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Plagas sin corona. Que la reina sea la soja
by Aapresid
Por: Ing. Agr. Augusto S. Casmuz. Sección Zoología Agrícola - EEAOCCorreo: zoología@eeaoc.org.ar
Oruga bolillera, picudo negro de la vaina, complejo de defoliadoras y chinches son algunas de las principales plagas del cultivo de soja. Te contamos sus características y cómo manejarlas.
Por la diversidad de ambientes donde se desarrolla la soja (Glycine max (L.) Merr), son numerosos los problemas fitosanitarios que afectan la productividad de este cultivo, destacándose entre ellos a las plagas insectiles. Las de mayor frecuencia en la región del noroeste argentino (NOA) son la oruga bolillera; las defoliadoras Anticarsia gemmatalis y Chrysodeixis includens; el complejo de chinches fitófagas y el picudo negro de la vaina, Rhyssomatus subtilis, estas dos últimas plagas no blanco de la soja Bt (Salas y Ávila, 2006; Casmuz et al., 2013; Murúa et al., 2016).
A continuación, se describirán las características principales de este complejo de plagas y se hará referencia a las estrategias disponibles para su manejo.
Oruga bolillera
Las orugas bolilleras corresponden al complejo Heliothinae que está integrado por las especies Helicoverpa gelotopoeon, H. zea, H. armigera y Chloridea virescens. En el NOA, H. gelotopoeon es la especie más frecuente en el cultivo de soja (Murúa et al., 2016).
Características
La oruga bolillera adquiere mayor importancia en las etapas iniciales de la soja, fundamentalmente en las fechas de siembra tempranas de este cultivo (fines de noviembre hasta mediados de diciembre). La ocurrencia de esta plaga fue favorecida por cambios en el sistema productivo, mencionándose a la incorporación del cultivo de garbanzo, alternativa invernal de importancia para nuestra región. El garbanzo es un hospedero preferido por la oruga bolillera, permitiendo el desarrollo de las primeras generaciones, para luego manifestarse en las etapas vegetativas de la soja (Casmuz et al., 2021).
Esta situación suele agravarse bajo condiciones de sequía y altas temperaturas, que son factores favorables para el desarrollo y la evolución de la oruga bolillera.
El adulto es una mariposa que tiene una envergadura alar de entre 28 mm y 35 mm de color castaño claro, con una franja oscura cruza la parte posterior y una macha parda oscura en centro de cada ala. El adulto en posición de reposo dispone las alas en techo de dos aguas (Figura 1). Las hembras depositan sus huevos individualmente, generalmente en los brotes terminales y hojas (350 a 500 huevos por hembra). Entre los 3 y 5 días nacen las orugas, que pasan por 5 estadios larvales, cumpliéndolos entre 15 y 20 días (Figura 1). Las orugas mayores a 1 cm son de color variable y se caracterizan por el extremo caudal que finaliza con una inclinación en ángulo de 45° aproximadamente. Presenta setas o microespinas visibles y dos bandas laterales siempre más claras que el resto del cuerpo (Figura 2). La larva del último estadio se arroja al suelo para pupar. La pupa es el estado que le permite a H. gelotopoeon atravesar las condiciones adversas durante el invierno. Esta especie completa su ciclo en aproximadamente 30 a 40 días (Navarro et al., 2009).
Daños
En las etapas vegetativas las orugas pequeñas pliegan con tela el folíolo aún sin desplegar, produciendo una defoliación leve del mismo (Figura 3). Las orugas de más de 1 cm se alimentan de hojas y de brotes. El daño del brote terminal en las etapas vegetativas iniciales determina la pérdida de la dominancia apical y, en consecuencia, una disminución de la altura y la modificación de la estructura de las plantas afectadas (Figura 3). En etapas vegetativas avanzadas, las orugas se comportan como defoliadoras; mientras que en las fases reproductivas pueden consumir flores, vainas y semillas. Esta especie tiene una marcada preferencia por los granos, perforando las vainas de la soja en los sitios donde se encuentran estos órganos como se detalla en la Figura 4 (Iannone y Leiva, 1993)
Estrategias de manejo
El monitoreo de los adultos a partir de trampas de luz o de feromonas puede ser útil como sistema de alerta o alarma, permitiendo focalizar el muestreo sobre el cultivo. En la soja el monitoreo de orugas de H. gelotopoeon se realiza a partir del empleo del paño vertical, considerándose también, la revisión de los brotes de las plantas pequeñas (hasta un V5/V6) para constatar la presencia de huevos y/o orugas pequeñas de H. gelotopoeon. También es importante registrar plantas dañadas por esta plaga, considerándose aquellas que tengan el brote terminal afectado.
Entre las herramientas para el manejo de la oruga bolillera, se menciona a insecticidas para el tratamiento de semillas (grupo de las diamidas); y en aplicaciones foliares a insecticidas pertenecientes a los grupos de los piretroides, IGR (Insect Growth Regulators), pirroles, espinosinas y diamidas. En las aplicaciones foliares se debe tener en cuenta el tamaño de la oruga, ya que las orugas pequeñas están protegidas en los brotes, y aquellos aspectos relacionados a la calidad de aplicación para lograr un mejor control de la plaga. En etapas vegetativas iniciales el período de protección de los insecticidas aplicados foliarmente está condicionado por las nuevas infestaciones de la plaga.
Otra herramienta de manejo es la soja Bt, que expresa la proteína Cry1Ac, manifestando hasta la actualidad un excelente control de las orugas de H. gelotopoeon. En caso de incorporar esta tecnología se debe cumplir con las recomendaciones establecidas para protegerla, mencionándose a la incorporación del área refugio con soja no Bt (Casmuz et al., 2016).
Complejo de oruga defoliadoras
En el NOA, las especies más frecuentes son la oruga de las leguminosas, Anticarsia y la falsa medidora Chrysodeixis includens (Casmuz et al., 2013).
Características
La oruga de las leguminosas, A. gemmatalis, puede presentar una primera generación en los meses de octubre y noviembre sobre el cultivo de vicia. En la soja suele ocurrir con mayor frecuencia desde mediados de enero hasta fines de febrero o principios de marzo.
El adulto es una mariposa que tiene una envergadura alar de entre 32 mm y 40 mm. La coloración es variable desde un pardo morado a un pardo amarillento pálido, con una línea que cruza las alas y es de un color más claro u oscuro que el resto del cuerpo. El adulto en posición de reposo presenta las alas extendidas (Figura 5). Las hembras depositan sus huevos en forma aislada, gegemmatalis,
neralmente en el envés de las hojas (900 a 1000 huevos por hembra). Entre los 3 y 4 días nacen las orugas, que pasan por 6 estadios larvales, cumpliéndolos entre los 12 y 17 días. La coloración de las orugas va desde el verde claro al castaño oscuro cuando ocurren altas poblaciones. Las orugas tienen 5 pares de patas falsas, con el último par dispuesto hacia atrás en forma de V y se caracterizan por presentar movimientos bruscos al ser molestadas (Figura 5). La oruga del último estadio se arroja al suelo para pupar en los primeros centímetros. Esta especie carece de mecanismos para soportar las condiciones adversas del invierno (Navarro et al., 2009).
La falsa medidora, C. inludens, representa más del 90% de la abundancia dentro del complejo de medidoras, donde también encontramos a Rachiplusia nu. La falsa medidora es una especie que suele ocurrir después de A. gemmatalis, observándola con mayor frecuencia en los meses de febrero y marzo en el cultivo de soja. Si las condiciones ambientales de marzo y abril son favorables para su desarrollo, la ocurrencia suele extenderse hasta mayo en el cultivo de poroto.
El adulto es una mariposa con una envergadura alar de 26 mm a 36 mm. Las alas de color pardo oscuro con 2 pequeñas manchas plateadas cerca del centro de las alas, que no se tocan entre sí. En posición de reposo dispone las alas en techo de dos aguas y se puede observar la presencia de dos penachos, siendo el toráxico muy notorio (Figura 6). Las hembras depositan sus huevos individuales, generalmente en el envés de las hojas (300 a 320 huevos por hembra). Entre los 3 y 5 días nacen las orugas, que pasan por 6 estadios larvales, cumpliendolos en 23 días. Las orugas son de color verde claro, verde amarillento o verde oscuro cuando se presentan en altas poblaciones. Poseen la cabeza y tórax estrechos y un abdomen que se va ensanchando gradualmente hacia la región caudal (Figura 6). Las orugas tienen 3 pares de patas falsas visibles, con un cuarto y quinto par de patas vestigiales, no visibles a simple vista (Vera et al., 2019). El desplazamiento es lento, arqueando el cuerpo o midiendo. La larva del último estadio teje un capullo con hilos de seda en el envés de las hojas donde empupa (Navarro et al., 2009). La pupa es de color verde claro o verde brillante con una pigmentación irregular en la parte dorsal (Figura 6). Esta especie carece de mecanismos para soportar las condiciones adversas del invierno.
Daños
Las etapas críticas son las reproductivas, desde R3 en adelante, donde las defoliaciones causadas por estas orugas pueden repercutir negativamente sobre el rendimiento del cultivo. Tanto las orugas de A. gemmatalis como las de C. inludens pueden consumir vainas cuando ocurren altas poblaciones.
Las orugas de A. gemmatalis se ubican en la parte superior del cultivo y consumen las hojas sin respetar nervaduras (Figura 7). Sus orugas son muy voraces, con un consumo foliar que varía entre 74 a 105 cm2 de hojas (Navarro et al., 2009), ocurriendo más del 90% con orugas mayores a 1,5 cm.
Las orugas de falsa medidora, C. includens, consumen hojas respetando las nervaduras principales, tomando un aspecto de red (Figura 7). En general, las larvas, se ubican en el tercio medio de las plantas y en el envés de las hojas (Navarro et al., 2009). El consumo foliar varía entre 64 a 200 cm2 de hojas.
Estrategias de manejo
El monitoreo de los adultos a partir de trampas de luz puede ser útil como sistema de alerta o alarma, permitiendo focalizar el muestreo sobre el cultivo. El monitoreo de orugas se realiza a partir del empleo del paño vertical considerando, además, la estimación del daño foliar. Desde R3 en adelante, los umbrales de acción establecidos para el control de las defoliadoras mencionan cantidades de 20 orugas por metro lineal de cultivo y valores de defoliación de un 10% en variedades de grupos de madurez cortos y un 20% en las de grupo largo. Cabe mencionar que los niveles establecidos en los umbrales de acción son orientativos y estarán sujetos a las condiciones bajo las cuales se desarrolla el cultivo y a la ocurrencia de otras limitantes fitosanitarias, entre otros factores.
Con respecto a las herramientas para el control, se dispone de una serie de insecticidas para la aplicación foliar. Entre ellos encontramos a productos pertenecientes a los grupos de los piretroides, carbamatos, IGR (Insect Growth Regulators), pirroles, espinosinas y diamidas. Estos insecticidas presentan muy buenos controles sobre A. gemmatalis, por ser una especie muy sensible y por ubicarse en el estrato superior del cultivo, donde resulta fácil lograr una buena llegada del producto al blanco. Cuando la especie a controlar es la falsa medidora, C. inludens, no es recomendable el empleo de piretroides por presentar controles poco eficaces sobre esta oruga. Un aspecto clave para obtener mayores controles sobre C. includens es la calidad de aplicación de los insecticidas, con el propósito de lograr una mejor llegada al estrato medio del cultivo (Casmuz et al., 2012).
Otra herramienta de manejo es la soja Bt, que ha manifestado hasta la actualidad un excelente control de las orugas de A. gemmatalis y C. inludens. En caso de incorporar esta tecnología se debe cumplir con las recomendaciones establecidas para protegerla, mencionándose a la incorporación del área refugio con soja no Bt (Casmuz et al., 2016).
También es importante tener en cuenta el control natural ejercido por algunos agentes biológicos, mencionándose a los entomopatógenos como Nomuraea rileyi, sobre A. gemmatalis, y Entomophtora sp, sobre las orugas de C. includens.
El picudo negro de la vaina, Rhyssomatus subtilis
Rhyssomatus subtilis es una especie que fue detectada por primera vez en el año 2006 causando daños a la soja, sin que existan hasta ese momento registros de ataques de esta la plaga a algún cultivo. En la actualidad R. subtilis se encuentra distribuido en toda la región granera del NOA (Cazado et al., 2013a).
Características
R. subtilis sólo cumple su ciclo de vida en algunas especies de la familia de las Fabaceae, siendo la soja el cultivo preferido por la plaga. Bajo las condiciones climáticas del NOA presenta una sola generación al año (Socías et al., 2009; Cazado et al., 2014).
El adulto de R. subtilis mide aproximadamente 5,0 mm de longitud y 2,5 mm de ancho y puede llegar a vivir unos 90 días. Tiene el cuerpo de forma algo ovalada, de color negro, con tonalidades bermejo (Figura 8). La cabeza es pequeña y la base del rostro es delgada y curvada, tan larga como la cabeza y el protórax. Los élitros presentan líneas longitudinales de puntuaciones o estrías a lo largo de toda su extensión como se detalla en la Figura 8 (Socías et al., 2009). Las hembras oviponen en el interior de las vainas desde que la soja se encuentra en R5 hasta R8. Los huevos son de forma ovalada, de color blanco amarillento y miden 1,0 mm de largo y 0,4 mm de ancho y son colocados de manera individual junto al grano, llegando a observarse en algunos casos más de un huevo por vaina (Figura 8). Cada hembra coloca en promedio 230 huevos durante el período de oviposición, que se extiende 66 días aproximadamente. La duración del estado de huevo es de 3 a 4 días. Las larvas presentan las características típicas de la familia Curculionidae: son ápodas, con el cuerpo rollizo, curvado, en forma de “C” y de color blanco lechoso (Figura 8). En el interior de la vaina, las larvas se alimentan de los granos, pasando por cuatro estadios larvales. Posteriormente, las larvas realizan una perforación en la vaina para arrojarse al suelo, donde formará una cámara pupal entre los 3 y 9 cm de profundidad, permaneciendo allí como larva hibernante (Figura 9). Con el aumento de las temperaturas en el mes de septiembre, comienza a aparecer el estado de pupa y a partir de mediados de octubre, el 100% de los estados en suelo corresponde al de pupas (Figura 9). El ciclo se reanuda a mediados de noviembre, con la emergencia de los adultos de R. subtilis desde el suelo (Figura 9). Este proceso se manifiesta en “pulsos o camadas” asociados a la ocurrencia de las precipitaciones y suele extenderse hasta el mes de mayo, con picos durante los meses de febrero y marzo.
Daños
Durante las fases vegetativas iniciales de la soja (hasta V3), los daños causados por los adultos de R. subtilis en cotiledones y brotes pueden causar la muerte de las plantas (Cazado et al., 2016). En etapas vegetativas más avanzadas, hasta un V6, el daño y la muerte de los brotes terminales determinan una disminución de la altura y la modificación de la estructura de las plantas afectadas (Figura 10). La fase reproductiva correspondiente al llenado de granos (R5 a R6), son las más críticas, ya que las hembras colocan los huevos en el interior de las vainas de la soja, ocurriendo en esta etapa el 80% de la oviposición aproximadamente. Las larvas, al nacer, se alimentan de los granos, afectando directamente el rendimiento del cultivo (Figura 11). Además, los daños por oviposición y alimentación favorecen el ingreso de patógenos que afectan la calidad de los granos (Figura 11). Los daños ocasionados entre R5 y R6 pueden ocasionar pérdidas de hasta un 60% del rendimiento, sumándose a ello el incremento poblacional de la plaga para la campaña siguiente (Cazado et al., 2013b).
Estrategias de manejo
El monitoreo de suelo es una herramienta que se puede emplear para estimar la población de R. subtilis en el lote, y así planificar estrategias de manejo. Con valores superiores a las 15 larvas/pupas en 0,25 m2 es preferible rotar el lote con gramíneas (Cazado et al., 2014).
El monitoreo de los adultos de R. subtilis en el cultivo de soja se realiza a partir del uso del paño vertical. En las etapas vegetativas (hasta V5/V6), además se recomienda revisar brotes y rastrojo del sector monitoreado, ya que la escasa canopia del cultivo obliga a los adultos de R. subtilis a protegerse del sol en las horas de mayor insolación. En estas fases vegetativas, también resulta importante el registro de plantas afectadas, con brote terminal dañado. En las etapas vegetativas avanzadas y en las reproductivas, se debe tener en cuenta que el monitoreo de los adultos de R. subtilis con el paño vertical suele tener una eficacia de captura de un 60% aproximadamente, situación que también estará condicionada por la estructura y el desarrollo del cultivo.
Entre las estrategias de control se menciona a uso de insecticidas en el tratamiento de semillas, para el control de adultos en las primeras etapas de la soja, empleándose productos pertenecientes a los neonicotinoides (tiametoxan, imidacloprid y acetamiprid) y fenilpirazoles (fipronil y ethiprole). El período de protección de esta herramienta es de 20 a 25 días después de la siembra y está condicionado por los niveles de la plaga y por las condiciones ambientales en las que se desarrolla el cultivo (Cazado et al., 2014).
En aplicaciones foliares, se puede recurrir a insecticidas pertenecientes al grupo de los fenilpirazoles (fipronil), piretroides y las mezclas de estos con los neonicotinoides. El período de protección de los insecticidas estará condicionado por las nuevas camadas de adultos de R. subtilis que emergerán desde el suelo. Las aplicaciones foliares de los insecticidas en las últimas horas de la tarde y durante la noche, presentan mejores controles por ser el momento de mayor exposición de los adultos de R. subtilis (Cazado et al., 2014).
Entre las prácticas culturales se destaca la rotación con gramíneas (maíz o sorgo), debido a la incapacidad de R. subtilis de alimentarse y cumplir su ciclo de vida en estas especies. En caso de emplearla, se deben tomar medidas para evitar o minimizar la migración de los adultos a los lotes de soja vecinos a la gramínea, resultado clave el manejo de las borduras de los lotes de soja que limitan con los cultivos de gramíneas (Cazado et al., 2014). Otras prácticas culturales son la fecha de siembra de la soja, para que los picos de emergencia de los adultos de R. subtilis no coincidan con las fases críticas del cultivo de la soja. El laboreo de suelo para el control de las formas hibernantes puede contribuir a reducir entre un 40% y un 50% la población de R. subtilis, si se realiza en la época donde la forma predominante es la pupa (septiembre-octubre).
El complejo de chinches
Dentro del complejo de chinches, las especies más frecuentes en la soja son la chinche de la alfalfa (Piezodorus guildinii), la chinche verde (Nezara viridula), el alquiche chico (Edessa meditabunda) y la chinche de los cuernos (Dichelops furcatus). Se debe tener en cuenta que la abundancia estacional de las especies fluctúa marcadamente de año a año, en función de las condiciones ambientales reinantes (Flores et al., 2016).
Características
Los adultos de las chinches llegan a vivir entre 20 a 30 días (Figura 12). Este estado es la forma con la cual atraviesan las condiciones desfavorables del invierno, ingresando en una fase de hibernación, donde dejan de alimentarse. Los cambios en los sistemas productivos, como la ocurrencia de diversas malezas resistentes y/o tolerables, la incorporación de cultivos invernales y de servicio pueden ser elementos que contribuyan a la supervivencia de los adultos. En la primavera los adultos abandonan la fase de hibernación, para buscar alimento y posteriormente multiplicarse, dando lugar a la primera generación.
Las hembras depositan los huevos en forma agrupada en tallos, hojas o vainas dependiendo la especie (Figura 13). Entre los 5 y 7 días se produce el nacimiento de las ninfas, que al principio son gregarias y posteriormente se dispersan en el cultivo (Figura 13). Pasan por 5 estados ninfales, que lo cumplen entre los 20 y 30 días.
Daños
El aparato bucal de las chinches es picador - suctor. Tanto las ninfas como los adultos obtienen su alimento mediante el picado del tejido vegetal y posterior succión de los contenidos celulares. Las ninfas del 4° y 5° estado (mayores a 0,5 cm) tienen la misma capacidad de daño que el adulto. Pueden alimentarse de diferentes partes de la planta, como el tallo, los pecíolos, las hojas, etc. Una vez iniciada la etapa reproductiva, muestran una marcada preferencia por vainas y semillas (Gamundi y Sosa, 2008a). Existe una diferencia en la capacidad de daño entre las especies, mencionándose a la chinche de la alfalfa y a la chinche verde como las especies más dañinas (Flores et al., 2016).
El impacto ocasionado por las chinches es diferente según los estados reproductivos de la soja. El mayor daño ocurre en la formación de vainas (R3 y R4), por el aborto de las mismas. En las fases de llenado de los granos (R5 y R6), los daños son potencialmente menores, produciendo desde el aborto de granos, granos chuzos o depresiones, dependiendo del estado de desarrollo que presenta el grano al momento del daño. En lotes destinados a la producción de semillas, se debe tener en cuenta que daños en R6 y R7 pueden causar una disminución significativa del poder germinativo (PG), la viabilidad y el vigor de las semillas. Además, las perforaciones ocasionadas en las vainas favorecen el ingreso de patógenos que afectan la calidad del grano y/o semilla (Gamundi y Sosa, 2008a).
Estrategias de manejo
Para el monitoreo del complejo de chinches se recomienda el uso del paño vertical. Se debe tener en cuenta que el monitoreo de las chinches resulta algo dificultoso por la movilidad de los adultos y por su comportamiento en función de los horarios del día. Por lo general, en las primeras horas de la mañana y últimas de la tarde se logra estimar con mayor exactitud el valor de la plaga en el lote de soja. Los umbrales de acción (UA) establecidos para el control de chinches en soja hacen referencia a las especies más dañinas (P. guildinii y N. viridula) y al estado fenológico del cultivo. Entre R3 y R4 el UA es de 0,5 a 0,7 chinches por metro lineal de cultivo; en R5 de 1 a 2 chinches por metro lineal de cultivo y en R6 – R7 de 3 a 4 chinches por metro lineal de cultivo. Los valores mencionados hacen referencia a las cantidades de adultos y de ninfas mayores a 0,5 cm, que tienen la misma capacidad de daño que los adultos.
Para el control del complejo de chinches se dispone de un espectro muy estrecho de insecticidas, entre los cuales se mencionan a los piretroides y las mezclas de estos con los neonicotinoides como las alternativas comúnmente utilizadas (Gamundi y Sosa, 2008b). Para lograr mayores controles se debe tener en cuenta aspectos vinculados al momento y la calidad de aplicación. En caso de encontrar chinches antes de ingresar a las fases críticas del cultivo (R3 – R4), se puede incluir la aplicación de un insecticida previo al cierre del surco para manejar la población de esta plaga.
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