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El Mito de los Médicos y Maestros Cubanos

El Mito de los Médicos y Maestros Cubanos no es Más que Eso… un Mito, una Mentira ampliamente Divulgada

LA HABABA, Cuba-(Especial para The City Newspaper) Una de las grandes farsas que el inoperante y criminal sistema implantado por Fidel Castro, ha esparcido por el mundo, dice que los médicos y educadores quienes han obtenido sus títulos profesionales bajo “el manto” del sistema comunista en la isla, son de lo mejor que ha aparecido sobre la faz de la Tierra. ¡Una falsedad del tamaño de Cuba misma!

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Tal es la magnitud de ese mito, que los dirigentes mismos se lo creen y cada vez que se presenta una desgracia pandémica o natural (terremoto, inundación o lo que sea), el gobierno asesino de La Habana, ofrece los servicios de sus médicos; lo mismo en aquellas naciones que son satélites obedientes de Cuba, tales los casos de Nicaragua y Venezuela.

Aparte de ello, nos preguntamos, ¿Cómo hace un gobierno técnica y realísticamente quebrado en lo económico, para surtir a sus doctores en medicina de los instrumentos y adelantos científicos, cambiantes día tras día, para que estén al tanto de dichos avances? Simplemente el médico en la isla caribeña hace lo que puede y con lo poco que tiene. Tampoco hay incentivos monetarios para ellos, los sueldos son ridículos, los ascensos, si existen, no van acompañados de los aumentos de sus salarios y como me dijo un ingeniero cubano en una oportunidad: “al no haber mayores ganancias más allá, porque la línea por alcanzar no ofrece mayores posibilidades monetarias, los profesionales en Cuba bajamos la guardia, nuestras ambiciones y anhelos personales se quedan donde están y la calidad de los servicios descienden.” Es decir, si no hay incentivos de ninguna especie y solo les ofrecen “el gratísimo honor patriótico de servir a la patria”, los médicos y maestros no luchan por mejorar en ningún aspecto. Es cuando la calidad desaparece de todos los centros de trabajo. A esto tenemos que sumarle la pobreza material en la que viven esos profesionales, la falta

de comida, medicinas, transporte para desplazarse a sus lugares de trabajo, etcétera, etcétera. El sistema comunista de Cuba no les ofrece vidas dignas a esas personas.

Un ejemplo de lo anterior lo dan los médicos enviados y estacionados actualmente en Venezuela: hemos sabido, gracias a las narraciones de otros latinoamericanos que han viajado a Caracas para ser intervenidos por esos doctores, que han regresado peor de lo que salieron. Recordamos a un caballero ecuatoriano que viajó a Venezuela para que los médicos cubanos le operaran las cataratas en uno de sus ojos y al regresar a su país, simplemente perdió el ojo. Esa es la calidad de la cual presumen los demagogos enquistados en el aparato Estatal de Cuba. Y los malos ejemplos de esta clase abundan, las experiencias nefastas han sobrepasado los límites.

En la actualidad, con la aparición de la pandemia del covid-19, creada y difundida por la China comunista por el mundo, el gobierno cubano ha aprovechado la coyuntura mortal para ofrecer la supuesta calidad de sus médicos y los ha enviado a 20 países, en un número de 1,500 profesionales de la medicina. Para empezar, los pobres doctores tienen que posar para los fotógrafos que los acompañan por órdenes del gobierno tiránico de La Habana, con la bandera de Cuba y el retrato de Fidel Castro, una vez que llegan a los aeropuertos de esas naciones. Además, van estrictamente vigilados por agentes del servicio secreto de la isla, para evitar que se produzcan deserciones. Tal es el encanto que causa el sistema castrista en esos pobres hombres y mujeres, en misión humanitaria contra el coronavirus. Los resultados científicos en esos lugares habrán sido ínfimos posiblemente, ante un virus tan contagioso y por la nula preparación que han tenido los mismos galenos antillanos.

En lo que atañe al comportamiento que deben tener los médicos cuando están de misión en el exterior, la ONG Human Rights Watch (HRW), denuncia: “un férreo manual de normas represivas acompaña a los médicos cubanos que viajan la exterior, que en algunos casos recuerdan a mecanismos de control social (…). El personal debe reportar a sus superiores todas sus relaciones amorosas. También está prohibido mantener relaciones con personas que mantengan ‘posiciones hostiles o contrarias a la revolución cubana’ o ‘cuya conducta no sea acorde con los principios o valores de la sociedad cubana’ (…).” Es por todo ello que nos volvemos a preguntar: ¿Qué clase de motivación puede tener un profesional cubano ante esa falta de libertades individuales? Porque, si lo personal falla, lo subsecuente también se viene abajo, en picada.

Es así como la medicina y quienes la ejercen en Cuba, es un asunto de Estado, del gobierno totalitario; inherente a ello, utilizan a los médicos a manera de propaganda, para recalcar un éxito que, en verdad, no se ve, no se manifiesta y no es consecuente con la realidad. Otro ejemplo que se ha dado en Venezuela, señala que recibieron con aplausos y vítores a un contingente de médicos cubanos, quienes llegaron al Estado Zulia, para combatir a la pandemia china del coronavirus. El resultado obtenido: 12 de esos galenos fallecieron. Es cuando el diputado, José Manuel Olivares, comisionado para la salud del

presidente encargado Juan Guaidó, y por lo tanto, contrario a la dictadura venezolana, explica: “Es una mezcla de populismo y mentira. Los médicos cubanos no cuentan con los medios de bioseguridad (…)”, y por supuesto son incapaces de ofrecer la curación ante un virus tan salvaje y mortal como el que nos ha enviado la China comunista. En otros términos, el gobierno cubano envía a sus doctores a morir lejos de Cuba, en un alarde de capacidad científica que realmente no existe ni tienen.

En lo que se refiere a los maestros sucede algo parecido. Es notoria la falta de capacidad que poseen, la pésima formación intelectual y pedagógica, y algo muy importante: salen de Cuba con la habitual indolencia con la que vivían y trabajaban en esa isla; es decir, al no tener incentivación de ninguna índole, cuando llegan al mundo libre o capitalista (según lo definen ellos mismos), presentan esos síntomas en los que se nota el mínimo esfuerzo, el desconocimiento de los programas a impartir ante los educandos y técnicas reñidas con la modernidad; pero, esencialmente, ese “mínimo esfuerzo”, ese no querer trabajar o hacerlo negligentemente, los pone de manifiesto y prontamente son despedidos y nunca más tomados en cuenta. A esto hay que agregarle que todos ellos solo han conocido un sistema político, cual es el comunismo, y, víctimas del cotidiano “lavado de cerebro” al que son sometidos, cuando viven en democracia se les salen esas simpatías por el socialismo disfuncional y caduco y hablan maravillas (inexistentes por supuesto), ante los alumnos, quienes tienen que sufrir al aguantar esas peroratas en medio de las lecciones.

De tal modo, esos educadores graduados en Cuba, traen con ellos el congénito ateísmo, la admiración por los iconos del marxismo (Karl Marx, Friedrich Engels, che Guevara, Fidel Castro, Raúl Castro y Vladimir Lenin), las características miserables de vida que llevaban en la isla, junto a sus deficiencias personalísimas de cada una de estas personas. La mayoría no sabe cómo ganarse la vida, porque el sistema represivo supuestamente todo se los daba, aunque fuera “toda” la miseria que sabemos en la que han estado postrados desde que nacieron en Cuba.

Así que “no hay tal culebra de pelo”, de acuerdo al adagio popular; pues se trata únicamente de un mito, tan añejo e improductivo como el comunismo que desde 1959 ha ensombrecido a esa isla caribeña.

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