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Misión Intrafronteriza

Misión Intrafronteriza: Contener a Nicaragüenses

HONDURAS Y COSTA RICA-(Especial para The City Newspaper). El pánico se ha desatado. Y mientras ese sentimiento se difunde por estos dos países, los nicaragüenses quedan aislados del resto del mundo en la propia Nicaragua. La verdad que prevalece es que ni los hondureños ni los costarricenses, quieren dejar pasar a más inmigrantes por culpa de la irresponsabilidad de los dictadores Ortega y su mujer. Es decir, el libertinaje suicida con el cual actúan dentro de Nicaragua, no lo quieren en Tegucigalpa y tampoco en San José. De tal manera, ambas fronteras con aquel país, han sido selladas, “blindadas”, según el argot policial. En palabras claras, directas y sencillas: para ambos gobiernos, los nicaragüenses son potenciales portadores del covid-19, debido a que el sistema de salud de Nicaragua es casi inexistente y su dictadura no ha planificado acciones de control ante la mortal pandemia. “Que no vengan aquí, a Honduras, a expandir el coronavirus, esos nicaragüenses, que ya tenemos suficiente con el nuestro.” Dice indignado Remigio Valverde, policía que resguarda la frontera sur hondureña y cuya única misión es atajar a los caminantes que salen de las selvas y tratan de ingresar furtivamente a esta nación. En otra zona del río Guasaule, dos policías y un soldado hondureño, bajan de sus caballos a dos jóvenes hondureños provenientes de Nicaragua, quienes andaban comerciando queso para vender en sus comunidades. Se trata del llamado “contrabando hormiga” tan común en los puntos ciegos de la misma frontera. Finalmente son dejados pasar y el teniente de la policía de Honduras, Carlos Cruz, explica: “Todos tenemos hambre, por eso los hemos dejado entrar; pero nuestra misión es evitar contagios que vengan del personal nicaragüense con el virus.” Tanto el gobierno de Tegucigalpa, como el de San José, dicen que “hay que protegerse ante la respuesta inadecuada de Nicaragua a la pandemia del covid-19,” porque, mientras todo el mundo adopta medidas restrictivas, incluyendo cuarentenas forzadas y

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cierre de fronteras para contener al coronavirus, en Nicaragua no se han decretado limitaciones y, por el contrario, la dictadura de Daniel Ortega ha convocado a marchas y celebraciones masivas. El resultado de dicha irresponsabilidad se nota en los entierros masivos, después de las 12 de la noche, sin que el grosor del pueblo nicaragüense se entere, y también en los hospitales mal equipados y atestados de infectados con el mortal virus. Y, en Honduras, mientras los policías y militares impiden el ingreso de nicaragüenses, las autoridades aduaneras, sanitarias y migratorias, también han reforzado la vigilancia epidemiológica en la aduana. “Nos preocupa que la hermana república de Nicaragua no esté tomando ninguna medida de protección contra la pandemia. La preocupación está latente porque nosotros estamos en un puesto fronterizo con un país que no está tomando medidas de protección,” dijo la administradora de dicha aduana, Rosana Ventura, mientras que unos 900 camiones de gran tonelaje, que transportan mercancías, cruzan cada 24 horas por ese sitio aduanal. José Alfredo Sánchez, médico que examina a los camioneros, señala que esos mismos transportistas le relatan que en Nicaragua no se ven medidas de protección como en el resto de Centroamérica. Y agrega: “no sabemos qué número de contagiados hay en Nicaragua, porque ahí no se está haciendo ninguna prueba; eso no garantiza que el número que están dando ellos, sea real.” Por su parte, Edy Roberto Taltique, conductor guatemalteco, quien lleva siempre bobinas de papel de Costa Rica a Guatemala, destaca que “las autoridades costarricenses son las que están tomando las mejores medidas contra el contagio de la enfermedad. En Costa Rica, en la frontera, el hisopado es obligatorio antes de ingresar al territorio y de allí la muestra va al laboratorio, dan los resultados y ya se puede entrar al país. Además, a quienes presenten cuadros de tos y congestión nasal, no se les permite entrar”. Y los nicaragüenses que han salido de suelo costarricense no podrán reingresar, según órdenes gubernamentales. Así marchan las cosas contra el enemigo común… el diminuto y mortal covid-19. ¿Tiene algo cuerdo que decir al respecto Daniel Ortega?

El Coronavirus se Hace Sentir en Guatemala

TERRITORIO NACIONAL-(Especial para The City Newspaper) Ya lo habíamos anticipado en otra columna que publicamos en este mismo periódico… que el mortal virus iba a crear mayor calamidad en Guatemala, debido a su cuantiosa población, las distancias pronunciadas entre los distintos pueblos y ciudades y el deficiente sistema médico que no tiene suficientes medios para ayudar a los guatemaltecos. A esto hay que sumarle el hambre, “la compañera inseparable” a lo largo de las décadas, del 60 por ciento de la población que la sufre en pobreza extrema y que ningún gobierno ha podido paliar ni en grado mínimo. En otras palabras, el Covid-19 parece haberse aliado con el hambre para empañar la buena gestión que el presidente Giammattei y su equipo están haciendo.

Para citar un ejemplo en estas épocas inusuales de pandemia y temor, las mujeres de este país ondean banderas blancas, tal y como se hace en otras latitudes del continente, para dar a conocer a las demás gentes que padecen hambre en sus hogares. Esta particular manera se está dando en Santa Elena, Barillas, a 40 kilómetros de la Capital, en unos asentamientos de personas ubicadas por debajo de la línea de la pobreza y en barrancos donde el aseo y la previsión ante el Covid-19, son apenas lejanos murmullos que les llegan desde Ciudad de Guatemala, de parte de las autoridades. Sacan sus banderas y las hacen notar a los conductores de autos y motocicletas que cruzan el puente El Naranjo y cuando aquellos se detienen, les dicen con tono de voz en el que se nota la impotencia y la escasez que, “somos del asentamiento ‘Dios es Fiel.’ ¡Ayúdanos!” Algunos sacan de sus bolsillos unos pocos Quetzales (moneda nacional); pero otros bajan sus cabezas al no poder darles nada, quizás porque su situación es semejante a la de estas personas abandonadas a la suerte del coronavirus y del vacío en sus estómagos. Y es que las medidas impuestas, de modo responsable y concientizador, por el gobierno, aquí no surten efecto, debido a que miles de familias se han quedado sin sus trabajos y tienen que salir a diario para ver cómo “resuelven” sus precarias circunstancias. El toque de queda impuesto de las 6 de la tarde hasta las 4 de la mañana del día siguiente, más la suspensión del transporte público urbano y extraurbano, ha afectado, sobre todo, a aquellos que venden productos y comestibles en las calles y que conforman al 70 por ciento de la economía del país, aunque de manera informal.

El Presidente de la República, Alejandro Giammattei, quien es médico de profesión y por lo tanto sabe de lo que está hablando cabalmente, no se cansa de recordar a los guatemaltecos que tienen que quedarse en casa; pero “no podemos darnos ese lujo”, señala Jessica Arreaga, quien tiene que mantener a sus padres y a dos hijos pequeños. “Tengo que levantarme temprano para vender periódicos y lavar carros en la Zona 2 (un barrio de gente con dinero), en la Capital. (Porque) si nos quedamos en casa, no tendremos dinero y de qué vamos a vivir; ya que, aunque vendiendo en la calle ganemos (solamente) cinco Quetzales, tenemos que comprar un Quetzal de tortilla y una libra de sal y así salimos adelante.” Explica la muchacha, que asegura que le tiene más miedo al hambre que al Coronavirus que avanza poco a poco por la geografía de Guatemala. Y esa es la realidad de miles de familias a lo largo y ancho de esta nación, proverbial por su ancestral pobreza, tan fuerte como la indolencia de los sucesivos gobernantes, a quienes parece que nunca les importó ese padecimiento de su pueblo y por ello nunca lucharon por amainar un tanto siquiera, ese sufrimiento. En todo caso, el mandatario Giammattei, consciente de lo anterior, prometió ayudar a 2 millones de guatemaltecos con 1,000 Quetzales por mes, durante tres meses, y que tengan un consumo de energía eléctrica menor a los 200 kwh.; aunque esa ayuda semeja ser como “una gota de agua en el desierto”, pues las necesidades son muchas y urgentes, que es lo único que abunda en Guatemala junto al hambre, mientras el Covid-19 actúa sin miramientos desde que arribó a este país, el más poblado del istmo.

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