Crearon un mundo donde lo económico rige la voluntad del hombre, desplazando la ética y los principios. Sin embargo seguimos siendo humanos que interactuamos, con pasiones y expectativas, incluso la aparente lejanía de nuestras creencias nos siguen hablado de fe. En muchos de nosotros nada ha cambiado, fue nuestra decisión apostar por la confianza, por las buenas maneras (sin ortodoxias ridículas), por la lealtad (entendida como el valor por la confianza del otro) y la civilidad, único reglamento no escrito pero de importancia capital entre ciudadanos. Sólo la palabra sustenta los valores, sólo los hechos soportan los principios, fuera del momentáneo poder que da lo económico un hombre siempre tiene su palabra, dicho valor no depende de la fluctuación de mercados ni está en riesgo por los bonos basura. Los alcances del dinero no se comparan a los de la palabra, ella cimenta amistades duraderas, une a la familia, consolida eficientes equipos de trabajo.