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El Triturador de Mentes y Vidas que es el Sistema Educativo de Costa Rica

El Triturador de Mentes y Vidas que es el Sistema Educativo de Costa Rica

TERRITORIO NACIONAL-(Especial para The City Newspaper) Si hay alguien quien puede hablar con propiedad y autoridad del sistema educativo de este país, soy yo, y perdóneseme la petulancia, pues soy hijo de educador, quien fue co-fundador, además, de la Asociación de Educadores Pensionados (ADEP); fui alumno de los tres niveles (primaria, secundaria y superior); y fui educador por más de 35 años en la enseñanza media, esto es… en colegios de secundaria, públicos y privados. Según se puede notar, conozco “hasta el tuétano” las virtudes (muy pocas por cierto), y las desventajas (que alcanzan hasta un 97 por ciento) de lo que significa y es este sistema. A lo anterior, hay que añadirle también que soy padre de familia y observé y experimenté, desde esa perspectiva, lo pésimos que son los maestros costarricenses, tanto en lo pedagógico como en lo humano, con nuestros hijos. Y para colmo de males, soy padre de un joven adolescente con autismo y he conocido lo engorrosa y mala que es la educación especial para ese segmento de la población.

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La panorámica que tengo, que obtuve y que he alcanzado a lo largo de mi vida en relación con el sistema educativo costarricense, no me da margen para dudas, ni titubeos de ninguna especie, porque tengo clara la visión específica y general. Y, a manera de “corolario”, hay que añadirle que, en mi postura de periodista, también he podido analizar minuciosamente las políticas y a los políticos que han llegado a ocupar esa Cartera ministerial, sus escasos logros y la enorme cantidad de desparpajos que han ejecutado a lo largo de los años y los distintos gobiernos a los que han representado. Entonces, más les vale a los implicados que yo no hable ni escriba sobre este tema en particular. Todos ellos me quisieran ver con la boca cerrada y mis dedos sin tocar las teclas de este computador.

Horrorosa experiencia en mi niñez

Tengo que comenzar desde este punto: tuve una experiencia traumática con una seudo-maestra llamada Norma Alvarado Obando, en la escuela de Esparza, provincia de Puntarenas. Caí en sus garras en el año 1971 y me le escapé en 1972 cuando terminé mis estudios básicos o elementales y pude regresar a mi ciudad natal, la Capital, San José. Se trataba de una solterona a quien el tiempo se le estaba yendo para casarse y ser madre de familia y en detrimento de su situación personal, ningún fulano de aquel pueblo se fijaba en ella en su condición de mujer. Esa frustración íntima y social, la llevaba consigo todas las mañanas a la escuela y me eligió a mí para descargarla.

¿Por qué en mí precisamente? Porque yo era hijo de un hombre anciano, quien no quería meterse en problemas defendiendo a su hijo y tampoco tenía madre, quien murió pocos días después de mi nacimiento. Porque sabemos lo peligrosas y decididas que son las madres cuando se trata de defender a un hijo. Pues mi madre no estaba por ninguna parte y la seudo-educadora tomó ventaja de esa situación mía. Los regaños, humillaciones, malos tratos generales y toda la suciedad que a esa seudo-educadora se le ocurriera, lo descargaba en mí. Era algo así como una apisonadora cada mañana cuando yo asistía a sus horrendas y nada edificantes lecciones. Aparte de esas tensas vivencias, tenía que lidiar con el bullying de algunos compañeros energúmenos y tampoco, en esas circunstancias, había nadie quien sacara su fuerza y rostro por mí. La escuela primaria, como era de esperar, se convirtió para mí en una solemne porquería desde todo punto de vista; y el hecho de vivir en un pueblo de salvajes, de auténtica gentuza, agravó más las nefastas experiencias. Aquello era el sistema educativo en la zona rural en su máxima expresión, un “laboratorio” único para estudiar el comportamiento del ser humano cuando carece de cultura, valores, solidaridad y respeto por sus semejantes.

Con el paso de los años, acuñé esta máxima filosófica que entresaqué de la vida en carne propia: “las experiencias negativas son buenas en el tanto te den lecciones aprovechables y te hagan madurar; pero hay otras que, por fuertes que son, sobrepasan la enseñanza de sabiduría y se convierten en verdaderos traumas, que enferman a quienes las sufren.” Eso, justamente, me sucedió a mí. Pero tenía la ventaja que me daba el tiempo, para curarme, reforzar mi personalidad y salir adelante con mis proyectos de niño cuasi adolescente. Pero esas imágenes dolorosas donde la humillación de una seudo-educadora, dueña de su salón de clase, acompañan por siempre al afectado, sea yo mismo o cualquier otro estudiante.

Por supuesto que, durante esos 6 años en los que estuve entre esas paredes escolares, vi a decenas de estudiantes, especialmente los provenidos de la clase pobre, cuando desertaban constantemente y se quedaban “a la vera del camino”, sin oportunidad alguna para triunfar en sus vidas. Una prueba más de que el sistema educativo de Costa Rica ha sido diseñado para aquellos “que pueden pagarse sus estudios” y el mito de que es

enteramente gratuito es solo eso… una vil mentira, de las más grandes que se han repetido a lo largo de la historia de este país. Paradójicamente, a esos mismos desertores y a sus padres, se les amenaza, de igual modo que en las dictadoras de izquierdas, con enviarles a la policía para que los niños retornen a las aulas, sin tomar en consideración si desayunan por las mañanas o cenan por las noches, si tienen uniformes, zapatos, cuadernos, libros, etcétera, utensilios sumamente caros para las familias en desgracia económica. Tampoco en esto hay una política, ni mínima siquiera, que ayude a esos estudiantes marginales y se les pague, aunque sea un quinto de sus gastos, y así no pierdan las esperanzas de seguir en la brega en las aulas. Nada, el Ministerio de Educación costarricense (MEP), es nulo en ese sentido. Esa situación se traduce en el futuro, como es lógico, en engrosar la indigencia, la clase social más baja y en la falta de oportunidades dignas y necesarias para todo ser humano. En este sentido, el MEP se convierte en una catapulta para que los niños, una vez alcanzado la adultez, salten al vacío de la miseria y los pésimos incentivos monetarios, merced a trabajos ocasionales, inseguros y pésimamente mal pagados.

Primera lección aprendida: las educadoras de primaria no deberían llevar sus frustraciones íntimas a las aulas y mucho menos descargarlas sobre los alumnos. En el caso que he reseñado, con base en una experiencia personal, la seudo-maestra Norma Alvarado Obando, hubiera pedido una licencia para alejarse de la escuela, mientras tranquilizaba su furor uterino por la falta de hombre y que la estaba matando física, mental y espiritualmente en esa etapa de la vida, cuando creía que “el tren del matrimonio” la estaba dejando tirada en la estación. ¡Pobre diabla! Ahora que lo pienso bien, era una pobre diabla que sufría de verdad por esa parte del varón que ella ansiaba con todas sus fuerzas y que no tenía, no se la daban, no se la prestaban… No hay nada peor que una solterona ardiente.

Aburrimiento, desidia y embrutecimiento

Cuando un sistema educativo provoca en sus estudiantes que ellos disfruten más de los recreos o lapsos de descanso, que las lecciones mismas, quiere decir que algo no marcha bien en la pedagogía ni en los contenidos de cada programa. Y si le sumamos a ello que ese “aprendizaje” no sirve para nada en la vida real ni en el futuro, menos mueve a los jóvenes. Por ejemplo, de la matemática y física que se imparte en escuelas y colegios de Costa Rica, solo sirven para la persona estas operaciones fundamentales: suma, resta, multiplicación, división y conocimientos elementales de geometría; es decir, que el estudiante conozca qué es un cuadrado, un círculo, un rectángulo, un triángulo y sus partes esenciales. Lo demás… se puede quedar para aquellas personas a quienes les apasiona esa materia y quieren seguir carreras profesionales basadas en ella.

Lo mismo podríamos señalar en lo que respecta a Gramática y Literatura (Castellano o Español), cuando se les llena las cabezas a los educandos con las oraciones

sintácticas y morfológicas y una serie de libros que jamás se podrían contar entre las obras clásicas de la literatura y pertenecen a autores soporíferos del extranjero o nacionales que tienen alguna componenda con el Ministerio de Educación. Ningún estudiante sale de la secundaria con ilustración alguna y no se acuerda siquiera quiénes son Borges o Cortázar, porque precisamente esos autores no le enseñaron nada con las bagatelas que escribieron. Los verdaderos libros escritos por eminencias, quedan relegados y los pocos que se leen, les dan un tratamiento muy superficial y análisis muy superfluos. Esto lleva a concluir que no hay formación en el estudiante y en su lugar, existe total deformación.

Lo anterior en cuanto a los contenidos programáticos; pero lo más penoso (y peligroso), radica en el profesorado, quienes viven haciendo ostentación de sus licenciaturas, doctorados y masters, pero en cuanto a calidad a la hora de impartir sus materias, impresionan a los alumnos por la bajísima calidad que poseen y su bajísimo nivel cultural. Durante más de 35 años en las aulas, pude ver a grupos de jóvenes exigiendo a los directores la destitución de los profesores, por culpa de su nula destreza para impartir las lecciones. “Salían lanzados por las ventanas”, según me dijo una vez un colega ya fallecido. Es notorio entonces que las Universidades de Costa Rica, públicas y privadas, gradúan educadores igual a fábricas de refrescos, en bandas contínuas, de manera serial y dejando a un lado la calidad, razón imprescindible para trabajar con excelencia. El sistema educativo mismo propicia que la mediocridad campee tanto en los directores, personal administrativo y por supuesto… en los profesores. El resultado no podrá ser otro que… mayor mediocridad.

El Ministerio de Educación debería velar porque el alumnado acuda a las aulas sin aburrimiento, sin desidia y pensando en lo mejor para su futuro; y debería comenzar por capacitar adecuada y cualitativamente a los educadores, algo tan sensiblemente humano y dejado en el olvido. En la actualidad lo que prevalece es “la titulitis”, los masters, licenciaturas y doctorados, por encima de hacerse comprender, respetar, distinguir y aceptar por los estudiantes, quienes esperan ver frente a ellos a profesionales brillantes y no a “los titulados” y sus ínfulas; al fin y al cabo los pergaminos no son los que trabajan, sino quienes los poseen. Los títulos se quedan en las paredes de las casas; pero el educador entra en las aulas para demostrar su valía y orientar a los jóvenes. Y eso, justamente, no sucede en el sistema educativo costarricense, en estos días.

Paranoia que los hace amenazar a los padres de familia. Una guerra silenciosa, constante e irracional

En cada maestro –especialmente en la primaria-, subsiste y persiste un temor paranoide; esto es… viven a la defensiva constantemente ante los posibles reclamos de los padres de familia. ¡Y echan mano a la policía en el caso de que algún padre se salga de sus

casillas y les diga alguna de las tantas verdades que se merecen! De tal manera, las directoras viven pendientes del número telefónico que las conecta con las estaciones de policía, en el caso de que “sus vidas peligren.” Tal es el grado de incapacidad y carencia de “fineza diplomática” que deberían esbozar y practicar ante los padres enfadados porque no se les trata bien a sus hijos. Por otra parte, si un niño “va reventado” en las calificaciones escolares, ¿Qué esperan los educadores de ese papá?

Lo que he descrito aquí muestra la falta de preparación en los educadores para lidiar, para dialogar, para llegar a acuerdos satisfactorios con las madres de los jovencitos; porque la mística debe ser “trabajar en conjunto con los padres de familia y nunca en clara confrontación.” Pero el orgullo, a raíz de la misma “titulitis” pierde a los maestros, quienes se consideran dioses intocables.

Yo fui testigo en la escuela de mis dos hijos, cuando un padre solicitaba al director de turno, de apellido Zárate, que le diera oportunidad para hablar sobre un caso de bulliyng contra su pequeña hija, quien estaba siendo molestada por un grupo de unas seis compañeras y el papá tuvo que violentarse porque el seudo-director no le prestaba atención. Meses después, dicho director fue removido del puesto, pues acusaba problemas de alcoholismo y corrupción administrativa manifiesta. Así transcurren los hechos en la educación costarricense, mientras el MEP aplica sanciones leves, risibles, o no aplica nada.

Y en otra variable sobre el mismo tema, el papel de las conserjes llega a tal despropósito, que muchas de ellas parece que tuvieran más poder que las mismas directoras del centro educativo, pues deciden quiénes entran a las escuelas y quiénes no, quiénes son personas gratas y quiénes no y hasta se permiten el lujo, la gravísima falta de respeto, de llevar hasta los Tribunales de Justicia a papás que han actuado en clara defensa de sus hijos. Esas conserjes se convierten en verdaderas “perras de cacería” y siempre en contra de los padres de familia y nunca en función del prestigio de las escuelas y su funcionamiento óptimo. El Ministerio de Educación, a pesar de que tiene una oficina contralora para estos casos, hace oídos sordos a esas situaciones, hasta que no suceda algo que se podría lamentar…

Población con autismo en manos de negligentes

En los últimos años, la población de niños y adolescentes con autismo ha aumentado en el país (pasa de los 60 mil), y ha demandado de personal capacitado para atenderla; ciertamente existe una escuela en San Juan de Tibás, llamada Escuela Neuropsiquiátrica Infantil (ENI), pero no se ajusta a las necesidades de esas personitas especiales, más bien… como sucede en todo el sistema educativo nacional: queda debiendo.

En el terreno, nunca se nos olvida para un Día de los Padres, cuando fuimos invitados a dicha escuela y uno de los maestros dio un discurso: daba pena. Su falta de léxico, de madurez, su presentación personal y actitud, reñían con el título que supuestamente tiene. “¡En manos de esas personas están nuestros hijos con autismo!” Pensé sobre la marcha. Con el transcurso de los días fui agudizando mi observación y el resto del personal de dicho lugar, desde su directora hasta la última de las conserjes, dejaban mucho que desear desde el punto de vista profesional. Y nuevamente el Ministerio de Educación “hace agua” en estas situaciones tan delicadas, engorrosas y decepcionantes. Del mismo modo que en las otras escuelas llamadas “normales”, existe un enfrentamiento callado y también abierto, contra las madres de familia y las querellas en los juzgados, por uno u otro motivo, van y vienen. Da la impresión de que el MEP delega en los jueces y abogados para que diriman esas diferencias y sus burócratas queden eximidos de tales problemáticas. Pero lo lamentable estriba en los jóvenes con autismo, quienes no se percatan de los abusos en los que incurren sus supuestos maestros y en contra de sus padres. Por obviedad se debería entender, aceptar y actuar en consecuencia, porque los padres de familia de muchachos especiales, merecen todo el respeto desde el instante mismo cuando matriculan a sus hijos en la ENI, esto de parte de los educadores, pero esa situación no se da y el irrespeto y la prepotencia es lo que campea en esos seudoeducadores endiosados, quienes están muy por debajo de las exigencias que plantea el autismo.

En lo que respecta a la metodología, solamente enseñan a los chicos a hacer bisutería (collares, aretes, adornitos), y quedan en deuda con los análisis cognitivos, con el aprovechamiento de las destrezas de los alumnos y por supuesto también con la ayuda que deberían dar para que los jóvenes puedan salir a la vida diaria y enfrentarla con algún grado de facilidad. En resumen, la Escuela Neuropsiquiátrica Infantil es un centro donde confluyen decenas de jóvenes autistas, en medio de un ambiente decididamente hostil hacia los padres de familia y de la ineficacia de quienes se dicen ser educadores.

Mientras tanto, el Ministerio del ramo sigue durmiendo “el sueño de los justos”, porque es un ente gubernamental plagado de burocracia que devenga salarios altísimos, que desentonan con la ineficacia, la negligencia y la desidia diaria en sus escritorios y cómodas oficinas.

Intento de síntesis

En resumen: no hay nada más discapacitado en Costa Rica que el mismísimo sistema educativo del país. Cada cambio de fondo que hace, perjudica a los alumnos y a la población entera futura, en lugar de beneficiarla. Por ejemplo, hacer que los jóvenes salgan de clases a las 4 de la tarde de cada día, además de ser nada funcional en la formación de

ellos, es criminal, deshumanizado y completamente desarraigado de la idiosincrasia del costarricense y de cualquier latinoamericano. Los resultados se notan en una sociedad con más vicios que virtudes, menos preparada para enfrentar a los problemas que plantea la vida, en el incremento de la delincuencia, en la frustración de amplios sectores de la juventud y en la cultura general de la población.

En otras palabras, cuando la jornada estudiantil era de solo seis horas diarias, Costa Rica era un país modelo en educación y culturización de su pueblo; la democracia parecía más firme y segura, gracias a los valores de sus ciudadanos y al respeto en todos los ámbitos. Ahora, por el contrario, el descrédito y la ineficiencia son “las monedas de cambio” que a nadie benefician. En lo que atañe a los ministros que llegan a la cartera de Educación, muestran su impericia, sus compromisos preestablecidos con sectores oscuros y esos nombramientos obedecen más a motivos políticos –pero de baja política-, y nunca a aptitudes, conocimiento del gremio educativo y mucho menos a compromisos por cambiar lo que no funciona y robustecer lo que se tenga que robustecer en los valores del costarricense. Es por eso que vemos cada nuevo período presidencial, la confrontación del ministro del momento con los sindicatos y alumnos y las renuncias se producen al cabo de pocos meses de haber asumido el cargo. De tal manera, así no hay sistema educativo que sirva ni redunde a favor del educando. El caos está asegurado por lo tanto.

Finalmente, nuestras palabras no son solo una amarga conclusión acerca de este tema, sino que son un epitafio: la educación en Costa Rica absorbe anualmente millones de colones (moneda nacional), que no sabemos a ciencia cierta adónde van a dar. En esto existe mucha culpa de la burocracia que se lleva ese presupuesto con sus sueldos estrafalarios y exorbitantes, mientras los edificios de escuelas y colegios se caen a pedazos. Otro fenómeno que se está presentando en este sistema, es la deserción de decenas de niños de las aulas y por eso el MEP cierra escuelas constantemente por causa de esa penosa situación, inusitada e increíble en otras épocas, cuando los padres de familia nuestros cifraban sus esperanzas, para el desarrollo de sus hijos, en la educación costarricense.

Y, para cerrar, recordamos algo muy evidente: la calidad de las personas de un país, habla, bien o mal, de los logros de la educación que han recibido. Y en estos momentos, la población de Costa Rica no es todo lo ejemplar que quieren resaltar los políticos de paso. Una lástima y una vergüenza que nos sonroja a todos.

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