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Respuesta a “las maras
La Respuesta que Las Maras Precisan
SAN SALVADOR, El Salvador-(Especial para The City Newspaper) Todos sabemos de los crímenes que han sucedido últimamente en esta nación y los podemos analizar desde diversos ángulos; pero el más significativo de ellos es la actitud conjunta de los delincuentes que conforman “las maras”; es decir, al notar que en el Palacio de Gobierno hay un presidente joven, resuelto y valiente, han estado probando su carácter de las más diversas formas y en particular con el uso de la fuerza desmedida. A todas luces se trata de un reto para conocer de antemano la reacción del mandatario y la respuesta dada por Bukele, recientemente, fue la más precisa o justa para esta clase de asesinos callejeros: la policía y el ejército les dispararán a sus cuerpos para matarlos. ¡Asombroso en el país donde sus gobernantes siempre han cedido irresponsablemente ante los caprichos de “los mareros”! ¡Nunca esperaron una respuesta idónea para la situación e individuos idóneos: la muerte para los “emisarios de la misma muerte”! Por ello, ya saben a qué atenerse esos gamberros. Y es que la emergencia sufrida en diferentes puntos geográficos de El Salvador (San Vicente, Santiago de María, Usulután, Chalchuapa, San Salvador, los municipios de Ciudad Delgado, Panchimalco, Mejicanos y Nejapa; también en San José Villanueva, La Libertad y Santa Ana), donde “los mareros” en las calles (unos 60 mil en total), recibieron órdenes de sus líderes desde los centros penales y perpetraron los homicidios registrados en los últimos días; esto hizo que Bukele perdiera la paciencia y cambiara su discurso comprensivo por la respuesta letal que la mayoría de los salvadoreños (y la Casa Blanca), están aplaudiendo efusivamente. Recordemos que el pasado viernes 24 de abril, en medio de la cuarentena por causa del Coronavirus, se produjeron los asesinatos de 24 personas por la acción violenta de “los mareros”, quienes actuaron después de recibir las órdenes de los reclusos. La respuesta verbal de Bukele fue la siguiente: “Director Osiris Luna Meza, ordene emergencia máxima en todos los Centros Penales de pandilleros, por información de
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inteligencias de órdenes de homicidios emitidas desde ahí. (Exijo) encierro absoluto, 24 horas al día, durante todos los días, mientras se realizan los operativos policiales. Los cabecillas irán a aislamiento solitario.” La sorpresa fue absoluta de parte de los líderes de “las maras”, porque no pudieron salir de sus calabozos en ningún momento, tampoco ducharse a diario, ni movilizarse por los patios, una prerrogativa que tenían hasta que llegaba la noche. En ese preciso instante se dieron cuenta de que Bukele no estaba jugando, ni era un pusilánime, como muchos de esos delincuentes creían. Y las palabras textuales del presidente fueron más allá al dejar escuchar lo siguiente: “El uso de la fuerza letal está autorizado para defensa propia o para defensa de la vida de los salvadoreños. El gobierno se encargará de la defensa legal de quienes sean injustamente acusados por defender las vidas de la gente honrada e insto a la Fiscalía a procesar a los aliados de las pandillas, por asociaciones terroristas y apología del terrorismo (…).” El recuento de las muertes de los últimos días, además de las 24 que ya habíamos señalado, reporta un total de 51 homicidios, hechos que empujan a los salvadoreños (junto a guatemaltecos y hondureños), a la inmigración desordenada hacia los Estados Unidos. “Unas 500 mil personas abandonan el Triángulo Norte de Centroamérica, debido a la inseguridad y violencia que provocan ‘las maras’”, afirma un comunicado de la organización Médicos sin Fronteras, una realidad que todos conocemos. Después de lo anterior y, a partir de este momento, podremos observar la reacción distinta de las fuerzas del orden salvadoreñas ante la criminalidad y el salvajismo expreso de “las maras.” Por supuesto que muchos estamos de acuerdo con esa decisión, porque hay que preservar las vidas de las personas buenas, con el costo mínimo por aquellas otras perversas que se eliminan. Conclusión: al mal hay que combatirlo siempre, allí donde aparezca y actúe. ¡Siempre!