CLT-11726-S Artes
30/01/04
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PREFACIO
Las sociedades de nuestro tiempo conocen un debilitamiento del núcleo familiar; el papel de la familia en la transmisión de valores tiende a ser tácitamente delegado en la escuela. Aun cuando este fenómeno preocupante está lejos de producirse con tanta nitidez en América Latina y el Caribe, también en esta región la escuela y los maestros se ven cada vez más obligados a suplir las carencias que se presentan en el proceso educativo y formador de los niños. En muchos casos, la escuela aparece como responsable de generar cohesión en torno a unos valores que tienden a diluirse. Y no se trata solamente de valores familiares sino, también y sobre todo, culturales, ciudadanos, de convivencia. El maestro desempeña así un papel de formador de personas, sociedades y naciones. Es importante reseñar que, de acuerdo con los objetivos del programa Educación para todos de la UNESCO y a su informe de evaluación de 2002, los países de América Latina y el Caribe no se hallan tan lejos de cumplir con las metas sobre alfabetización y educación fijadas para 2015. Los tres objetivos estadísticamente cuantificables que permiten sustentar esta afirmación, ponen de manifiesto que el 50% de los países de la región ha alcanzado ya las metas del programa de educación primaria universal. El 80% de los restantes cuenta con altas posibilidades de lograrlo en el plazo establecido mientras que el 20% parece ir lentamente recuperando distancias. Por otra parte, el 70 – 95% de la población adulta sabe leer y escribir si bien en términos absolutos, al ritmo actual del proceso, muchos son todavía los adultos de la región que corren el riesgo de no haber superado el analfabetismo en 2015. Puede afirmarse que, en términos generales, la educación en América Latina y el Caribe goza de mejor salud de lo que muchos pudieran pensar. Aun cuando las condiciones, tanto físicas como económicas y sociales de los educadores distan mucho de ser ideales, 5