5 minute read

Distancia como Escudo

El Rey Emérito Juan Carlos I utiliza El Silencio y la Distancia como Escudo

MADRID, España-(Especial para The City Newspaper) El pobre hombre anciano es un auténtico “pararrayos” en su tierra natal; incluso su situación es tan incómoda y ha repercutido tanto, que ha superado al mismísimo coronavirus chino que ha estado matando a miles de españoles en las últimas semanas. Es decir, el gran público le da más importancia al cotilleo con base en la vida privada del monarca retirado, que a la asesina pandemia que nos han enviado los chinos comunistas a todos los habitantes del planeta.

Advertisement

El escándalo de don Juan Carlos ha crecido tanto, que el Rey Emérito decidió tomar la sabia decisión de marcharse de España y así no angustiar ni incomodar más a su hijo, el actual monarca Felipe VI y tampoco desestabilizar a la Corona. Se le acusa, primero, por tener una relación con una mujer mucho más joven que él, dejando de lado y en la mayor soledad, a su esposa, la Reina Emérita doña Sofía; y decimos “primero” porque es el tema que hace “las delicias” entre los periodistas y el pueblo; aunque no es lo más importante del compendio de acusaciones que pesan sobre él. En segundo término se le señala por tener dinero en paraísos fiscales, escondido de la Hacienda española, por recibir regalías de parte de inversionistas paisanos suyos y árabes (comisiones por negocios realizados); y por el supuesto lavado de dinero, entre otras acusaciones que le han ennegrecido los días al longevo Rey.

Ante tal situación, don Juan Carlos tenía dos caminos a elegir: encarar “al toro y agarrarlo por los cuernos,” esto es… presentar pelea y responder a todos los señalamientos uno por uno, y ello hubiese requerido un desgaste descomunal, más todavía en momentos cuando la edad la tiene encima don Juan Carlos y su salud no es nada buena; y el otro

sendero era callar, parapetarse en el silencio de su palacio, esperar que amainara “el temporal” y después marcharse lejos del país, tal y como lo ha hecho. Es decir, don Juan Carlos ha hecho lo que ha tenido que hacer: irse en definitiva de España en busca de su paz interior y la de su entorno inmediato.

En todo caso y a pesar de su sabia decisión que bien podría darle la salud requerida y ganar unos años más de vida, las majaderías no van a cesar en España y van a molestar a quien precisamente don Juan Carlos no quiere que molesten: a su hijo Felipe VI, a su nuera Letizia, su esposa la Reina doña Sofía y a sus otras dos hijas, las Infantas. Ha elegido para su exilio voluntario, a República Dominicana, un país muy apreciado por los españoles, quizás por ser el primer territorio americano que descubrió y pisó Cristóbal Colón en su primer viaje de aventuras de ultramar. Aquí también tiene una lujosa casa el cantante ibero, Julio Iglesias, quien, una vez, a mitad de la década de los 70s, decidió salir de España por la misma situación: la prensa y sectores muy amplios de la vida nacional, lo estaban triturando de manera inmisericorde, muchas ocasiones por nada y aras de lograr tampoco nada.

El silencio, esa espera para que todo retome el cauce normal, fue la mejor determinación asumida por el Rey Emérito –repetimos-, porque, de lo contrario, su cabeza estaría actualmente rodando por los suelos, por la persistencia característica de la prensa española y lo irascible del ciudadano español, quien se muestra asqueado por el coronavirus chino, la crisis económica y por los deslices y equivocaciones de la familia Real. “Lo mismo que las tortugas, ha metido su cabeza en el caparazón y se ha mantenido inmóvil entre la hierba.” Desgraciadamente para él y su amante, la rubia Corinna Larsen –quien ha estado hablando de más y no ha sabido callar ante los medios de prensa que la encuentran “a pedir de bocas” para que traicione al Rey con sus argumentaciones-, los casos que les imputan a ambos no se han detenido ni se detendrán y prolongarán las investigaciones ahí donde se cree que don Juan Carlos ha colocado su dinero, lejos de las manos de la Hacienda hacendarios española.

Es un asunto que va para largo y posiblemente le superará en vida al mismísimo don Juan Carlos, quien podría fallecer antes de que se abran los juicios, debido a la inmensa tensión que sufre en la actualidad y que le podría matar. En muchas oportunidades ha sucedido así con los imputados ancianos. De hecho, el actual presidente de España, Pedro Sánchez, aseguró hace poco en una de las tantas conferencias con los periodistas, que el Rey Juan Carlos I podrá ser llamado a su país nuevamente y cuantas veces necesite el Ministerio Público (fiscalía general), para que rinda declaraciones. Así veremos en el futuro al anciano monarca trasladándose desde Santo Domingo hasta Bajadas, Madrid. La problemática para él y su amante, radica en que el proceso apenas está en su etapa inicial; es decir, en la investigación de los hechos y recabación de pruebas; luego vendrá lo más duro que será la imputación y la apertura de los debates judiciales. El lapso comprendido entre una fase y otra, es lo que desgasta a las personas inmensas en esos problemas legales.

Aparte de lo doloroso que ha significado para la Casa Real de los Borbones, nosotros, “a la vera del camino”, hemos aprendido de su ejemplo, tanto de don Juan Carlos I como de su hija, doña Cristina de Borbón y Grecia, esposa de Iñaki Urdangarín, quien guarda prisión al ser hallado culpable en el caso Nóos, en el sentido de la táctica a usar: tanto el padre como la hija se han apartado de los focos de la prensa, de los flashes, las grabadoras, micrófonos y cámaras, que les buscaban mañana, tarde y noche, en actitud depredadora, hasta hacerlos trizas o “polvo”, según el gusto. Y, más sabio aún, guardaron silencio, no replicaron, no dejaron escuchar la estereotipada expresión de “voy a demostrarles lo inocente que soy” y seguir en el ojo de la tormenta. Así, desde que Urdangarín entró en prisión, su esposa, la Infanta, se fue diluyendo semejante a una sombra entre las sombras, hasta el día actual. Porque no hay nada peor, en el mundo moderno, que ponerse o mantenerse a merced de los caprichos, insultos, preguntas tendenciosas y mal intencionadas de una prensa que pre-enjuicia y vuelve a enjuiciar a quienes le da la gana; y tampoco se han puesto frente a los políticos, en este caso los comunistas de Unidos Podemos, para ser destripados, desmenuzados y expoliados, también al gusto de esos enemigos viscerales del sistema monárquico.

¡Bien por don Juan Carlos! La distancia y el silencio le darán algo de tranquilidad, mientras aparezcan en el horizonte las réplicas, consecuencias, concreciones, debates y sentencias de este incomodísimo escándalo. En República Dominicana, frente al mar, podrá encontrar muchas respuestas a tantas preguntas que en Madrid nunca iba a hallar; así serenamente, según su derecho inalienable y su naturaleza profunda de hombre aristocrático.

This article is from: