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La Fuerza de Netanyahu Reside en Washington

La Fuerza de Netanyahu Reside en Washington

*El dictador judío está a punto de causar una de las peores guerras en Oriente Próximo, en el caso de que se anexione a Cisjordania

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TEL-AVIV Y WASHINGTON D.C.- (Especial para The City Newspaper). Benjamín Netanyahu es el dictador de Israel, así como se lee, con todas sus letras: dic-ta-dor; no hay otro adjetivo calificativo para describirle; si le aplicáramos otro, simplemente caeríamos en la inexactitud y en la mentira… es un dictador, sino busquemos la definición de tal concepto político en cualquier diccionario y apliquémoslo de inmediato a su quehacer al frente del gobierno israelí. Y es tan vergonzoso que, si David Ben-Gurión resucitara de su féretro, volvería a caer desplomado por el síncope cardíaco, aún más él, quien luchó por la fundación de un Estado judío democrático, lejano de las dictaduras ultras, de izquierdas y derechas, que tanto daño le hicieron, en el devenir de la historia, a la etnia judía, especialmente en Europa.

Pero la inmensa problemática que los mismos israelíes no saben sacarse de encima, no solo radica en la continuidad perpetua y perpetuada de Netanyahu, un individuo corrupto, prepotente, tiránico, inhumano, manipulador y guerrerista, sino en su axioma constante en contra de los intereses de unos y de otros, porque su “anti-política” perjudica por igual a judíos como a palestinos, quienes son sus enemigos declarados, mayormente acérrimos, más aún que los mismos nazis que masacraron a los judíos europeos en los años 40. La última “carta escondida de su baraja maldita”, la ha enfilado, como ha sido su nefasta costumbre desde que arribó al poder, contra el pueblo palestino, al que desea quitarle de una vez por todas, a Cisjordania. Lo ha dicho abiertamente y ha causado el revuelo esperado en el mundo árabe, que deplora tal intención.

Recordemos que la desaparición de Palestina planeada y ejecutada paulatinamente por Netanyahu, comenzó con la construcción de asentamientos judíos en tierras precisamente palestinas, prohibidas por naturaleza misma, por mandato de las Naciones Unidas y avaladas por la comunidad internacional; luego ordenó la construcción del gigantesco muro que “encajonó” a millones de esos ciudadanos, en Gaza; y ahora anuncia que prontamente procederá a borrar del mapa a Cisjordania, sin importar las consecuencias derivadas de esa acción coercitiva y draconiana. Lo anterior lo ha podido ejecutar Netanyahu, apoyado por el ejército israelí que, como todos sabemos, está armado hasta los dientes y es el único que se mantiene alerta y en guerra permanente, los 365 días de todos los años. Las masacres desde el aire y tierra, por medio de los aviones-caza y la infantería mecanizada israelí, han cobrado miles de vidas inocentes de niños, mujeres, ancianos y hombres palestinos, abierta e indiscriminadamente, de cara al mundo exterior, que muy poco ha sancionado tales actos de barbarie y sadismo criminal. Es decir, Netanyahu, usando el brazo armado de su política con respecto a Palestina, ha sido tan criminal, como lo fueron los nazis con los judíos en las décadas de los 30 y 40. No es mucha la diferencia. Son hechos comprobables gracias a los adelantos de estas épocas, mediante el internet, los drones, los celulares que filman y fotografían y a la inmediatez de la noticia, capaz de darle la vuelta al planeta en cuestión de décimas de segundo. En resumen, la política de Benjamín Netanyahu ha sido tan genocida, como la de cualquier dictador sanguinario que usted recuerde.

¿Pero dónde reside la confianza en sí mismo y el poder de este sujeto para manifestarse de tal modo, con tanta violencia y ese grado de criminalidad contra un pueblo indefenso, en el caso de los palestinos? Netanyahu oscila en medio de tres vértices o fundamentos, para poner en práctica sus ordenanzas militares y políticas. Veamos: 1. En el poderío del ejército de Israel, plagado de armas de última generación (misiles y con la bomba atómica, incluso); 2. en la supuesta fuerza moral en la que los judíos creen a pies juntillas y que, supuestamente, les ha dado el haber sido víctimas de la Alemania Nazi, o lo que ellos llaman “holocausto” (para darle fuerza religiosa y demagógica al acontecimiento histórico), cuyo nombre real y verdadero es “solución final”; y con base en esos hechos, responden con la mayor mansalva y criminalidad a todo aquel que se oponga a sus políticas de expansión y dominio territorial y económico y, según los judíos mismos, el mundo tiene que callar y volver el rostro hacia el lado contrario, porque sus axiomas –cualesquiera que esos sean, están y estarán siempre regidos por un principio inagotable, cuasi-eterno, de justicia terrenal ¡Y hasta Divina! Según aseguran sus rabinos ultra-ortodoxos. Y el punto número 3 en el que se apoya Netanyahu para violar una y otra vez al derecho internacional, descansa en los Estados Unidos; es decir, los judíos se guarecen bajo la sombra protectora de la Casa Blanca. Es por eso que a los dirigentes de Tel-Aviv no les preocupa las reacciones que se puedan dar en París, Londres, Berlín, Roma o Ryad, ante sus actos terroristas de Estado, siempre y cuando Washington los favorezca emocional y moralmente, tal y como ocurre en estos días precisos cuando Donald Trump, el esquizoide por antonomasia, se cataloga a sí mismo “judío mesiánico”, protector de todos los intereses que

emanen desde el corazón de Israel. Recordemos además que al demente Trump le hablan a sus oídos, su hija Ivanka, casada con un judío, Jared Kushner, y convertida a esa fe; y su mismo yerno, quien no sale del Despacho Oval y siempre está presente en todo momento delante y frente a Trump.

Basado en los tres aspectos anteriores, Netanyahu desestabiliza a la precaria paz de Oriente Próximo, especialmente cuando amenaza con desaparecer a Cisjordania y también cuando interna sus aviones en territorios del Líbano y Siria, y bombardea a mansalva a pueblos que, de todas maneras, tienen sus propios y desgarradores conflictos bélicos contra el Estado Islámico y las guerrillas varias que ahí operan.

Lo que se espera próximamente

Ante el anuncio del dictador israelí de que se anexionará Cisjordania, los mismos judíos racionalistas, realistas y sensatos, saben (y han dicho), que será un error de incalculables y peligrosísimas consecuencias; lo mismo opinan la mayoría de los líderes europeos y occidentales, junto a los musulmanes, repartidos en naciones como Egipto, Pakistán, Arabia Saudita, Irán, Siria, los Emiratos Árabes y demás... Vendrá una intifada mayor, serán atacados los intereses judíos alrededor del mundo (recordemos la detonación de una bomba en el Centro Israelita de Buenos Aires, Argentina), sin importar el riesgo logístico que esos actos impliquen, ni la lejanía geográfica. Correrá la sangre de palestinos y de los mercenarios de la facción armada Hamas; así como la sangre de muchos ciudadanos israelíes, ajenos a la problemática que Netanyahu quiere causar; porque no todos los judíos son guerreristas, no todos tienen sed de venganza contra el resto de la humanidad y una inmensa mayoría de ellos anhelan vivir en un entorno en paz, progresar en paz y ver a sus familias interactuando en medio de la paz. Pero nunca una “pax romana” como propone Mike Pompeo, la cabeza visible de Washington en política exterior y el mismo Trump, quienes se hacen eco de los desvaríos de Netanyahu; sino una paz justa, humana, equitativa, sólida, permanente e inquebrantable. Eso quieren los israelíes sensatos, cansados de tantas muertes, persecución e ignominia, contra ellos mismos y contra otros pueblos vecinos.

Es así como la fuerza de Benjamín Netanyahu reside en el apoyo que le dé Washington en todo momento; un hálito que no percibió ni recibió de Barack Obama, el expresidente musulmán estadounidense; y que sí recibe a manos llenas del demente Donald Trump, en estos tiempos enrarecidos por tantos líderes enfermos, propicios para ser llevados a sanatorios de trastornados.

Finalmente diremos que… las arenas del Sahara y del Néguev llevan consigo aires de guerra y más dolor a la región convulsa de Oriente Próximo. Y aquí se cumplirá una vez más aquello de que las guerras parten de los corazones oscuros y de las mentes atrofiadas,

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