3 minute read
Capital de Sombras, Vendedores e Indigentes
Una Capital de Sombras, Vendedores e Indigencia
SAN JOSÉ, Costa Rica-(Especial para The City Newspaper) Talvez estos datos le impresionen a usted amigo lector: esta ciudad fue la segunda en tener energía eléctrica en la historia de América entera, después de Nueva York; en épocas anteriores fue la Capital del tercer país en alfabetización de América Latina, después de Argentina y Chile; y el tercero también en cobertura médica después de las mismas naciones arriba señaladas; y Costa Rica, en la actualidad, es la segunda democracia más sólida y más antigua de todo el continente, detrás de los Estados Unidos. Pero son datos apenas. No estamos alardeando, porque, oculta tras el alarde, siempre está una realidad que no se desea y que ensombrece lo anterior.
Advertisement
San José, como la mayoría de las Capitales del mundo, es un buen parámetro sociológico y económico para observar cómo marchan las finanzas del país al completo; es lo que los especialistas llaman “una muestra” para determinar si la situación marcha o nó. La otrora urbe tranquila y agradable de los años 60 y 70, del Siglo pasado, hoy solo es un remedo triste de lo que fue. Tiene un alcalde, Johnny Araya Monge, quien lleva en el cargo 30 años exactos, debido a que los votantes no se interesan por las elecciones por los municipios ni alcaldías y por lo tanto, resulta reelecto con una cantidad ínfima de los votos de amigos suyos; ha gestionado varias transformaciones en lo superficial de la ciudad que, en lugar de beneficiarla, la han perjudicado notoriamente. Por ejemplo, fascinado por las urbes europeas, Araya ordenó el cierre de calles y avenidas para convertirlas en “ramblas,” en imitación de las vías para peatones en Europa. Pero esos espacios libres de vehículos, son invadidas, día y noche, por vendedores informales nicaragüenses, quienes obstaculizan
el libre caminar de los ciudadanos; y, apenas anochece, gritan de manera estridente y espeluznante, ofreciendo sus productos de bajísima calidad (detrás de esas gentes, hay delincuentes que los explotan al pagarles salarios insuficientes para vivir). Por otra parte, el horrendo espectáculo diario de la Policía Municipal persiguiendo a esos vendedores, concede una imagen negativa e impresionante para los turistas, quienes cada vez son menos en esta ciudad.
Otro semblante de la que fuera una bonita y “coqueta” ciudad durante el Siglo XX, describe calladamente la profunda crisis económica por la que atraviesa Costa Rica, pues las tiendas de ropa y otras mercancías, han ido cerrando paulatinamente y la panorámica de “cortinas metálicas” bajadas y selladas con gruesos candados, cada día es más evidente. Los propietarios e inversionistas han decidido “claudicar”, huir y cerrar sus negocios, ante la inutilidad de los sucesivos gobiernos por levantar la economía general y per cápita de la nación. En otro flanco de la urbe, las familias pequeño-burguesas tan características en los años 50, 60 y 70, han ido vendiendo sus agradables casitas y se han retirado quién sabe adónde…, debido a que esos bellos barrios capitalinos han sido invadidos por travestis (homosexuales callejeros) y prostitutas, por las noches; y por el hampa ya experta en sicariato. Es por todo ello que las imágenes que nos depara San José en estos últimos años, es fantasmal, silenciosamente espectral en el casco central y periferia. En resumidas palabras, la Capital costarricense se ha ido convirtiendo en “la ciudad de la nada y habitada por nadie.” Solo el mismo alcalde, Johnny Araya, quien de paso tenemos que subrayar que no es nativo de San José y cuando se refiere en sus discursos a la historia reciente de esta ciudad comete errores de bulto, observa que todo marcha bien; aun cuando los indigentes deambulan con sus horrendos cartones en sus espaldas, que les sirven de “cama y techo.”¡San José da pena! Es una ciudad que languidece, que lanza un quejido audible solo para quienes nacimos aquí y la conocimos señorial y encantadora en nuestra niñez y adolescencia. Es una urbe que “grita por un golpe de timón” hacia mejores rumbos y, por el momento, nadie lucha con sensatez para que ello se produzca.