Lecturas zamora

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Un vasco canta a Zamora:

Zamora de Doña Urraca, Zamora del Cid mancebo, Zamora del rey Don Sancho, ¡ay Bellido traicionero! Zamora de torres de ojos, Zamora del recio ensueño, mi románica Zamora, poso en Castilla del cielo de las leyendas heroicas del lejano romancero, Zamora dormida en brazos corrientes del padre Duero. Miguel de Unamuno Un zamorano fai poesía da historia da súa cidade:

(...) ¿Qué sitio éste sin tregua? ¿Qué hueste, qué altas lides entran a saco en mi alma a todas horas, rinden la torre de la enseña blanca, abren aquel portillo,el silencioso, el nunca falso? Y eres tú, música del río, aliento mío hondo, llaneza y voz y pulso de mis hombres. (...) Claudio Rodríguez, Al ruido del Duero Zamora a beira do Douro, vítima das enchentes:

Te lo pido por tus barbas padre Duero, ¡sálvalos de la riada! Bien entiendo que te haya rebasado la paciencia tanto insulto

de las huertas y las fábricas arrojando sus espumas moquiblancas Sus abonos malrojizos, a tus aguas. Bien lo entiendo; pero basta padre Duero, ¡sálvalos de la riada. A los pobres que en tu fe los Barrios Bajos habitaban y que a saco has entrado por sus casas y que pescan en tus pozas los pucheros, los jergones de las camas! Padre Duero, ¡sálvalos de la riada!

En Zamora 13 NOVEMBRO 2014

Agustín García Calvo, Más canciones y soliloquios

Lembrando a tradición zamorana de botar ao río un ramo de flores para conxurar á morte:

¡Que nadie hable de muerte en este pueblo! ¡Fuera del barrio del ciprés hoy día en que los niños van a echar el ramo, a echar la muerte al río! ¡Salid de casa: vámonos a verla! Ved que allá va, miradla, ved que es cosa de niños! Tanto miedo para esto. Tirad, tiradle piedras que allá va, que allá va. Sí, lo que importa es que esté lejos. Claudio Rodríguez, Un ramo por el río

LEMOS ZAMORA


As pontes de Zamora:

Por los puentes de Zamora, sola y lenta, iba mi alma. No por el puente de hierro, el de piedra es el que amaba. A ratos miraba al cielo, a ratos miraba al agua. Por los puentes de Zamora, lenta y sola, iba mi alma. Blas de Otero, Que trata de España, canción V Zamora no romanceiro.-

(...) Allá en tierra leonesa un rincón se me olvidaba, Zamora tiene por nombre, Zamora la bien cercada, de un lado la cerca el Duero, del otro peña tajada. ¡Quien vos la quitare, hija, la mi maldición le caiga! Todos dicen: «Amen, amen», sino don Sancho que calla. Anónimo

De un cabo la cerca el Rey, del otro el Cid la cercaba. Del cabo que el Rey la cerca Zamora no se da nada. Del cabo que el Cid la aqueja Zamora ya se tomaba.

...

Reto do conde don Rodrigo:

Rey don Sancho, rey don Sancho, no digas que no te aviso, que del cerco de Zamora un traidor había salido: Bellido Dolfos se llama, hijo de Dolfos Bellido, a quien él mismo matara y después echó en el río. Si te engaña, rey don Sancho, no digas que no lo digo.

Fementidos y traidores sois todos los zamoranos porque dentro de esa villa acogisteis al malvado de Bellido, ese traidor, el que mató al rey don Sancho, que los que acogen traidores traidores sean llamados; y por tales yo vos reto, y a vuestros antepasados y a los panes y a las aguas de que sois alimentados...

Tristeza dos zamoranos:

Do romance XI da infanta dona Urraca, que foi a Cabezón a queixarse con amargura diante do rei seu pai:

O asedio:

O traidor:

O Cid abandona o asedio

Afuera, afuera, los míos, los de a pie y los de a caballo, pues de aquella torre mocha una vira me han tirado. No traía el asta el hierro, el corazón me ha pasado, ya ningún remedio siento sino vivir más penado.

Tristes van los zamoranos metidos en gran quebranto; retados son de traidores, de alevosos son tratados. Más quieren ser todos muertos que no traidores nombrados.

Un refrán que lembra os sete meses de asedio a Zamora por parte de Sancho o Bravo, no ano 1072, para arrebatarlla á súa irmá dona Urraca:

Consuélate, señor, que en una hora no se ganó Zamora (Celestina a Calisto)

La Celestina VI 221

Viriato, zamorano? TÚMULO A VIRIATO. FALA O MÁRMORE

Memoria soy del más famoso pecho Que el Tiempo de sí mismo vio triunfante; En mí podrás, oh amigo caminante, Un rato descansar del largo trecho. Lluvias de ojos mortales me han deshecho, Que la lástima pudo en un instante Volverme cera, yo que fui diamante, De tales prendas monumento estrecho.

Estas armas, vïudas de su dueño, Que visten con funesta valentía Este, si humilde, venturoso leño, De Virïato son; él las vestía, Hasta que aquí durmió el postrero sueño En que privado fue del blanco día. Francisco de Quevedo


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