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Nada se pierde, todo se transforma en abono para el suelo
by Aapresid
Dialogamos con dos productores tamberos: Cristian Guillermon de la zona de Villa María, Córdoba y Cristian Chiavassa de la localidad de Carlos Pellegrini, Santa Fe. Dos empresas y una misma visión.
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Establecimiento Guillermon
Cristian Guillermon es Socio Aapresid y productor tambero. “El Establecimiento Guillermon es una empresa familiar ubicada a 65 kilómetros hacia el sur de Villa María, Córdoba. Es una zona tambera que los últimos años ha evolucionado hacia la agricultura”, comentó. El establecimiento tiene 500 ha de las cuales 300 se dedican a la agricultura. Hacen soja, maíz y el resto se destina al tambo que es de ciclo completo. “El tambo no tiene automatización en la infraestructura y trabajamos con sistema pastoril con suplementación de silo y balanceado” especificó. Producen 3 mil litros diarios en dos ordeñes que se entregan a una oficina regional. El rodeo está compuesto por 110 vacas en ordeñe, un rodeo de vacas secas, una guachera colectiva y el rodeo de cría. “Las hembras tienen como destino el mismo tambo y los machos son recriados y se venden para engorde. El servicio es con toros a campo y continuo”, detalló.
“Este año la sequía ha tenido un impacto muy importante sobre todo desde el 21 de diciembre. Los maíces de primera generalmente los destinamos para granos, pero este año van directamente a picado. Tenemos la expectativa de que los maíces de segunda se desarrollen bien”, señaló Guillermon.
Sobre el panorama actual, el socio de Aapresid explicó que el tambo funciona los 365 días del año y requiere una planificación continua. “La siembra directa nos ayudó a simplificar la parte agrícola, pero para la parte ganadera notamos que nos falta más información para ser más eficientes en la planificación de la cadena forrajera”.
Con respecto a la perspectiva de crecimiento de la producción, comentó que lo que venden es leche fluida y que cualquier productor primario tiene claro que, si se queda produciendo durante tres años la misma cantidad, probablemente desaparezca. “Con el cambio tecnológico esa dinámica es cada vez es más rápida”, puntualizó. Sobre las líneas de crédito existentes, especificó que el tambo interactúa con herramientas que están pensadas para la agricultura donde los tiempos son diferentes y eso puede limitar el acceso. “Además, cada tambo es una casa, con su lógica y su cultura entonces hay que evaluarlo dentro de los números de cada empresa”, concluyó.
A nivel regional, observó que se ven cada vez quedan menos tambos, pero los que quedan se especializan más. “El tambo es una fuente de trabajo y negocios que contribuyen al bienestar social de la región”, remató.
Grupo Chiavassa
“Somos la cuarta generación de productores lecheros, pero recién mi padre nos propuso a los hermanos de asociarnos. De esta forma podemos ganar en escala para tener mayor eficiencia”, explicó Cristian Chiavassa, director de la empresa. Hoy en día trabajan 1700 ha, 970 son propias y el resto alquiladas. Hacen 450 ha de soja, 750 de maíz y el resto alfalfa. Ordeñan 1450 animales promedio al año con 50.000 litros y una media de 36-37 litros por vaca por día. “En los últimos diez años aumentamos más de un 200 % el volumen de leche producida, un 120 % en la cantidad de animales, y generamos 114 % más de empleo. Todo eso lo hicimos solamente con un 20% más de superficie. Esto demuestra que hoy en día los productores tenemos la capacidad de producir más y de manera más sustentable”, señaló. Con respecto a las principales innovaciones tecnológicas que han incorporado, Chiavassa detalló que con un crédito de la línea Fontar compraron una sala rotativa que les permite contar con información en tiempo real y poder tomar mejores decisiones. “Después experimentamos con los collares de rumia y para mí esa fue la tecnología más disruptiva que incorporó el establecimiento. Tuvo impacto inmediato en las tasas de preñez, pasamos del 15% al 28 %, automáticamente el rodeo convierte mejor el alimento a leche y se empiezan a generar más terneras que generan más reposición de vaquillonas. Por otro lado, aumenta la cantidad de animales en ordeñe y también es posible detectar antes los animales enfermos y darles mejor atención”, remarcó.
Otra tecnología que adoptaron son los galpones con cama de compost, que tienen un área donde las vacas están bajo techo, el estiércol y la orina del animal se mezclan con algún subproducto (ellos usan cáscara de maní). “El efluente lo convertimos en un abono orgánico que lo usamos para fertilizar los campos donde después producimos el alimento de nuestros animales”, indicó. Hoy en día estiman que van a reemplazar la fertilización de 350 ha, entre el semi-líquido y el compost.
Sobre la sequía de este momento, Chiavassa detalló que una de sus reglas es tener un stock de forrajes de 16 meses, ya que siempre contemplan la posibilidad de no poder sembrar el maíz de primera y en ese caso la idea es hacer maíz de segunda. “En esta zona solemos tener rindes de 18.000 kilos de materia seca en silo de maíz, y este año lo que llevamos picado rindió 15.000 kilos, asique la merma no fue tan significativa.” Especificó que la estrategia es tener más superficie de la que necesitan picar, y ante una eventualidad se pica todo el maíz sembrado y/o salen a comprar el grano fuera.
Con respecto a medidas para mitigar el estrés calórico, el empresario comentó que tienen tres ordeñes diarios y llevan las vacas 45 minutos antes al corral de espera donde se refrescan y se duchan. “Veníamos muy bien, produciendo 37,5 litros por vaca. Nunca habíamos tenido esas producciones en verano. Los collares de actividad de rumia también nos permiten monitorear el nivel de jadeo de los animales, que es un indicador de condiciones de estrés”. Pero con la ola de calor, tuvimos un problema de suministro eléctrico y por cuatro días tuvimos inconvenientes de abastecimiento de agua (para la bebida y para el duchado). De 52 mil litros de leche por día pasamos a 42 mil litros, por lo que esos días perdimos el 25% de la facturación del tambo”, relató.
El arraigo de la gente
tenemos ningún sistema de automatización, la gente cobra más importancia. Acá en la zona hay muchas personas capacitadas, pero adaptarlos y saberlos motivar es fundamental”. Agregó que la infraestructura en caminos rurales y telecomunicaciones es importante. “Parece algo menor, pero tener señal en el campo es clave. La lechería es una cadena que involucra a mucha gente y fortalece el arraigo asique todas las medidas que mejoren la distribución de beneficios permiten que la actividad sea más atractiva”.
¿Vale la pena integrarse?
“En la zona hay diferentes experiencias de integración: para vender o para enfrentar inversiones y dar valor agregado al producto. No hay una receta, es una cuestión tener una oportunidad de negocio que realmente sea beneficioso para todos”, relató Guillermon.
Chiavassa reconoció que en un principio le tenían miedo a la integración vertical. “Como productores primarios somos grandes, pero si industrializamos la leche hay que competir con la industria láctea que tienen grandes escalas y son muy eficientes. Lo que sí tratamos de hacer es crear valor para que las industrias que nos compren nos paguen mejor lo que producimos. Ahora estamos diversificando nuestra producción con soja, maíz, alfalfa y agregándole valor a eso. Además, estamos en un proceso asociativo integrado de cerdos para engorde de lechones”, comentó.
¿Cómo ven la demanda a futuro?
“El consumidor está informado y es mucho más exigente. Hoy la industria no nos exige nada, pero nos estamos preparando para cuando eso llegue y tenga un valor”, manifestó Guillermon y agregó que si incorporar trazabilidad y diferenciación genera una mejora de los beneficios nadie va a estar en contra. “En el corto plazo hay alternativas, pero hay que evaluar la viabilidad ya para la empresa la economía manda. La lechería es una cadena compleja y requiere de un acuerdo de los diferentes eslabones como para que realmente eso sea un aporte de valor”, concluyó.
Por su parte Chiavassa indicó que a nivel global hay mucha oferta de alternativas a la proteína animal. “Los ataques a nuestro sector son sobre la falta de bienestar animal, carbono neutro y el valor nutricional de nuestro alimento. Tenemos que tomar esos puntos y ver cómo transformamos nuestro sistema productivo. Creo que hay oportunidades para certificar la producción primaria y que una industria saque esa línea de productos. Estas demandas empiezan a ser de nicho, pero creo que van a ir aumentando con el tiempo”, finalizó.