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Ensayo- Piezas de la inseguridad
Piezas de la inseguridad
Arantza Ocampo
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Uno nunca se da verdaderamente del valor de su identidad, su seguridad o su espacio personal hasta que se ven amenazados. Se supone que a lo largo de todo el mundo, en cada continente, país y Estado se protege al ser humano, inclusive se le reconocen derechos para proclamar su seguridad. Sin embargo, hablar de un lugar donde todos los habitantes vivan en completa tranquilidad y armonía resultaría utópico. Aun así, los países donde los ciudadanos viven más situaciones de inseguridad y violencia son los que están en vías de desarrollo, se les conoce como tercermundistas. Un claro ejemplo es México, nación que pese a tener potencial para avanzar alberga muchos caos de asaltos, secuestros, matanzas, violaciones, entre muchas otras fuertes problemáticas. Es verdad que no todos los mexicanos nos hemos visto en situaciones tan extremas, pero hay algo que la mayoría (si no es que todos) han experimentado: los pequeños detalles que se deforman en inseguridad. Los problemas no siempre nacen de situaciones grandes y llamativas, también resultan de cuestiones con las cuales se convive diario.
“¿Cómo te llamas?”, alguien me preguntó una vez en la calle, no me percaté de que era una de las preguntas más frecuentes para quitarle la máscara a alguien desconocido, hasta que un señor con expresión perversa me lo expresó mientras seguía mis pasos. Es un arma de doble filo, pude ser amigable para
quien tiene buenas intenciones, pero a la vez puede transformarse en un peligro por parte de quien desee usarla como arma.
Es una pregunta que muchas personas han escuchado antes de ser amigos, antes de ser novios, pero también antes de ser acosados, asaltados o violados. Debería reconsiderarse su valor, tal vez también necesitaríamos otorgarle un poco más de importancia; no es una cuestión que debería ser atendida con tanta tranquilidad, tanta ligereza. Es una herramienta para los acosadores que persiguen mujeres por las calles, es un arma para los ladrones de identidad, es un camino por el cual pasan muchas víctimas envueltas en problemas graves.
Caminando por las calles de México se puede oír esta pregunta con frecuencia, podría no tener peso, pero adquiere tintes peligrosos cuando es susurrada hacia una chica solitaria, menor de edad y blanco de atención de un hombre con malos pensamientos. No solo las armas o las miradas lascivas son amenazas, también lo son factores comunes, como las preguntas, las palabras.
No es imposible asaltar o acosar a alguien por medio del habla. ¿No es acaso la forma más rápida de llegar a alguien y captar su atención? Todos los individuos tienen la capacidad de comunicarse, expresar ideas o sentimientos, pero estos objetivos no son siempre los más nobles. Lo primero que se emplea para victimizar a una persona es la palabra; arrebata derechos, pertenencias, tranquilidad, inclusive vida. Por más increíble que parezca, lo primero de lo cual debe protegerse el individuo es de su propia capacidad de comunicarse, cómo ésta es empleada y compartida con y por otros. En mi caso, cuando aquel sujeto me preguntó por mi nombre, vi mi existencia entera pasar ante mis ojos.
Por otro lado, es común encontrarse con personas que no conocen el concepto de espacio personal. Yo lo he experimentado en el trasporte público, en supermercados y en calles transitadas; dentro de una ciudad es imposible no encontrarse en situaciones así. Respetar el espacio del prójimo es algo que se enseña, pero no a todos, lamentablemente; y es igualmente un arma de doble filo. Puede darse espacio personal cuando se demuestra respeto hacia el otro o irrumpirse con quien se es cercano, pero también es posible pasarle por encima cuando se pretende agredir físicamente. Sobrepasar el espacio vital de una persona es buscar cercanía, proximidad, casi intimidad, pero es bien sabido que dichos conceptos no son siempre agradables.
En los transportes, calles, espacios cerrados, espacios públicos de México, se rompe el espacio vital cuando se asalta, pelea o viola. Las consecuencias acerca de la falta de educación sobre el espacio que se debe guardar en relación a otro individuo son algo que no solo se sufre en las filas del supermercado, sino también antes de un asesinato a mano armada o un intento de abuso sexual. Por lo cual, es justo recalcar la importancia del espacio personal, tal vez de esa forma habría menos víctimas a causa de su vulneración. Si se tomara más en cuenta y
se inculcara en casas y escuelas, la gente valoraría su propio espacio personal, respetaría el ajeno y reaccionaría ante la proximidad de alguien externo.
La autoestima alta es una joya con la cual muchos cuentan y presumen, pero otros desean y padecen. Conlleva muchas otras cualidades, como la seguridad, la valentía, el atrevimiento, todas las cuales enaltecen a quien las posee. Sin embargo, resulta ser una maldición para quien no las tiene, para quien nunca las ha siquiera concebido. Lo que conlleva carecer de una alta autoestima es más desfavorable de lo que parece, trae consigo silencio, miedo, agresividad y timidez. ¿No es aquello por lo cual atraviesan las personas que han sufrido algún problema? Ser introvertidos puede ser bueno, pero también resultar ser un silenciador que trae consigo dolencias y consecuencias.
A veces, uno de los problemas más importantes recae en no atreverse a hablar, a defenderse, a confesar. Quien calla cuando es blanco de burlas, quien no se defiende ante una pelea o acoso ni habla sobre lo que le ha pasado se está haciendo más daño a sí mismo del que le han hecho. Es cierto que el habla, como se ha dicho antes, es la primera forma de atacar a alguien, pero también es un escudo y una prevención para quienes están del otro lado del asunto. Muchas personas no tienen la seguridad para enfrentarse a quienes les faltan al respeto; tampoco saben cómo defender su opinión ante otros ni se atreven a buscar ayuda para encontrar solución a lo que les ha ocurrido. ¿Cuántas víctimas de asaltos, bullying, violaciones o acosos viven en la sombra? No es fácil conseguir el valor para superar aquello que duele o da miedo, pero los restos detrás del temor construyen cárceles para todos aquellos que nunca se atreven a luchar su propia causa o inclusive la ajena.
Definitivamente, otra inseguridad es aquella que ocurre cuando la víctima no se atreve a alzar la voz, tampoco a levantar la cara. Sería un problema menor si realmente se impulsara la idea de creer en uno mismo; sin embargo, la negación y el temor pueden acabar con la integridad intrínseca en todo ser humano. El día en que un señor me persiguió por la calle haciéndome preguntas personales, no tuve la valentía de negarme a responder, tampoco pude revelarle a mis padres mi experiencia y me carcomió no haber actuado con la firmeza que
siempre pensé me caracterizaba. La conclusión que extraje es que no es bueno guardarse acciones, ni palabras, ni mucho menos confesiones, en especial en casos de violencia o acoso como el aquí referido.
Si se hace un análisis más profundo a lo que conforma la inseguridad, puede llegarse a detalles casi imperceptibles, pero fundamentales. ¿Quién diría que la palabra, el espacio personal o la autoestima podrían ser amigos de los problemas? Ciertamente lo son, porque habitan dentro de cada persona, son inevitables, son comunes. La inseguridad, los reveses, los riesgos nacen desde los individuos, desde su mal empleo de aquello que son. La falta de mediación acerca de las acciones o sentimientos de las personas es otro factor que resulta inconveniente, sería diferente si se enseñara a todos a moderarse, a controlarse, a respetarse; pero ello también involucra un control y aprecio propios.
En México, como país del cual más se habla en este texto, los ciudadanos no tenemos un claro concepto sobre muchos factores que dan como resultado la prudencia externa e interna; el prójimo es, por ejemplo, un tema que no concebimos claramente, de esa forma, no sabemos muy bien cuán importante es lo que nos rodea ni cómo nos afecta. La educación, entonces, debería ser la solución para esta imprecisión; permitiría inculcar todos los conocimientos que servirán en un futuro para desenvolverse correctamente y autovalorarse.