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La Historia del Barco Fantasma Frente a Panamá
La Historia del Barco Fantasma Frente a Panamá
ZONA DEL CANAL-(Especial para el periódico The City). La pandemia del Coronavirus golpea de manera distinta en diversos puntos del planeta; aunque siempre de modo impresionante. Precisamente, en aguas territoriales panameñas se dio una situación que nos recordó las películas que se han filmado en Hollywood sobre buques fantasmas que recorren los océanos y que no pueden anclar en ningún puerto porque sufren una maldición, mientras sus pasajeros mueren misteriosamente. Las crónicas de la prensa de este país así lo han hecho saber a sus lectores en el momento cuando un crucero de lujo holandés, el Zaabdam, se detuvo en el Pacífico panameño sin obtener permiso para que su tripulación bajara a tierra y por llevar a bordo el Covid-19. De hecho, la enorme embarcación fue rechazada en varios puertos a lo largo de su travesía por América del Sur. No obstante, el gobierno de Panamá autorizó asistirlo en lo posible, mientras permanecía anclado frente a sus costas.
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Y no es para menos, pues la empresa dueña del crucero, “Holland America Line”, confirmó que cuatro viajeros ancianos murieron por causa del coronavirus. Los pasajeros del Zaabdam eran unos 1,800 y había varios con síntomas gripales. También hay que subrayar que el Rotterdam, otro buque de la misma empresa, partió desde San Diego, California, con suministros, personal y kits de prueba, para ayudar al “barco fantasma” mientras estaba estacionado frente a Panamá. Del mismo modo, la Compañía naviera notificó que los pasajeros saludables iban a ser trasladados al otro barco auxiliar. Por su parte, el gobierno panameño negó categóricamente la posibilidad de atracar al Zaandam y bajar a sus ocupantes “por razones de salubridad”, según expresó Ricaurte Vásquez, administrador del Canal interoceánico. Este crucero zarpó el 7 de marzo pasado de Buenos Aires, Argentina, hacia San Antonio, en la costa central de Chile; pero debió alterar su
recorrido ante las medidas drásticas que tomaron los gobiernos suramericanos por la expansión del Covid-19. Intentó atracar en varios puertos, pero todos los países de América del Sur no se lo permitieron; tenía la intención de atravesar el Canal de Panamá, para seguir hasta Fort Lauderdale, Florida, con la esperanza de desembarcar a todos sus pasajeros, mientras, en el interior del buque, el terror de sus ocupantes se expandía más rápido que el mismo coronavirus.
En sus entrañas, los tripulantes estaban confinados en sus camarotes por orden del Capitán y recibían la comida en bandejas depositadas junto a sus puertas, con el fin de que el contagio no se produjese. Un hombre de 35 años, quien viajaba en ese buque y que se negó a dar su nombre, manifestó muy enfadado que, “si hubieran dejado bajar a los pasajeros, esta sería una historia diferente. Hubo gente que siguía enfermándose y en ningún puerto nos quisieron dejar desembarcar. Yo no recuerdo haber vivido nada similar en mis 5 años que tengo de trabajar en esta clase de barcos.” Lo cierto es que, además de los cuatro fallecidos, otros 138 pasajeros presentaron síntomas del Covid-19. La historia concluye precisamente cuando 400 viajeros sin síntomas fueron trasladados al Rotterdam y ambos barcos partieron hacia los Estados Unidos, cruzando finalmente el Canal de Panamá, cuando se giró el permiso para ello por razones humanitarias. En una nota de prensa, el administrador de esta vía, Ricaurte Vásquez, manifestó: “En una operación sin precedente, cada barco transitó con el apoyo de un práctico del Canal, sin la utilización de remolcadores ni pasacables, para asegurar la protección del personal que labora en el Canal.” Si esto no se parece a una película de Hollywood, entonces no sabríamos cómo catalogarla. Los panameños que han sido testigos distantes de la pesadumbre sufrida por los pasajeros del Zaandam, saben ciertamente que fue un hecho único en la historia naval de Panamá y de la vía que une a los dos océanos. Un buque rechazado en todos los puertos donde pretendió atracar, con cadáveres adentro, y un estado de terror controlado en su numerosa tripulación. Algo para narrar y crear pánico.