ak’abal: “Hablo / para taparle / la boca / al silencio”. Quizás parezca paradójico un mundo poético lleno de “hombres mudos”, de “mujeres… sin una voz que las escuche” (15), de niños que viven como él “con ansias de gritar y no puede / porque tiene la lengua semicortada” (30), donde la lucha por ser escuchado es la constante. Y, sobre todo, en una sociedad donde el náhuatl de las montañas de Guerrero vive bajo la sombra del español, idioma que, sin embargo, nos permite acercarnos a un lenguaje poético de una belleza violenta. En “Mi lengua náhuatl” el poeta escribe: “Cuentan que a mi lengua náhuatl/ le han cortado la cabeza,/ amarrado los pies/ y vendado los ojos./ Yo, un hombre de Atzacoaloya,/ mostraré lo contrario,/ ella tiene cabeza,/ goza de pies ligeros/ y una vista inalcanzable” (87). Aquí se manifiesta el peligro de perder la lengua materna y la vida misma en manos de la violencia, y se evoca la presencia del crimen organizado que asfixia al estado de Guerrero, tema importante en todo el poemario. A través de las palabras hábiles de Tonalmeyotl, la primera persona construye una colectividad que examina varias formas de desmembramiento: el lingüístico, el físico, el medioambiental –debido al capitalismo industrial–, el de la memoria y el social, causado por la pobreza extrema. Así, la voz poética denuncia la miseria generacional originada en el colonialismo y sostenida por el sistema neoliberal. Apunta Hermann Bellinghausen en el prólogo al libro: “El ritual es contra el olvido de todo lo bueno, la vida, la lengua, el trabajo honrado enlazado a la tierra firme que es la misma de los abuelos y habrá de ser la de nietos y bisnietos” (9). El Atzacoaloya que pinta Tonalmeyotl es un lugar específico y particular, donde se evidencian las graves situaciones de los pueblos originarios en general. Del mismo modo, como lo es para poetas como Nancy Morejón, Ernesto Cardenal y Raúl Zurita, la evocación del “yo” poético no representa el espacio interior sino una localización social. Siguiendo esta idea, para Tonalmeyotl, el “yo” es una evocación de un sujeto poético sostenido y nutrido por “niñas descalzas y de zapatos” (15), de migrantes que “tendrán que elegir entre una bala o la vida” (22), de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y el acallamiento de Nestora Salgado. Se vislumbra un cierto paralelismo con el concepto vallejiano de lo solidario, cuya soledad inevitable de la experiencia individual y la solidaridad son inextricables. “Las arañas”, un poema conmovedor que alegoriza el derecho universal del movimiento humano, reza: “Sólo, se puede ir hasta lo infinito./ Se pierde esa eternidad cuando no hay regreso/ porque las arañas, al no notar movimiento alguno,/ abandonan las casas y huyen de su propia telaraña./ Es necesario ir y regresar./ No dejar morir a los demás también es de humanos…” (38). Es decir, no hay persona que pueda andar por el mun-

do sin un todo colectivo. Pero, asimismo, esta telaraña estructura las condiciones de la posibilidad o la privación. Aquí, las cualidades humanas surgen como rechazo del pueblo a resignarse a las condiciones deshumanizantes existentes y formas de violencia sistemática. Con respecto a la forma poética, existe en la tradición literaria náhuatl una terminología específica para designar cada uno de los diversos subgéneros de composición. Dada la temática en gran parte dedicada a la violencia y el tono de reflexión de los poemas, no es sorprendente que el género predilecto en Tlalkatsajtsilistle sea el icnocuícatl (canto de privación), con el cual, nos dice Miguel León Portilla, “se cuestiona lo que es vivir en la tierra, el amor y la muerte, y lo que acaso puede ser tenido como palabras verdaderas” (La tinta negra y roja, 21). No obstante, hay algunas excepciones, como el poema “Las montañas”, donde se emula el xopanicatl (canto de primavera), el cual refleja una sensibilidad contemporánea que subraya el bienestar del espacio inmediato y la continuidad de los cantos, es decir, la poesía. La importancia de la tierra es una constante para sostener la vida y fertilizar la imaginación. El entorno engendra una fuerza simbólica, un momento bastante deleuziano en el que la voz poética imagina su canto como una mal eza curativa: “Sin embargo, el tiempo es corto/ y las paredes humanas/ no permiten que mi canto/ sea una hierba curativa/ porque, si se le permite,/ se multiplicará como maleza sobre la tierra/ y dañará a una gran parte de la sociedad inhumana” (95). Tlalkatsajtsilistle le interesará al lector que busca una poética contemporánea conmovedora desde temas clásicos de la poesía como la belleza, el dolor y la muerte. La originalidad de Tonalmeyotl se enarbola mediante las raíces de su pueblo originario, heredero de una rica epistemología que por siglos ha filosofado sobre el sufrimiento extenso del ser humano, de sentirse deshumanizado, pero, sobre todo, de perseverar. Todo esto le da al poeta la claridad para crear un retrato humano evocativo de una realidad difícil dentro del mundo actual. Martín Tonalmeyotl escribe con un impulso utópico de cierta sensibilidad de corte marquesiano y al costado de un paisaje rulfiano, pero desde el presente. Encontramos un hermoso regalo para el lector de poesía de los pueblos originarios, poderosa sorpresa en las dos lenguas del joven poeta quien es heredero de una lengua que han hablado grandes pensadores: “Soy el fruto de Nesaualkoyotl *...+ la palabra que nunca se acaba” (30).

“El rincón de Yonni”. Fotografía. Antonio Valle.

This article is from: