16 minute read
Dialogando para innovar
by Aapresid
En tres encuentros virtuales, destacados académicos, referentes y productores agropecuarios dieron su visión sobre los sistemas de producción en los biomas del Gran Chaco y los Cerrados, y sobre los desafíos futuros en un mundo que demanda cada vez más sustentabilidad en la producción de alimentos, fibras y energía.
Dando inicio al ciclo de diálogos, Carlos E. Quintela (Director del LIF) destacó en la apertura que, ante un contexto complejo, las soluciones requieren de la ciencia y la innovación integrada con el productor agropecuario. Por su parte, David “Bachi” Roggero (presidente de Aapresid) agregó que el desafío reside en encontrar el máximo valor de los tres ejes de la sustentabilidad - económico-productivo, social y ambiental - para que el negocio de la soja y la producción agropecuaria sean parte de la solución frente al cambio climático. Así se dio inicio a un rico intercambio a lo largo de tres encuentros, durante los cuales surgieron importantes reflexiones sobre cómo se aborda la sustentabilidad de la producción agrícola en la región, los desafíos que enfrentan los productores y las oportunidades que representa la coyuntura actual para el sector en general.
Acortando brechas entre productividad y protección del medio ambiente
El primer encuentro del ciclo se centró en la mirada de los productores y de otros actores de la cadena sobre la producción agropecuaria sustentable, dando cuenta de cómo ser productivos y hacerlo de forma amigable con el medio ambiente es posible. Uno de los ejes abordados se focalizó en la producción agrícola en Brasil, particularmente en los estados de Mato Grosso, Bahía y Maranhao, territorios en parte comprendidos en el bioma de los Cerrados, y cómo la forma en que producen soja convierte a este cultivo en un vector de sustentabilidad. En 2020, Brasil ocupó el 5o lugar en el mundo como productor de granos, fibras y oleaginosas, produciendo más de 250 millones de toneladas. En el desarrollo de esta producción, los productores cumplen con regulaciones establecidas y aplican buenas prácticas para ser sustentables en su actividad.
Desde el punto de vista legal, el nivel de regularización es muy alto: más del 65% del territorio rural de Brasil está registrado en el Cadastro Ambiental Rural, lo cual evidencia el amplio cumplimiento del 20% de reserva legal en fincas que exige el Código Forestal Brasileño. Este alto nivel de acatamiento también se ve reflejado en los proporciones de uso del suelo: según datos de EMBRAPA, el 30% de la superficie se destina a uso agrícola (en contraste con el 74% que utiliza EEUU y el 65% que utiliza Europa), y el 66% corresponde a áreas protegidas y preservadas (en contraste con el 20% en EEUU y 21% en Europa). Del total del área protegida en Brasil, el 33% de la misma pertenece a haciendas, es decir que hay más de 280 millones de hectáreas preservadas en el mundo rural.
Desde el punto de vista de la productividad, en las últimas 20 campañas la producción de soja aumentó 213% mientras que el área sembrada lo hizo en una considerable menor proporción: 163%. Esto fue posible gracias a la adopción de tecnologías y buenas prácticas tales como la siembra directa, la rotación de cultivos, la integración con ganado, la cobertura de suelos con cultivos vivos, todo lo cual contribuye a elevar el secuestro de carbono, mejorar la fertilidad de los suelos, la infiltración y por ende la productividad. El desarrollo de prácticas sustentables estuvo fuertemente impulsado por el Estado brasileño desde los ‘70, promoviendo la inversión en I+D e implementando planes de fomento y crédito.
Otro de los ejes centrales del encuentro fue el alto nivel de adopción de la agricultura de conservación en países del Cono Sur en general, y en Argentina en particular, como así también los factores que contribuyeron a esto. Se destacó cómo el protagonismo del productor, trabajando en conjunto con la ciencia y traccionando la innovación para desarrollar buenas prácticas, fue y sigue siendo clave en esta expansión. No obstante, la siembra directa por sí misma es condición necesaria pero no suficiente para desarrollar sistemas productivos sustentables. Se debe evolucionar con mejora continua y con una visión holística del sistema productivo, contemplando varios factores como el equilibrio entre la capacidad productiva, su integralidad y sus servicios ecológicos; el desarrollo socioeconómico de las comunidades asociadas; sistemas productivos silvopastoriles y rotaciones con siembra directa; producir realizando un diseño del paisaje para mantener corredores biológicos; todo mediado por la adopción de la dinámica de innovación colaborativa.
Continuando con estos lineamientos, y poniendo el foco en cómo el involucramiento de privados es clave para ser exitosos en la conservación de biomas frágiles como el Gran Chaco, se identificó a los productores como parte de la solución del dilema producción-naturaleza. Los sistemas productivos en nuestra región, con todas las características que comprenden, demuestran que la conservación del medio ambiente y la producción de alimentos pueden ser compatibles, generando impactos positivos en el desarrollo social y en la construcción de sistemas agroalimentarios eficientes y equilibrados.
La región se posiciona como uno de los proveedores de alimentos más importantes en el mundo para satisfacer la demanda de una población creciente, especialmente de mercados emergentes como África y Asia. En este marco, tanto desde las perspectivas de actores de la cadena de soja de Argentina y de Brasil, se alentó a salir del dilema producción y naturaleza, brindando aportes sobre cómo abordar la problemática de la sustentabilidad con experiencia, con innovación y con mejora continua. Fomentar el conocimiento, la innovación y la digitalización de la agricultura nos va a permitir producir más y mejores alimentos, salir de la pobreza y el desempleo, protegiendo al medio ambiente en un contexto de cambio climático.
Innovación colaborativa y mejora continua en el camino de la recuperación
Durante el segundo diálogo, las intervenciones mostraron cómo la visión holística de la producción sustentable se aplica a la producción agrícola en general y a la de soja en particular. Como marco introductorio al intercambio, se abordaron algunos ejes centrales del debate actual sobre deforestación y conversión, y el potencial que existe para recuperar ambientes degradados. Según datos de 2020, alrededor del 28% del Gran Chaco Argentino fue incorporado a la producción agropecuaria, correspondiendo el 72% a superficie sin transformar. En este sentido, no nos encontramos actualmente en una situación de “emergencia”, pero sí es imperativo trabajar en acciones que contribuyan a la sustentabilidad del bioma y a la protección de la biodiversidad, tales como el ordenamiento territorial y la recuperación de tierras degradadas. Lo que se necesita son buenas prácticas productivas y ambientales.
Como ejemplo concreto del potencial que existe para recuperar tierras degradadas en el norte argentino, se presentó la labor de la empresa CUAECO, dedicada al manejo agroecológico de cultivos extensivos, y su enfoque en la implementación de tecnologías de procesos reemplazando a las tecnologías de insumos. Con la incorporación de cultivos de servicios se logró recuperar la estructura de los suelos, la fertilidad química y la actividad biológica, usando menos herbicidas, fijando nitrógeno en el suelo, fijando agua de lluvias y logrando mejor infiltración. En conjunto, la implementación de buenas prácticas favoreció la resiliencia del ecosistema a los desequilibrios.
Desde el punto de vista de la cadena de soja en su conjunto - integrada por instituciones de la ciencia y tecnología, asociaciones de productores, insumos, comercio, industria y servicios - se destacaron varios ejes que hacen a la sustentabilidad de la soja, no solo en origen sino también a lo largo de la cadena y el amplio abanico de subproductos que se elaboran. En este sentido, la soja no solo es alimento sino también energía, y la intensificación de su procesamiento no sólo agrega valor, sino que también contribuye a la protección del medio ambiente. Por ejemplo, la producción de biodiesel de soja en Argentina ha contribuido a reemplazar importaciones de gasoil, reduciendo la emisión de GEIs. Asimismo, las aplicaciones industriales de derivados de soja englobados en la “química verde” también evidencian las posibilida- des que ofrece el cultivo, como por ejemplo la elaboración de lubricantes a base de soja en lugar de aquellos derivados del petróleo. Debemos aprovechar el arco de posibilidades que ofrece el principal producto exportable del país, creciendo de manera sustentable y sin dañar el medio ambiente.
Sin dudas, estamos atravesando una coyuntura de importantes desequilibrios en lo ambiental, social y económico, y hay muchos aspectos por mejorar. No obstante, hay evidencia de que compatibilizar producción de alimentos y protección de la naturaleza, utilizando tecnologías de procesos y recorriendo el camino de la recuperación, es posible y se está haciendo. Avanzando en un ejemplo de sistema de trabajo concreto a través del cual se buscan respuestas a demandas concretas de productores preocupados por implementar prácticas sustentables, se presentó el Sistema Chacras, el programa de investigación y desarrollo de Aapresid. Aquí el eje central está puesto en la ciencia y la innovación, donde los productores trabajan a la par con científicos para encontrar soluciones. Desarrollado en colaboración con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (organismo público argentino dedicado a la investigación en el agro), se trata de una metodología de trabajo enfocada en la innovación colaborativa para desarrollar tecnologías de procesos que respondan a problemas concretos, bajo condiciones reales de producción en diferentes ambientes. Las banderas del programa son el “protagonismo horizontal”, donde el productor trabaja al lado de la ciencia aportando su conocimiento empírico, y el “aprender produciendo”, siendo la mejor manera de transmitir y de adoptar el conocimiento que se va generando, premisas a partir de las cuales se desarrollan soluciones y se contribuye al desarrollo local de triple impacto: ambiental, empresarial y social.
Haciendo un recorrido por algunas experiencias concretas, se ilustró el impacto que tiene este sistema de trabajo. La Chacra Bandera (al sureste de Santiago del Estero) se inició para dar respuesta al problema de malezas resistentes y luego, con la incorporación de cultivos de servicio, enfocó sus estudios a ajustar las rotaciones, la fertilidad, los balances de carbono y los niveles de napa freática. Actualmente Bandera es una de las zonas donde se desarrollan más cultivos de servicios, demostrando que el nivel de aprendizaje logrado fue muy significativo. La Chacra Pergamino (sur de Santa Fe y norte de Buenos Aires) se centró en la evolución del carbono del suelo frente a distintos esquemas de rotación. A través de la intensificación sustentable, se logró aumentar la captura de carbono en suelos, incrementar sus niveles de materia orgánica y de biodiversidad, reducir las aplicaciones de herbicidas, y reducir las emisiones netas. Un dato no menor fue que, observando los márgenes brutos al final del ciclo, se comprobó que se puede cuidar el ambiente y ser rentables al mismo tiempo. En tercer lugar, la experiencia de la Chacra Valles Irrigados Norpatagónicos (VINPA) demostró cómo a través de la intervención humana positiva se logró desarrollar una producción agropecuaria en una zona con suelos pobres en materia orgánica y 250 mm de precipitaciones al año. Tras 10 años de trabajo, hoy cuentan con excelentes índices productivos de grano y carne, habiendo logrado desarrollar un sistema productivo integrado de alta productividad donde la soja es un componente vital del sistema.
El objetivo de contar estas experiencias fue mostrar cómo en distintas zonas del país encontramos evidencias concretas de que el eje del debate no debería estar en si el ser humano interviene o no en el medio ambiente, sino en cómo se produce esta intervención. Las experiencias de las Chacras demuestran que el trabajo conjunto de productores con científicos contribuye a mejorar las condiciones existentes. En este sentido, la interacción entre el compartir conocimiento generado, la visión tecnológica a través del intercambio con expertos y la formación de recursos humanos, genera un círculo virtuoso donde los resultados logran un nivel de abordaje de problemas que sería muy difícil de hacer de forma individual.
Las experiencias de las Chacras demuestran que el trabajo conjunto de productores con científicos contribuye a mejorar las condiciones existentes.
Certificaciones y trazabilidad: herramientas importantes aunque no suficientes
Durante el tercer encuentro virtual se abordó la temática de certificaciones y trazabilidad de la producción, en tanto herramientas necesarias - aunque no suficientes - para alcanzar la sustentabilidad en la cadena de soja. En este sentido, desde la perspectiva de productores se destacó que certificar permite parametrizar, medir lo que se hace y llevar un seguimiento año tras año mediante registros e indicadores, todo lo cual conduce a la mejora continua y a agregar valor. Muchos productores ya implementan las acciones exigidas por las certificaciones por convicción, y no por obligación; el desafío está en que cuenten con la orientación y capacitación necesarias para poder cumplir con los requisitos para certificar.
Un ejemplo en este sentido es la implementación de Agricultura Sustentable Certificada (ASC), certificación brindada por Aapresid y primer estándar argentino reconocido a nivel internacional a través de la plataforma Sustainability Map, lo cual permite la venta de materia prima de origen sustentable a la Unión Europea. ASC es un sistema de gestión de la calidad que contempla buenas prácticas en los tres ejes de la sustentabilidad (ambientales, sociales y productivas), y cuenta con un sistema de créditos que constituyen un incentivo para los productores que certifican. Desde la mirada de la demanda europea de productos agropecuarios, se remarcó la prohibición vigente relativa a la colocación de commodities que estén unidos a la deforestación, siendo uno de los criterios deseados la soja libre de conversión. Esta exigencia requiere un 100% de trazabilidad y geolocalización de la producción, condición a la cual contribuyen con la evidencia necesaria los esquemas de certificación, tales como ASC.
Está claro que las certificaciones son una gran herramienta que contribuye al desarrollo de una cadena de soja sustentable. No obstante, deben ir acompañadas del refuerzo de alianzas, de cooperación entre actores y de diálogo. El objetivo de esto es subsanar tensiones como las existentes entre las visiones Sur-Norte, productor-consumidor, sector privado-sector público y perspectivas de medio ambiente-desarrollo, y generar confianza entre todos los actores de la cadena. Se deben buscar los caminos para compatibilizar los objetivos de producción y de conservación, involucrando a actores locales para que el desarrollo esté guiado de abajo hacia arriba.
El camino a seguir en la construcción de sistemas productivos sustentables: desafíos y oportunidades
Una serie de hilos conductores subyacentes resaltaron, en distintos momentos del ciclo de charlas, algunas visiones compartidas en torno a los desafíos y oportunidades del sector agropecuario en la actualidad. Uno de los retos identificados es la necesidad de mejorar la comunicación sobre los sistemas productivos sustentables de nuestros países, es decir, cómo contar de forma efectiva a la sociedad - a nivel local y también internacional - sobre la manera en que se desenvuelve la actividad productiva en nuestra región y el impacto positivo que genera.
Este desafío se vincula, a su vez, con la necesidad de generar evidencia y datos concretos y darlos a conocer, un aspecto cada vez más importante en la coyuntura actual donde las opiniones con escaso fundamento científico encuentran canales de visibilidad muy amplios. En este sentido, se destacó la oportunidad que existe hoy en día en el mundo para generar información sólida y concreta: el avance de desarrollos científicos y la posibilidad de medir impactos da lugar a la creación de mecanismos que permiten validar fehacientemente los servicios ambientales que brinda la producción de determinada materia prima. Comunicar y mostrar esto con transparencia conducirá a que los mercados acompañen.
Otro eje de preocupación manifestado a lo largo de los diálogos es en torno a las exigencias del mercado internacional, particularmente las provenientes de la Unión Europea, las cuales pueden constituir una barrera para-arancelaria para países productores y exportadores de soja. No obstante, también se invitó a pensar este eje como una oportunidad para que Argentina se posicione, ya que la legislación que regula el suministro de materias primas comprende una calificación de riesgo, y en nuestro país la mayor parte de la soja que se exporta no proviene de zona de deforestación.
Un aspecto fundamental y oportunidad para el sector agropecuario, aún más considerando la importancia estratégica del Cono Sur y sus niveles de producción, es comprender cómo la agricultura es parte de la solución y no del problema en relación a los desafíos planteados por el cambio climático. Se trata del único sector que puede ser sumidero de carbono: los sistemas de siembra directa y las reservas de vegetación activa no solo capturan carbono, sino que pueden generar créditos de carbono que se comercialicen con industrias que necesitan neutralizar sus emisiones. Sin duda, y como se ha mencionado a lo largo de los encuentros, hay muchos aspectos por mejorar, pero nuestra región sabe cómo aumentar la producción sustentable basados en ciencia, fortaleciendo los sistemas agroalimentarios y cuidando a la naturaleza.
La forma de lograr esto y escalar el potencial de la agricultura como parte de la solución, es a través del protagonismo y compromiso del productor, y en el marco del diálogo. Involucrar a los productores en los debates y definiciones a nivel local y nacional en torno a políticas, a líneas de investigación, como en los debates internacionales relativos a los sistemas alimentarios y la sustentabilidad, es clave para alcanzar la implementación y diseminación efectivas de innovaciones sustentables aplicables a campo. Además, es necesario profundizar y multiplicar los espacios de encuentro y de diálo- go entre todos los actores que conforman la cadena productiva: la sustentabilidad no es un desafío individual sino colectivo.
Se trata del único sector que puede ser sumidero de carbono: los sistemas de siembra directa y las reservas de vegetación activa no solo capturan carbono, sino que pueden generar créditos de carbono que se comercialicen con industrias que necesitan neutralizar sus emisiones.
Culminando esta tríada de diálogos, se desprende la importancia de conocer las visiones de los diferentes actores y de construir el diálogo para un plan de acción común en pos de una producción de soja y agropecuaria en general en el Gran Chaco y en los Cerrados que sea más sustentable, resiliente e inclusiva.
Panelistas invitados:
Marcelo Torres (Aapresid), Ricardo Arioli Silva (productor rural de Mato Grosso), Luiz A. Pradella (productor rural de Bahía), Alejandro Brown (Fundación ProYungas), Gisela Introvini (FAPCEN), Rodolfo Rossi (ACSOJA), Cezar Rizzi (Campo Brasil), Jorge Adámoli (UBA, INTA, CONICET), Luis Zubizarreta (ACSOJA), Alejandro Cuadra (CUAECO), Rodolfo Gil (INTA-Aapresid),
Marcelo Arriola (Aapresid), Jorge Mazzieri (Aapresid), Pablo López Anido (Aapresid), Teddy Cotella (Aapresid), Daniel Kazimierski (TFA), Alexander Döring (FEFAC), Gabriel Delgado (IICA), Federico Trucco (BIOCE- RES), Wellington Andrade (APROSOJA MT)
Los diálogos contaron con mensajes de bienvenida del Director de LIF, Carlos E.
Quintela, y del presidente de Aapresid, David Roggero, y fueron moderados por los siguientes miembros y/o directivos de Aapresid: María Beatriz “Pilu” Giraudo, Alejandro O’Donnell, María Augusta González, Edgard Ramírez, Paola Díaz y Pedro Vigneau. Manifestamos nuestro gran agradecimiento a todos por su colaboración para el desarrollo de los eventos.