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Jordán Yleret / Moisés Carol. El escritor del misterio
from Nuevo Nan 2
Moisés Carol El escritor del misterio
Conocí a Moisés Carol en ocasión de una conferencia que ofreció en el Jockey Club, frente a la plaza Libertad, primer piso. Fue en 1972, en mis primeros años en Santiago del Estero, cuando estaba hambriento de su historia, su cultura y su gente, y además de las voces de su paisaje escuchaba y leía a sus escritores. Era noviembre y a pesar del calor yo vestía saco, como era la costumbre. Carol llevaba traje negro y lo escuché desde las últimas filas en el salón colmado. Lo presentó el profesor José Andrés Rivas, que también había llegado en esos años. La palabra de Carol era fuerte y encendida. La idea que expuso me resultó alucinante: las sequías estimulan las apariciones de seres fantásticos, lo que demostró con casos de la provincia. Su audaz hipótesis era bidisciplinaria, vinculando a naturaleza y sociedad, lo que no era tan novedoso como su énfasis en un plano poco estudiado: el imaginario colectivo. Al concluir me acerqué a saludarlo. Más alto que yo, delgado y recio, de pelo cano, superaba los 60, el doble de mi edad entonces; en el apretón de manos que nos dimos me transmitió esa indefinible energía que podemos tener los humanos (a veces). Pasaron varios años hasta que advertí la magnitud y los perfiles de su obra singular y aun poco conocida, y todavía no reconocida, en el parnaso de la literatura santiagueña del siglo XX. Abordó cuento, novela, poesía y crónica periodística, ya que trabajó en El Liberal durante la década del 30, cuando el diario acababa de ser adquirido por los hermanos José F.L. y Antonio Castiglione. De esos años proviene su libro La gran sequía, que además de novela consiste en un relato histórico acerca de cómo se vivió ese evento climático durante el año 1937. No conozco datos de su primera edición, pero sí de la segunda con el sello El Cañón Oxidado, en 1971. En ese libro están las ideas que expuso aquella noche. El autor de que hablamos pertenecía a una familia “de apellido”, como se dice de aquellas que formaron parte de la aristocracia (o patriciado) colonial que nutrió la clase dirigente durante el siglo XIX, que aun disminuida podemos observar hasta el presente. En 1947 Carol se radicó en Buenos Aires, donde murió en 1997. En ese medio siglo todavía poco conocido de su vida continuó su vida de escritor que se nutría del ancestro provinciano de niñez y juventud. En el cuento “La casa”, publicado en la revista Sur en los años 50, relata su experiencia infantil de saltar la tapia de una casona abandonada en la avenida Roca, enfrentando el secreto de una muerte que allí había ocurrido y de las vidas que dejaron residuos en baúles y en el aljibe. Todavía recuerdo el estremecimiento que me produjo esa lectura. En los cuentos La María Solita está dormidarelata escenas no menos alucinantes. Una de ellas transcurre en la escalinata que conduce al campanario de la Iglesia Santo Domingo. Entre tumbos y retumbos(edición de Plus Ultra) aborda el pensamiento y los rituales de la vida campesina, de los que conversaba con Canal Feijóo. Según Anuna Palumbo, que me relató estos encuentros que tuvieron en casa de Bernardo, Moisés era generoso en humor y picardía, así como buscador de claves en las creencias populares. De allí proviene su recuperación del culto de la iguana, ya esbozado como creencia originada en Sumamao. En este momento de recuperación de herencias, cabe inscribir la de Moisés Carol, de modo que reeditar algunas de su obra, aún incompleta, constituye un desafío para los editores de historias olvidadas.
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Moisés Carol en una clase de teatro
Entre los otros libros que conozco de Moisés Carol menciono la antología de mujeres poetas que realizó Carol en los años 50 es una obra pionera en su género y recomiendo su consulta. En ella incluye a Juana y Carola Briones, Blanca Irurzun y Clementina Rosa Quenel,novela “Lucro y enigmas” y los poemas “Cantos para Alba”, dedicado a su esposa.