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El Dilema: Reactivar la Economía de un País

El Dilema: ¿Reactivar la Economía de un País a Pesar de la Pandemia China o Continuar con las Directrices que nos Exigen?

AMERICA-(Especial para The City Newspaper) Esa es la gran dicotomía de nuestros días: o salimos todos a comprar a las tiendas y divertirnos en bares, discotecas y cines, con el riesgo de caer contagiados con el covid-19 que nos vino desde la China comunista, o quedarnos confinados en nuestras respectivas casas. Simultáneamente, ante la segunda opción, las economías de las naciones se vienen a pique, los negocios cierran, el desempleo se abulta, el hambre aparece por la falta de dinero y la delincuencia pulula por las calles de las ciudades. Esa es la panorámica llena de dudas, inseguridades y depresión psíquicosocial generalizada, por la que estamos atravesando en todo el planeta. Donald Trump y Jair Bolsonaro, presidentes de los Estados Unidos y Brasil, respectivamente, han querido “tapar el Sol con un dedo” y lanzar a la población a trabajar para no desinflar el auge económico, sin importarles si esas personas van a morir o no. En todo caso, ya han estado muriendo en números superlativos en ambos países.

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En América Latina los cadáveres se apilan en las aceras de La Paz, Cochabamba y otras urbes de Bolivia, una de las seis naciones más pobres del continente, junto a Haití, Nicaragua, Honduras, Cuba y Venezuela. Lo mismo sucede en Guayaquil, Ecuador; mientras que en Nicaragua prosiguen los “entierros express” en las madrugadas, de decenas de nicaragüenses que caen fulminados por el coronavirus chino. En Costa Rica se dan manifestaciones todos los días en las afueras de la casa de habitación de su presidente, Carlos Alvarado, y en las inmediaciones de la sede del gobierno, por parte de distintos gremios de trabajadores: turismo, hotelería, gimnasios, tiendas de ropa, de abarrotes y bares, entre otros más. Precisamente con los bares, que abundan en suelo costarricense, el

ministro de Salud, Daniel Salas Peraza, señala algo muy importante: “La situación de esos negocios es muy especial, porque, con el calor de los tragos, las personas olvidan las medidas preventivas, se juntan, se acercan, se quitan las mascarillas y cubre/bocas y la probabilidad de diseminar el virus es sumamente alta.” De tal modo que ese gremio la tiene bastante dura para que puedan reabrir sus expendios de licor. Aun así, las exigencias, el clamor, los argumentos para hacer entrar en razón al ministro mencionado, arrecian, se reiteran e imploran su flexibilidad.

Con ese escenario que hemos descrito, la pregunta que surge es, ¿Es posible que se pueda abrir todo el país, de igual forma como estaba antes de la llegada de la pandemia china, pero exigiendo a los ciudadanos llevar y respetar los protocolos para prevenir el contagio? Talvez esa podría ser la solución. De hecho, hay naciones en Asia y Europa que así lo están haciendo actualmente; pero con el inmenso miedo de que se presenten los rebrotes del virus chino y en algunos casos, como en Barcelona, España, el covid-19 retornó a las calles cuando las personas se divertían y habían retomado la normalidad perdida por culpa de esa enfermedad creada y enviada hasta nosotros por los chinos continentales. En otros términos: permitir la locomoción en las ciudades, reabrir los negocios y los centros de diversión, es una auténtica “ruleta rusa”, en la que una sola bala en la recámara del revólver nos puede matar en cualquier momento y ese proyectil se llama coronavirus chino. Es jugarse el todo por el todo.

¿De cuál decisión somos partidarios? Pensándolo bien, creemos que hay que instar al ser humano que se debate entre la vida y la muerte en la actualidad por culpa de esta pandemia china, para que desarrolle nuevos métodos para ganarse la vida; a los políticos, a sus ministros de planificación, exportaciones, comercio exterior e interior, agricultores, gremios turísticos y de todo aquello que mueve a las naciones y al mundo entero, que delineen, planifiquen y pongan en práctica estrategias realmente funcionales, capaces de generar empleo y riqueza; empero, ¿Dónde están los cerebros pensantes: en Trump, Bolsonaro, Daniel Ortega y su horrenda mujer (dictadores de Nicaragua); en López Obrador, Emmanuel Macrón, Pedro Sánchez, el dictador cubano, Miguel Díaz-Canel? Desgraciadamente los nombres que hemos citado y otros más que hemos dejado por fuera, no tienen la capacidad, ni ínfima siquiera, para crear un nuevo sistema de comercio y supervivencia de la raza humana. ¡Ninguno! ¡Todos son extraordinariamente limitados en sus coeficientes mentales, para hacerse cargo de una tarea de tal envergadura global! Y lo más acuciante se fundamenta en que la situación mundial no está para “esperas”, para que surja esa persona u organismo que dicte las pautas a seguir…, porque precisamente el desempleo, el hambre y el cierre de múltiples actividades económicas se ha estado dando “desde antes de ayer” en nuestras vidas. Sin duda alguna, estamos ante un verdadero callejón sin salida, con el estrujamiento del tiempo en el almanaque, en el reloj y en los hospitales atestados de pacientes contagiados con el covid-19 que nos regaló China.

Nótese además que, a pesar de las medidas estrictas y extremas que han tomado, responsablemente, los gobiernos de casi todas las naciones, el coronavirus chino ha seguido

su curso mortal y cada día escuchamos de labios de los portavoces gubernamentales, argumentos como estos: “Hoy, día tal del mes tal, hay 750 nuevos casos con covid-19 y han muerto en los hospitales nacionales 33 pacientes infectados (…).” Así se plantean los acontecimientos diarios bajo las órdenes sanitarias impuestas “a rajatabla” por nuestros gobernantes, a quienes debemos agradecer esa preocupación manifiesta por querer preservar nuestras vidas; y el otro cuestionamiento que surge es: ¿Qué sucedería si se levantaran las restricciones sanitarias? Indudablemente las muertes se dispararían en cifras impresionantes y dolorosas y los féretros llenarían aún más los cementerios en toda América.

Esta es la terrorífica disyuntiva. ¿Cuál camino seguir, por cuál decidirnos? ¿Nos iremos a morir de hambre o apuñalados por algún delincuente hambriento? ¿El fisco de nuestros países se vendrá abajo definitivamente? ¿La Banca internacional dirá un rotundo no a las naciones empobrecidas desde siempre y hoy lanzadas a la miseria por la pandemia china y con ello causará mayor caos? Son preguntas que revolotean en nuestras mentes junto a otras más. Por lo pronto: yo no quiero morirme, que mis hijos tampoco mueran y que mis amigos queridos sigan con vida; y para que ello no ocurra, hay que seguir los consejos que preservarán nuestras existencias; por lo menos así lo he decido yo, en lo personal, y lo quiero para las personas que amo y a quienes siempre he deseado lo mejor. Pero en estos momentos hay más incertidumbre que certezas, más dudas que claridad y más interrogantes que respuestas y lo único seguro dice que la solución solo está en las manos de Dios.

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