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No hay Peor Pecado que la Ignorancia
MANAGUA, Nicaragua-(Especial para The City Newspaper) La máxima que sirve de título a esta columna, es del sabio griego, Diógenes, “padre del cinismo filosófico,” misma que, con el transcurso de los años, hemos podido comprobar en su verdad; es decir, los grandes errores (asesinatos, guerras, hambrunas, inventos mortíferos y demás calamidades), han sido creados por el ser humano con el empuje e “inspiración” de la ignorancia. Basta que observemos el derrotero de la historia para convencernos de que así ha sido. En el caso centroamericano, en el amplísimo espectro que suele ser la vida en el istmo, ninguno mejor que Daniel Ortega y su mujer, Rosario Murillo, para ejemplificar lo que es la ignorancia acuñada y “andante” día tras día. Desde el precario uso del castellano de ambos (peor en Ortega que en ella), pasando por decisiones aberradas (bizarras), hasta la puesta en peligro de todo el pueblo mediante el hambre y las carencias esenciales y prioritarias, Ortega, su mujer y el concepto “ignorancia,” parecen estar fuertemente fundidos en una aleación que perjudica directamente al ciudadano. Yendo al grano, mientras los presidentes legítimos de América Central (recordemos que Ortega es un dictador en toda la extensión de la palabra), ordenan y organizan a sus ciudadanos para que eviten la pandemia del coronavirus o COVID-19, el dictadorzuelo de Nicaragua lanza a sus turbas, en medio de “apretujones,” para que desfilen por las calles de la Capital y proclamen consignas entre demenciales, absurdas y ridículas, en las que se escucha: “plomo (disparos) a los ‘puchitos’ (opositores)”, “les arde que sigamos con Daniel” y “amor en tiempos del Covid-19”. Simultáneamente, la pandemia se extiende por todo el mundo, segando las vidas de miles de seres humanos. Ya sabemos de la criminalidad manifiesta de Daniel Ortega a lo largo de su reinado de hambre, terror, violencia, opresión e ignorancia y es por ello que nos preguntamos: ¿En su mente, mitad ignorante y mitad asesina, no habrá incubado la idea de contagiar al pueblo de Nicaragua,
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comenzando por sus seguidores, con el virus de la pandemia, y así reducir el crecimiento demográfico, disminuir el desempleo y los faltantes para la vida diaria? Porque, a lo largo de la historia, la mayoría de los dictadores han echado mano a pandemias, campos de concentración, fosas comunes, secuestros y desapariciones de las personas civiles, para acentuar y fortalecer sus regímenes opresores. ¡Es posible que las bestias que subsisten en Ortega y la Murillo, les hayan aconsejado tal criminalidad! Es así como los sandinistas marcharon por una calle céntrica de Managua, desoyendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y pusieron como nombre a esa suicida arenga: “Amor en tiempos del Coronavirus” (en analogía del título del libro de García Márquez, “El Amor en Tiempos del Cólera”). Pero lo más llamativo de ese desfile fue que estaba previsto para homenajear a Ortega y su mujer y, como era de esperar, ninguno de los dos tiranos se apersonó en el sitio; es decir, ellos sí tomaron las precauciones contra el virus y se quedaron metidos en su mansión (una casa que arrebataron a su dueño en 1979). Lo cierto es que los serviles de Ortega caminaron bajo el Sol abrasador del mediodía, enarbolando banderas del Frente Sandinista y gritando la demencial proclama de que “el Covid-19 no ha alcanzado a Nicaragua, gracias a nuestro comandante Daniel”, como si se tratara de un poderoso dios mitológico que detuvo la pandemia en las fronteras o que su gobierno tomó todas las medidas preventivas y puso “a raya” al coronavirus. Nada de eso ha sido así, mucho menos lo último, porque la dictadura ha hecho caso omiso a las recomendaciones internacionales y ha dejado la defensa sanitaria “al garete”, según se le ocurra a cada nicaragüense para no ser infectado. En la marcha iban ancianos, niños y mujeres (embarazadas y no embarazadas), apretujadas, hablándose cerquita y retando a la muerte ante el Covid-19. Por eso repetimos: “No hay peor pecado que la ignorancia… la madre de todo acto irresponsable y criminal.”
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