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Muerte de Edén Pastora

Muere Edén Pastora, el Vagabundo que Oscilaba entre lo Teatral y la Traición

AMÉRICA CENTRAL-(Especial para The City Newspaper). Este nicaragüense, quien acaba de morir en Managua, Nicaragua, presuntamente de un ataque al corazón, de acuerdo a la versión de uno de sus hijos, aunque es fácil deducir que fue por causa del coronavirus que está haciendo estragos en ese país, ha sido uno de los “personajes” más caóticos y anticarismáticos de la región centroamericana. Salió de la nada, pasó por ser un famoso combatiente en la década de los 80s, para desembocar nuevamente en la nada. Se hacía llamar a sí mismo “pescador”, cuando lo atacaban esos alardes de humildad, tan extraños en el ser nicaragüense, pero le encantaba que le llamaran “comandante cero”, el mismo que atacó al Palacio Nacional, en 1978, y que dio inicio al levantamiento que derrocó a Anastasio Somoza. Aparte de los resultados de ese asalto a la sede de los legisladores, Edén Pastora, obediente a sus deseos de figuración, lo que quiso fue eso precisamente: que la gente lo conociera, que lo admirara, que lo sacara del anonimato y lo convirtiera en el héroe a la altura de Sandino.

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Posterior a ese acontecimiento que, efectivamente, le dio la fama esperada, Pastora cayó una y otra vez en contradicciones, especialmente cuando no le dieron el lugar que creía le pertenecía dentro de la cúpula del gobierno en manos del Frente Sandinista y más bien lo relegaron a un oscuro plano. Para salirse de ese olvido obligado, el díscolo Pastora se internó en las montañas de su país y asumió la revuelta “contra-revolucionaria” contra los nueve comandantes liderados por Daniel Ortega, el analfabeto que hoy está al frente de Nicaragua junto a su horrenda mujer, Rosario Murillo. Aún resulta extraño, con el tiempo transcurrido y la calma que da para reflexionar, el por qué no fue dado de baja (asesinado), por el ejército sandinista, atestado hasta los dientes del armamento que le daban soviéticos

y cubanos y que era ultramoderno, más el entrenamiento que los asesores del bloque comunista europeo, le otorgaban constantemente. Muy extraño, porque los sandinistas tenían todas las posibilidades logísticas para acabar relativamente fácil con el rebelde Pastora y aun así nunca lo hicieron.

Decíamos que se internó en las selvas de Nicaragua y comenzó a engatusar a la opinión pública mundial, especialmente a la centroamericana, de que era un adalid contra el comunismo de los sandinistas, mismos que él había impulsado para que llegaran al poder en su país natal; fue cuando la Casa Blanca comenzó a hacerle llegar millones de dólares para respaldar su supuesta lucha armada, una contrarrevolución que no lograba nada en resultados militares y el avance era nulo prácticamente. El arribo a Managua por parte de los “contra-revolucionarios” se veía tan lejano como la misma Habana o Moscú, auspiciadores del comunismo de los comandantes. Así se iban los años en esa fanfarria propiciada por Edén Pastora y su minúsculo grupo de barbudos internados en la frontera con Costa Rica, una nación en la cual pasaban relajadas vacaciones después de las escasas escaramuzas que hacían contra el ejército nicaragüense. Mientras tanto, los millones de dólares seguían llegando a las manos de Edén Pastora y se esfumaban tanto como las ilusiones de los centroamericanos que soñaban con una Nicaragua democrática y libre.

Hasta que un día, Pastora, fiel a sus ansias desmedidas de fama y renombre, contactó a los medios de prensa internacionales para efectuar una conferencia el 30 de mayo de 1984, en la finca llamada “La Penca”, en territorio nicaragüense, cerca de Costa Rica. Asistió gran cantidad de periodistas, engatusados por la imagen de Edén Pastora y su falsa postura anti-sandinista. De repente, una detonación fortísima, de una bomba que alguien colocó en la sede de la reunión –y que hoy en día todavía se desconoce la identidad del gestor del atentado-, acabó con la vida de siete periodistas y camarógrafos de prensa escrita y de televisión y dejó gran cantidad de heridos. El mismo Edén Pastora se contó dentro de los heridos y fue trasladado de urgencia a San José de Costa Rica, donde los médicos le salvaron su miserable vida, un hecho que, fiel a su sangre nicaragüense, nunca agradeció y siempre que le vino en gana, arremetió contra los costarricenses, su gobierno, su sistema y su modo de vida. La traición de este fantoche estaba servida en toda su magnitud.

Mientras tanto, desde la Casa Blanca, el entonces presidente Ronald Reagan y sus asesores militares, notaban que los llamados “contras”, dirigidos por Pastora, no lograban avances en nada, en su lucha contra la dictadura marxista de Managua. Fue cuando decidieron acabar con la ayuda millonaria que les estaban proporcionando, un dinero que desaparecía inexplicablemente cada vez que llegaba a las manos del “comandante cero.” Si quisiéramos conocer las opiniones de Pastora con relación al atentado de “La Penca”, leamos sus manifestaciones, concedidas a un periodista costarricense: “(…) el tiempo se encarga de borrar todo. El tiempo es cruel hasta con las efigies de Egipto (nótese el grado de ignorancia de este individuo, que llama “efigies” a la esfinge egipcia). Aquí en

Managua no hay ningún acto para recordar eso que pasó; los muertos no fueron nicaragüenses (¡!) (es decir, inferimos en sus palabras que si no fueron de su país los asesinados, entonces no vale la pena recordarlos) y eran tiempos de guerra en esa zona fronteriza. Nadie se acuerda de esto aquí, la historia debe dejarse atrás.” Manifestó el traidor Edén Pastora en esa oportunidad, quitándole toda importancia a las muertes de periodistas costarricenses e internacionales, quienes, por su culpa, por su única y exclusiva culpa, cayeron por causa de la explosión de la bomba. Y para abultar su cinismo, le quitó toda culpa al Frente Sandinista –sus amigos de siempre en el poder-, al insinuar que no fueron ellos quienes atentaron contra las vidas de esas personas, sino otros renegados internacionales. Leamos sus declaraciones al respecto: “Yo nunca pelee contra (Daniel) Ortega, sino por unas ideas que ahora ambos defendemos; Ortega no tuvo ninguna relación con el atentado. Torbiörnsson (un supuesto periodista sueco), era uno de esos locos autores del atentado, junto con el argentino Roberto Vital Gaguine, quien ese día se hizo pasar como periodista, con el nombre de Per Anken Hansen.” Finalizó diciendo un evasivo Pastora.

Sin embargo el documental “Último Capítulo: good bye Nicaragua”, dirigido por el periodista sueco, Peter Torbiörnsson, superviviente del estallido de la bomba, incluye un testimonio de Luis Carrión, entonces viceministro del Interior y hoy enemigo de Daniel Ortega, quien dijo que la orden de atentar en “La Penca”, fue emitida por su superior inmediato, el ministro Tomás Borge, fallecido en el 2012, quien era un acérrimo comunista y de los “huesos duros” de la dictadura sandinista. Pero las lealtades de Edén Pastora en los últimos años, estaban a favor de Daniel Ortega, el actual dictador de Nicaragua, sinrazón que le hizo defender constantemente a ese tirano ante cualquier acusación que los vinculara a los dos. En todo caso, varios comunicadores costarricenses y extranjeros acudieron ese día a “La Penca”, enviados por sus miopes jefes en sus respectivos periódicos y telediarios, en la creencia de que las declaraciones de Edén Pastora iban a ser importantísimas y dignas de una primera plana, sin tomar en cuenta de que el seudo-guerrillero era tan falso como “la fe cristiana de satanás.” El resultado: hoy es común encontrarnos a periodistas supervivientes de esa circunstancia, que acusan sordera, fuertes y evidentes rasgos de demencia, cojera, falta de miembros superiores, falta de un ojo y algunos murieron sin que supieran nada de la aplicación de la justicia, partiendo del hecho de que Edén Pastora debió haber sido apresado y enjuiciado por ser el causante indirecto de dicha fatalidad.

Años después de que esos periodistas sufrieran lo que sufrieron y algunos de ellos ofrendaran sus vidas, Edén Pastora regresó al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), se declaró servil y gran amigo de Daniel Ortega y su mujer y consiguió el puesto, el extraño cargo inventado a su medida, de “ministro para el dragado del Río San Juan”; es decir, lo pusieron a quitar piedras del lecho del río y así mantenerlo controlado dentro del gobierno y fiel a su amo como un perro callejero. El resabio que obtenemos de estas situaciones, de estos virajes en el pensamiento analfabeta de Pastora, es que se trataba solamente de un aventurerillo sin principios, ni ideología política, ni definición y sin honor,

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