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La Preocupación Extrema de Oscar Arias
Desde luego comprendemos la inmensa frustración del joven, pero decidido, presidente salvadoreño, quien, de ningún modo, y a pesar de que su acción en el Congreso no ha gustado a muchos, le asiste toda la razón del Universo y nos dice que sus 38 años no están extraviados de ninguna manera, sino que le hacen ir por el camino correcto. Y es que, desde que llegó al poder, Nayib Bukele ha estado llamando, rogando, implorando, tratando de concertar y convencer a los mismos congresistas, de la necesidad de aprobar esos US$109 millones del BCIE y lo que ha recibido han sido burlas, indiferencia y un juego de baja política que solo conduce a beneficiar a los delincuentes que asesinan, extorsionan y trafican en las calles de las principales ciudades del país. La desgracia de Bukele se fundamenta en tener a 72 diputados en su contra; quienes, para colmo de males, son tan irresponsables con la ciudadanía que requiere de seguridad y paz, que obstruyen cualquier plan eficaz que provenga de la Casa de Gobierno. Según InSight Crime del 2019, El Salvador es una de las naciones más peligrosas del planeta, con 36 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Mientras que Médicos sin Fronteras señalan de manera textual: “La violencia provocada por ‘las maras’, es una de las principales causas por las que unos 500 mil centroamericanos emigran cada año a Estados Unidos.” Pero lo que más llama la atención y es digno de encomio, es el número de homicidios que ha descendido desde que Bukele asumió el poder; es decir, ha bajado en un 58,8 por ciento desde enero del año pasado hasta la fecha actual. “Ese es el resultado de las políticas implementadas por Bukele”, argumenta un observador internacional instalado en San Salvador. Y todos sabemos que el joven presidente tiene un plan al respecto: “acabar con los vándalos, cueste lo que cueste.”
La Preocupación Extrema de Oscar Arias
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SAN JOSÉ, Costa Rica-(Especial para The City Newspaper) Al flanco izquierdo de su abogado, quien se ha convertido en su compañero inseparable desde que dos mujeres costarricenses le acusaron ante los Tribunales por haberse propasado con ellas, el expresidente de este país, Oscar Arias Sánchez, se declaró muy dolido porque “han dañado mi imagen”, señaló visiblemente compungido, como si le hubieran matado a un familiar muy querido en alguna guerra. Y es que este político, venido a menos en los últimos años, siempre ha vivido dedicado a sí mismo únicamente, toda su vida ha tenido una finalidad única… la de enaltecer su imagen dentro y fuera de este país. Sin embargo, él ha sido el resultado de sí mismo tanto en las épocas duras como en las maduras, indudablemente… ha sido el resultado aritmético de la misma ecuación que él obligó a los costarricenses a descifrar. Lo cierto es que nunca se imaginó, cuando transita por sus 79 años, que el pueblo que él consideró tenía “comiendo en la palma de su mano”, iba a darle la espalda tan rotunda y violentamente, oscilando entre el odio, el desprecio y la indiferencia. Mucho
menos iba a imaginar que tendría que hacer recorridos hasta los Tribunales de Justicia, acusado de corrupción dentro de la administración pública (prevaricato), y por faltarle el respeto a las dos mujeres que le denunciaron… además, se trata de dos damas bastante serias, formales y totalmente creíbles. Es por ello que Oscar Arias aparece hoy en la televisión, no con el rostro victorioso, altivo y soberbio de hace unos años atrás, sino al lado de su abogado defensor y con el semblante de quien ha recibido una paliza en el orden moral.
A lo largo de su trajinar por la política, Oscar Arias dijo cosas tan inverosímiles que nos hicieron creer a nosotros los escépticos que siempre lo hemos visto a través del cristal frío de la realidad, que su capacidad mental le estaba fallando. Leamos: “Voy a pacificar a Colombia”, dijo, como si esa tarea fuera un juego de niños; “tengo que aconsejar al (entonces) Papa (Benedicto XVI), lo que tiene que hacer en relación con (determinado) asunto (…)”, imagínense al presidente de un país pequeño como lo es Costa Rica, dando pautas al Sumo Pontífice; pero la peor desproporción de su fantasía se presentó cuando dijo que iba a solucionar la crisis en Oriente Próximo entre judíos y palestinos. ¡Eso fue el acabose! Fue cuando la prensa nacional y los sindicalistas le obligaron a concentrarse en los problemas domésticos del pueblo que lo eligió (equivocadamente), por segunda ocasión en el cargo como Presidente de la República, después de que el mismo Arias violentó a la Constitución Política que no permitía la reelección y, por medio de ardides y “jugarretas”, hizo que los magistrados que componían a la Sala Constitucional, y que le debían muchos favores con sus nombramientos en el pasado, le aprobaran su proyecto de reelección presidencial. Es decir, su segundo período en el poder fue ilegal o de facto. El mismo dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, ha dicho reiteradas veces que ha aplicado en Nicaragua las mismas estrategias de Oscar Arias: colocar a sus allegados en los puestos clave de la administración pública, “torcerle el brazo” a la Constitución Política del país, recordarle a los magistrados que están ahí gracias a él y gobernar solamente en beneficio propio. Ortega no se cansa de repetirlo cada vez que puede. Ahora, cuando se le acusa a Oscar Arias de que causó un gravísimo daño ecológico con una mina de oro a cielo abierto y que los migrantes nicaragüenses están despedazando cada día más, el ególatra ex mandatario costarricense suelta una especie de letanía: “En esta persecución política, Dios ha sido mi defensor (¡!); yo, con toda humildad (¡!), dije que me sometería a la justicia; creo en la honorabilidad de los jueces de nuestro país, creo que son un baluarte que nos enorgullece.” Y mientras él se encomienda “humildemente a Dios” (sin ser humilde y tampoco muy creyente), varias mujeres en los Estados Unidos y Costa Rica le acusan de sexópata y el pueblo se ha quitado la venda de los ojos y hablan de él como lo que realmente es… un político de patológico perfil, de un ayer que ya casi nadie recuerda o no desea recordar.